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VISITANTES ILUSTRES EN SANTA CRUZ (4). Relato del capitán Cook.

Autor: José Manuel Ledesma Alonso
Publicado en el Diario de Avisos el 28 de septiembre de 2025.


Del Viaje alrededor del Mundo, por James Cook

 

          “Partimos del puerto de Plymouth, el 12 de julio de 1776, a bordo del Resolution, de 24 cañones, acompañados de la Discovery, capitaneada por Charles Clerke. En los dos veleros viajaba una tripulación de 112 hombres y un gran equipo humano -con importante y novedoso material científico- formado por Charles Green, astrónomo del observatorio de Greennwich; Joseph Banks, naturalista; Solander, botánico sueco; y dos dibujantes para captar elementos de interés para la historia natural.

         La primera escala la hicimos en Santa Cruz de Tenerife, con el fin de obtener vino para la tripulación y avituallarnos de agua, alimentos vivos y fruta fresca, así como pienso y grano para los animales, a los que quería conservar con vida hasta llegar al Cabo de Buena Esperanza.

         El Pico de Tenerife lo divisamos a las cuatro de la tarde del día 31 de julio y a las nueve de la noche ya estábamos doblando la punta oriental de la Isla. A las ocho de la mañana del día siguiente fondeamos en el lado sudeste de la rada de Santa Cruz, sobre un fondo de arena cenagoso, a 23 brazas (38,41 m). Al Norte nos quedaba la Punta de Anaga, al Sur teníamos la iglesia de San Francisco, que destacaba por la altura de su campanario, y al Sur-Oeste la punta de la rada, en la que estaba situado el fuerte o castillo.
En la bahía encontramos La Boussole, fragata francesa comandada por el Caballero Borda, dos bergantines de la misma nación, un tercer bergantín que venía de Londres y que iba a Senegal, y catorce navíos españoles.

          En cuanto atracamos, vino a hacernos la visita el jefe del puerto, al que acompañaría a tierra uno de mis oficiales para saludar de mi parte al Gobernador y solicitarle permiso para embarcar agua y comprar las cosas que nos eran necesarias. Luego, uno de los oficiales del Gobernador vendría a cumplimentarme y, con la mayor amabilidad, me comunicó que se nos había concedió todo lo que le habíamos pedido, por lo que después de la cena lo fui a saludar, acompañado de varios de mis oficiales.

         La rada de Santa Cruz está situada delante de la ciudad del mismo nombre, en la banda sureste de la isla. Está bien abrigada, es amplia y su fondo es de buen firme. Se encuentra completamente abierta a los vientos del Sureste y del Sur, pero estos vientos nunca son de larga duración. Todos los navíos que estaban fondeados tenían cuatro anclas afuera -dos al Noreste y dos al Suroeste- y sus cables estaban tensados sobre toneles.

        En la parte Suroeste de la rada existe un malecón que se prolonga en el mar desde la ciudad y que es muy cómodo para la carga y descarga de los navíos, pues hasta allí llega el agua que se embarca. El agua viene de un arroyo que desciende de las colinas y es muy buena. La mayor parte llega en canales de madera (atarjeas) sostenidas por delgados puntales. En aquellos momentos el agua era escasa, pues los citados canales se estaban reparando. El patrón de un navío español se encargó de suministrarnos el agua, ya que nosotros no podíamos rellenar nuestros envases.

         La ciudad de Santa Cruz, que tiene poca extensión, está bastante bien construida. Las iglesias no tienen nada magnifico en el exterior, pero el interior es decoroso y demasiado adornado.

         En su litoral se coge poco pescado, pero sus barcos logran hacer una pesca considerable en la costa de Berbería, y lo venden a buen precio.

         Compramos una cantidad considerable de provisiones, granos y paja para los animales y me puse de acuerdo en el precio de varios toneles de vino.

         Cometí la tontería de comprar bueyes jóvenes y los pagué a mayor precio; sin embargo, los cochinos, corderos, cabras y aves de corral no fueron tan caros. También encontramos frutas en abundancia, sobre todo uvas, higos, peras, moras y melones. Las calabazas, cebollas, maíz y batatas son de una calidad excelente, y jamás las he encontrado que se conserven mejor en el mar. Está claro que los habitantes de Tenerife no consumen todos los productos de su suelo, por lo que considero que los navíos que emprenden largos viajes deberían hacer escala en Tenerife antes que en Madeira.

        Tuve el honor de reunirme con Jean-Charles Borda, capitán de la fragata francesa que se encontraba fondeada en la rada de Santa Cruz, y con el astrónomo español M. Varela que, en una tienda situada en la punta del muelle, estaban llevando a cabo observaciones para levantar la Carta Náutica de las Islas Canarias. El Caballero Borda tuvo la amabilidad de darme los datos obtenidos para que los pudiera comparar con nuestro reloj marino. Fue una pena que no pudiera sacar gran provecho de su amistad pues tuvimos que levar anclas, el 4 de agosto de 1776, para poder llegar a Tahití antes del mes de junio de 1769, donde teníamos la misión de observar el tránsito del planeta Venus por el Sol, que iba a ocurrir en aquel lugar”.

                                                                                                                                  – – – – – – – – –

          James Cook (Gran Bretaña, 1728 – Haway, 1779), ingresó en la Armada Real a la edad de 27 años, dirigiendo tres grandes expediciones marítimas alrededor del mundo (1766, 1772 y 1776), organizadas por la Royal Society de Londres.

          En la primera, al mando del Endeavour, cartografió Nueva Zelanda, cruzó el estrecho que separa sus dos islas mayores (estrecho de Cook), y pasó a la costa oriental de Australia, a la que bautizó como Nueva Gales del Sur. A su regreso navegó entre las islas de Java y Sumatra, demostrando que eran dos bloques de tierra separados.

           En la segunda expedición, a bordo del Resolution, consiguió atravesar el círculo ártico, llegando a las islas que hoy llevan su nombre. Por esta expedición fue ascendido a comandante y nombrado miembro de la Royal Society de Londres.

          En la tercera expedición descubrió las islas Sandwich, hoy llamadas Haway; sin embargo, no pudo encontrar un paso entre los océanos Atlántico y Pacífico por el noroeste -objetivo del viaje-, aunque cartografió la costa occidental de Alaska, y llegó hasta el estrecho de Bering, teniendo que retroceder a causa del hielo. Al regresar a Inglaterra, la expedición fondearía de nuevo en las islas Sandwich, donde tendría problemas con los indígenas a causa de la escasez de provisiones, y fallecería en una reyerta con un nativo.

          Como en los citados viajes de exploración el capitán Cook siempre incluía los cítricos en la dieta alimenticia, ningún hombre de su tripulación fallecería de escorbuto, afección que había diezmado muchas expediciones marítimas anteriores.

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