Florilegio poético al general Gutiérrez

Por Antonio Bocanegra Larrazábal  (Publicado en Jornada Deportiva en 1999 -parte I, el 4 de agosto; parte II, el 12 de agosto; parte III, el 21 de agosto; y parte IV, el 22 de septiembre-).

 

          Tal es el título del libro que, recientemente, ha visto la luz pública, con motivo de conmemorar el bicentenario de la heroica gesta que tuvo lugar en Santa Cruz de Tenerife en julio de 1797, llevada a cabo por las Milicias y el Pueblo de Tenerife, bajo el mando del general don Antonio Gutiérrez, que, como es sabido, hicieron fracasar el desembarco llevado a cabo por la potente flota británica, comandada por el famoso contralmirante Horacio Nelson, que hubo de capitular, tras varios intentos, perdiendo un brazo en la acción.

          Un servidor, sin ser tinerfeño de nacimiento siente amor profundo por la Historia, especialmente cuando, como en el caso que nos ocupa, se trata de un hecho glorioso digno de remarcarse y ocupar un destacado lugar en los anales patrios. Conocida, pues, la recopilación llevada a cabo por don Pedro Ontoria Oquillas, según nota aparecida en la sección de Cultura, el pasado 20 del actual, y teniendo la suerte de que el señor Ontoria es amigo y, además, compra la prensa en el mismo estanco que un servidor, pude localizarlo prontamente, gracias a la amabilidad de doña Isabel Mederos Rivero, a quien agradezco su gentileza, así como, por supuesto, a don Pedro, toda vez que, al día siguiente, tenía en mi poder un ejemplar del Florilegio poético al general Gutiérrez, con la alegría consiguiente.

         Excuso decir con cuanto agrado -y hasta mimo- tuve en mis manos un ejemplar del citado libro, que, bien logrado, consta de 78 páginas, y cuya presentación corrió a cargo del Iltmo. Señor Juan Tous Meliá (págs. 7 a 9). Coronel de Artillería y director del Museo Militar de Almeida, quien, con sus conocimientos, rechaza los juicios de valor de Francisco María de León y Xuárez de la Guardia y de otros historiadores posteriores, simplemente porque emiten unas opiniones que no están avaladas por las fuentes documentales que generaron la batalla. Entiendo que no debo ni puedo extenderme en analizar con detenimiento la acertada, correcta presentación, si bien queda constancia de que al tratarse de un prestigioso jefe del Arma de Artillería y, además, conocedor y estudioso de la Historia, estimamos merecen crédito.

          Por otra parte, hemos de ocuparnos de la introducción que, en las páginas 11 y 12, lleva a cabo don Pedro Ontoria, el cual nos suministra los datos desde su nacimiento hasta su muerte, sin omitir todo su historial militar desde que, a la edad de 14 años, sale con su primer Regimiento de Milicias de Burgos, con el grado de teniente, para la guerra de Italia, donde permanece hasta el año 1748. En el año 1781, don Antonio Gutiérrez es ascendido a brigadier, desempeñando el cargo de comandante militar de la isla de Menoría y gobernador de la plaza de Mahón. En el año 1790, Carlos IV le confiere el empleo de mariscal de campo y le nombra comandante general de las Islas Canarias. Asciende a teniente general de los Reales Ejércitos de España en el año 1793, interviniendo en grandes acontecimientos de la Historia de España, siendo dignos de destacar su actuación al mando de las tropas de desembarco destinadas al desalojo de los ingleses de Puerto Egmont, en la gran Malvina, así como su presencia en el bloqueo y sitio de la plaza de Gibraltar, como ayudante de campo del teniente general don Martín Álvarez de Sotomayor, y en particular de la gloriosa defensa de Santa Cruz de Tenerife contra Nelson.

II

 


          Como continuación al artículo publicado en este mismo diario, el día 4 del mes actual, contando, por supuesto, con la dirección del prestigioso matutino, me dispongo a proseguir, con un leve comentario al libro en cuestión, sin olvidar felicitar y agradecer al coronel Tous Meliá, a Pedro Ontoria, a Luis Cola y a Daniel García, miembros de la Tertulia de Amigos de la gesta del 25 de Julio, por el interesante, ilustrativo Florilegio poético al comandante general don Antonio Gutiérrez que, muy merecidamente, se hizo acreedor a los versos elogiosos de los poetas “intérpretes de los dioses”, según Platón.

          Sería, pues, suficiente con invitar a los posibles lectores que me leyesen a adquirir el libro citado sin entrometerme en opinar acerca de si faltaban o sobraban algunos de los vates, así como de enjuiciar si las composiciones elegidas son las más adecuadas, significativas y pertinentes, en orden a la actuación de don Antonio Gutiérrez en la famosa acción, en defensa de la plaza de Santa Cruz de Tenerife, y conducta seguida en la Capitulación y en la que, como es sabido, tras intercambio de obsequios, con el contralmirante Horacio Nelson, se firmó y fue acordada, según es sobradamente conocido.

          Pero, podrá argüir, con razón, algún que otro lector a qué obedece esta intromisión o, dicho de otra forma, y utilizando un conocido refrán: “¿quién le habrá dado vela en este entierro?”.

          Pues a fuer de sincero, manifiesto, dejándome llevar de mi amor desmedido por la poesía, y el constante deseo de acrecentar el caudal de versos relacionados con el histórico ataque y defensa de la plaza de Santa Cruz de Tenerife, en el mes de julio de 1797, cuyos personajes principales fueron el osado y famoso contralmirante Nelson, por parte británica y, por la española, el general don Antonio Gutiérrez, el cual demostró su valía y conocimientos, según se deduce de los históricos hechos resaltados por los poetas, especialmente los que el prestigioso profesor don Pedro Ontoria cita y recoge en el Florilegio poético, libro recopilado por él, con motivo de conmemorar el glorioso hecho, en el bicentenario del mismo, esto es, en julio del año 1997, fecha en la que no me encontraba en esta Capital, por lo cual y unidos a mi precario estado de salud, no escribí sobre la importancia de la gesta, como, por regla general, venía haciendo.

          Tampoco estuve en la inauguración del busto dedicado por el Ayuntamiento de nuestra ciudad a la memoria de don Antonio Gutiérrez que, por cierto, he visto ya colocado en la calle que lleva su nombre, hermoseada, tanto con el pavimento como con las flores que, últimamente, se han plantado como exorno de las calles, plazas y espacios que, con buen acuerdo, han sido declaradas peatonales, sin que hasta la fecha, haya escrito y publicado en El Día y Jornada la colaboración que, cada año por la fecha citada, solía enviar.

          Consiguientemente me pareció ocasión pintiparada la de aprovechando la publicación del libro titulado Florilegio poético al general Gutiérrez, debido al profesor don Pedro Ontoria Oquillas, reanudar mi voluntaria colaboración en los periódicos locales, resaltando la importancia de la heroica gesta para la historia de Canarias.

III

 


          Prosigo -lo prometido es deuda- el comentario del libro debido al profesor don Pedro Ontoria Oquillas, quien con buen criterio recopiló pequeños poemas dedicados de forma específica a don Antonio Gutiérrez, y otros que narran los hechos de la Gesta del 25 de Julio de 1797, en los cuales aparece el papel preponderante y principal que desempeñó el comandante general de las Islas canarias en la defensa y victoria sobre las tropas británicas del contralmirante Nelson.

          Aunque en los dos capítulos anteriores apunté que el hecho de mi desmedido amor a la poesía y el deseo, siempre latente, pero real, de conocer todo lo relativo a tan memorable acción me impulsó, “metiéndome en camisa de once varas”, a comentar, siquiera sea levísimamente, el citado libro, que por cierto merece grandes elogios, toda vez que recoge las composiciones poéticas de los vates contemporáneos del suceso, tal por ejemplo, la "Oda a la victoria sobre Nelson", del ilustre realejero José Viera y Clavijo, de la cual copiaré, por su interés, los siguientes versos:

 
De la isleña Milicia
procura hacer la fama sempiterna;
y aplaude la pericia
del General feliz, que la gobierna;
del Gutiérrez amado,
prudente Ulises, Néstor esforzado.
¿Dejas la Fortaleza,
y al muelle vas, Gutiérrez Valeroso?
Modera esta proeza,
Minerva celestial; ven, es forzoso
que cubras con tu Égida
tal corazón, y tan preciosa vida.

          Otro poeta contemporáneo que cita también el autor del Florilegio (1740-1800) fue Antonio Miguel de los Santos, el cual, aunque originario de Huelva, nació en Santa Cruz de La Palma y del que copiaremos unas estrofas del romance que figura en las páginas 21 y 22 del citado libro, que consideramos interesante sobre todo por la contemporaneidad del poeta que, en octosílabos, nos relata el hecho histórico y del que  transcribiremos las siguientes estrofas:

¡Ojalá el Numen Divino
que inspiraciones reparte
sobre mi labio, y mi pluma,
sus influencias derrame;

El gefe destaca Tropa
con expertos Oficiales
que les corte alturas,
e impidan internarse.

Un parlamento envían
al invicto Comandante
General, a quien proponga
los medios de retirarse.

La rendición concluida,
empieza a manifestarse
la política más fina
de nuestro Gefe triunfante.

Se les sirve pan y vino;
la humanidad más afable
se exercita en los heridos
y la piedad sobresale.

Reconocido el inglés
destas generosidades,
desde a bordo, a nuestro Gefe,
rinde gracias inmortales.

¡Oh Gutiérrez! en nuestra alma
mejor que el bronce graven
agradecidos buriles
vuestro Nombre venerable!

          Y siguiendo el orden en que aparecen en el Florilegio de don Pedro Ontoria, nos corresponde ahora hablar de la poetisa María Joaquina de Viera y Clavijo, hermana del polígrafo tinerfeño, la cual nació en Puerto de la Cruz, en el año 1737 y falleció en Las Palmas de Gran Canaria el 25 de septiembre de 1819. Pero a fin de no alargar mucho estos artículos rogamos a nuestros lectores nos permitan hacerlo en próximo capítulo, que Dios mediante, será el IV de la serie.

IV

          Nos corresponde ahora copiar, siquiera sea resumidamente, algunos de los versos que la poetisa María Joaquina de Viera y Clavijo escribió sobre la heroica defensa de Santa Cruz contra Nelson, si bien habremos de limitarnos a espigar de la “canción” algunas de las estrofas, pareadas, de endecasílabos, dedicadas a don Antonio Gutiérrez, lamentando mucho tener que resumir, debido al espacio disponible, aunque nos permitimos aconsejar a los amantes de la poesía que, bien en la Revista Hespérides, o en el Florilegio poético que, con gran acierto y donosura, escribió el profesor don Pedro Ontoria, en donde encontrarán al completo las estrofas pareadas.

Una escuadra, arrogante y valerosa,
navega muy ufana y presurosa;
del bloqueo de Cádiz ha salido
con destino vano y presumido.

Mas ¿dónde va orgullosa y temeraria?
Va a la Isla llamada de Nivaria.
De Tenerife el norte le da luz.
Y llega en derechura a Santa Cruz.

Ya en aquel Puerto y sobre su Bahía
hace contra la Plaza batería.
Rendirla intenta con su fuerza altiva
y, ella, resiste más ardiente y viva.

Ah, Exército Anglicano, ¿vas a tierra?
Será vuestro proyecto muy aciago,
pues marcha, al frente de ellos, un Santiago…
“La Isleña Candelaria, su Patrona,
que es Judith su mística Amazona”.

A las armas católicas milicias,
rinda vuestra lealtad nobles primicias…
Porción privilegiada, no te aterres
que manda en Xefe el célebre Gutiérrez.

Oh, Comandante fiel, sabio y prudente,
el laurel verde ceñirá tu frente.
Capitán General de toda España
debieras ser en premio desta hazaña,
pues fue tu vigilancia fiera y recia
contra los enemigos de la Iglesia.

¡Viva España!, se grita, ¡oh, qué Victoria!
¡Qué acción tan digna de inmortal menoria!
Las palmas, los laureles, los anales
exalten tan valientes oficiales.

          Pero, alto ahí, que dejándome llevar de mi amor a la poesía y, en particular, por la que escribió en estrofas pareados versos endecasílabos la ilustre poetisa María Joaquina de Viera y Clavijo, dedico a cantar la gesta que llevaron a cabo “los labradores y los artesanos”, me declaro incapaz de prescindir de ninguno de los interesantes versos que la poetisa puertocrucera escribió alabando a la gloriosa acción, y, así, necesitaría al menos una docena de folios si deseamos referir todos los poetas que cantaron, con más o menos estilo y galanura, la victoria lograda por las fuerzas de Tenerife sobre la Armada inglesa al mando del contralmirante Nelson.

          Por consiguiente, invito a los que deseen conocer los versos de los poetas que, con buen criterio, escogió don Pedro Ontoria para el Florilegio poético al general Gutiérrez, los procuren en el Museo Militar de Almeida, en donde, por módica cantidad, los hallarán, toda vez que de ocuparnos de todos resultaría demasiado largo para publicar en un periódico, aunque nos valiésemos de hacerlo en capítulos.

          Hechas estas consideraciones, proseguimos, no obstante, dando, al menos, los nombres de los vates que, coetáneos de los hechos, escribieron algún poema conmemorativo de la victoria.

En la página 27 del citado Florilegio aparece Domingo Alfaro Franchi (1739-1803), el cual compuso un poema relativo a la victoria de los tinerfeños sobre la Armada inglesa que mandaba el almirante Nelson.

          Igualmente, en la página 27, aparece Lorenzo Pastor y Castro, vecino de La Orotava, quien escribió en octavas un poema: "Descripción del ataque hecho por el contralmirante inglés Horacio Nelson a Santa Cruz de Tenerife desde el 22 hasta el 25 de julio de 1797", del cual se conserva copia y notas de Álvarez Rixo en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife.

          Aun incurriendo en contradicción respecto a la prometida brevedad, no soy capaz de sustraerme a copiar algunas de las estupendas octavas del orotavense Lorenzo Pastor, que comienza como sigue:

Sagrado coro de las nueve hermanas,
inflamad de mi numen el acento
para poder cantar las inhumanas,
las infames ideas, del sediento
inglés que, ansioso de riquezas vanas,
nada respeta por lograr su intento…

Las dos y cuarto de la madrugada
eran, cuando divisa nuestra gente
porción de lanchas que, con tropa armada,
hacia las playas boga diligente.

Nelson, que autorizar quiso, ambicioso,
con su persona, el robo y la matanza;
el primero tomó tierra ansioso
y a internarse en el muelle se abalanza;
de la metralla el ímpetu furioso
al encuentro le sale, sin tardanza
le obliga a que su bordo se recoja,
pues de un ojo y de un brazo le despoja…

          Y, considerando que ya está bien para un capítulo, ponemos punto y final del IV, prometiéndoles continuar, si Dios así lo permite.

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