Santa Cruz y La Pepa (Retales de la Historia - 44)

Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 19 de febrero de 2012).

 

          Los drásticos cambios que se produjeron en España como consecuencia de la invasión napoleónica y el secuestro del rey Fernando VII, marcaron un antes y un después en nuestra historia común. Pero si la Península se convirtió en gran parte en escenario bélico, Canarias, y más concretamente Santa Cruz, si no llegó a ser campo de batalla sí que fue terreno abonado en el que florecieron las discordias domésticas, en general ajenas a un pueblo que se debatía entre la enfermedad epidémica, las malas cosechas y el hambre, sin recursos que le permitieran hacer frente a las más urgentes necesidades. A los pocos años de haber logrado los privilegios de villazgo, la fiebre amarilla causó estragos en la población, quedando aislada por un estricto cordón sanitario con el que el resto de la isla pretendía resguardarse de la enfermedad.

          Al mismo tiempo, habiendo cesado en enero de 1811 el comandante general Ramón de Carvajal, se produjo dualidad en el mando supremo entre el capitán general “en comisión” duque del Parque, que se negaba a renunciar, y Pedro Rodríguez de la Buria, nombrado el 6 de agosto del mismo año, a quien Santa Cruz reconoció en octubre como comandante general y presidente de la Real Audiencia, lo cual dio lugar a graves problemas de competencia entre ambas máximas autoridades.

          Como es sabido, la primen Constitución Española se proclamó en Cádiz el 19 de marzo de 1812, pero no fue hasta finales de julio cuando el alcalde Domingo Madan recibió del comandante general un ejemplar de la misma, con instrucciones expresas para su publicación y previniendo que los pueblos deberían prepararse para la elección de diputados a Cortes.

          El Ayuntamiento la acató en sesión municipal de 1 de agosto y, el día siguiente, tuvo lugar en la misa mayor de la iglesia matriz el solemne juramento. Por la noche hubo luminarias y repiques -que era lo más barato- y se intentó que también hubiera fuegos de artificio, para lo que se pidió ayuda, sin éxito, al Cabildo de La Laguna por no disponer de fondos la municipalidad como consecuencia de la reciente epidemia. No obstante, se adornó la plaza mayor de la Pila y la Alameda, con cargo al ramo del Agua, y se pidió al benemérito Matías del Castillo que adelantara lo que fuera posible para mayor lucimiento de la fiesta. ¡Qué tiempos aquellos, si los comparamos con lo que hoy llamamos crisis Con Domingo Madan formaban la corporación Enrique Casalon, Josef Guezala, Andrés Oliver, Matías del Castillo, Juan Mocafiga y Rafael Carta, siendo síndico personero Francisco de Tolosa.

          El día 21 cesó este ayuntamiento y, en la misma iglesia de la Concepción, tomó posesión la primera corporación constitucional presidida por José Víctor Domínguez con los regidores Tomás Cambreleg, Antonio Roca, Miguel Soto, Francisco Delgado, Cristóbal Borges, Juan Amador, Benito Baudet y Gaspar Galván, y los síndicos personeros Pedro de Mendizábal y Domingo Molowny. El 5 de diciembre, bajo la presidencia del general La Buria, se reunió en Santa Cruz la Junta preparatoria para la elección de diputados a Cortes y provinciales, lo que propiciaría la instalación en Santa Cruz de la Diputación Provincial, primer órgano político-administrativo con jurisdicción en todo el archipiélago. A primeros de enero del siguiente año llegaría el jefe superior político Ángel José de Soverón, primer gobernador civil de Canarias, que dio por buenas las decisiones anteriores.

          La sesión municipal del día 11 fue presidida por Soverón, que regaló a la corporación una artística impresión de la nueva Constitución y recordó que en la que hasta entonces se llamaba plaza de la Pila debía ponerse una placa con el nombre de la Constitución, pero los concejales alegaron que no se disponía de fondos para ello. Dinero no había, pero celosos por su independencia jurisdiccional sí que eran aquellos regidores, pues cuando La Laguna pidió se le informara si el ayuntamiento había jurado la Constitución, se formuló protesta por no ser asunto de su incumbencia, puesto que Santa Cruz era villa exenta.

          En octubre de 1813 llegó la noticia de que las Cortes Ordinarias se habían instalado el 25 del mes anterior y se ordenó celebrar Te Deum y rogativas por su éxito, pero una vez más se tropezó con la negativa del párroco, Juan José Pérez González, alegando que sólo podía hacerlo si se lo ordenaba el Obispo. La incómoda situación se prolongó un par de meses, a pesar de la intervención del Jefe superior político, que nada resolvió, hasta que el párroco decidió por su cuenta celebrar la función el día 8 de diciembre, en contra del parecer del Ayuntamiento, que accedió a asistir por ser la festividad de la Patrona del Reino. El alcalde estimaba que la actitud del beneficiado había causado “vejamen” a la corporación municipal.

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