Introducción al libro "Más cerca del cielo", traducido por Emilio Abad Ripoll


A cargo de José Luis García Pérez

 

          Hace algo menos de un año leímos con expectación en la prensa canaria la llegada de un gran telescopio que había sido trasladado al Roque de los Muchachos con todo tipo de medios de seguridad. La noticia acaparó un gran interés en el archipiélago; sin embargo, si nos remontamos a nuestra historia, hace ya casi siglo y medio que dos grandes telescopios, procedentes del Observatorio de Greenwich, llegaban al Puerto de la Orotava para ser trasladados a la cima del Teide, contando sólo con la ayuda de unos canarios y unas mulas que transportaron todo el instrumento hacia su lugar de trabajo. En esa cumbre se realizaría la más grandiosa aventura que tuvo lugar en el siglo XIX.

          Se cumplen hoy casi 145 años desde que el gran astrónomo Charles Piazzi Smyth escribiera el libro Teneriffe: An Astronomer’s Experiment, una sensacional obra que daría la vuelta al mundo por su importancia científica. El evento en sí, una hermosa experiencia en la cima del Teide, junto a las primeras fotos estereoscópicas de la historia, hacían de esta aventura algo insólito. Tenerife, punto estratégico en el Atlántico, como venía siendo a lo largo del siglo XIX para tantos y tantos viajeros, conseguía en aquel año de 1856 la máxima popularidad, no sólo de su paisaje sino de su cielo.

          Hoy, gracias a la mano prodigiosa y traductora de Emilio Abad Ripoll, podemos tener ante nuestros ojos aquella extraordinaria vivencia contada paso a paso por el experto astrónomo escocés. Sin lugar a dudas, podemos asegurar que, después de haber leído tantos libros de literatura de viajes, ésta es la obra que ocupa el primer puesto en importancia científica para las islas. Difícilmente encontraremos entre tantos “trotamundos” a uno que iguale la personalidad y la calidad de Charles Piazzi Smyth. Por todo ello, este trabajo que hoy se presenta al lector tiene un puesto asegurado en las bibliotecas que se precien de albergar tesoros ocultos.

          Uno de los principales problemas de esta obra a la hora de la traducción ha sido su tecnicismo. Un texto lleno de experiencias astronómicas necesitaba a alguien que se introdujera en su terminologia para llevar a buen fin el empeño. El tesón y la laboriosidad de Emilio Abad han hecho que esta dificultad, que paraba todo intento de dar a conocer el libro, se acabara y que hoy tengamos una fiel traducción de Teneriffe: An Astronomer’s Experiment. Estamos ante una investigación que fue un éxito consumado en su época en todo el mundo, un estudio que colmó los deseos de los grandes astrónomos del Observatorio de Greenwich. Para Canarias, este libro representó la cúspide de su fama en el momento victoriano, e incluso es de destacar que desde aquellos años las islas contaron ya con dos montes en la Luna, conocidos como Teide y Tenerife.

          Gocemos hoy con el esplendor de aquella aventura que, después de tantos años, llega a nuestras manos. Sin lugar a dudas, será una fuente inagotable a la hora de conocer los inicios de la importancia del cielo canario para la investigación astronómica. Como conclusión a la importancia de este estudio, es obvio que entresaquemos algunos datos biográficos de aquel personaje singular que fue Charles Piazzi Smyth.

          Charles Piazzi Smyth nace en Nápoles en 1819, cuando su padre, William Henry Smyth (1788-1865), un destacado hombre dentro de la Astronomía, trabajaba en la Royal Navy en Italia. Le había impuesto el nombre de Piazzi en honor de otro afamado astrónomo italiano; por consiguiente, los primeros años transcurren en las riberas del Mediterráneo hasta que, en 1825, la familia retornó a Inglaterra para instalarse en Bedford, donde su progenitor ejercía sus funciones en uno de los mejores observatorios ingleses, mientras Charles pasaba sus horas en el Grammar School.

          Desde muy joven siente un gran interés hacia la investigación y contando apenas 16 años de edad trabaja ya como auxiliar del Observatorio Astronómico del Cabo de Buena Esperanza; no obstante, se puede considerar Escocia como su lugar de trabajo fijo, ya que fue nombrado astrónomo regio y dirigió el Observatorio de Edimburgo, al tiempo que organizaba una serie de estudios meteorológicos sobre esta región, lo que le reportaría una considerable fama.

          Al igual que muchos investigadores europeos, Piazzi Smyth se siente atraído por Canarias con el fin de realizar observaciones astronómicas en el Teide. Corre el año 1855 y bulle en su cabeza el comienzo de estas indagaciones. En un principio, al exponer su caso a las autoridades inglesas, encuentra ciertos obstáculos, pero el tesón característico de este investigador le lleva a conseguir el objetivo ansiado. La principal finalidad del experimento que intentaba realizar en Tenerife era asegurar cuánto se beneficiarían las observaciones astronómicas al poder eliminar la tercera o cuarta parte más baja de la atmósfera.

          En el otoño de 1855 un primer intento de su proyecto, realizado en el Observatorio de Edimburgo, había llegado a las manos de Robert Stephenson, que unos años antes había efectuado unos experimentos similares en las cordilleras sudamericanas y encontraba muy interesante este plan de Piazzi Smyth. Debido a ello, pone su barco, el Titania, a disposición del investigador para que pueda llevar a cabo el viaje.

          El proyecto de Mr. Piazzi Smyth ha de obtener la aprobación del astrónomo G. B. Airy, que casualmente estaba interesado años atrás en realizar algo similar; por supuesto lo acepta, remitiéndolo al First Lord, el honorable Sir Charles Wood. Tan pronto como este ministro lee el contenido comprende la importancia del experimento, y no sólo da su conformidad, sino que él mismo inicia unos trámites para que el viaje de Piazzi Smyth se efectúe cuanto antes.

          El segundo paso que debe vencer es obtener el permiso de las autoridades españolas pero éstas aceptan de buen grado su llegada. Por otro lado, el problema económico, otro de los obstáculos con que se enfrentaba Piazzi Smyth, se va resolviendo al lograr en principio unas 300 libras y unos telescopios que recibe del astrónomo G. B. Airy, y llegar, en unas pocas semanas, a la cantidad de 500 libras. Pero el tiempo va pasando y aún no se puede realizar el viaje soñado, en el que había puesto todas sus ilusiones; sin embargo mantenía la esperanza de hallarse en el pico del Teide en los próximos meses del verano, quizás la mejor época para su objetivo.

          Hacia la primavera de 1856, alrededor del mes de mayo, el Ministerio de Marina quiere forzar aún más la realización de este interesante viaje y se dirige a otras Sociedades para que lo apoyen, no solamente aportando material sino también sugerencias sobre el mismo. Las instituciones que realmente dieron el paso decisivo a la empresa del astrónomo fueron: The Royal Society, The Royal Astronomical Society, The British Association, así como algunos particulares, caso de Sir John Herschel.

          El material que logró recoger Piazzi fue enorme y quedó contento de que su informe sobre el experimento astronómico en el Teide tuviese una tan amplia aceptación, Entre los instrumentos debemos destacar varios actinómetros, magnetómetros, termómetros de radiación, barómetros, telescopios, cronómetros y aparatos de polarización. Sin embargo, el mayor agradecimiento fue para Robert Stephenson, que gratuitamente había ofrecido su barco de 140 toneladas con una tripulación de 16 hombres, además de su fletamento en aguas canarias durante el tiempo del experimento.

          Southampton fue el puerto que despidió al Titania en su viaje hacia las islas con todo aquel bagaje de instrumentos, de indudable valor, y con unas ilusiones enormes en el astrónomo, que viajaba también en compañía de su esposa Jessie Duncan. El Titania abandonó el refugio inglés el 24 de junio y soltó anclas en la rada de Santa Cruz de Tenerife el 8 de julio de 1856.

          Aquí fue recibido por las autoridades canarias, que en todo momento ayudaron al investigador, y por el cónsul británico en el archipiélago, Mr. Henry John Murray, que también sería un gran apoyo para su trabajo. El Titania, que venia al mando del capitán Loving Corke, se trasladó desde Santa Cruz al Puerto de la Orotava para llevar allí los pesados y valiosos instrumentos, mientras que Charles Piazzi Smyth, juntamente con su esposa, partía en carro por una carretera recién construida hacia el mismo destino, hospedándose al llegar en el Hotel Marquesa.

          Entre las personalidades isleñas que se sintieron atraídas por la hazaña de los Smyth y que, al mismo tiempo, colaboraron con la misma, hay que citar a D. Agustín Nogueras, el ingeniero del Puerto Sr. Aguilar, la familia del Marqués del Sauzal, así como Mr. Alfred Diston, los señores Rodríguez de Azero, los Hamilton, los Goodalls y los Wildpret.

          El 14 de julio de 1856, Charles Piazzi Smyth comenzaba la ascensión hacia el Teide, debiendo precisarse que de los 113 días que pasó en Tenerife, 65 los hizo en el Pico y sus alrededores. Se establecieron dos estaciones de observación, una en la montaña de Guajara, majestuoso telón de fondo en la actualidad del Parador de Turismo, y la segunda, a once mil pies, donde está hoy el refugio de Altavista.

          Justamente un mes antes, en el periódico insular Eco del Comercio habían empezado a aparecer las primeras notas anunciando que un astrónomo deseaba efectuar un experimento en el Teide, comentando que Piazzi Smyth traía unos instrumentos matemáticos nuevos y de gran valor, entre los que destacaban el telescopio Sheepshank y el gran telescopio ecuatorial de Mr. Pattinson, construido por Mr. Cooke. En otras ediciones, el mismo periódico indicaba que “el célebre Sir Isaac Newton había recomendado que se hiciesen ensayos en nuestro país como los que va a emprender el profesor Smyth; pero por desgracia nunca se habían efectuado” y que “el señor Smyth será el tercer viajero científico inglés que en estos últimos años hemos visto entre nosotros; pues recordarán nuestros lectores, las recientes visitas del ingeniero Mr. Stephenson, en su barco Titania y del geólogo Sir Charles Lyell, que ha publicada ya las observaciones que hizo en Tenerife”. En otros números, la citada publicación sigue con sus noticias: “Se ve que nuestro país no está tan olvidado del mundo científico como se podía creer y que la célebre montaña del Teide es todavía el punto de mira de los sabios, bien se trate de experimentos atmosféricos, de cálculos geodésicos o de observaciones astronómicas”. Durante la escala de Charles Piazzi en la isla, el periódico está al día de lo que el astrónomo va consiguiendo y mantiene al pueblo al corriente de dicha experiencia.

          El diario inglés Daily News también comienza a contar las experiencias de Piazzi en la isla en su edición del 20 de octubre de 1856. En primer lugar destacan los términos lisonjeros con los que el astrónomo quiere agradecer a todos los canarios que le ayudaron y alentaron en su tarea. De regreso a casa, Piazzi envía una carta que dice así:

               “Tengo el honor de informar a Ud. de mi vuelta de Tenerife, después de haber efectuado la expedición astronómica en aquella isla, de conformidad con la orden y listas de instrucciones que VS. se sirvió remitirme en Abril, Mayo y Junio últimos. Muchas observaciones notables he podido adquirir por este medio y todo lo he conseguido sin tropiezos ni contratiempos.

                Las autoridades españolas en Tenerife se me mostraron muy obsequiosas durante el tiempo de mi permanencia en aquella isla, brindándome con su asistencia en todo lo que pudiese depender de ellas, y los habitantes con quienes tuve que entender, tanto de la clase alta, como de la baja, mostraron mucho interés en el éxito de mis operaciones, y manifestaron sus vehementes deseos de ver repetir estos trabajos en otro año y en mayor escala, o bien por medio del establecimiento de un observatorio permanente.

                Este amable sentimiento era un reflejo del que se manifestó por los amigos de la ciencia en Inglaterra hacia la expedición, aún antes de su salida; los cuales al mismo tiempo que apreciaban las dificultades que debíamos encontrar por la extremada novedad de la empresa, preveían los resultados más o menos importantes para la ciencia que de ella debían seguirse, si se llevaba a cabo con decisión y eficacia, y añadiendo a sus buenos deseos, servicios materiales, tales como confiando instrumentos de valor, me pusieron en aptitud de efectuar mucho más de lo que en otro caso hubiera podido realizar. Por tanto debo mencionar a Mr. Pattinson, astrónomo real de Newcastle, al profesor Stroke, a Mr. Gassiot, a Mr. Nasmyth, al Capitán Fitzroy, al Doctor Lee y a los almirantes Beeche, Manners, W.H. Smyth, como los que más contribuyeron al buen éxito de la expedición.

                Pero sobre todo es acreedor a mayor agradecimiento Robert Stephenson, miembro del Parlamento, quien en su ardiente apreciación de este gran experimento astronómico, me facilitó su hermoso yate Titania, con su tripulación de 16 hombres durante el periodo de las observaciones. De este modo pude salir de Inglaterra en el momento en que estuvieron preparados los instrumentos; hacer observaciones importantes durante el viaje; desembarcar nuestros aparatos en el Puerto de La Orotava, en vez de hacerlo en Santa Cruz, que es el puerto de los vapores, pero muy distante del Pico; valerme de algunos hombres de la tripulación para que me asistieran en la montaña y efectuar observaciones meteorológicas exactas y continuas al nivel del mar, todo el tiempo que residí en el Pico, por medio del inteligente y científico capitán del yate, Mr. L. Cooke”.

          Una vez acabado su trabajo en la cima del Teide, se trasladó a La Orotava, dedicando toda su atención al drago canario, ya que traía unas recomendaciones de su amigo Sir John Herschel, que había trabajado con él en el observatorio del Cabo de Buena Esperanza. Fueron realizadas muchas fotografías, y llegó a decir Piazzi que lo consideraba el árbol más vetusto del mundo, añadiendo que podía atestiguar los cambios más antiguos que nuestro planeta ha experimentado antes de la aparición del hombre. Lo midió, y observó que el alto de su raíz era de 60 pies por la parte meridional; su circunferencia al nivel del suelo alcanzaba los 48,5 pies, 35,6 a los seis pies de elevación y 23,8 a los catorce pies, en el sitio donde nacen las ramas, en el punto cónico en que se angosta el tronco. Señaló también que el drago, por su tamaño, no se podía comparar con los verdaderos reyes de la selva y que, hablando con propiedad, no era un árbol de sustancia leñosa, sólo era un vegetal, un espárrago con notable fuerza de vitalidad y también con una eminente lentitud para crecer; bajo ese concepto, no era su tamaño lo que le daba fama, sino el ser el más antiguo del mundo.

          Finalmente, el 26 de septiembre Piazzi Smyth llegaba a Santa Cruz y examinaba el mareómetro que había establecido en el muelle, con la ayuda de Mr. Hamilton y la eficaz cooperación de los ingenieros españoles, con el fin de satisfacer los deseos del Trinity College de Cambridge. Una vez efectuado todo ello, se embarcó en el Titania. El capitán puso enseguida el buque a la vela, de modo que llegaron al día siguiente (27 de septiembre) al Puerto de la Cruz, donde embarcó los instrumentos y equipajes que regresaban en perfectas condiciones a Inglaterra, después de una ausencia de 117 días, de los cuales 36 se habían empleado en los viajes por mar, 18 en las costas de Tenerife, 37 a la altura de 8.870 pies y 26 a la altura de 10.900 pies.

          Durante los días que Piazzi Smyth estuvo en el Teide se entretuvo con la realización de unos bocetos sobre dicho volcán y otros que recogían diferentes momentos de su investigación; esas obras hoy se guardan en el Departamento del Printing and Drawing de la British Library (Londres).

          Posteriormente, entre 1864 y 1865, se encontraba en Egipto, donde sus trabajos sobre la gran pirámide le condujeron a la conclusión de que sus artífices habíanse anticipado a los más grandes descubrimientos de nuestros días. Sobre este tema realizó seis obras, destacando Our Inheritance in the Great Pyramid, donde da una idea más exacta y completa de dicha hipótesis. A este propósito escribió el sacerdote P. Francisco Marcos: “Inspirado el gran astrónomo en la idea de J. Taylor, descubrió en el ingente monumento lo rectificación de lo circunferencia, el cociente entre ésta y su diámetro, la longitud del eje terrestre, el peso total y el peso específico de nuestro planeta, la distancia de aquí al Sol, la paralaje solar, el período de la precisión de las equinoccios y la fecha de la construcción de la pirámide”.

          Al igual que su padre, fue miembro de numerosas Sociedades científicas y culturales, perteneciendo a la Academia de Ciencias de Munich y Palermo, siendo miembro honorario de la Royal Society de Modena y Regious y Profesor de la Universidad de Edimburgo. Durante los últimos años de su vida se dedicó especialmente al análisis espectral; cuando tenía 81, y ya su nombre había sido dado a uno de los cráteres de La Luna, moría Charles Piazzi Smyth en el momento en el que el siglo XX asomaba en el horizonte.

          La estancia de los señores Smyth en el archipiélago deja tras de sí un libro de gran calidad que hasta ahora apenas ha sido mencionado en Canarias, con el consiguiente perjuicio de no conocer el alcance de este trabajo ni de poder contemplar el paisaje canario de aquella centuria. Sin lugar a dudas, con aquel experimento el nombre de nuestra isla fue centro de atención mundial, en especial en los círculos de estudiosos de la Astronomía. Desde ese momento, uno de los montes lunares fue bautizado con el nombre de Tenerife en recuerdo de aquella investigación. Por todo ello, Piazzi Smyth merece un puesto en la historiografía canaria, esperando que, con la realización de esta traducción, la señera figura de este gran investigador sea recordada para siempre en nuestro archipiélago, pues con su prodigioso estudio se preocupó de situar el nombre y la fama de nuestro cielo allende de nuestras fronteras.

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