Una antigua tradición del Martes Santo. El Ecce Homo y el San Pedro de las Lágrimas


Por Sebastián Matías Delgado Campos  (Publicado en el Programa de la Semana Santa de Santa Cruz de Tenerife en marzo de 2002).

 

          Los santacruceros de los últimos 125 años no han conocido otra procesión el Martes Santo que la del Señor de las Tribulaciones por las calles del barrio del Toscal, pero existió otra tradición más antigua en torno a las imágenes que dan título a este trabajo.

          Es un hecho de fácil constatación que, en Tenerife y en los lugares más destacados, los cultos de ese día giraron en torno a las figuras del Señor Preso, expresión lacónica y directa muy del gusto de nuestro pueblo, y de San Pedro de las Lágrimas, denominación que se dio a la figura del apóstol en su arrepentimiento por haber negado al maestro. Así ocurre en La Laguna, La Orotava, Icod y Garachico, y siempre a cargo de las parroquias, no de las iglesias conventuales, porque el culto a San Pedro (Príncipe de la Iglesia) fue propiciado por el clero secular, que gozó, en todo momento de preferencia sobre el regular, como atestiguan numerosas decisiones episcopales en la resolución de tantos pleitos como los que históricamente se produjeron entre clérigos de ambos sectores.

          En todos los casos citados, las dos figuras suelen ser de distinta mano y de distinta época, más antigua por lo común la de Cristo, detalle que carece de importancia en relación con un posible efecto de conjunto, por cuanto ambas imágenes procesionaban en tronos separados. Hubo de esperarse a las realizaciones del escultor Fernando Estévez, ya en el XIX, para encontrar una concepción unitaria como la de los grupos que se conservan en la parroquia del Salvador de Santa Cruz de La Palma y en la de la Concepción de La Laguna (en sustitución de otras anteriores).

          En este último caso, es conocido que su procesión recibió el nombre de Procesión del Clero, porque a ella concurría una numerosa representación de este estamento agrupada en torno al culto del apóstol arrepentido como símbolo de su propio sentimiento religioso, y que, en la función que la precedía, se interpretaban sendos motetes del compositor lagunero Eugenio Domínguez Guillén: “Recordatus est Petrus” y “Nunc dimitis”, alusivos, claro está, al comportamiento del pescador galileo.

          Santa Cruz, tan atento siempre y tan fiel seguidor del ejemplo lagunero en las prácticas religiosas de aquellos tiempos, contó también con similar celebración religiosa el Martes Santo, y, por supuesto, en la parroquia de la Concepción, bien que el lugar de la imagen del Señor Preso, que aquí no la hubo, lo ocupó la del Ecce Homo (en el Puerto de la Cruz lo hizo la del Gran Poder y la celebración, también parroquial, se hace el Miércoles Santo), y el culto a la de San Pedro alcanzó elevadas cotas de dedicación a cargo de la Hermandad de Sacerdotes, que llegó a disponer de capilla de enterramiento propia.

          La representación de la figura sedente de Cristo durante la pasión se concretó, en Canarias, en tres tipos iconográficos: el del Ecce Homo, el del Señor de la Humildad y Paciencia y el del Gran Poder de Dios.

          El primero representa a Cristo después de ser flagelado, no en el momento de su presentación al pueblo, sino en aquel, inmediatamente anterior  en que los verdugos que le escarnecen como frustrado rey, le han colocado como símbolos reales una corona de espinas sobre su cabeza, un manto morado sobre su espalda y una caña a modo de cetro en su mano, detalle este último que motivó el que popularmente se conociera a estas representaciones con el nombre de Señor de la Cañita. Es, por tanto, una figura en la que se brinda al escultor la posibilidad de realizar un desnudo de talla completa, y los ejemplos más significativos pueden ser el de La Laguna (el primitivo se perdió en el incendio de la iglesia de San Agustín, pero el actual intentó reproducirlo) y el de Garachico que tras la exclaustración pasó a la güimarera parroquia de San Pedro. Pero existe una variante en la que, manteniendo corona y caña, el manto se sustituye por túnica morada, lo que da lugar a una imagen de vestir, tal como ocurre en la de La Orotava que perteneció al convento agustino y se conserva hoy en la parroquia de San Juan (Nota 1); a esta variante corresponde el de Santa Cruz de Tenerife.

          El segundo tipo, el del Señor de la Humildad y Paciencia, representa a Cristo junto a la cruz que yace a un lado, ya en el Calvario, después de ser despojado de sus vestiduras, esperando el momento de la crucifixión, sentado, con la cabeza apoyada siempre en la mano derecha, en actitud meditativa (2).  Estamos, de nuevo ante la posibilidad de un desnudo de talla completa, que gozó de gran difusión en Canarias, especialmente en Tenerife, con ejemplos en La Laguna, La Orotava, Puerto de la Cruz, Icod, Garachico, Los Silos, Vilaflor y hasta en Santa Cruz, en este último caso una interesante figura de tamaño reducido que existió en el convento de los dominicos y que pasó tras la exclaustración a manos particulares en las que se halla y las que amablemente me han permitido contemplarla.

          Traigo a colación esta representación santacrucera, que por su tamaño seguramente no procesionó en la calle (ningún historiador, al menos hasta ahora, hace mención de ello), porque al Ecce Homo de nuestra capital se le ha denominado con frecuencia, aún hoy, como Señor de la Humildad y Paciencia. Para ello, en tiempos pasados, se manipuló la imagen, suprimiéndole el cetro (la caña) y moviendo su mano hasta colocarla bajo el mentón aprovechando el ligero escorzo de la cabeza hacia la derecha (como en la imagen de La Orotava), con lo cual pasaba perfectamente por tal representación, en este caso vestida, es decir, en el momento anterior a ser despojado de sus vestiduras.

          Con este aspecto, nuestro Ecce Homo, parecía emparentar más con un tercer tipo iconográfico que es el del Gran Poder de Dios (Cristo sedente, vestido, y con la cabeza apoyada en la mano derecha), tal como puede contemplarse en las representaciones del Puerto de la Cruz y de Icod. Pero hay que señalar que en este caso, el momento representado parece ser posterior al prendimiento pero anterior a la flagelación, puesto que no hay señal alguna de sangre, ni cetro ni corona de espinas. La imagen de Santa Cruz, sin embargo presenta estas tres características, lo que evidencia que tampoco fue una representación del Gran Poder de Dios.

          Pero, por si todo esto fuera poco, quedan, además, multitud de testimonios históricos documentales que se refieren a esta imagen siempre como Ecce Homo.

          El primero se encuentra en el testamento, en 1678, del Capitán don Antonio Urrutia Urtusáustegui, castellano de la fortaleza del Santo Cristo de Paso Alto, que había contribuido nada menos que con mil reales de plata a la construcción de la nave de la Soledad, o de la Epístola, de la parroquia de la Concepción, pidiendo ser “sepultado en la Bóveda de la capilla de N. Sa. de la Soledad, en la parroquial de N. S. de este lugar, de cuya cofradía soy hermano” (3) y añadiendo, entre otros extremos, que se le han de decir perpetuamente tres misas rezadas en varios altares, entre ellas “el jueves otra en el altar del Santo Ecce Homo y San Pedro” (4), referencia que acredita la existencia (escultórica o pictórica) de ambas imágenes con anterioridad, pues ya disponen de altar, reforzada por la afirmación de Miguel Tarquis de que ya desde el siglo XVII existía una Cofradía del Ecce Homo (5).

          Teniendo en cuenta que el templo sufrió un desgraciado incendio el 2 de julio de 1652, del que sólo se pudieron salvar las imágenes y la Sagrada Eucaristía, cuando solo tenía dos naves y carecía de la de la Soledad  y que ésta se terminó en 1674, fecha en que se rinden cuentas (6), no parece aventurado situar la aparición de nuestros iconos en el tercer cuarto del siglo XVII. Esta fecha puede convenir desde luego a la imagen de Cristo, que presenta un rostro del que se desprende una gran serenidad y dulzura, como ausente del suplicio del que ha sido víctima, aspecto frecuente en las representaciones de esta centuria, más proclives a presentar el lado divino que el humano (lo contrario del siglo siguiente), y al mismo tiempo una excelente y enérgica ejecución de manos y pies. Pero está, además, la utilización del cabello natural, presente en ciertas imágenes de procedencia americana o portuguesa (sin ir más lejos los Nazarenos de Santa Cruz y de La Laguna –este último traído de Lisboa por don Cristóbal de Salazar y Frías en la primera mitad de este siglo (7) - lo tienen), lo que no debe extrañarnos habida cuenta del importante tráfico marítimo-comercial que ya se desarrollaba en el puerto de Santa Cruz.

          La imagen de San Pedro que conservamos, si es la original (y no tenemos noticia que permita aventurar que se produjera en el tiempo sustitución alguna) presenta aún más escollos para los investigadores, porque su ejecución parece aproximarla más a las maneras del XVIII, pues muestra un dramatismo en la expresión y un barroquismo en la formidable ejecución verdaderamente sorprendentes para el momento. Su cabeza es de lo mejor que puede verse en nuestros templos y, sin duda, es la mejor representación del apóstol penitente de cuantas existen en el archipiélago, amén de que sus manos y pies no desmerecen de aquélla. No conocemos ningún artista que hubiera podido ejecutar una pieza así en Canarias, en esta época, por lo que es forzoso pensar que vino también de fuera, sin poder precisar otra cosa.

          El segundo testimonio documental lo encontramos también en otro testamento, el otorgado el 1 de febrero de 1712 por el Licenciado Juan Mateo Fernández (o Hernández) Vera (8), sacerdote (ya figura como tal en 1671), hijo de Taganana, que llegó a ser Calificador del Santo Oficio de la Inquisición en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, lugar en el que vivió y fue personaje principal, llegando a edificar su propia casa en la calle de la Caleta, con trasera a la de la Curva (9), y sobre la que instituyó tributo para sufragar el culto de la Capilla del  Santo Ecce Homo que él mismo había hecho construir a los pies de la nave de la Soledad (en la misma posición que en la Concepción de La Laguna), dotada de bóveda de enterramiento. Tal como dispuso en su testamento, al morir, ese mismo año, se le sepultó bajo el coro (situado en el penúltimo tramo de la nave principal), para, al cabo de un año, el 21 de marzo de 1713, trasladar sus restos definitivamente a la sepultura dispuesta en aquélla capilla (10).

          Ésta había de sufrir una importante transformación en la segunda mitad de aquel siglo, cuando se decidió levantar a los pies de la iglesia un nuevo cuerpo para alojar en alto el coro, pues se tomó espacio de la capilla del Ecce Homo para albergar la escalera de subida al mismo. Con ello hubo de adelantarse el retablo quedando ahora como adosado a la pared contigua a la capilla de San Pedro. Una mirada hacia el techo de madera permitirá al espectador reconstruir la profundidad que tuvo primitivamente esta capilla.

          Según Pedro Tarquis, Mateo Hernández o Fernández Vera, construyó y colocó en esta capilla “un retablo que estofó y doró y que modas posteriores lo han pintado de blanco”, colocando allí ambas imágenes (11). De esta manera se pasó de la situación de tener sólo un altar, en la época de Urtusáustegui, a tener capilla y retablo propios.

          El tercer testimonio nos lo proporciona el coronel de Caballería Diego Fernández Calderín, quien, en noviembre de 1758, ensalzando los muchos desvelos y atenciones de don Matías Rodríguez Carta para con la parroquia y el mayor lucimiento de sus funciones religiosas, afirma que: “particularmente lo hacía con la del paso del Ecce Homo, cuya capilla, que está en la citada iglesia parroquial, es patronato de su casa” (12). Lo corrobora el inventario realizado, tras su muerte en 1743, por su hijo don Matías Bernardo, en el que aparece en el corredor y antesala de su casa “otra caja de cedro y dentro ropa del Ecce Homo y de Nª Sª de Regla”, de cuya ermita fue también mayordomo (13).

          ¿Cómo había pasado el patronato de esta capilla a los Carta?. La pista me la proporcionó un trabajo sobre la ermita de Santa Catalina, en Taganana (14), cuando Mateo Fernández Vera, en un añadido incorporado a su testamento nombra “su primer patrono al Capitán Matías de Carta, marido de María Domínguez Perdomo”. Debo a la generosidad de la Dra. Negrín que me aclarase que Fernández Vera era hermano de Antonio Perdomo, casado con Luisa Petronila, a partir de lo cual la consulta al árbol genealógico de don José Carta que se conserva en la Casa Montañés de La Laguna (hoy sede del Consejo Consultivo de Canarias) evidencia que éstos tuvieron una hija: Ägueda Perdomo que casó con Andrés Domínguez, de cuyo matrimonio nació María de la Concepción Domínguez Perdomo y Fernández Paiba, que, el 17 de diciembre de 1696, contrajo matrimonio con don Matías Rodríguez Carta. Así, pues, el patronato de la Capilla del Ecce Homo pasó a éste a través de su mujer, sobrina nieta, es decir hija de una sobrina, de Fernández Vera.

          Esto explica por qué, a pesar de que los Carta construyeron en el mismo templo capilla y enterramiento propio, en la que ya se hallaban los restos de su hijo Andrés (fallecido en 1741) y de su marido (en 1743), a doña María de la Concepción, tras su fallecimiento repentino el 10 de octubre de 1746, en su casa del Valle de Guerra, se le dio sepultura en esta capilla del Ecce Homo (15), pues ésta y no otra era la capilla de sus ascendientes donde habían recibido sepultura varios niños de su familia. A esta imagen le había donado una túnica de lampazo carmesí (que luce un magnífico bordado en oro) y un velo de chamelote para el nicho (16).

          Este patronazgo de don Matías Rodríguez Carta contó con un colaborador excepcional: su hijo Andrés Carta Domínguez, que fue sacerdote y ejerció en la parroquia de cuya fábrica fue mayordomo desde enero de 1724 (17), pues también lo fue de la Cofradía del Ecce Homo y, según Padrón Acosta, “el más generoso y activo mayordomo que tuvo esta Santa Imagen”. Él fue quien regaló los grillos de plata y la piedra de madera revestida del mismo metal en que se sentaba; y el que costeó la columna y el gallo de madera para acompañar a la efigie de San Pedro (18).

          Padrón Acosta añade, en el mismo artículo que “costeó de su propio pecunio el actual retablo, exceptuando cierta cantidad que tomó para ello del caudal de la Cofradía”, lo que parece indicar que se sustituyó con éste el anterior mandado construir por Fernández Vera, como se ha dicho. Estilísticamente, el actual retablo concuerda mejor con esta época de los Carta, en la que la parroquia comienza a conocer una eclosión inusitada de retablos barrocos (todos en este templo son de este estilo a excepción del neoclásico que preside la capilla cabecera de la nave del evangelio). En todo caso el traslado que hubo de sufrir con motivo de la construcción de la escalera de acceso al coro, le supuso una mutilación cierta de su coronamiento.

          Y aún, hay que añadir, para completar esta generosidad de los Carta, los dos hermosos angelotes que acompañan a la imagen del Señor, obra excelente que debe adjudicarse al quehacer del escultor santacrucero Sebastián Fernández Méndez (19), y que muy bien podrían haber sido aportados por su hermano Matías Bernardo.

          Otra dato tenemos y es el de que, “en 1738, al fundarse la Congregación de San Pedro Apóstol o de eclesiásticos por don Rodrigo Logman, pasó el culto de esta imagen (se refiere a la de San Pedro de las Lágrimas) a depender de la nueva institución (20)", decisión lógica, pero que suponía de alguna manera el traslado de la iniciativa del culto a ambos imágenes a otras manos.

          A partir de este momento no tenemos otras noticias. Parece que estuvieron procesionando, siempre el Martes Santo, con el concurso de eclesiásticos y que, andando el tiempo, el entusiasmo fue decayendo, especialmente en el siglo XIX, hasta el punto de dejar de salir. En esta circunstancia, a finales del mismo, cuando los toscaleros hicieron su voto de sacar en procesión al Señor de las Tribulaciones por las calles de su barrio, eligieron este día, que había quedado libre por ausencia de la procesión del Ecce Homo y el San Pedro de las Lágrimas. Esto explica por qué, cuando ya avanzado el siglo XX, se vuelve a recuperar esta procesión, se la trasladó a la tarde del Domingo de Ramos (21), como en el momento actual.

          Durante algún tiempo la procesión se volvió a suprimir, y, en el transcurso de los últimos 40 años, la imagen del Señor ha procesionado junto a la del Nazareno algún Jueves Santo y se ha incorporado a la procesión del Santo Entierro en la tarde del Viernes. En la actualidad las dos imágenes colocadas en un mismo paso (la del Cristo sobre una excelente base de plata repujada) componen uno de los pasos históricos (más de trescientos años de antigüedad), más atractivos de la Semana Santa de la capital.

NOTAS     
1 - Hay un breve estudio de M. ALLOZA MORENO Y M. RODRÍGUEZ MESA, sobre esta imagen en el programa de Semana Santa de la Parroquia de San Juan Bautista, La Orotava, 1985.
2 - Sobre este tipo iconográfico y su relación con la melancolía ha escrito un interesantísimo trabajo el Dr. MARTÍNEZ DE LA PEÑA, en el Tomo I del “Homenaje a Alfonso Trujillo”, publicado por el Aula de Cultura de Tenerife, en 1982, pp. 579 – 623.
3 - PEDRO TARQUIS. “Retazos históricos,  Santa Cruz de Tenerife, siglos XV al XIX”. 1973, p. 81
4 - PEDRO TARQUIS. en “Estudio sobre la Concepción de Santa Cruz de Tenerife”,  Capilla del Ecce Homo inédito (este dato se ofrece por cortesía de los depositarios de esta obra y con su autorización).
5 - MIGUEL TARQUIS. “Semana Santa….”, p. 45
6 - PEDRO TARQUIS. “Retazos…” pp. 80 y siguientes
7 - MIGUEL TARQUIS. “Semana Santa en Tenerife”. 1960, pp. 27 y 28
8 - He tenido acceso al mismo por gentileza de la Dra. Constanza Negrín
9 - PEDRO TARQUIS. “Construcciones en  Santa Cruz de Tenerife. Las casonas del XVIII”, en el Homenaje a Elías Serra Rafols, Universidad de La Laguna, 1970, pp. 354-355
10 - PEDRO TARQUIS. “Retazos…”p. 83
11 - PEDRO TARQUIS. Obra inédita citada
12 - SEBASTIÁN PADRÓN ACOSTA. El Día, 30 de diciembre de 1943.
13 - FERNANDO GABRIEL MARTÍN RODRÍGUEZ. “Arquitectura doméstica Canaria”. Aula de Cultura de Tenerife, 1978, p.336
14 - CONSTANZA NEGRÍN DELGADO. “La ermita de Santa Catalina Mártir de Taganana (Santa Cruz de Tenerife): datos Históricos de su fábrica”. Revista de Historia Canaria, 183, abril 2001, p. 243.
15 - JOSÉ MIGUEL SANZ DE MAGALLANES. “In memoriam, Antiguos habitantes de Santa Cruz. Enterramientos en la parroquia de la Concepción”, Aula de Cultura de Tenerife, 2001, p. 524
16 - SEBASTIÁN PADRÓN ACOSTA, El Día, 12 de octubre de 1943
17 - PEDRO TARQUIS. “Retazos…”. p. 89.
18 - SEBASTIÁN PADRÓN ACOSTA, El Día, 12 de octubre de 1943
19 - CLEMENTINA CALERO RUIZ. “Escultura barroca en Canarias (1600-1750)”, Aula de Cultura de Tenerife, 1987, en la p. 318 los identifica con algunos de los 6 angelitos que en el inventario de D. Matías Rodríguez Carta, su hijo Matías Bernardo manifiesta que ornan un cuadro de Ntra. Sra. de la Concepción y que son suyos por habérselos adquirido a dicho escultor. No parece lógico que sea ninguno de ellos pues parecen concebidos para el cometido en que se les usa, sostener las borlas del cíngulo del Señor. Sin embargo y por afinidad con los que, para una función similar talló este artista  para acompañar al Gran Poder de Dios del Puerto de la Cruz, no es descabellada su atribución.
20 - MIGUEL TARQUIS. “Semana Santa…” p.45
21 - MIGUEL TARQUIS. “Semana Santa….”, p. 44

 

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