¿Un olvido denigrante?

Por Luis Cola Benítez   (Publicado en El Día el 23 de mayo de 1992)


          Hace algunas semanas que un perseverante colaborador de este periódico, con su característico y apasionado estilo, decía: «¡No vemos por ninguna parte el menor indicio de los monumentos que perpetúen las gestas gloriosas tinerfeñas, sepultadas bajo la ignominia del más denigrante de los olvidos!». ¿Tendrá razón el articulista al hacer tal afirmación? ¿Es este olvido, además de histórico «denigrante»? Es decir, ¿ennegrece, mancha, deslustra, injuria, agravia, ultraja y ofende la fama -que todas estas acepciones posee la tal palabreja- de quien lo sufre y lo tolera? No cabe duda de que a muchos podrá parecerle que el monumento a los héroes del 25 de julio, que bien puede englobar y simbolizar cuantas gestas ennoblecen a todo un pueblo, yace en la sima de un olvido denigrante.

          Es cierto, y así me consta, que hay responsables interesados en el asunto y que tratan de encontrar fórmulas que permitan hacer realidad el tan esperado monumento. Pero similar interés mostraban muchos de los que les precedieron en sus cargos, y la comunidad continúa, después de doscientos años, esperando la materialización de una idea que ni siquiera existe como proyecto. Y ocurre que si las buenas ideas son útiles y necesarias, de nada sirven si no pasan de las mentes y de las mesas oficiales. Los buenos gestores de la cosa pública son los que demuestran ser capaces de impulsarlas y hacerlas cristalizar, primero, en proyectos y, luego, en realidades, evitando que las trabas de la maquinaria administrativa y el pesado engranaje burocrático las asfixien a lo largo de su camino. El trabajo y la obligación de un buen gestor estriba, precisamente, en encontrar las vías para la materialización de las ideas... y en ejecutarlas.

          Santa Cruz se encuentra hoy en el umbral histórico de grandes realizaciones e importantes conmemoraciones. Cabo-Llanos, parque marítimo, nueva entrada por el Sur, remodelación de su fachada portuaria, quinto centenario de su fundación y segundo de su más gloriosa gesta, configuran para el ciudadano un sugerente abanico de expectativas inminentes. Y es dentro de este conjunto de realizaciones y actividades donde el Ayuntamiento tiene la obligación de insertar, inexcusablemente, el pago de una deuda bicentenaria; por lo menos, la más vergonzosa de las deudas con su propia historia. Constituiría un auténtico crimen de lesa memoria histórica, o una empecinada ingratitud, no hacer nada por aprovechar la oportunidad que ahora se brinda para saldarla.

          Aunque el monumento sea dedicado primordialmente a los «héroes del 25 de julio», el más glorioso hecho de armas de nuestra historia, puede muy bien simbolizar también el merecido homenaje a cuantos se sacrificaron en defensa y representación de nuestra tierra y de nuestro pueblo, desde la conquista hasta hoy. Y hago esta salvedad por estimar que nuestros primeros héroes, los indomables guanches que tan bravamente lucharon por la libertad, son merecedores de un homenaje distinto y exclusivo, que también tenemos pendiente, y que sería muy oportuno insertar en la conmemoración del V Centenario; del nuestro. Desde el inicio mismo de la historia hispana de las Islas, se cuentan por millares los isleños que han regado con su sangre los cinco continentes. Con los primeros conquistadores de América, en su colonización y poblamiento, desde San Antonio de Texas y las tierras que unen ambos hemisferios, pasando por La Luisiana y por las inhóspitas costas de Darien, hasta Uruguay, entre otros muchos lugares americanos, nuestros paisanos supieron dejar buena constancia de su espíritu de sacrificio y de su heroísmo. También fue brillante su participación en las guerras de Portugal y Flandes, en la del Rosellón y en la invasión napoleónica. Isleños hubo también entre los héroes de Filipinas, en Cuba, en Marruecos y hasta en el frente de Rusia en la última gran guerra. En algunos casos, como en el de Cuba, muchos se distinguieron gloriosamente en ambos bandos, y así se ha reconocido por todos.

          Este monumento conmemorativo de la victoria sobre Horacio Nelson y sus tropas -tercera cabeza de león del escudo de Santa Cruz, junto a las que simbolizan las victorias anteriores sobre Blake y Jennings-, puede constituirse así en el auténtico homenaje a los caídos por nuestra tierra, en todas las épocas y bajo todos los signos. El otro, la Cruz, elemento característico de la fachada marítima urbana, es en el sentir de sus habitantes el símbolo de nuestra ciudad, Santa Cruz, y este sentimiento, esta impresión, es lo que en realidad percibe el ciudadano.

          Muy recientemente, el alcalde José Emilio García Gómez ha hecho entrega de los premios correspondientes al concurso de ideas para la remodelación de la Plaza de España y su entorno. Pues bien, ya se está tardando en convocar otro concurso, complementario del anterior, para el conjunto escultórico-monumental que debería emplazarse en aquella zona (cerca de la farola o de la alameda), escenario de los más importantes hechos de nuestra historia. ¿Será esto demasiado difícil? Paralelamente, cabe también iniciar gestiones encaminadas a la realización del mirador de la montaña de La Altura de Paso Alto, emplazamiento del faro o proyector luminoso sugerido por el ex alcalde Joaquín Amigó de Lara en este mismo periódico.

          Poner en marcha la idea desde ahora mismo es la única manera de que el proyecto pueda incluirse en la remodelación de la entrada a Santa Cruz, y que su inauguración sea posible entre los actos del segundo centenario de aquel imborrable 25 de julio de 1797. ¿Será consciente la actual corporación de la responsabilidad que le cabe en este asunto, o dejará pasar esta ocasión irrepetible?