Paz y conflictos en el Mediterráneo

Por Emilio Abad Ripoll  (Universidad de La Laguna, 27 de noviembre de 2004)

 

LAS  CAUSAS  DE  LOS  CONFLICTOS

          El profesor Daniel J. Grange escribía en 1996 en la revista Relations Internationales que “el Mediterráneo podía ser considerado como una frontera, pero no en su faceta de separación, sino como lugar de encuentro que impulsara a la cooperación económica y regional”.

          Pero, pese a esas buenas intenciones, hay que reconocer que el Mar Mediterráneo, que a lo largo de la Historia ha sido testigo y escenario de casi permanentes rivalidades y guerras, sigue siendo “una fuente de paradojas y un subconjunto estratégico impreciso” (Nota 1) en el que no es sencillo compartimentar el tema de la seguridad regional. Solo con coger un mapa y pasear la mirada por el espacio geográfico que va desde la orilla atlántica de Marruecos hasta el Cáucaso, y leer los nombres de los países comprendidos en él, comprobaremos que, en general, estamos hablando de una zona en la que se concentran diferentes crisis motivadas por reivindicaciones territoriales, desequilibrios regionales (sociales, económicos, militares,...) y otras diferencias (religiosas, étnicas,...). Pero, pese a esa “diversidad de orígenes”, es muy raro que una determinada crisis no afecte de forma directa o indirecta a una o varias naciones ribereñas. En definitiva, y en palabras del señor Fernández Esteso (2), en el Mediterráneo “no hay una sola conflictividad, sino un complejo mosaico de situaciones conflictivas”.

          Pero si lo anterior es verdad, tampoco deja de serlo que existe un conflicto muy importante, aquel con el que, con toda certeza, se abrirán, o será segunda noticia del día, los telediarios y los boletines radiofónicos de hoy, como viene sucediendo durante años: el de Oriente Medio, a cuyo Proceso de Paz se supeditan muchas otras iniciativas en el Mediterráneo.

          Y también es cierto que, pese a esa interrelación de conflictos, es muy difícil que desde uno cualquiera de los países mediterráneos se tenga una visión global de toda la zona geográfica. Así, por ejemplo, desde España el tema se relaciona esencialmente con Marruecos, el Sahara, Gibraltar, Ceuta, Melilla y el problema de la inmigración ilegal; para un griego se circunscribe, casi en exclusividad, a Chipre y la relación con Turquía, mientras que para los habitantes de este país la recíproca es cierta, además de intentar continuar con las buenas relaciones con Israel y controlar las fronteras con Siria, Irán e Iraq; los franceses fijan su atención en las que fueron antiguas colonias -Argelia, Túnez y Marruecos- y para los británicos, no mediterráneos, lo esencial de ese mar se sitúa, sin duda, en Oriente Medio y, pero con no tanta intensidad, en la última colonia que queda en Europa, Gibraltar.  De Sur a Norte, los africanos se asoman al mar y lo consideran una barrera física que los separa de unos vecinos que los superan en economía y en desarrollo, que parecen seguir teniendo un excesivo afán de paternalismo y que siguen entrometiéndose en sus asuntos internos, como en los tiempos del colonialismo. Marruecos, Argelia y Mauritania piensan especialmente en el Sahara y en los problemas fronterizos mutuos; Túnez intenta mantenerse al margen; Libia, durante muchos años antioccidental a  ultranza, ahora parece querer cambiar; Egipto sufre problemas terroristas y quiere ser el principal mediador de la zona en el problema de Oriente Medio; Israel, Siria, Líbano, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina continúan encastillados en sus posturas y no ven, a veces ni la buscan, la solución al problema común...

          En fin, que lo de Mare Nostrum no parece muy aplicable hoy en día por la enorme disparidad de problemas existentes, la tan diversa atención que se les presta y los diferentes puntos de vista con que son enfocados. Quizás de entre todas las diferencias con que se contemplan los problemas, la principal estribe en que unos y otros no comparten los mismos esquemas de valores. Hungtinton llegó a afirmar que  “el Mediterráneo será uno de los lugares donde el conflicto de civilizaciones (Islam – Occidente) se desarrollará con mayor contundencia durante las próximas décadas”. Sin querer ser tan pesimistas, hemos de recordar que en el espacio geográfico mediterráneo existen varias causas generadoras de riesgos y conflictos que vamos a repasar rapidísimamente antes de dedicarnos a estudiar algunos de los problemas existentes.

          Se puede asegurar que los riesgos de inestabilidad en las riberas sur y oriental del Mediterráneo tienen raíces históricas, políticas, socioeconómicas y religioso-culturales (3), y estudiándolas podemos encontrar, al menos, los siguientes factores susceptibles de generar situaciones conflictivas:

                a) Instrumentalización del extremismo religioso por Estados o grupos de presión, llegando al nacionalismo radical y a los conflictos étnico-religiosos. Intolerancia ante otras formas de vida o civilización.

               b) Terrorismo. Tendencia de grupos armados islámicos a montar en Europa redes de apoyo logístico y, en algunos casos, a llevar a cabo atentados. Ataques contra extranjeros en los propios países.

               c) Peligro de que los países en los que se concentran enormes reservas energéticas sufran una radicalización extrema y utilicen esos recursos como arma política de primera magnitud. Amenazas o acciones por parte de grupos radicales contra gaseoductos u oleoductos de importancia estratégica mundial.

               d) No adecuación del desarrollo social y económico de los países del Sur al crecimiento demográfico. Emigraciones ilegales.

               e) Tráfico de armas, tanto convencionales como de destrucción masiva.

               f) Crimen organizado. Existencia de mafias, bandas, etc. envueltas en tráfico ilegal de bienes, drogas, armas y personas.

               g) Existencia de varios gobiernos autocráticos, con el riesgo de desestabilizaciones o incertidumbres en los momentos de las sucesiones en sus jefaturas.

               h) Empleo de la violencia política en las crisis internas de cada país o en la relación entre Estados por motivos históricos, étnicos o religiosos.

               i) Reivindicaciones territoriales o de espacios marítimos o aéreos.

               j) Reinstalación en otros países, o regreso al propio, de personas que fueron desplazadas por conflictos.

               k) Odios latentes en zonas de recientes conflictos.

               l) Escasez de agua potable y para riegos. Peligro del control total de recursos hídricos por parte de algunos países.

               m) Con respecto al propio Mediterráneo, acciones tendentes a restringir el libre uso del mar, con limitaciones sobre las actividades económicas, agresiones contra el medio ambiente marino o negativa al cumplimiento de acuerdos internacionales en esos sentidos.

          Y, después de estas pinceladas generales, considero que es hora ya de que comencemos a estudiar uno por uno los principales conflictos existentes hoy día en el Mediterráneo.

 

LOS  CONFLICTOS

           Existe una cierta unanimidad en las fuentes consultadas para confeccionar este trabajo en citar a Paul Balta, de la parisina Fundación René Seydoux, como la persona que con más claridad ha estudiado los temas conflictivos del Mediterráneo (4). La mayoría sigue el método de Balta al dividir los conflictos mediterráneos en dos grandes grupos: los que son herencia del pasado y los nacidos en la segunda mitad del siglo XX. Nos acogeremos también nosotros a esta pauta, aunque en algunas ocasiones podrán comprobar que será difícil delimitar a cual de los grupos pertenece un conflicto determinado.

Conflictos que se pueden considerar herencia del pasado.

     El conflicto árabe- israelí

          Hace unos momentos comenté que hay un conflicto en el Mediterráneo que destaca por encima de todos los demás y que tiene incidencia sobre los existentes en la cuenca. Se trata del problema palestino-israelí, que se puede hacer extensivo a todo el Oriente Medio, pero que también es, y desde hace mucho tiempo, un asunto de carácter mundial, alcanzando cotas de tensión tan altas que difumina lo mucho y muy importante que ocurre en la región mediterránea.

          La oposición entre los árabes (especialmente palestinos, aunque hay que recordar que entre éstos también hay una minoría cristiana) y los judíos se enmarca en un contexto ideológico, pero también religioso, que se remonta, según Balta, a la elaboración de la doctrina sionista en el Primer Congreso Mundial judío celebrado en 1897 a instancias de Teodoro Herzl. Sin embargo, otros sitúan el origen del problema en 1917 con la “Declaración Balfour”, en la que aquel Ministro de Asuntos Exteriores británico comunicaba que su país aceptaba la creación de un lugar nacional judío en Palestina, mientras que un tercer grupo lo fecha en 1948 cuando, a raíz de la decisión de la ONU de dividir lo que era Palestina, el líder sionista David Ben Gurion declaraba el nacimiento del Estado de Israel.

          Hay que señalar que Palestina, en esos momentos de la segunda década del siglo XX, era una región de Oriente Medio que, tras la caída del Imperio Otomano, quedó bajo Mandato de Gran Bretaña (1920).

          Como he citado, en 1947 la ONU decidió partir Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe, que deberían nacer cuando el 15 de mayo de 1948 finalizase el Mandato británico. Ben Gurion se adelantó a la fecha prevista y declaró la existencia del Estado de Israel, lo que trajo como consecuencia que los Ejércitos de Egipto, Iraq, Siria, Jordania y Líbano invadieran el nuevo país. Sorprendentemente, Israel rechazó el ataque, y reconocida por más de 50 países ingresó en la ONU con fronteras similares a las del Mandato.

          Jordania retenía entonces la margen occidental del río Jordán, mientras que la ciudad de Jerusalén, lugar sagrado para cristianos, judíos y musulmanes, se dividía entre jordanos e israelíes.

          En 1950, y como consecuencia de la nacionalización egipcia del Canal de Suez, se produjo otra grave crisis en la zona. Francia y Gran Bretaña alentaron a Israel para que invadiese la Península del Sinaí, lo que llevaron a cabo los hebreos ocupando su mayor parte, Gaza y el puerto de Sharm el Sheik, que controla los accesos al estratégico Golfo de Aqaba. La ONU ordenó un alto el fuego, retirándose Israel del Sinaí tras el envío a la zona de un contingente de Naciones Unidas para mantener la paz.

          Poco duró ésta, pues en la primavera de 1967 Egipto, Siria y Jordania movilizaban sus fuerzas militares. Previendo un ataque inminente, Israel se anticipó y en la madrugada del 5 de junio su aviación destruyó en tierra prácticamente a toda el arma aérea egipcia. Con total dominio del aire, las unidades terrestres judías ocuparon los Altos del Golán y la orilla oeste del Jordán, incluyendo el casco antiguo de la ciudad de Jerusalén, así como, otra vez, Gaza y la Península del Sinaí. El día 10 del mismo mes, merced a un acuerdo de alto el fuego patrocinado por la ONU, terminaba un conflicto que se denominó, por su duración, “la Guerra de los Seis Días”.

          En 1973 fueron Egipto y Siria los que consiguieron la sorpresa estratégica al atacar a Israel el día del Yon Kippur, importantísima festividad religiosa hebrea. Los israelíes sufrieron inicialmente graves pérdidas, pero, tras varias jornadas de lucha, consiguieron repeler a los egipcios hasta la otra orilla del Canal y acercarse peligrosamente a El Cairo, mientras que los sirios no podían recuperar el Golán. De nuevo la ONU consiguió que los beligerantes acordasen otro alto el fuego. Las conversaciones de 1974 trajeron consigo que los israelitas se retirasen a la orilla este del Canal de Suez y el cese de hostilidades con Siria, pero el estado de guerra entre Egipto e Israel no terminaría hasta 1979 con los Acuerdos de Camp David (EE.UU.). Como consecuencia de sus estipulaciones, Israel devolvió a Egipto la Península del Sinaí, pero siguió ocupando la franja de Gaza, los Altos del Golán y la margen occidental del Jordán. Por su parte, Egipto reconocía el derecho a la existencia del Estado de Israel.

          Tras muchos intentos, terminados casi siempre en fracasos más o menos sonoros por la intransigencia de las partes en litigio y la poca energía de las grandes potencias u organizaciones (aquí hay que recordar el “patronazgo” de EE.UU. sobre Israel, del que una fuente nada desdeñable es la influencia del poderoso “lobby” judío norteamericano), se llegaron a sentar los principios para desarrollar un Proceso de Paz en Oriente Medio (PPOM) en una reunión que despertó una enorme expectación mundial y que se celebró en suelo español: la “Conferencia de Paz de Madrid” de 1991.

          Ahora sólo quiero recordarles que los puntos más conflictivos que se pusieron sobre la mesa en esa Conferencia, y en cuyas distantes posiciones iniciales se mantenían y, por desgracia, prácticamente se siguen manteniendo hoy en día palestinos e israelíes, son los siguientes:

               - Los territorios ocupados por Israel y la cuestión de los asentamientos judíos levantados en Gaza y Cisjordania.

               - El futuro de Jerusalén.

               - La determinación de las fronteras del posible nuevo Estado palestino.

               - El problema de los refugiados palestinos que abandonaron sus tierras por la ocupación israelí.

          Vamos a repasar rápidamente, para asentar ideas, esos puntos de divergencia entre palestinos e israelíes, de los que los tres primeros guardan una íntima relación, ya que dentro de esos territorios es Jerusalén el punto central de la disputa.

          Como hemos visto, en 1948 Israel consiguió el control de la zona oeste de la ciudad, parte que retuvo hasta 1967. En la “Guerra de los Seis Días” obtuvo también el dominio de la zona oriental, mayoritariamente habitada por árabes, al contrario que la occidental en la que la población es preponderantemente judía. En esa parte oriental se encuentra la amurallada “ciudad vieja” o “casco histórico”, sobre la que ni israelitas ni palestinos están dispuestos a ceder un ápice, pues si Israel afirma que Jerusalén es su “eterna e indivisible capital”, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) asegura que la parte oriental de la misma, con sus barrios cristiano, judío, musulmán y armenio, es la capital del futuro Estado palestino. Esta postura es unánimemente apoyada por el mundo árabe y musulmán dada la existencia en Jerusalén de lugares considerados sagrados por el Islam.

          Tras la “Guerra de los Seis Días” y la “del Yon Kippur”, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó las Resoluciones 242 y 338 instando a Israel a retirarse de los territorios ocupados, incluyendo Gaza y la orilla oeste del Jordán (Cisjordania), a la vez que solicitaba de los árabes el reconocimiento a la existencia del Estado de Israel. Judíos, egipcios y jordanos acordaron entonces el cumplimiento de las Resoluciones, cosa que no ha tenido lugar hasta la fecha.

          Durante los siguientes años miles de colonos judíos se han ido asentando en esas dos zonas citadas, y aún hoy en día continúan levantado casas en ellas bajo protección militar. Los palestinos solicitan que todos los asentamientos judíos sean demolidos y el territorio transferido bajo control de la ANP, pero Israel quiere absorber los asentamientos más cercanos a sus fronteras, con el territorio correspondiente, para establecer un colchón de seguridad a lo largo de toda la orilla occidental del Jordán, que sería una especie de primera línea defensiva en caso de un ataque inopinado.

          En la Cisjordania la mayoría de los líderes religiosos y del partido conservador israelíes, así como, lógicamente, la comunidad de colonos afectados, que según cálculos recientes supera las 200.000 personas, se opone de manera frontal a esa cesión del control del territorio a la ANP. Uno de los enviados por los EE.UU. para intentar resolver el problema, el ex-senador Mitchell, en su Informe redactado en mayo de 2001, recomendaba la paralización por parte de Israel de cualquier actividad en los asentamientos, incluso su crecimiento natural, a la vez que, como contrapartida, solicitaba de los dirigentes palestinos los máximos esfuerzos para acabar con las acciones terroristas y la detención y castigo de quienes las perpetran.

          Por lo que respecta a los Altos del Golán, las fronteras se han ido trazando y  prácticamente superponiendo a lo largo de las vicisitudes expuestas. Me gustaría destacar la importancia de la red hidrológica, bastante abundante, de la que luego hablaremos, y que, junto al valor estratégico militar del territorio para la defensa de Israel, constituyen las causas básicas que aduce Israel para no devolverlos a Siria.

          En cuanto a Gaza, el problema no es de tanta envergadura, por lo que Israel parece dispuesta a ceder el territorio y estamos leyendo en las últimas semanas que, pese a las oposiciones de los colonos y de los grupos políticos y religiosos más radicales, se va a producir. Las causas de esa postura hay que buscarlas en tres razones: el mucho menor número de colonos (unos 8.000 en 21 asentamientos), la menor significancia desde el punto de vista de los antecedentes bíblicos para los partidos conservadores y religiosos y la poca importancia estratégica bajo el prisma militar (5).

          Otro de los obstáculos de relevancia citados hace unos momentos es el de los refugiados palestinos que, como consecuencia de las sucesivas guerras, huyeron o fueron obligados a abandonar sus hogares, refugiándose en otros Estados árabes y en otras zonas de los territorios ocupados. Varias Resoluciones de la ONU, entre ellas las 194, 237 y 242, reconocen el derecho de los palestinos a regresar a sus tierras y recuperar sus propiedades, pero las leyes israelíes impiden ese retorno, haciendo caso omiso de la opinión internacional.

          La Oficina de Naciones Unidas de Apoyo a los Refugiados Palestinos cifra en más de 3,7 millones de personas -las que huyeron de sus hogares y sus descendientes- las afectadas por el problema, aunque una asociación árabe, Al Awda, que defiende el derecho de retorno, asegura que hay unos dos millones de refugiados más viviendo en países vecinos, e incluso fuera de Oriente Medio, pero que no están contabilizados por ONU ni cubiertos por sus programas de ayuda ni por sus Resoluciones.

          Las autoridades palestinas defienden que los desplazamientos han supuesto, y suponen, un ataque a lo más íntimo de la identidad nacional. La mayoría de la población está convencida de que el sagrado derecho de la gente a vivir en donde nacieron ellos o sus antepasados está muy por encima, ética y legalmente, de cualquier Resolución de ONU. Pero los judíos sostienen que el retorno de los refugiados es inaceptable e innegociable, basando su principal argumento en que su ejecución supondría un enorme problema demográfico para Israel, que sólo cuenta con unos 6 millones de habitantes. Se mantienen en la postura de aceptar una propuesta que únicamente recoja el regreso de 10.000 palestinos, que se reubicarían con sus familias en el interior de Israel, pero dejando bien claro que se trata sólo de un gesto humanitario de buena voluntad. Y en cuanto a las compensaciones económicas que desde otros países le solicitan para los desplazados, el gobierno judío contesta que se hagan extensivas también a los colonos israelíes que abandonen los territorios ocupados y sean sufragadas por Occidente y los países árabes ricos.

          Como vemos, únicamente parece tener solución a corto plazo la evacuación judía de Gaza, pues las posiciones están seriamente encontradas en todos los demás aspectos: el retorno de refugiados, el abandono de los asentamientos de la Cisjordania, la definición de los límites del futuro Estado palestino, estrechamente relacionado con esa retirada judía, y el control de Jerusalén, íntimamente mezclado con sentimientos religiosos hoy muy exacerbados en la región. Pese a la fuerte oposición interna al Primer Ministro Sharon, indudablemente Gaza es el problema de menor envergadura en el contexto del conflicto por las causas citadas anteriormente.

          Tampoco hay que olvidar que la Autoridad Nacional de Palestina, dirigida por Yaser Arafat, sobre cuyo estado de salud corren muchos rumores (6) y cuyo poder político se encuentra internamente muy debilitado debe acabar con las acciones terroristas contra propiedades y personas israelíes.

          Para terminar este tema, dos palabras sobre el muro que está siendo levantado por los israelíes para evitar infiltraciones terroristas en su territorio, según ellos,  pero en aplicación de una política de “apartheid” según los palestinos, y cuya construcción, como sabemos, ha sido declarada ilegal por las Naciones Unidas, lo que ha causado poca mella en Tel Aviv.

          En resumen, este enquistado conflicto tiene ramificaciones religiosas, étnicas, culturales, lingüísticas, territoriales, económicas y, claro, militares, por lo que su solución no es fácil, pues no parece existir posibilidad de acuerdos a corto y medio plazo.

     Los conflictos de la ex - Yugoslavia

          La República Federal de Yugoslavia, compuesta artificialmente por Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Montenegro y Serbia, más las provincias autónomas de Kosovo y Vojvodina, incluidas en esta última, bajo la dura mano del Mariscal Tito que intentó mantener un cierto alejamiento de Moscú, fue el único de los países comunistas de la Europa Oriental que podía resistir la comparación con alguna de las naciones occidentales menos desarrolladas. Al principio de los 80 del pasado siglo, los yugoslavos estaban empezando a poner en pie una pujante industria, tenían una buena agricultura y la “gallina de los huevos de oro”, el turismo, que tanto estaba contribuyendo al desarrollo de Francia, Italia y España, comenzaba a dejar grandes cantidades de dinero, aunque fuese en divisas de los denostados países capitalistas.

          Son bien conocidos los orígenes, las causas y las consecuencias del conflicto o, mejor dicho, de los conflictos que en los años 90 del siglo XX asolaron la antigua Yugoslavia, por lo que no vamos a entrar en detalles. Durante su desarrollo, la ONU decidió intervenir con unas Fuerzas de Paz (UNPF) que alcanzaron los 52.000 efectivos de casi 40 países y que sufrieron desde el año 1991 hasta finales de 1995, cuando se le encomendó a la OTAN el proceso de implementación de la paz, más de 220 bajas.

          En Bosnia, a la misión IFOR (Fuerzas de Implementación de la Paz) de OTAN sucedió la SFOR (Fuerzas de Estabilización de la Paz), también de la Alianza, y que a finales de este mismo año de 2004 serán sustituidas por contingentes de la UE. Existe otra misión de OTAN paralela en Kosovo, la KFOR iniciada años después. No se puede olvidar otra más humilde, UNPREDEP o Fuerzas de Despliegue Preventivo de Naciones Unidas, que, quizás, impidió que Macedonia también se viera involucrada en el conflicto generalizado.

          No quiero que se me tache de pesimista, pero creo que aún ha de transcurrir mucho tiempo antes de que en los Balcanes se alcance una convivencia pacífica. Bosnia se normaliza muy lentamente, el conflicto de Kosovo no está cerrado, quizás algún día los montenegrinos no quieran seguir unidos a los serbios, y, lo peor, mucho tiene que llover para que el odio desaparezca de los corazones, los libros de texto y la memoria colectiva. Aquí las tres religiones de la zona -católica, ortodoxa y musulmana- deben jugar un papel fundamental en el aplacamiento del rencor, pues también lo jugaron, pero por desgracia en sentido negativo, en los momentos del horror.

     Conflictos motivados por diferencias étnico – religiosas

          Es indudable que entre los conflictos que aún permanecen abiertos ocupan un lugar destacado los heredados históricamente por problemas entre etnias o religiones, y en muchos casos con combinación de ambos factores.

          Así, las tragedias que se viven en Chechenia provienen de los ya lejanos tiempos de los zares, cuya política de eliminación étnica fue continuada aún de forma más inhumana por Stalin, creando odios que perviven en las nuevas generaciones.

          También el problema de los Balcanes, que acabamos de tocar, ha estado marcado por un fuerte componente religioso.

          En el de los kurdos (hay que recordar que no sólo en Turquía, sino también en Iraq, Irán y, en menor grado, en Siria y Armenia), cuya razón principal estriba la diferencia de etnias, el origen se remonta varios siglos, aunque se viera exacerbado tras el fin del Imperio otomano, el término de la colonización europea en Oriente Medio y la recuperación de su soberanía por algunas naciones de la zona, así como por las promesas, expresadas y no cumplidas, por parte de organizaciones internacionales y algunos de los Gobiernos de los países en lo que se encuentra asentada la minoría kurda.

          Tampoco es ajeno a este apartado el tema de las divergencias greco-turcas que se manifiesta especialmente en el caso de la división chipriota. Como vemos es un factor omnipresente y desestabilizador en bastantes partes de la zona en estudio.

 
 
Conflictos nacidos recientemente

     Heredados de la colonización

          En este apartado hay que reseñar como fuente de litigios las divergencias en las demarcaciones fronterizas trazadas por las potencias administradoras cuando se produjo la descolonización, en muchos casos siguiendo las líneas rectas que nos señalan en los mapas los meridianos y paralelos. Ello llevó a que, en ocasiones, quedaran formando parte de un mismo país pueblos y tribus tradicionalmente adversarios, o, por el contrario, se dividieran gentes de la misma etnia entre países diferentes.

          Por ejemplo, cuando apenas se acababa de producir la independencia de Marruecos, Argelia y Túnez (segunda mitad de la década de los 50 e inicios de la de los 60 del pasado siglo), comenzaron los conflictos entre los tres nuevos países (7). Los dos primeros mantuvieron en 1963 la que se llamó “la guerra de las arenas”, por la pretensión marroquí de ganar terreno hacia el Sur. Si bien las operaciones militares les fueron favorables, las diplomáticas no lo fueron tanto y las líneas fronterizas se mantuvieron invariables. También Túnez quiso ampliar su territorio a costa de Argelia, reivindicando una zona que se presumía albergaba excelentes reservas petrolíferas, pero no se pasó de las amenazas y amagos. Así y todo, de vez en cuando los políticos se encargan de reavivar los rescoldos.

          Podríamos hablar de algunos otros casos, pero vamos a tocar, no con la extensión que se podría, en parte por el tiempo del que disponemos y en parte porque ustedes conocen ya mucho del asunto, el  problema del Sahara Occidental.

          Aunque España la hubiese declarado Provincia, las Naciones Unidas, en 1963, y a través de su Comité de Descolonización, habían considerado el Sahara como un “territorio a descolonizar”, proclamando dos años después el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui e instando a nuestro país a que se actuase en razón de esa consideración.

          En España se vivía al inicio de la década de los 70 una apreciable inquietud política motivada por la avanzada edad del Jefe del Estado y los temores a una traumática sucesión, mientras que en el Sahara varios movimientos indígenas aprovechaban la ocasión para presionar en busca de la independencia. El Gobierno español, en agosto de 1974 (8), decidió convocar un referéndum de consulta al pueblo saharaui que debería celebrarse al siguiente año, aunque antes era necesario elaborar un censo. Marruecos, en su afán por anexionarse el Sahara, consideraba que, por las circunstancias expuestas, España quería liquidar pronto el asunto y trató de retardar el proceso por todos los medios posibles, incluyendo acciones tan peligrosas como la realización de la “Marcha Verde”.

          El 14 de noviembre de 1975, en unas circunstancias políticas muy difíciles en nuestro país, se celebró en Madrid una reunión entre España, Marruecos y Mauritania que concluyó con la firma de unos “Acuerdos Tripartitos” en los que por parte española se confirmaba la decisión de descolonizar el territorio. A la vez se fijaba la fecha del 27 de febrero de 1976 como límite final de una administración del territorio por las tres partes signatarias, en colaboración con una Asamblea saharaui que ya estaba constituida con anterioridad. A partir de esa fecha, Marruecos y Mauritania ejercerían el control del territorio, pero, y aquí hay que romper una lanza a favor de España (algo que parece “políticamente no correcto” cuando se trata el tema) y dejar bien claro que, con respecto al Sahara Occidental,  no se consideraba propietarios, sino administradores a marroquíes y mauritanos. Como muy bien señalan Priego y Abad (9), es falsa la acusación frecuentemente vertida de que España “entregó el Sahara a Marruecos”.

          Por lo que respecta a la actuación marroquí, sabemos lo que ha ido sucediendo. Sus respectivos Gobiernos han hecho todo lo posible por retardar la celebración del referéndum, han continuado reivindicando la soberanía del territorio cada vez que han tenido ocasión y han hecho caso omiso del dictamen del Tribunal Internacional de Justicia, que envió una misión al Sahara en virtud de la Resolución 3292 (XXIX) de la ONU. Ese dictamen concluyó con que “nunca habían existido vínculos de soberanía territorial entre Marruecos y el Sahara Occidental”.

          El 27 de febrero de 1976, el Frente Polisario, que también había procedido deslealmente contra España en los últimos años de nuestro dominio, proclamó el nacimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Aquel era justamente el día en que España  completaba la retirada del territorio y en el que comenzaba la guerra entre el Frente Polisario (apoyado por Argelia) contra Marruecos y Mauritania (apoyados por Francia y EE.UU.). Pronto el Gobierno de Nuakchot decidió retirarse del conflicto, lo que aprovechó Marruecos para considerar también suyo el territorio administrado por Mauritania, y aunque al principio la balanza pareció inclinarse hacia el Polisario, Rabat ha logrado controlar militarmente casi todo el territorio. Pero en el campo diplomático el Frente Polisario ha salido mejor librado, pues son hoy 76 países los que reconocen a la RASD, que ha llegado incluso a ser admitida en la OUA (1982).

          Hacia 1990 se celebraron reuniones en Ginebra de representantes de ambas partes, acordándose que la ONU controlara el referéndum que en su día había previsto España; pero las posturas en la confección del censo eran irreconciliables. El Polisario aceptaba el español de 1974, pero Marruecos quería incluir también a los colonos marroquíes asentados desde 1976 en el territorio. La ONU elaboró, conjuntamente con la OUA, un Plan de Paz, recogido en la Resolución 690 /1991, y apoyado en tres pilares básicos: Alto el fuego, creación de la MINURSO –Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental- y celebración del referéndum en enero de 1992.

          Pero todos los proyectos se quedaron sólo en eso: proyectos. La continua labor de zapa por parte marroquí al desarrollo del proceso y sus permanentes reivindicaciones trajeron la consecuencia de la imposibilidad de alcanzar algún acuerdo que no sea el tan deseado por ellos de total soberanía sobre el Sahara Occidental.

          En 1997 entró en escena el diplomático estadounidense James Baker, quien con su mediación consiguió que se fijara  la fecha del 7 de diciembre del año siguiente para llevar a cabo el referéndum y se reactivaran las identificaciones para la confección del censo, labor para que la MINURSO estaba a punto de tirar la toalla. Como la rapidez en identificación no era la deseada, se pospuso el referéndum por otro año. Pero aunque ante el Secretario General de Naciones Unidas, Annán, en su visita al territorio todos parecían estar de acuerdo, surgieron nuevas exigencias marroquíes y el consiguiente parón. A finales de 1999 se dieron por terminadas las identificaciones y se fijó una nueva fecha, la del 31 de julio siguiente. Pero Marruecos movió ficha y presentó 130.000 recursos individuales de apelación que, como es lógico, desbordaron las posibilidades de la Comisión encargada de las identificaciones.

           La ONU, en sus deseos de llegar al final del caso, proponía por esos años tres soluciones, que iban desde la plena integración del Sahara en Marruecos hasta la total independencia, pasando por una amplia autonomía sahariana, pero bajo soberanía marroquí. Baker elaboró su primer Plan, basado en esta “tercera vía”, pero entonces fue el Polisario quien lo rechazó. La ONU comenzó a perfilar una “cuarta vía” –partición del territorio, con la parte norte, rica en fosfatos, para Marruecos, y la sur, con grandes posibilidades basadas en la pesca, para la RASD- , pero al gobierno marroquí no le satisfizo la solución.

          A principios del año pasado (2003), Baker viajó a la zona y presentó su segundo Plan, consistente en  garantizar una autonomía muy amplia para el Sahara dentro de Marruecos por un plazo de 5 años, a cuyo término se celebraría un referéndum para optar por tres opciones: continuar en esa situación, integrarse en Marruecos o independizarse. ¿Quiénes serian los hipotéticos votantes en ese referéndum? Según el Plan Baker II, los ya reconocidos como saharahuis, además de los marroquíes que se hubieran asentado en el territorio con anterioridad a 1996. El Frente Polisario, alentado por Argel y Madrid, lo aceptó, pero Marruecos lo rechazó por “ser contrario a sus intereses y a la paz y a la seguridad en la región” (10).

          Meses después, con la Resolución 1495 de ONU, se pidió a las partes que se aceptara el Plan Baker III, que modifica el anterior en cuestiones administrativas y de competencias. Con el nuevo Plan, a Marruecos le corresponderían las Relaciones Internacionales, la Seguridad y la Defensa, mientras que la bandera y la moneda serían las del Reino alauita. Parecieron acercarse las posiciones y se produjeron declaraciones alentadoras, llegándose, gracias a la mediación del Presidente de Gobierno español, Aznar, a la liberación por el Polisario de 250 marroquíes hechos prisioneros hacía varios años.

          Y en esa situación seguimos, con acusaciones mutuas en las que el Polisario acusa a Marruecos de violar la ley internacional y hacer caso omiso de las resoluciones de la ONU, lo que es totalmente cierto, mientras que los marroquíes tachan al Polisario de marioneta del verdadero enemigo: Argelia, que quiere controlar las que Rabat considera “sus provincias del Sur”. Y ello nos lleva al principio del apartado: un problema derivado de la descolonización que enfrenta entre sí no sólo a Marruecos y el Frente Polisario, sino también a Marruecos con Argelia, involucra a España, a Estados Unidos, a Francia, etc.

          Dedicado ya mucho rato a este tema, básicamente porque afectó y afecta a España, repasemos brevemente lo que ocurre en otras partes de la zona como consecuencia de la descolonización.

          Hay tensiones entre Egipto y Sudán por límites fronterizos; existen fricciones entre Turquía y Grecia -por otra parte, dos países socios de la OTAN- por la delimitación de aguas territoriales, que deja en poder griego todas las islas del Egeo, en ocasiones a “tiro de piedra” de la Turquía continental, por la delimitación de los espacios aéreos y por la partición de Chipre; de vez en cuando hay reivindicaciones sirias ante Ankara por la soberanía de la provincia turca de Iskenderun (la antigua Alejandrieta siria); la partición, comentada ya, de Palestina, sin olvidar tampoco que otra parte del territorio fue segregada para crear el reino de la Transjordania; conflictos entre Irán e Iraq por tierras ricas en petróleo; reivindicaciones armenias ante Turquía por los límites comunes y el recuerdo de un conflicto sangriento, considerado un genocidio por los armenios y oficialmente olvidado por los turcos,...  En fin, no se puede decir que el proceso de descolonización, cuando ya estábamos en el siglo XX, haya sido modélico por parte de las potencias responsables.

     Problemas en un mismo país (diferencias entre comunidades o con minorías)

          Son dos tipos de conflictos que también podríamos relacionar con la descolonización y con las diferencias étnico – religiosas, pero que figuran en este apartado porque en unos casos nacieron y en otros han alcanzado un elevado grado de virulencia en las últimas décadas.

          Un caso paradigmático de conflicto entre comunidades diferentes de un mismo país, se dio en el Líbano, donde los diferentes grupos étnicos y religiosos fueron apoyados por países vecinos o por otras potencias. Y además, so pretexto de defenderse de unos y otros, Israel ocupó durante varios años el sur del Líbano. También el problema de Chipre podría estar relacionado con este apartado, pero de él hablaremos en unos minutos.

          Los conflictos con las minorías tienen dos vertientes distintas. En unos casos se producen en Estados que se niegan a reconocer los derechos de las minorías étnicas o religiosas, mientras que en otros son esas minorías las que, con sus reivindicaciones independentistas, ocasionan el problema, que presenta muy diferentes escenarios de violencia. El independentismo de grupos radicales vascos ha ocasionado más de 800 víctimas mortales en España, pero muy pocas en Francia, -que, por cierto, con su centralismo político, no concede a los vasco-franceses ninguna de las competencias que nuestra Constitución otorga al País Vasco español-. Francia también tiene algún problema con los independentistas corsos. Kosovo quiere separarse de Serbia, Grecia no ve con buenos ojos a la minoría turca de la Tracia griega, y en Turquía se ha vivido una verdadera guerra entre el Estado y el PKK, el partido independentista kurdo, organización que tampoco hace migas con otras facciones kurdas de dentro y fuera del país, pues no hay que olvidar que los kurdos, que nunca constituyeron un Estado, habitan hoy distribuidos por Turquía, Iraq, Irán y, en menor medida, Siria y Armenia.

          En el Magreb la cuestión bereber, tocada anteriormente, suscita periódicamente problemas en Marruecos y Argelia. Las reivindicaciones de la población de aquella etnia, que no es en absoluto árabe, tienen un carácter especialmente cultural, reclamando el reconocimiento oficial de su lengua, pero repercuten sobre aspectos políticos, económicos e incluso ideológicos, llegándose a la existencia de pequeños grupos más radicales que no excluyen una posible separación de aquellos países.

     Territorios en disputa entre dos o más países

          Ya hemos hablado con alguna extensión de disputas por territorios (Sahara, Palestina), pero entre otros casos de este tipo destaca en el Mediterráneo el tema de  Chipre, que en un principio se puede considerar que nació ante las apetencias griegas y turcas por anexionarse la isla.

          La independencia de Chipre se decidió en 1960, tras laboriosas reuniones entre Inglaterra (potencia colonizadora) y Grecia y Turquía, que se disputaban la soberanía de la isla, en un ambiente de terror implantado por la EOKA (Organización Nacional de Combatientes Chipriotas), que con su violencia buscaba la retirada inglesa y la ENOSIS o unión de Chipre a Grecia.

          En la Constitución que se redactó entonces se reconocía el régimen federal de la República de Chipre, en cuyos más importantes órganos legislativos, ejecutivos y judiciales había representantes de las dos comunidades de la isla, en una proporción del 70 % para los grecochipriotas y del 30% para los turcochipriotas. Los tres países (Inglaterra, Grecia y Turquía) serían garantes de la paz mediante una fuerza militar compuesta por 950 griegos, 650 turcos y una Base Naval británica.

          El sistema no funcionó, la situación se fue deteriorando alarmantemente, lo que obligó a la ONU a intervenir, y tras un sangriento golpe de estado, que trajo como consecuencia la destitución del Presidente Makarios, su sustitución por un ex - terrorista de la EOKA y el incremento de actividades violentas contra la comunidad turcochipriota, el 20 de julio de 1974 el ejército turco invadió la isla y ocupó aproximadamente la tercera parte del territorio, en la que aún permanece.

          La historia más reciente la conocen ustedes. Chipre ha quedado dividida en dos partes:

               - La norte, que supone el 36% del territorio, es la autodenominada República Turca del Norte de Chipre, nacida en noviembre de 1983, reconocida a escala internacional solamente por Turquía, aunque haya sido admitida en la Organización de la Conferencia Islámica. En su suelo se asienta un fuerte contingente militar turco.

               - La sur, en la que se encuentra la República de Chipre, reconocida internacionalmente y que, muy recientemente, ingresó en la UE.

          Las posturas para la integración están muy enfrentadas, y ante el futuro cabe preguntarse por cuanto tiempo soportará Turquía el desgaste político de Chipre, un obstáculo importante para su posible ingreso en la UE, o si la ONU logrará que se produzca una Federación entre las dos partes de la isla, a lo que no parecen muy dispuestos, como quedó demostrado en el referéndum relacionado con su ingreso en la UE, los habitantes de la República de Chipre, es decir, los antiguos grecochipriotas. Como vemos, otro conflicto sin una solución a corto plazo, y que también podría relacionarse en alguna forma con la descolonización e, igualmente, con las disputas entre comunidades de un mismo país o territorio y con las derivadas de diferencias étnicas y religiosas.

     La instrumentalización política del Islam

          Partiendo de las bases de que fundamentalismo no es igual a islamismo y de que a lo largo de la Historia el fundamentalismo ha estado también ligado a otras religiones y a otros fenómenos, como el nacionalismo, vamos a dar un breve repaso a la relación que, sin embargo, ha existido en muchos períodos históricos entre Religión y Política en muchos países árabes y musulmanes (11).

          De sobras es conocido que el fundamentalismo islámico nace prácticamente con la propia religión sobre la que se sustenta, y que, por tanto no es un fenómeno nuevo, aunque modernamente se defina como “movimiento religioso musulmán del siglo XX que preconiza la vuelta a la estricta observancia de las leyes coránicas” (12). Dice el mismo texto que en el pasado siglo ha tenido dos principales organizadores: los Hermanos Musulmanes (sunníes, muy implantados en Egipto) y algunos grupos chiitas de Irán, Líbano e Iraq; aunque ha sido en los últimos 25 años cuando, con el triunfo de la revolución iraní y la repercusión que ese hecho tuvo en el mundo musulmán, se consagró el auge de aquella ideología.

          Pero, en mi opinión, habría que remontar aguas arriba el curso del río de la Historia del Islam y llegar casi hasta sus orígenes para empezar a encontrar movimientos más o menos exitosos, más o menos virulentos, que intentaban preservar la religión musulmana de lo que algunos consideraban una amenazante corrupción. Aunque,  como hemos citado, ya en el siglo XX (en concreto a partir de 1928) la secta de los Hermanos Musulmanes aplica sin ambages la teoría de instrumentalizar la religión con fines políticos, en gran parte como consecuencia del impacto que sobre los pueblos árabes tuvo su relación con Occidente: progresiva decadencia de aquellos y auge de éste, incremento de la dependencia de la superioridad técnica europea, implantación y plena expansión del dominio colonial, etc.

          Pero simultáneamente se fue produciendo una clara occidentalización de las clases intelectuales árabes y surgió una ideología laica que, definida como “movimiento panárabe”, combinaba socialismo y nacionalismo y cuyo principal exponente fue el Partido Baaz. La nueva ideología se extendió también entre los mandos de los futuros respectivos Ejércitos, con lo que, apenas producida la descolonización, aparecieron regímenes militares en Egipto, Iraq, Siria y Libia, sin olvidar que en las nuevas teorías encontraba también las bases ideológicas el Frente de Liberación Nacional Argelino e incluso influiría sobre el palestino Al Fatah.

          Esos regímenes militares buscaron la “unidad árabe” y el desarrollo económico como objetivos, pero también como medios imprescindibles para enfrentarse a un enemigo común, Israel, y romper la dependencia de Occidente. No es objeto de este trabajo indagar ni exponer las causas del fracaso de esos proyectos, pero sí hay que resaltar como hechos históricos que “la busca de la unidad se convirtió en una continua competición por el liderazgo árabe” y también que “la causa palestina fue utilizada como arma arrojadiza entre unos y otros Gobiernos (árabes)” (13) . Los territorios ocupados por Israel, y la preponderancia de esa nación como potencia regional son hoy en día los testimonios más claros del fracaso del panarabismo.

          Y en el país árabe en que más claramente se había intentado la modernización, Irán, con el Sha Reza Pahlevi secularizando el aparato gubernativo, a la vez que intentando sustituir las raíces islámicas por un retorno a las glorias del antiguo Imperio Persa, fue donde se produjo el que se puede considerar el pistoletazo de salida moderno hacia la meta del integrismo con el  estallido, en 1979,  de la Revolución Islámica.

          Con la perspectiva histórica del cuarto de siglo transcurrido, puede observarse que la consecuencia de la Revolución no se limitó al derrocamiento  del Sha, sino que los regímenes panarabistas, ya tocados como consecuencia de la no aceptación de sus ideas secularizadoras, fueron objetivos fáciles para el integrismo. En mayor medida Egipto (incluso con el asesinato de su Presidente), Argelia, la OLP, e Iraq fueron testigos del crecimiento de los movimientos islamistas, que hasta fueron causa de un cruel enfrentamiento armado entre ese último país e Irán en la década de los 80 del pasado siglo. En Siria tuvieron los islamistas radicales más dificultades para su expansión, especialmente debido a la fuerte represión desencadenada por el Presidente Hafer el Assad, mientras que en otros países, como Marruecos y Arabia Saudita, sólo conseguirían avances que se pueden considerar ligeros como consecuencia de la  legitimidad religiosa que dicen ostentar las Casas monárquicas reinantes.

          El citado fracaso del panarabismo, aquel sueño del “socialismo árabe”, condujo a un empobrecimiento todavía más acusado y, en consecuencia, a que muchos árabes identificaran el islamismo como una solución hacia la catástrofe social y económica, como una vía hacia la recuperación de su identidad. Porque, como escribió Pipes, “el islam, al contrario que el cristianismo, posee un programa completo para regir la sociedad(...) Por muy difícil que pueda ser la vida pública musulmana, siempre se desarrolla dentro del marco de la sharia” (14), la ley canónica de la religión islámica en la que se concentra el conjunto de los mandamientos de Alá relativos a todas las acciones humanas.

          En los medios de comunicación se puede uno encontrar con opiniones que hablan de un “resurgimiento islámico”, pero también hay muchos historiadores e investigadores que no comparten esa idea, como el profesor Mesa Garrido (15) quien escribe que “por el contrario, para los pueblos árabes el islam es una seña de identidad que nunca se abandonó, ni religiosa ni culturalmente, pero a la que se retorna políticamente tras un largo recorrido histórico preñado de frustraciones después de haber experimentado la panoplia completa de sistemas políticos que venían avalados por Occidente...” Y continúa el mismo autor exponiendo que “Gilles Kepel (16) ha indicado oportunamente que los musulmanes perciben el islam como su principal y definitoria seña de identidad. Pero también, en la hora presente, como la piedra angular donde se asienta además todo tipo de autoridad”.

          Un punto importante en este tema de la expansión del islamismo es el de la financiación de los enormes gastos que conllevan la construcción, en numerosos países, de mezquitas y escuelas coránicas, así como la preparación de clérigos y la compensación de sus gastos. El dinero proviene de los países ricos del mundo árabe, Arabia Saudita especialmente, que han sido los principales impulsores de la aparición de muchos partidos islamistas que en los primeros momentos, en opinión de Balta, “son percibidos por la población como una barrera ante la corrupción y el autoritarismo de los regímenes en vigor”, es decir, en palabras de Mesa Garrido, como una vuelta a los “fundamentos”, a las verdades originales, “a los tiempos en que los clérigos ejercían la autoridad moral, la jurídica y la política; a los que tiene la sharia como la norma superior que debe respetarse y cumplirse escrupulosamente”.  Es decir, que todo irá mejor cuando esa ley, la sharia, superior incluso a la Constitución del país respectivo, gobierne todos sus actos.

          Y, sin duda, como lo estamos viviendo, esta forma de instrumentalizar políticamente la religión, en concreto el Islam, está conduciendo a conflictos internos e internacionales.

     Los cristianos de Oriente

          Es muy curioso constatar el gran desconocimiento de este tema en Occidente, no sólo entre la clase política, sino en las mismas comunidades cristianas, sean protestantes o católicas. De igual manera, los medios de comunicación social, tan proclives a la reclamación de igualdad de derechos en los países occidentales para quienes profesan una religión distinta a la cristiana, olvidan que en Oriente Medio los cristianos no son medidos con el mismo rasero que se reclama para otros en nuestras tierras.

          Desde hace más de 30 años se viene produciendo un doloroso y silencioso (¿silenciado?) éxodo de miembros de las comunidades cristianas de Oriente Medio. Algunos buscan la causa de esa diáspora en los continuos conflictos entre árabes e israelíes y en los problemas internos, sociales y económicos de algunos Estados musulmanes, pero tras todo eso subyacen también dos motivaciones fortísimas: el auge del islamismo radical y la política israelí. Para hacernos una idea de lo que supone esa emigración forzada y silenciosa, Monseñor Laham, Arzobispo greco–melkita de Jerusalén, señala que tras la II Guerra Mundial residían en aquella ciudad 45.000 cristianos, número que descendió a 25.000 cuando terminaba la década de los 60 del pasado siglo y llegó a los 10.000 en 1996.

          El tema es también especialmente significativo en Egipto, país en el que los cristianos coptos accedieron a la ciudadanía en la primera mitad del siglo XIX y a los que, posteriormente, les fueron reconocidos todos sus derechos en pie de igualdad con los musulmanes. Pero la Constitución egipcia de 1971 hizo de la sharia la “fuente principal” de la legislación, para en 1980 adoptar el Parlamento egipcio una resolución que la convertía en “fuente única” del conjunto de leyes por las que se rige el Estado (hecho por otra parte idéntico a lo que sucede en Sudán y Arabia Saudita). Y ya saben ustedes que la sharia no favorece, precisamente, la libertad religiosa, por lo que pueden imaginarse la situación de los cristianos en esos países, además de, por ejemplo, Irán o Iraq.

          Hace hoy exactamente una semana, el diario La Razón, publicaba un artículo (17) en el que se divulgaba la feroz advertencia de Al Qaeda a los niños cristianos iraquíes: “Convertíos al Islam o seréis asesinados” . Los cristianos de este país, que suponen un 4% de la población están repartidos en tres ramas, una dependiente de Roma, la caldea, y otras dos ortodoxas, la jacobina y la nestoriana.  En la década de los 90 del pasado siglo, la población cristiana de Iraq se ha reducido a la mitad, sumando ahora unas 800.000 personas. Es sintomático que, de acuerdo con los datos de la ONU, uno de cada cinco iraquíes que solicita el estatuto de refugiados es cristiano.

          Por tanto, acordémonos también de vez en cuando de ese conflicto soterrado y silencioso (me vuelvo a preguntar: ¿silenciado?) en el que los sufrientes son los cristianos de Oriente Medio.

     Las desigualdades económicas, la demografía y la emigración

          En la gran mayoría de los trabajos que uno encuentra sobre las desigualdades económicas, aparece trazada una línea imaginaria que sirve de frontera entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado y que se dibuja prácticamente por la mediana del Mediterráneo. Yo creo que la diferencia es mucho más notable en la parte occidental de la cuenca, entre lo que podríamos llamar la zona latina y sus correspondientes vecinos africanos, e incluso europeos. Unos cuantos datos sirven para sustentar esta opinión.

          En el citado trabajo del Profesor Balta (Le Mediterranée entant que zone de conflictes) se puede leer que hacia 1995 España, Francia e Italia tenían un peso del 15% en el comercio mundial, mientras que todos los demás países ribereños reunidos no sobrepasaban el 3%. Asimismo, los tres países del Magreb central -Túnez, Argelia y Marruecos- efectuaban más del 70% de sus operaciones de comercio exterior -exportaciones e importaciones- con la Unión Europea, pero para ésta ese tráfico comercial no suponía ni el 4% de sus intercambios con el resto del mundo. En otra ocasión dije aquí mismo (18): “Hagan un ligero repaso de comparación entre rentas per cápita (entre países fronterizos) y encontrarán que, con la excepción de las dos Coreas, no hay dos naciones vecinas con una desproporción tan abrumadora de rentas como la que existe entre España y Marruecos. La relación de casi 13 a 1 a nuestro favor no es superada ni siquiera por la que hay entre Estados Unidos y Méjico”.

          Como consecuencia de la Reunión de Barcelona, el proceso euromediterráneo se ha propuesto el nacimiento de una zona de libre cambio en el Mediterráneo para el año 2010. Sin embargo, a muchos economistas ese plazo les parece exageradamente optimista, pues consideran que el período de adaptación será dificilísimo para los países del Sur y el Este y que, posiblemente, acarreará en esas naciones graves tensiones sociales internas.

          Por lo que se refiere a la demografía, siguiendo el trabajo del profesor Balta y con la ayuda de una modesta Enciclopedia, podemos constatar que en 1950 los países ribereños del Mediterráneo sumaban 250 millones de habitantes, de los que más de 160 (las dos terceras partes) vivían en el norte y la tercera parte restante, unos 90 millones, en el sur. En 1985 la población mediterránea había crecido hasta 360 millones, repartidos entre los 190 millones de la parte septentrional y unos 170 millones en la meridional.- En la actualidad, para un total de 450 millones de “mediterráneos”, ya son mayoría los que viven en el sur, pero la actual diferencia irá en aumento, pues se prevé que en el 2025, de unos 600 millones, las dos terceras partes, unos 400, serán sureños y el resto, unos 200 millones, norteños.

          Esta circunstancia da lugar a un hecho curioso: El Norte, que promueve e intenta lograr la asociación con el Sur, percibe esa tendencia como una amenaza, especialmente por el incremento desatado de la inmigración ilegal, con lo que nos encontramos ante otro fuente de riesgos y posibles conflictos. Les recomiendo en este momento el trabajo de D. Javier Guisández Gómez (19). En sus aproximadamente treinta hojas pueden encontrar un perfecto estudio sobre la emigración, sus tipos y sus causas, así como una interesantísima evolución periódica de la forma de pensar y actuar del inmigrante conforme discurre su vida en el país de acogida.

          Mucho más brevemente que él, resumiremos que las causas de la emigración se pueden encontrar en la política, los factores sociales, incluso las guerras, pero, a mi juicio, las dos reunidas en este apartado, las desigualdades económicas y el crecimiento demográfico, son fundamentales para que la emigración se produzca.

          Quiero añadir, para evitar erróneas interpretaciones de mis palabras, que la inmigración, en sí misma, no es mala. España ha sido durante siglos un país de emigrantes, quienes contribuyeron con su trabajo al desarrollo del país que los acogió, al enriquecimiento de nuestro propio país con el flujo de divisas enviadas a sus familiares, y, en la mayoría de las ocasiones, a una mejora importante de sus condiciones de vida sociales y económicas. El peligro no estriba en el hombre o la mujer que llega al soñado paraíso de forma legal, controlado y, en ocasiones, con un contrato de trabajo bajo el brazo. El riesgo se enfoca hacia la emigración ilegal, fenómeno que tiene, al menos, las siguientes secuelas perniciosas:

               - Favorece la explotación laboral en el país de arribada.

               - Dificulta la integración social de los propios “ilegales”, con lo que éstos pasan a constituir un excelente centro de reclutamiento para la delincuencia, la prostitución, etc.

               - Dificulta la promoción de la emigración legal.

               - En muchas ocasiones, pone en peligro la vida del propio emigrante ilegal.

          Y, como consecuencia, supone un factor con un gran componente desestabilizador en los ámbitos regional, nacional e internacional (20), o lo que es lo mismo: una potencial fuente de conflictos.

     Las violaciones de los Derechos Humanos

          Este apartado lo vamos a esbozar ligeramente , pues sin duda a lo largo de este Ciclo de conferencias han oído y van a oír hablar repetidamente de la falta de respeto hacia los Derechos Humanos en bastantes de los países del área mediterránea, especialmente, de nuevo, en su orilla sur.

          Lo paradójico y decepcionante es que muchos de esos países en que los derechos más elementales de la persona son conculcados a diario son firmantes de la Declaración de Barcelona (1995), en cuyo primer capítulo nos encontramos con unas líneas que exigen, de forma explícita, clara y contundente el respeto hacia esos derechos. Lo cierto es que esta cuestión es fuente y origen de conflictos entre los regímenes autoritarios y los pueblos, las sociedades civiles, que aquellos gobiernan y que, según la citada Declaración, deberían jugar un papel esencial en la consecución de la estabilidad y de la paz.

          Pero hay una pregunta que yo creo que es fundamental para entender alguna de las causas del problema: ¿tenemos el mismo concepto de lo que son y lo que significan los “derechos humanos” en todos los países mediterráneos? Evidentemente la respuesta es negativa. Las sociedades musulmanas no comparten el modelo occidental que define los derechos y las libertades del hombre y, por tanto, se resisten a adoptarlo. Ellos tienen su propio concepto, claro está, pero debe ceñirse en todo a la sharia, la ley islámica.

          Hay que reconocer que la mayoría de los gobiernos de los países mediterráneos hacen esfuerzos -quizás a veces “cara a la galería”, para dar una mejor imagen- encaminados a cambiar la situación, pero también es cierto que los avances son muy lentos, y a veces imperceptibles. Túnez, Argelia, Libia, Marruecos, Jordania, Siria, Egipto, Israel, la ANP, etc. son ejemplos de lo expresado.

          Y también quiero añadir que la tónica general -vean cualquier medio de comunicación-  parece ser la denuncia de que los derechos humanos sólo los conculcan los gobiernos o regímenes imperantes, mientras que pocas veces se lee o se escucha que son especialmente los grupos violentos, con frecuencia también amparados por partidos políticos, los principales violadores de aquellos derechos, empezando por el de la vida.

          Asimismo es importante destacar que esa falta de respeto a los derechos humanos no se circunscribe exclusivamente a los países del sur mediterráneo. También en el norte  de aquella masa de agua, especialmente en el área balcánica, los gérmenes del odio, la intolerancia y la intransigencia están presentes, y quizás sólo hibernados por la presencia de unidades militares de ONU, OTAN o la UE.

     La supremacía energética. El petróleo y el gas

          Es de sobra conocido que la pujanza de los países industrializados, entre los que se encuentran los del arco latino mediterráneo, depende en gran manera de los hidrocarburos, y que, por otra parte, en las zonas sur y sudeste mediterráneas se encuentran yacimientos y reservas de ese tipo de fuente de energía de incalculable valor. Por consiguiente, en el norte de la cuenca, así como en el resto del mundo, se considera que la inestabilidad en la región puede convertirse en una fuente de conflictos, lo que cuelga como una espada de Damocles sobre los corazones industriales de los países ricos.

          A la dependencia que casi podríamos llamar tradicional del petróleo se está sumando desde no hace mucho la del gas. Las instalaciones de extracción y explotación son muy costosas, lo que conlleva que la compensación económica deba relacionarse con el suministro durante mucho tiempo. Surge de aquí la necesidad de una estrecha y duradera cooperación entre el país productor y el consumidor, lo cual supone una garantía de estabilidad regional si se tiene en cuenta que, en el área que nos ocupa, el suministrador y el receptor se encuentran a ambos lados del mismo mar. Buenos ejemplos de esa cooperación son los gaseoductos Argelia – España y Libia – Italia. La principal amenaza contra ese lazo sólido parte de los grupos terroristas que pueden sabotear instalaciones o, con mucha más facilidad, las kilométricas tuberías de conducción.

     Un problema gravísimo para un futuro inmediato: el agua

          Si mi generación ha visto afectada sus condiciones de vida en varias ocasiones por problemas relacionados con la producción o los precios del crudo, es posible que cuando la que hoy roza los 20 años alcance el medio siglo de edad, haya vivido, de cerca o de lejos, las consecuencias de otra crisis cuyas nubes están en el horizonte. Y son nubes de agua.

          Ya en 1987, el entonces Secretario General de la ONU, Boutros Gali, decía que la nueva guerra en Oriente Medio tendría como causa el agua y no la política. Si su profecía no ha sido cierta, busquemos la causa en otros factores y no en el error de juicio de una persona que, por su cargo, tenía que estar muy segura de lo que decía, y atrasemos un poco el desencadenamiento del conflicto si, Dios lo quiera, no surgen antes soluciones sensatas.

          Numerosos estudios prevén que, de aquí al 2025, el crecimiento de la demanda de agua será del 50% en la parte norte de la cuenca mediterránea y del 400% en la parte sur, precisamente en la zona que ya es deficitaria. Algunos opiniones recogidas de Internet (21)añaden que ese déficit se va a agravar por el elevado crecimiento demográfico, el incremento de la población urbana, y la reducción del caudal de los ríos por la construcción de presas y la desmesurada explotación de la capa freática. Todo ello conducirá, según los especialistas, a que el déficit de agua en el mundo árabe alcance hacia el 2025 unos 200.000 millones de metros cúbicos anuales.

          Se podría hablar de soluciones si la zona fuese un remanso de paz, pero como desgraciadamente sucede lo contrario, existen serias preocupaciones al respecto, y el agua, ese elemento vital y estratégico, supone un riesgo, más bien ya una amenaza, de aparición de importantes conflictos al menos en dos partes de la zona del mundo que estamos estudiando. Uno podría producirse entre Turquía, Siria e Iraq,  y el otro, un añadido al actual cóctel explosivo, entre Israel y sus vecinos.

          Si bien los tres primeros países citados han mantenido históricamente fuertes controversias sobre la utilización del abundante caudal de los bíblicos Tigris y Éufrates, los rápidos incrementos de población llevaron desde hace apenas tres décadas a los respectivos gobiernos a acometer importantes obras de aprovechamiento hidráulico. Iraq construyó un canal de 585 kilómetros para unir los dos ríos, además de otros de menor longitud entre afluentes y provincias. Por su parte Siria represó el Éufrates con el gran pantano de Al-Thawra, lo que hizo disminuir en una cuarta parte el caudal del río en su curso hacia Iraq, con las consiguientes airadas protestas y amenazas de Bagdad.

          Turquía está poniendo en marcha un gigantesco programa de desarrollo, el “Southeastern Anatolian Project”, conocido allí por las siglas GAP, que incluye un ambicioso plan de aprovechamiento hidráulico destinado a fertilizar las desoladas tierras del sudeste de la Península de Anatolia, es decir, de la Turquía asiática. Ese plan contempla la construcción de 15 presas y 18 centrales eléctricas en las cuencas del Tigris y el Éufrates, especialmente en la de éste; Varias de esas obras están ya en funcionamiento y entre las presas destaca la que lleva el nombre del fundador de la Turquía moderna, Ataturk, que se inauguró en julio de 1992 y es, en verdad, impresionante, con una pared de 170 metros de altura y un lago artificial de 820 kilómetros cuadrados de superficie, lo que lo convierte en el cuarto del mundo.

          Pero los vecinos de “aguas abajo”, Siria e Iraq, opinan que Turquía no sólo tiene interés en desarrollar su depauperado sudeste, sino que también alberga intenciones estratégicas, pues los citados ríos, especialmente el Éufrates, suponen un elemento muy importante en sus economías. El resultado es, por el momento, que Iraq se queja de recibir 2.000 millones de metros cúbicos anuales menos de los que necesita y Siria habla de un déficit de unos 1.000 millones.

          Turquía ha ofrecido resolver el problema con el denominado, por Ankara, “Acueducto de la Paz”, que, recogiendo las aguas de otros dos ríos turcos, el Ceyhan y el Seyhan que desembocan en el Mediterráneo, entraría como un solo tronco en Siria para luego dividirse en dos ramas: una, pasando por la parte oriental de Arabia Saudita y Kuwait, terminaría en los Emiratos Árabes, mientras que la otra recorrería Siria, Jordania y la parte occidental de Arabia Saudita. Pero la solución, que requeriría una costosa inversión, tropieza con el escollo de la desconfianza mutua. Todos los países receptores recelan en primer lugar de Turquía, que con el sistema controlaría el vital suministro; luego, de los que están “aguas arriba”, que podrían cortar el caudal cuando lo desearan, y, finalmente, también todos de Israel, que podría destruir, en caso de conflicto, el acueducto.

          En cuanto al tema de la disputa del agua entre Israel y sus vecinos, la ocupación de los Altos del Golán no debe contemplarse únicamente desde el punto de vista estratégico militar, sino teniendo en cuenta la afirmación del profesor Balta, varias veces citado ya, quien califica esos Altos como “una verdadera esponja”  y añade que “son sus reservas acuíferas las que le dan una verdadera importancia estratégica”.

          En el trabajo citado de Dª. Zelmys M. Domínguez se refuerza lo anterior con el siguiente párrafo:”Tel Aviv controla gran parte del preciado líquido en la meseta siria del Golán, los afluentes del río Jordán, casi la totalidad de fuentes y reservas acuíferas de Cisjordania y la franja de Gaza...”. Por lo tanto, la “Guerra de los Seis Días” no solo trajo consecuencias militares y políticas, sino que, en el aspecto que ahora comentamos, fueron de vital importancia, ya que los árabes perdieron el control de las aguas del Jordán y de las del Yarmuk, lo que permite a Israel, mediante el bombeo de sus aguas hacia el Lago de Tiberíades, convertir éste en una reserva segura para tiempos difíciles. Además, claro está, de dificultar enormemente el desarrollo de Jordania y Siria.

     La rivalidad Europa – EE.UU

          No podíamos terminar este repaso de causas de conflictos en el Mediterráneo sin detenernos unos momentos en esa curiosa relación de amor – odio (o al menos desamor) existente entre Europa y los Estados Unidos. En muchísimos aspectos sus intereses son comunes y los más importantes países europeos están ligados al gigante norteamericano por lazos militares y económicos, pero hay ocasiones en que europeos y norteamericanos parecen marchar por distintos derroteros en diferentes regiones del mundo, en pro, claro está, de sus propios intereses políticos, económicos, sociales o culturales.

          Y es en la relación con el mundo árabe donde esas divergencias aparecen más nítidamente marcadas. En los últimos tiempos, y en varias ocasiones, los EE.UU. no han parecido sentirse a gusto con los intentos de acercamiento euro – árabes, y su política ha dado señales de encaminarse a boicotear o a dificultar la europea. Así ocurrió, por ejemplo, con el mantenimiento del embargo a Libia o con los obstáculos a la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en el Mediterráneo propuesta por España e Italia. A la vez, los estadounidenses han intensificado su penetración cultural y económica en el Magreb.

          Quizás también antes existían esas divergencias, que quedarían difuminadas en los tiempos de la Guerra Fría ante la amenaza común, pero tras la desaparición de la URSS y la menor influencia estratégica de Rusia, el crecimiento económico y político de la Unión Europea y su interés en lograr en el Mediterráneo un peso acorde con su potencial en todos los aspectos hacen brotar de vez en cuando las chispas del desacuerdo, que incluso se ha hecho sentir en la propia OTAN.

          Creo que la mayoría estará de acuerdo en que la principal diferencia se muestra en el tantas veces citado conflicto de Oriente Medio, donde el claro apoyo estadounidense a la política israelí ha hecho enfrentarse en numerosas ocasiones a Washington con sus, en tantos aspectos, socios europeos en muchos foros mundiales.

PROBLEMAS  PARA  LA  SEGURIDAD  DE  ESPAÑA

          España, además de poder verse afectada por esos posibles conflictos, no sólo por su condición de país mediterráneo, sino también por formar parte de todas las organizaciones de seguridad y política europeas, hay que corre el riesgo de enfrentarse a algunos problemas que podrían calificarse de “no compartidos” con sus aliados.

          La calificación de “no compartido” expresa, obviamente, que se puede producir una situación que quizás España tuviera que encarar sola, sin que compartiera, aunque haya acuerdos firmados sobre seguridad y defensas mutua, aquella tesitura con ninguna otra nación. Si como ejemplo basta un botón, recuerden la situación de hace un par de años cuando Marruecos ocupó el islote de Perejil: nuestro Gobierno buscó la tan cacareada solidaridad de los socios europeos, pero todos conocen que el único apoyo serio encontrado fue el de ese tan denostado país que son los Estados Unidos. Washington, tras la toma de Perejil por nuestros soldados (con el único objeto de restablecer el statu quo anterior, es decir, que volviese a ser un pedazo de tierra desmilitarizada), presionó a Rabat para abortar una extraña aventura que podría haber conducido a un enfrentamiento más grave.

          Pues bien, en ese entorno de “problema no compartido” se materializa la reclamación constante de Marruecos acerca de la soberanía de nuestras Ciudades Autonómicas de Ceuta y Melilla, acompañada de la absurda, por antihistórica y antijurídica equiparación al caso de Gibraltar. Lo triste del caso es que, desde nuestro propio solar hispano, hay gentes que, por desconocimiento histórico, o por otras causas que no aventuro, apoyan esas reivindicaciones marroquíes.

          Al tema de la españolidad de Ceuta y Melilla, tan nuestras como Gerona, Lugo o Sigüenza, podríamos dedicarle un seminario tan largo como este  Curso, por lo que solo voy a recordar y sintetizar que:

               - Melilla y Ceuta eran parte de España cuando España era romana.

               - Melilla y Ceuta eran españolas cuando el Califato de Omeya (que no tenía nada que ver con Marruecos) regía buena parte de España.

               - Ceuta fue conquistada por Portugal en 1415 y pasó bajo dominio de monarcas españoles (Felipe II, Felipe III, Felipe IV) hasta que en 1640 se incorporó a la Corona de España, cuando no existía Marruecos como Estado.

               - Melilla permaneció abandonada mucho tiempo hasta que en 1497 se incorporó a la Corona de Castilla, cuando, como en el caso ceutí, no existía Maruecos como Estado.

               - Cuando Marruecos existió, su beligerancia hacia ambas ciudades las hizo defender siempre su españolidad, y, como las demás ciudades españolas, han vivido las vicisitudes de la política nacional (Guerra de Sucesión, Guerra de la Independencia, Guerras Carlistas, Primera República, Restauración, Segunda República, Alzamiento Nacional, Régimen de Franco y Monarquía Constitucional).

         Melilla y Ceuta fueron las bases desde donde se ejerció la labor protectora y civilizadora de España en el norte de Marruecos, que finalizó con la independencia marroquí en 1956. A partir de este momento, el Rey Mohamed VI comenzó una política de reivindicaciones en un período que se ha conocido como de “internacionalización del problema”. Cuando en 1961 subió al trono su hijo Hassan II, éste planteó en la ONU las mismas reclamaciones, pero la respuesta de la Asamblea General fue tajante: “Ceuta y Melilla son entidades sometidas a una autoridad que no era la de Marruecos al nacer éste como nación”.

          Dejando a una lado las amenazas más o menos veladas de la monarquía alauita contra España (a este respecto recomiendo el magnífico libro de D. César Vidal titulado España frente al Islam), para cualquier persona medianamente objetiva queda claro que las reclamaciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla son absolutamente injustificadas, pues tienen la misma base jurídica que si reclamaran Granada o Canarias para formar ese utópico y descabellado gran Maruecos cuyo mapa, dicen, cuelga en el despacho del propio rey marroquí.

          Pero han sucedido más cosas: Melilla y Ceuta, en la actual organización del Estado español, son Ciudades Autónomas, reconocidas en la Constitución y, como tales, consideradas por la Unión Europea. Y a este propósito, y para acabar con el tema de las dos ciudades, quiero transcribir literalmente lo que D. Dionisio García Flórez, Doctor en Relaciones Internacionales, escribía en 1997 (22):

               “Sin lugar a dudas, se puede decir que, hoy por hoy, la Unión Europea es el mayor garante internacional de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla, no sólo porque reconoce formalmente que ambas ciudades son españolas, sino porque su actual y futuro desarrollo político dependen en gran medida de las instituciones comunitarias..."

           Por tanto, si algún país, para ocultar con columnas de humo cualquiera de sus debilidades presentes o futuras quiere, en nombre de un nacionalismo exacerbado, intentar algo fuera de la ley internacional contra nuestras ciudades del norte de África, el resultado está muy claro: cometería un tremendo error de incalculables consecuencias para sí mismo.

          Un caso absolutamente distinto es el de la colonia inglesa de Gibraltar,  que no creo que debería haberlo incluido entre los susceptibles de crear un serio conflicto, pero ello me obligaría a abrir un nuevo apartado titulado “Anacronismos”, en el que el caso del Peñón ocuparía el primerísimo e indiscutible lugar. Que un territorio que fue ocupado bajo unas premisas por una coalición de naciones sea unilateralmente usurpado por una de ellas al día siguiente de la ocupación (hace ahora algo más de 300 años), convertida en colonia por esa potencia ocupante, mantenida en ese mismo estatus colonial en la Europa del siglo XXI, en contra de los deseos mil y una veces expuestos por la nación expoliada, bajo muy distintos regímenes políticos, y cuando esta misma nación considera a aquella como amiga, socia y colaboradora, es un absurdo inconcebible. Que encima haya gentes que opinen, escriban o dictaminen que es el mismo caso de Melilla y Ceuta ya alcanza lo inverosímil, a no ser, claro, que el opinante, escribiente o dictaminador sea parte interesada en el asunto... o un ignorante.

          También de forma esquemática vamos a comparar el caso gibraltareño con el de nuestras ciudades norteafricanas y podrán ustedes sacar las consecuencias:

               - Gibraltar es una colonia británica, como reconoce la ONU, y Melilla y Ceuta son dos ciudades españolas reconocidas no sólo en nuestra Constitución, sino por la propia Unión Europea, y con un régimen autonómico similar al del resto de Comunidades españolas.

               - La ocupación de Gibraltar se hizo en nombre de un aspirante a la Corona de España, y no en un contexto de guerra bilateral entre España e Inglaterra. Ceuta y Melilla son españolas desde varios siglos antes de que existiese el Reino de Marruecos.

               - Los habitantes de Ceuta y Melilla, incluidos los de etnia berebere y religión musulmana que lo han deseado, son españoles y como tales están amparados por las leyes españolas y comunitarias. Los de Gibraltar tienen el estatus de residentes en una colonia británica, sin que, por tanto, puedan integrarse en Europa.

               - La ONU reconoce el estatus colonial de Gibraltar e insta a los Gobiernos español y británico a resolver el contencioso. La misma Organización no reconoce que existe un contencioso entre España y Maruecos con respecto a Ceuta y Melilla.

          Considero, pues que queda claro el tema. Personalmente me irritan quienes demagógicamente opinan que con el regalo de Ceuta y Melilla a Marruecos se produciría la automática devolución de Gibraltar a España. ¿En qué se basa esa absurda aseveración? Nunca lo dicen, pero insisten en lo anterior. ¿Ignorancia? Puede ser, aunque hay veces que a uno le hacen pensar mal ciertas actitudes.

LOS  INTENTOS  DE  SOLUCIÓN

          Quizás la palabra PAZ en el título de esta intervención mía haya podido hacer que alguno concibiera esperanzas en el sentido de que yo iba a exponer la forma de llegar a esa ansiada situación en la cuenca mediterránea. Desgraciadamente no es así, pues mi escaso intelecto no abarca la tan repetida complejidad de circunstancias que se dan en la zona. Quizás en este Curso oirán hablar de soluciones, o a lo mejor en otra ocasión podemos acercarnos de forma individual a cada uno de los problemas y hablarles de los intentos de solución específicos que se han diseñado o están en marcha para solventar los casos que nos han ocupado la última hora. Desde luego, para ello necesitaríamos un tiempo bastante mayor que el consumido hasta el momento.

          Muy brevemente les diré que existen intentos de solución de la comunidad internacional y que, para orgullo nuestro, algunos de los más importantes llevan el “apellido” de una ciudad española, como la “Conferencia de Madrid” o el “Proceso de Barcelona”. Pero después de pensar bastante sobre el tema, creo de corazón que bien a escala general, o si lo prefieren analizando individualmente cada caso, los problemas no empezarán a encaminarse hacia sus soluciones mientras las naciones ribereñas no comiencen a aplicar, y con la mayor urgencia posible, medidas generadoras de confianza, pues, conforme pasa el tiempo, el Mediterráneo, como acabamos de ver, se está convirtiendo en una de las zonas más inestables del planeta, sobre la que además, por si fuera poco, planea como un trágico pájaro de muerte el espanto del terrorismo.

          Y creo también firmemente que, de entre esas medidas que he llamado generadoras de confianza, las más eficaces serán las que lleven a la reducción de las desigualdades (sociales, políticas, económicas, militares,...) entre el norte y el sur mediterráneos. Sin olvidar, claro está que casi todas las soluciones pasan por una drástica rebaja de la tensión en el conflicto palestino–israelí. Aquí hay que resaltar que sería fundamental un acercamiento de los Estados Unidos al mundo musulmán, con un viraje en su política de total apoyo a Israel.

          La Unión Europea, con la experiencia adquirida con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, puede y debe jugar un papel importantísimo. Y también la OTAN, que ya ha iniciado una inteligente política de incremento de la confianza mutua con los países del norte de África.

          El primer día de este Curso, el Profesor Lorite, en la parte final de su conferencia, hizo una aseveración que me impresionó: “Lo que une es lo que podemos ser”. Creo que esa frase debería grabarse en todos los foros en que se discute sobre el Mediterráneo.

          Y terminaremos con una reflexión. España, y con ella los países europeos mediterráneos más importantes, como Francia e Italia deben continuar y redoblar sus esfuerzos para convencer a sus socios de la Unión Europea y de la OTAN de que si se desea una Europa segura y en paz para los siglos venideros, el camino pasa por un Mediterráneo también en paz y seguro. España es hoy una nación que ha demostrado una enorme capacidad de mediación, de organización y de influencia sobre otros países. No podemos desperdiciar esta oportunidad histórica de que el nuestro se convierta en la locomotora que arrastre el tren de la paz y la seguridad en el Mediterráneo.

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Notas
1 -  “Las organizaciones regionales del Sur y su papel en la seguridad del Mediterráneo”.  Grupo de trabajo hispano-franco-italo-portugués sobre el Mediterráneo (Monografías del CESEDEN, núm. 35/1999).
2 - Cuaderno de Estrategia del CESEDEN núm. 47/1992.
3 - Coloquio hispano-francés-italo-portugués sobre la seguridad en el Mediterráneo  (Monografías del CESEDEN, núm. 35/99)
4 - Paul Balta. “La Méditerranée réinventée”. Fundación Seydoux. París 1992. Paul Balta. “La Méditerranée entant que zone de conflicts”. Fundación Seydoux. París. En Internet buscar Fundación CIDOB.
5 - La tarde del día 26 de noviembre de 2004, anterior al fijado para pronunciar la presente conferencia, los medios de comunicación informaban que el Parlamento israelí había aprobado la retirada de Gaza, aunque varios ministros del gabinete Sharon amenazaban con dimitir en señal de disconformidad con la medida.
6 - Cuando se pronunció la conferencia aún vivía el líder palestino.
7 - Leopoldo García García. “Influencia de las potencias colonizadoras en la formación de los Ejércitos de los países del Norte de África”.  Monografías del CESEDEN núm. 28/1998.
8 - Priego Moreno y Abad Quintana. “La naturaleza del conflicto y su realidad en los países del área sur y oriental mediterránea”. Monografías del CESEDEN núm. 69/2004.Ver también www.ccp.fuhem.es (Seminario de Investigación para la paz 10/99).
9 - Op. cit. Pág. 110.
10 - Priego y Abad. Op. cit. Pág. 118.
11 - Ver al respecto los trabajos en los Cuadernos de Estrategia del CESEDEN de D. Ramón Ortiz Marina (Cuaderno núm. 45/1992), de D. Emilio Benavent Escriu (Cuaderno núm. 56/1992) y el Cuaderno núm. 53/1992, así como la colaboración de D. Roberto Mesa Garrido en el número 31/1999 de la colección Monografías, también del CESEDEN
12 - El Pequeño Larousse Interactivo”, Ed. 2001. Voz ”Fundamentalismo”.
13 - Ortiz Merino. Op. cit. Pág. 35.
14 - Pipes, D. “El islam de ayer a hoy”. Traducción de Sagarra y Palencia. Madrid 1987. Página 25.
15 - Mesa Garrido, R. “Los sistemas políticos en el mundo árabe. El fundamentalismo”. Cuadernos de Estrategia del CESEDEN núm. 31/1999, pág. 94.
16 - Kepel, G. “Faraón y el Profeta”. Traducción de M. Mencos, Barcelona, 1988. Pág. 15
17 - Pérez Barber, F. Suplemento Fe y Razón núm. 229. La Razón, núm. 2.159 (20 de octubre de 2004).
18 - “Cultura, política y religión en el choque de civilizaciones”. Ed. ENARGEIA. Centro Popular de la Cultura Canaria. 2004. Pág. 428.
19 - Guisández Gómez, J. “Causas y evolución de la inmigración del Magreb”. Monografías del CESEDEN, número 52/2002. Págs. 19 a 48.
20 - Núñez Villares, J.A. “Movimientos migratorios y seguridad internacional”. Monografías del CESEDEN, núm. 40/2000.
21 - Domínguez Cortina, Zelmys M. “Conflictos por el agua en el Machrek”. CIAMO
22 - García Flórez, D. “Ceuta y Melilla en el ordenamiento constitucional español” Cuaderno de Estrategia del CESEDEN núm. 91/1997.