Homilía

 

Por Jesús Botana Cobián   (Publicado en el Diario de Avisos el 25 de julio de 2011)

         

          Con motivo del Bicentenario de la Gesta del 25 de Julio de 1797, el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife publicó un opúsculo en el que figura el facsímil del Sermón predicado en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en la festividad de Santiago Apóstol del año 1797. “Borrador, de puño y letra del autor para el sermón pronunciado en la festividad de Santiago Patrón de España en Julio de 1797, por el Presbítero Curras con motivo de la victoria alcanzada sobre las armas inglesas y la división de su escuadra, a las órdenes del famoso almirante Horacio Nelson, por el pueblo de Santa Cruz y sus tropas el día del glorioso apóstol” (de la ficha del documento).

          Probablemente no sea exacta la fecha, que figura en la ficha, en que se predicó esta homilía en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción. Parece muy precipitado que el mismo día que se firmó la capitulación se celebrara la función religiosa solemne de acción de gracias. También parece que la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción es la de La Laguna.

          La homilía “refleja perfectamente la mentalidad religiosa del momento en el que queda patente la exaltación del pueblo tinerfeño ante la victoria” (de la presentación del opúsculo por el entonces Alcalde de Santa Cruz de Tenerife don Miguel Zerolo).

          Hace años que asisto a las ceremonias religiosas que se celebran con motivo, tanto del aniversario de la fundación de la ciudad (día 3 de Mayo) y del patronazgo de la Santa Cruz, como de la conmemoración de la Gesta del 25 de Julio y del copatronazgo del Apóstol Santiago. En las homilías de casi todas estas ceremonias la referencia al hecho histórico que nos convocaba era casi irrelevante. Sin embargo ambos hechos históricos fueron presididos por el símbolo de la Cruz; la Cruz de la Fundación de la Ciudad y la Cruz de Santiago y ambas cruces blasonan el escudo de nuestra ciudad. Hecho este preámbulo, sí quiero comentar la magnífica homilía, que con el estilo propio de la época, constituye una brillante pieza oratoria y, entresacando algunos párrafos, sugerir al lector temas de reflexión sobre la indudable conexión de la Gesta del 25 de Julio y el hecho religioso.

          El presbítero Curras compone un sermón haciendo un parangón entre pasajes del Antiguo Testamento y la gesta recientemente acaecida. Así inicia su discurso con unos párrafos en latín que me permito no transcribir pero si su traducción:

               “Entonces el Señor envió un ángel que aniquiló a todos los guerreros valientes, a los jefes y a los oficiales en el campamento del rey de Asiria. Este tuvo que volver a su país, completamente avergonzado”.

               “Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos de Sennacherib, rey de Asiria, y de las manos de todos los demás, y les dio paz en todas sus fronteras”.(Libro II de las Crónicas 32/21y22).

          ¿De quién hablan los libros santos? ¿Del soberbio Sennacherib, que intentó atacar a los judíos con lo más escogido de su ejército, o del orgulloso inglés que acaba de asaltar a nuestra plaza fuerte de Santa Cruz de Tenerife?

          ¿Es de Ezequías que lleno de valor y fiando de Aquel que da la ley a toda la naturaleza, que es el soberano del universo, el Señor Dios de los ejércitos… y que destina sus oficiales a sus respectivos puestos, y en medio de la plaza les dice: "Obrad con ánimo esforzado, no desmayéis, no temáis al rey de los Asirios"? ¿O de nuestro General, el animoso y valiente Gutierrez, quien con las mismas expresiones animaba a sus soldados y a sus oficiales?

          Continua el sermón relatando como nuestro General hizo desaparecer al orgulloso enemigo “…con un reducido número de oficiales, con unos cuantos soldados, con unos pocos milicianos cuyas manos nada acostumbradas a la espada y al fusil; pero sí al arado al podón y a la azada, instrumentos sin comparación más preciosos que los de la guerra y de las batallas”.

          “Parece que el Señor envió su Ángel, el Ángel tutelar de Tenerife Señor San Miguel, con cuya imagen se adorna el blasón de sus armas, para darnos una completa victoria” aludiendo a la brillante participación de los milicianos, y a la intercesión del Arcángel San Miguel (Hace referencia al escudo de La Laguna).

          Sigue la homilía diciendo que Miguel, que es la fuerza de Dios, iluminó a nuestra tropa y les hizo reñir con acierto,  "en aquella noche, cuando ya tocábamos la festividad del Patrono de las Españas San Jacobo." En efecto, en aquel momento Santiago Apóstol era patrón de España pero aun no lo era de Santa Cruz.

          Y refiriéndose a San Miguel y a Santiago dice: “Así ambos han combatido a favor nuestro, ambos han vencido y derrotado a nuestros enemigos. El uno por la fuerza de su brazo porque Miguel se intitula la fuerza de Dios. El otro por mérito de su súplica; porque propiamente hablando, es nuestro padre especial en la fe”.

          Agradece la participación del clero y las comunidades religiosas por sus plegarias; al “Noble Ayuntamiento” por sus desvelos en prestar los auxilios posibles a los combatientes; a la “Oficialidad” que tuvo la firme resolución de vencer o de morir y a los “Fieles isleños cuya lealtad ha hecho tanto eco en el mundo y ha sido ensalzada en el concepto de las naciones”.

          Me atrevo a subrayar unas frases, que en la época en que vivimos pueden, resultar polémicas:

               “Es constante que si la guerra es el efecto del pecado, también es el fruto de la justicia”.

               “En estas circunstancias, Dios, el Dios de los ejércitos lo autoriza (se refiere al Rey) para declarar la guerra y para inmolar una parte de su pueblo por la salud del pueblo entero”.

          La homilía da para más reflexiones, pero quiero terminar con un párrafo que puede dar que pensar a más de uno.

               “Triunfo admirable, que lleva consigo un hechizo poderoso para el logro del bien precioso de la paz! Obrando de esta suerte, los Reyes y los Héroes son vivas imágenes de Dios. ¡Oh! Tenerife ¡amada patria mía! El Grande, el Valeroso Gutiérrez, así en sus acciones militares como en la honrosa capitulación ha mirado por tu honor y tu fidelidad; en recompensa levántale tú un monumento de gratitud dando gracias al Omnipotente por la esclarecida victoria, reconoce al mismo tiempo el mérito distinguido de tu General”.

          Decía al principio que quería hacer unas reflexiones. Realmente las reflexiones creo que las debe hacer el lector con los textos de la Homilía que me he permitido seleccionar en este espacio.