Una visión romántica del cañón Tigre

 

por María del Pino Fuentes de Armas   (Publicado en El Día el 5 de abril de 2010)

Premio de Periodismo General Gutiérrez (2010)

          Los piratas, da igual si eran bucaneros o corsarios, acosaron durante siglos el Archipiélago, lo que obligó a levantar construcciones defensivas. En Santa Cruz de Tenerife, refieren los historiadores el frente costero artillado, en el que destacaban los castillos de San Juan Bautista o Negro; San Andrés, Paso Alto; fuerte de Almeyda, etc., destacando como primera fortificación de importancia y principal pilar del conjunto defensivo de la bahía el de San Cristóbal, del que sólo se conservan unos restos de cimientos del edificio original, sacados a la luz en 2006, con motivo de las obras de remodelación de la plaza de España y que se corresponden con el extremo oriental de la mencionada fortificación.

          Los vestigios encontrados dieron pie a un proyecto expositivo consistente en una galería elaborada por el Museo de Historia y el Museo de Antropología de Tenerife que incluye un monográfico dedicado al castillo de San Cristóbal, desde su construcción en 1575 -bajo la administración del gobernador Álvarez de Fonseca-, hasta su derribo en 1928 por el proceso natural de expansión urbanística de la ciudad, el uso de las nuevas tácticas militares y la coyuntura internacional del momento. Sobre su emplazamiento se esparcieron grandes cantidades de materiales para ganar espacio al mar y construir la plaza de España, inaugurada en 1947. Sin duda, la buena intención ha guiado a todos los que han intervenido en el proyecto; no obstante, cabe pensar que, pese al avance del conocimiento, a alguien se le olvidó que en la Isla llueve, el teorema de los vasos comunicantes y el refrán: lo que el mar da, el mar lo quita;, y llovió, y se comunicaron las aguas o el mar robó lo que le pertenecía en forma de filtración, lo cierto es que el espacio museístico se inundó.

          En el interior, indefenso, está el cañón “Tigre”, arma que, junto con las campanas, capaces de llamar lo mismo a oración que a arrebato, han sido históricamente un símbolo para todas las culturas del mundo, tanto que incluso se les ponía nombre. El “Tigre”, para los tinerfeños supone mucho, tiene su toque romántico, es de disparo por mecha, de bella estructura y cuidado acabado, pero su valía va más allá, es el símbolo de la derrota a una Inglaterra poderosa, y en ocasiones enemiga de España, de ahí que muchos turistas se interesen por su actual emplazamiento, deseando contemplar las dos toneladas de bronce que, de manera certera, entraron en combate un histórico día, dando gloria a la ciudad, que recibiría en 1803, mediante la Real Cédula de 28 de agosto, del Rey Carlos IV, el título de “muy leal, noble e invicta Villa de Santa Cruz de Santiago de Tenerife” (ya de por sí y sobre sí “Villa exenta” y con derecho a establecer su propio Ayuntamiento), lo que supuso su emancipación administrativa con respecto al municipio de La Laguna.

          Santa Cruz demostró la solidez de sus defensas como Plaza Fuerte en la victoria sobre el Almirante Blake (1657), Jennings (1706) y sobre Nelson, el 25 de julio de 1797, fecha en la que se registra el más importante acontecimiento militar de la historia de la ciudad. Tropas y civiles, bajo el mando del general Gutiérrez, se defienden del ataque naval del contralmirante; la poderosa Armada británica se retirará, no sin antes perder Nelson un brazo por un disparo del “Tigre”, el cañón de las fortalezas españolas y que por su elevado peso era inadecuado para el campo de batalla.

          Hace algún tiempo, de manera gratuita, lo pude contemplar en el Museo Militar de Almeyda, emplazamiento al que llegó con la autorización del ayuntamiento de la ciudad, para integrarlo en una muestra temática que albergaba importantes fondos de la Gesta del 25 de Julio. Estaba perfectamente conservado, encabalgado en su cureña, reproducción exacta proporcionada por el Ejército, con el mismo porte y bella estructura que se le supondría en su tronera de San Cristóbal, sólo que entonces tenía cerca la fecha de su fundición en Sevilla, 1768, labrada el ánima y calibrada, colocados sus mecanismos de ignición y de puntería. Era la “joya de la corona” hasta que se solicita, por parte de las autoridades civiles, su emplazamiento temporal junto a los restos del Castillo, bajo la fuente de la plaza de España.

          Desde entonces, poco o nada se sabe de él. Corren rumores de que ha entrado agua en el espacio que lo alberga, enmudeciendo el discurso museístico y acallando la historia. Se dice que el valeroso “Tigre” se ahoga, que tal vez se haya deteriorado la cureña, que lo que no pudo Nelson lo lograrán la desidia y el agua, con sal o con barro, agua al fin y al cabo. Esto no lo hubieran permitido los militares, pues aunque visten de uniforme y desempeñan un determinado rol social, son iguales al resto de los individuos; eso sí, con una diferencia, que el militar gusta de preservar la historia y, a nado o buceando, ya hubiera dado su vida por rescatar al “Tigre”. Es en lo que se diferencian de muchos civiles.