Los términos de la capitulación

¿Por qué no embarazó ni  persiguió el General don Antonio Gutiérrez  a las tropas inglesas del Contralmirante  Horacio  Nelson el 25 de julio de 1797? *

Por Juan Tous Meliá 


* Este artículo fue publicado en El Día/La Prensa, el sábado 29 de julio de 2000, a excepción, por exceso de original, de la transcripción completa de la carta en la que el general Gutiérrez explicaba al Rey la causa de que en la capitulación se hubiese llegado a términos que parecían favorecer a los vencidos. Posteriormente, en el numero 166 de la Revista Hespérides (Abril-Junio de 2006) se  reproducía el artículo y se incluía la famosa carta.
                                                         
 
A la memoria del tertuliano
don Coriolano Guimerá que
nos dejó antes de tiempo.
Y un recuerdo para
don José Diego Díaz-Llanos Guigou,
al que tildé de “partidista” palabra
que he suprimido de esta 2ª edición.
      
 
          La historia es “La narración verdadera y ordenada de los acontecimientos pasados y cosas memorables.”

           Los historiadores se encargan de trazar las grandes líneas que forman la historia; pero, en ciertas ocasiones, existe una pequeña historia que es difícil compendiar y después resumir, esto lo suelen hacer los cronistas o los aficionados, sin que quiera decir que se trata de trabajos banales o sin importancia.

           Este artículo está dedicado a don Antonio Gutiérrez, no para enaltecerlo, ni mucho menos santificarlo, tampoco para humillarlo; simplemente, para ponerlo en su sitio, donde siempre debió estar y, para hacerlo, nos valdremos de esos datos que nos ha proporcionado la pequeña historia.

          Sólo dos hechos se van  comentar,  el acaecido en las primeras horas del día 22 y, el trascendental, que tuvo lugar entre las dos y cuarto y las seis de la madrugada del día 25 de julio de 1797.

MADRUGADA  DEL  DÍA  22  DE  JULIO

          Al reconstruir el derrotero de la escuadra inglesa, utilizando los diarios de a bordo, se comprobó que el día 21 de julio al mediodía su situación era frente al Puerto de la Cruz de La Orotava;  en las primeras horas del día 22, dobló Anaga y fue cuando el atalayero Domingo Izquierdo dio la alarma; a las cuatro y media las fragatas Seahorse, Terpsichore y Emerald esperaban en las afueras de Santa Cruz con la bombarda y los botes remando hacia la costa pero no pudieron acercarse a menos de una milla, debido a la imprevisible circunstancia de una fuerte corriente opuesta a ellos en la orilla” (“yet from the unforeseen circumstance of a strong current against them in shore”).

          Al amanecer  - las 5h 17 m - las baterías estaban dispuestas para romper el fuego, la sorpresa quedó rota, pero el jefe de la expedición, Thomas Troubridge, dudó y, a las seis, junto con los capitanes Bowen y Oldfield, se dirigió al Theseus para consultar con Horacio Nelson. A pesar de que se perdió un tiempo precioso, se decidió el desembarco y la ocupación de las alturas sobre el castillo de Paso Alto. A las nueve, las fragatas fondearon cerca de la costa - entre Paso Alto y San Andrés- mientras los botes se dirigían hacia el barranco del Bufadero. A las diez, Nelson hizo la señal de prepararse para el ataque con la intención de bombardear Paso Alto con los navíos de línea, pero dice que no pudo acercarse a la costa debido a la calma y a las corrientes contrarias; después, añade Nelson, “nuestros hombres no pudieron tomar posesión de las alturas ya que el enemigo las había tomado y parecía tan ansioso de conservarlas como nosotros de poseerlas” (“not could our men possess themselves of the Heights as the Enemy had taken possession of them and seemed as anxious to retain as we were to take them”). Obsérvese la intuición del general Gutiérrez al ordenar ocupar La Altura. Esta maniobra fue fundamental para la victoria final, pues obligó al agresor a idear una nueva operación.

DESEMBARCO  EN  LA  MADRUGADA  DEL  DÍA  25  DE  JULIO

          A las dos y cuarto de la madrugada del día 25 se oyó gritar desde la fragata San José, conocida como la Princesa, “lanchas al muelle”, momento en que inició el fuego la artillería. Hallábase nuestro Comandante General en el castillo de San Cristóbal con varios oficiales y, oyendo las voces repetidas, dijo “vamos abajo” a lo que respondió Juan Creagh y Plowes, ayudante mayor de milicias, “vamos señor” y tomando a S.E. por el brazo, siguieron ambos a la batería del muelle sin otro acompañamiento.

          Al poco tiempo llegaron tres lanchas a la playa al mando del capitán Bowen que dijo: “mis amigos: ¡avancen!”; pero, desde el cañón que la noche antes había colocado el teniente Grandy, se hizo fuego, muriendo Bowen en el acto. Los demás, que estaban en tierra, empezaron su fuego que correspondieron nuestros cazadores milicianos a quienes S.E., con mucho valor y serenidad de ánimo, les hizo bajar la puntería para mejor acierto, dando otras varias disposiciones; pero, varias personas, persuadieron a nuestro animoso general a que se retirase de aquel paraje en que se hallaba expuesta su preciosa vida y, en efecto, el ayudante Creagh y el capitán de mar Carlos Adán, tomándole del brazo, le condujeron hasta el castillo en cuya fortaleza estaba ya la Plana Mayor, a excepción del Sargento Mayor de la plaza Marcelino Prat y del Teniente del Rey Manuel Salcedo, que se incorporó un poco antes de las cuatro de la madrugada; pues, hasta esta hora, se hallaba acompañando al Batallón de Infantería.

           A las tres y media el Comandante General ordenó se mandase aviso al teniente Grandy para que desclavase la batería del muelle, lo que hizo con ayuda de un herrero, dejando las piezas en servicio justo al amanecer.

          Un poco antes de las cuatro el Comandante de Artillería Marcelo Estranio salió del castillo para ver en que estado estaba su casa, situada donde actualmente se encuentra el edificio de la Caja Postal, pero seis ingleses no lo dejaron llegar, por lo que se retiró caminando hacia la Batería de la Concepción.

          A las cuatro, estando Troubridge en la parte alta de la plaza de la Pila, esquina de la calle de las Tiendas (actual hamburguesería McDonald's), envió éste al general Gutiérrez un sargento inglés, con los vecinos Antonio Power y Luis Fonterpuis, a quienes habían hecho prisioneros en el almacén de provisiones (actual Cámara de Comercio), conminándole a entregar la plaza pues de lo contrario le pondrían fuego y el vecindario sería pasado a cuchillo. Antonio Power terció, añadiendo que los enemigos eran muchos, que todas las calles y plazas las tenían ocupadas y que no había más remedio que rendirse. En este momento se presentó el teniente Vicente Siera y le aseguró al general que nuestro batallón se hallaba intacto y que los demás puestos del centro estaban sostenidos a excepción del muelle, que había sido abandonado por el teniente Joaquín Ruiz. En estas circunstancias Gutiérrez respondió que no se hallaba precisado a oír proposiciones de ajuste y que, si el enemigo lo estaba, debía hacerlas por medio de un oficial, que la isla tenía 80.000 almas y sobradas municiones, en cuya virtud determinasen rendirse prisioneros o serían tratados con todo el rigor de la guerra.

          Poco después de las cuatro, el general Gutiérrez ordenó a Juan Guinther, Jefe accidental del Batallón de Infantería de Canarias, que se reintegrase a la plaza de la Pila a donde debió llegar hacia las cuatro y tres cuartos, momento en que el jefe del Batallón, por medio del soldado Juan Guillermo, conminó a Troubridge a la rendición, mensaje que fue rechazado.

          Alrededor de las cinco, un nuevo emisario, el oficial de infantería de marina Thomás Oldfield, enviado por Troubridge, que se había hecho fuerte en el convento de Santo Domingo, manifestó a Gutiérrez que no era su intención perjudicar a nadie en su persona e intereses y que no molestaría si se le entregaban los caudales del rey de la Compañía de la China y que, de lo contrario, no podía responder de las consecuencias. El general le contestó que tenía gente sobrada en la plaza y mucha más si la necesitase dentro de poco, con pólvora y balas en abundancia para dejar uno y otro; y que si se rendían se les trataría con humanidad, pero que de no, no daría quartel”.

          Al amanecer, eran las cinco y cuarto, Troubridge envió al prior del convento fray Carlos Lugo y al padre maestro fray Juan Iriarte con el tercer mensaje conminatorio, recibiendo del general la misma lacónica respuesta.

          Al ver poco después, desde lo alto de la espadaña del  convento de Santo Domingo, que las lanchas que venían a auxiliarlos volvían a sus buques, el capitán Samuel Hood acompañado de Thomas Oldfield, solicitó parlamentar y se dirigió al castillo principal con bandera blanca y tambor batiente proponiéndole al general Gutiérrez el mismo partido y habiéndole respondido con los propios términos que al otro oficial y “se combino por fin en lo que consta en la adjunta copia del papel que el mismo escribió y fue ratificado por el comandante jefe de las tropas de desembarco Thomas Troubridge”.

          Eran las seis de la mañana.

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LA TRADUCCIÓN  DEL  TEXTO  DE  LA  CAPITULACIÓN  DICE  ASÍ.

          Las tropas & pertenecientes a S.M. británica serán embarcadas con todas sus armas de toda especie y llevarán sus botes si se han salvado; y se les franquearán los demás que se necesiten, en consideración de lo qual se obligan por su parte a que no molestaran el pueblo de modo alguno los navíos de la esquadra británica que están delante de él, ni a ninguna de las islas en las Canarias, y los prisioneros se devolverán de ambas partes.

                                                                       Dado bajo mi firma y sobre mi palabra de honor 

                                                                                        Samuel Hood

 Ratificado por T. Troubridge Comandante de las Tropas Británicas

 Dn Antonio Gutiérrez Comandante General de las Islas de Canarias

          Inmediatamente, una lancha, ocupada por Hood y el capitán de mar Carlos Adán, se dirigió al Theseus para que el contralmirante Nelson prestase su conformidad. Carlos Adán fue el único tinerfeño que logró hablar con Horacio Nelson.

DESFILE  DE  LAS  TROPAS  INGLESAS 

         Entre las seis y las siete y media de la mañana se fue reuniendo en la plaza de la Pila la tropa, “formando a la derecha los Cazadores y los franceses; el Batallón con sus agregados y con las partidas de la Habana y Cuba a la izquierda y los Rozadores atravesando la plaza, todos a dos en fondo y en orden de batalla, de suerte que se formó un cuadrilongo de 2000 hombres y quedó una distancia suficiente para que los ingleses pudiesen pasar por en medio conforme al arte de la guerra, colocando en el centro del Batallón la música y tambores, y a su derecha, centro e izquierda los tres cañones violentos”  (Relación de Guinther)

.ANÁLISIS  DE  LA  SITUACIÓN  HISTÓRICA

          No vamos a entrar en debate, en relación a los juicios de valor de Francisco María de León y Xuárez de la Guardia y de otros historiadores posteriores, simplemente porque emiten unas opiniones que sólo están avaladas por la Relación de Monteverde, conocida como narración oficial de la batalla y por versiones sobre los hechos  escritas en los siglos XIX y XX, pasando por alto el resto de fuentes documentales coetáneas. Esta circunstancia indujo a la Tertulia Amigos del 25 de Julio a recopilar toda la información coetánea con la Gesta que permanecía desperdigada y mucha de ella inédita,  publicándose con el título de Fuentes Documentales del 25 de Julio de 1797. Esta obra contiene, además de las cartas, partes e informes del general Gutiérrez que generó el ataque y los prolegómenos, veintidós Relaciones y Memoriales  y las fuentes inglesas y francesas. En la presentación del citado libro decíamos que aún quedan muchos documentos por localizar, en manos de particulares y en archivos oficiales, que esperamos salgan a la luz después de la publicación de estas Fuentes. (Dada la gran cantidad de documentación recopilada, la Tertulia, ha decidido la publicación, en breve, de un Anexo a las Fuentes Documentales). Quedaba el sabor agridulce de no haber incluido el Relato del comerciante Pedro Francisco Forstall, documento que se encuentra en un archivo privado de Las Palmas, del que  tenía una copia el coronel don Fernando Zerolo Davison (†) y así nos lo hizo saber, pero fueron infructuosas las peticiones para que nos la facilitara para incluirla en las Fuentes. A su vez, otra copia llegó a las manos de don José Diego Díaz-Llanos Guigou (†) que la utilizó  de forma parcial; dejemos gritar a los que escriben la historia con pasión, dice una máxima de la Historia. Poco después mi amigo de Las Palmas, el coronel don Antonio Rodríguez Batllori me facilitó una copia completa que será reproducida en el citado Anexo.

          ¿Por qué se mostró don Antonio Gutiérrez tan generoso? ¿qué circunstancias le movieron a capitular con los comandantes ingleses sin embarazar o perseguir a sus tropas en el reembarque? ¿cómo puede comprenderse una capitulación en la que se deja reembarcar a los enemigos con sus armas y con los honores de la guerra, cuando debieron haberlas rendido y quedado nuestros prisioneros? 

         Estas preguntas han sido realizadas durante 200 años por historiadores y cronistas. La respuesta, salvo para los coetáneos que vivieron la Gesta o para los historiadores que la han estudiado en profundidad, ha sido reticente. Se ha tachado al general Gutiérrez de débil, irresoluto o timorato. Debo decir que los que se manifiestan así han sido injustos con nuestro general.

DECISIONES  DEL  GENERAL  GUTIÉRREZ

           Puedo afirmar, con rotundidad, que “el comandante general don Antonio Gutiérrez se reveló como un experto soldado que supo sacar provecho de las fuerzas bajo su mando”. Veamos por qué. 

         En la intervención del día 22, las órdenes que dio el general no sólo se ajustaron a los principios del Arte de la Guerra, sino que, incluso, fue reconocido su buen hacer por el enemigo.

          En cuanto a lo ocurrido en las primeras horas del día 25 de julio, aun cuando sería suficiente lo señalado, seguiremos Las Fuentes Documentales del 25 del Julio de 1797, y la contestación a la carta del Ministro de la Guerra a la pregunta asimismo espera S.M. que V.E. embíe, como ofrece, en primera ocasión noticia mas circunstanciada del referido favorable suceso, con expresión de las circunstancias que le hayan movido a capitular con los comandantes ingleses el no embarazar o perseguir a sus tropas en el reembarco”.  Esta carta  fue localizada por un amigo del Museo y la puso en mis manos al salir a la luz el Catalogo La Gesta del 25 de Julio de 1797,  en mayo de 1997, a manera de  contestación a la pregunta que se formulaba en la introducción del citado Catálogo: solamente existe una laguna que al llenarla colmaría la información publicada por el Museo Militar, y es conocer la respuesta que le dio el general Gutiérrez al ministro de la guerra. La copia de la carta se encontraba en una colección de documentos recopilados por don Marcos Urtusáustegui; pero, por expreso deseo del informante, no pude publicar el documento, aunque sí me autorizó a utilizarlo, sin nombrarlo en la conferencia pronunciada, el 12 de julio de 1997, con motivo de la presentación de la medalla conmemorativa a la que titulé igual que el presente artículo. Dos años después apareció la copia de la carta en el Archivo Histórico de la Capitanía General de Canarias, documento que fue facilitado por su Director, el coronel don Enrique Segura, a quien expreso mi gratitud.

RAZONES  QUE  UTILIZA  EL  GENERAL  GUTIÉRREZ  PARA  EXPLICAR  SU  TRASCENDENTAL  DECISIÓN 

         Ahora, con la ayuda de la carta, podemos contestar a las preguntas formuladas y analizar las decisiones que tomó el Comandante General.

          Sabido es que el general tomó sus decisiones asesorado por la Plana Mayor que le informó de cuanto ocurría en la plaza: el coronel Marcelo Estranio, con el apoyo del capitán Antonio Eduardo, le informaba de la actuación de la artillería; el coronel Luis Marqueli, con la ayuda del capitán Manuel Nadela, le daba novedades de todo lo relacionado con las fortificaciones; y los ayudantes de campo  José Calzadilla y Vicente Siera recorrieron la zona de operaciones con un tesón increíble, lo que permitió a don Antonio estar puntualmente informado. Hay que recordar que la decisión es un acto personal del que ejerce el mando, es la única intervención que no puede delegar, pues el éxito o el fracaso son de su exclusiva responsabilidad. El general conocía el estado del armamento, el grado de preparación de la artillería y su escasa dotación, la veteranía  del Batallón de Infantería y el grado de instrucción de las Milicias y, lo más importante, la situación y actuación de los elementos de la defensa en cada momento del combate. Dado el interés que tiene para el análisis de los términos de la capitulación comentaremos los puntos que acabamos de mencionar.

          Las tropas que tenía bajo su mando para contrarrestar las fuerzas inglesas, a excepción del Batallón de Infantería de Canarias, que estaba formado por un reducido número de hombres, 22 oficiales efectivos y agregados, cadetes y sargentos primeros y 227 soldados,... 

        “eran todas compuestas de una milicia llena de zelo y de buen deseo, pero que inexperta y sin conocimientos del arte de la Guerra, se dexó sorprender por una voz esparcida con suma rapidez y cuio origen no se pudo averiguar, mediante la qual se aseguraba que yo había sido muerto, y que ya todo estaba perdido sin recurso, pues la Plaza iva a rendirse; de suerte que sobrecogida, y dexándose llevar de esta idea se dispersó en forma de no poder ser reunida con la prontitud que el lance exigía; siéndome  esto tanto más sensible, cuanto mayor fue el valor y la constancia que acreditó la parte de la misma Milicia que se hallava agregada al Batallón de Canarias y algunas partidas sueltas de ella que también quedaron desempeñando su obligación” 

          Hay que recordar que el Batallón de Canarias había recibido el bautismo de fuego en la campaña del Rosellón (1794-1796).

          En cuanto a la artillería, “las baterías que sin flanquearse ocupan una extensión de cerca de tres cuartos de legua, se hallavan servidas por una corta dotación de gente”. Recordemos que el 12 de junio el Comandante del Real Cuerpo de Artillería Marcelo Estranio le presentó el “Estado que manifiesta el número de cañones y morteros existentes en las baterías de esta plaza…”.  Según ese Estado los artilleros de dotación debían ser 728, los existentes 375 y faltaban para el servicio de dichas baterías en las primeras 24 horas de invasión 353 hombres -después de reemplazados los inútiles- según se demostraba en el Estado; y hacían falta otros 728 para el relevo si aquella continuase por más días, visto lo cual era imposible servir debidamente toda la artillería de la línea y existía necesidad de agregar a ella toda la gente que necesitaba. La situación de la artillería de la plaza de Santa Cruz obligó al general Gutiérrez a solicitar al Cabildo hombres para manejarla pero la respuesta fue reticente, hasta tal punto que el polígrafo portuense Álvarez Rixo narra en su libro Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava que en el Puerto de la Cruz alegaron que “eran milicianos, otros artilleros, y otros barqueros y no había mozos, tomando la resolución de presentarse al general, los jóvenes Bernardo Cologán Fallon, Mateo Commins, Domingo Nieves, etc. creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes les respetase, más no fue así, lo cierto fue que les tuvo esperando en el patio largo rato, a fin se les presentó en gorro y bata, les mandó a la mierda, les llamó amotinados, les hizo ir al cuartel de artillería y algunos como fue Cologan, llegó el caso de hacer guardia en una batería, y para restituirse a sus casas tuvo cada cual que dejar un hombre pago”. Genio no le faltaba a don Antonio.

          A pesar de la petición del general la dotación no se completó, con...

           “la gente cansada con tres días de continua fatiga y riesgo sin haver con quien reemplazarla y tenían a la vista una Escuadra más que suficiente para proteger entonces el nuevo desembarco de tropas que intentaron los enemigos y que indubitablemente hubieran vuelto a emprender a penas recomenzado el combate”.

          Por las informaciones recibidas de sus ayudantes y por lo que manifestó el capitán Oldfield, el general Gutiérrez sabía que los ingleses tenían dentro de la plaza 800 hombres disciplinados y perfectamente armados, reunidos en un punto dominante que no podía ofenderlos; pues, cuando el Padre Prior fray Carlos Lugo y el Padre Maestro fray Juan Iriarte se presentaron ante el general, era para conminarle a la rendición alegando que en el interior del convento de Santo Domingo los ingleses tenían en su poder además de a los religiosos dominicos, un elevado número de prisioneros nuestros. En estas condiciones don Antonio sabía que,

          “sin hacer un sacrificio inútil de la vida de muchos buenos vasallos de S.M. sin comprometer la suerte de esta y de las demás islas, y sin exponerse a otras varias irreparables pérdidas, que precisamente se hubieran seguido”, 

         no tenía más remedio que buscar una solución. Además, el Comandante General se hizo la siguiente pregunta ¿qué les inducía a los ingleses a intentar capitular en tantas ocasiones? La respuesta que el mismo se hacía era… 

         “la falta del mui considerable número de oficiales entre muertos y heridos, y el que confundidos y mui agenos de mi crítica situación calcularon sin duda el número de mis tropas, por el vivo y sostenido fuego que les hizo el corto número de ellas”.

          Recordemos que Troubridge en su parte dirigido a Nelson le decía  “encontramos todas las calles defendidas por piezas de campaña y más de 8.000 españoles y cien franceses acercándose por todas las avenidas”.

          Ante esta situación y, precisado por las circunstancias, el general don Antonio Gutiérrez aceptó los términos de la capitulación, pues ninguno creía que tan pocas fuerzas hubieran podido hacer tan extraordinaria resistencia; ni que, combinadas todas las circunstancias, hubiéramos podido sacar un partido tan honorífico y bondadoso que asombró a los mismos ingleses.

          El Comandante General don Antonio Gutiérrez poco después de las seis redactó la primera orden después de la Capitulación, dirigida al Corregidor don José de Castilla que decía así:

           “Hemos tenido la gloria de rechazar el ataque de los enemigos con bastante pérdida de parte de ellos y para completar la función sólo falta que vuestra merced, con un efecto de su celo y amor al servicio recoja la gente que se ha retirado y luego la haga venir con las demás que pueda ir juntando.Dios guarde a vmd. muchos años. Santa Cruz 25 de julio de 1797 Don Antonio Gutiérrez” 

          Alrededor de las siete y media de la mañana presenció desde el castillo de San Cristóbal el desfile de las tropas inglesas. El lector interesado podrá acudir a la obra de Luis Cola Benítez y Daniel García Pulido La Historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales. En esa obra, al tratar de la carta,  los autores dicen: “se sabe que Gutiérrez contestó a la petición de explicaciones que le hacía el ministro en nombre de S.M. por oficio del 20 de octubre, escrito que lamentablemente no se ha localizado hasta el momento”.

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CONSECUENCIAS  DE  SU  DECISIÓN 

         El general Gutiérrez no sólo se mostró como un experto soldado sino que, además, supo aprovechar las circunstancias en que se realizaron las treguas parlamentarias y la Capitulación final.

          Con motivo de la victoria “el lugar” de Santa Cruz recibió el título de Villa, las viudas y huérfanos fueron amparados de acuerdo con la petición del general, que recibió la Encomienda del Esparragal en la Orden de Alcántara. Se elevó propuesta de ascensos que no fue atendida. En la carta que estamos comentando vuelve a suplicar a S.M. la petición, olvidándose de su persona:

          “… suplicar á V.E. como lo hago de nuevo, que se sirva inclinar el Piadoso animo del Rey a que por un efecto de sus piedades para conmigo, se digne concederme la satisfacción de ser premiado el merito de los buenos Vasallos Suyos que he recomendado con fecha de 3 de Agosto último por haver contribuido tanto al honor de sus Reales Armas, y a la conservación de las Islas; lo qual con confianza espero de la vondad de V.E.” 

          Después de doscientos años, la ciudad que debe sus títulos a los que lucharon en la Gesta del 25 de Julio, les ha erigido un monumento  que se inauguró el 24 de julio de 1998 y, a don Antonio Gutiérrez y González Varona, le dedicó un busto que se inauguró con motivo del bicentenario de su muerte, el 14 de mayo de 1999.

          Han sido necesarios 203 años para encontrar la carta que envió el general Gutiérrez a S.M., explicando las razones de la Capitulación, y ahora tiene contenido la contestación  dada  por boca de su ministro: 

         “De todo lo cual se ha enterado S.M. y se ha servido aprobarlo”.

          Por fin, hasta los más  reticentes pueden decir “el general Gutiérrez venció y convenció”.

           Sería una gran  satisfacción para los amigos del  Museo y para la Tertulia Amigos del 25 de Julio, que tanto le ha apoyado, poder ver concluido el Monumento a los Héroes del 25 de Julio, despejado de obstáculos, con la dedicatoria que permita reconocerlo y con los nombres de los veinticuatro fallecidos en combate y que el busto de don Antonio Gutiérrez quede rodeado de un alcorque que permita distinguirlo de un poste.

          El pueblo de Tenerife y en especial nuestros hijos y nietos, deben sentirse orgullosos de la Gesta del 25 de Julio y pueden decir con la cabeza bien alta “este es el general Gutiérrez vencedor de Nelson” y como dijera don Nicolás Estévanez:

"Cuanto más alta se ponga ----- de Horacio Nelson la estatua, ----- más alto verán los siglos -----el nombre de mi Nivaria"

          Unamos ambas ideas, pues no hay que  olvidar que la victoria es fruto del tesón y del sacrificio de unas tropas capitaneadas por un buen general.

LOCALIZACIÓN  DE  LA CARTA

          La carta redactada por  el Comandante General de las Islas Canarias don Antonio Gutiérrez iba dirigida al Ministro de la Guerra don Juan Manuel Álvarez. Este importante documento fue copiado por el Capitán de Infantería, Ayudante Mayor con funciones de Sargento Mayor del Regimiento Provincial de La Orotava don Marcos de Urtusáustegui y Benítez de Lugo y Frías (1754–1812), posiblemente cuando se encontraba ejerciendo las funciones de Juez Instructor, ya que pudo tener acceso al archivo de la Auditoría de la Comandancia General. El capitán Urtusáustegui con el “deseo de ser útil a mi posteridad”, recopiló una muy interesante colección de documentos para la historia de las Islas Canarias que tituló Papeles curiosos e importantes que durante años se ha conservado en la biblioteca familiar. Don Marcos, igual que su padre don Juan Antonio de Urtusáustegui y Lugo-Viñas, fue un ilustrado que participó en la Tertulia de Nava  y fue fundador de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, donde pronunció el Elogio del Marqués de Villanueva del Prado. Como hijo mayor recibió en herencia de su padre la biblioteca familiar, con las condiciones “de que la franquee a sus demás hermanos para su instrucción y que formen su espíritu a un mismo tiempo, que tengan un entretenimiento útil e inocente (....) precisa condición de ser comunes entre todos, pero sin separarlos, ni poder enajenarse y después de fallecidos pasen al sucesor en el mayorazgo, quien los conserve de igual manera.” Conocida la importancia de este documento no tiene explicación lógica que no fuera divulgado por los contemporáneos de don Marcos o por sus descendientes, sobre todo si tenemos en cuenta que la biblioteca debía formar parte del mayorazgo.

          También se ha localizado, como hemos dicho,  una copia de este importante documento en el Archivo Histórico de la Zona Militar de Canarias: Sec. 2ª, Div. 3ª, Prisioneros.(AIMC, caja 553) En relación a que este documento se haya conservado durante más de 200 años en el Archivo de la Capitanía General, sin sacarlo a la luz,  la única explicación lógica es que todos los investigadores, incluso los más eminentes, han bebido de forma exclusiva en el legajo Guerra contra Inglaterra sin preocuparse de buscar en otros legajos.

REPRODUCCIÓN  DE  LA  CARTA

          “Exmo. Señor:

          Con mucha satisfación mía he enterado a esta Guarnición de que haviendo V.E. hecho presente al Rey, el contenido de mi oficio de 25 de Julio último en que le participé lo ocurrido con motivo del desembarco que hicieron aquí las tropas Inglesas protegidas de una Esquadra de la misma Nación, el vigoroso ataque que de resultas sostubieron las nuestras, y la consequente victoria que ganaron éstas, obligando a las otras a reembarcarse con muy considerable perdida y enteramente malogrados todos los obgetos de su expedición: lo oyó S.M. con complacencia siendo su Real voluntad me lo manifestara V.E. así en su Real nombre como a los Xefes, Oficiales, Tropa y demás que hayan concurrido a rechazar al Enemigo; esperando no menos que en adelante continuarán si ocurriese dando nuevas pruevas del zelo y honor que los anima; y como con fecha del 3 de Agosto he pasado a manos de V.E. la noticia mas circunstanciada que S.M. esperaba, del referido favorable suceso: Solo resta, para quedar cumplido todo lo que V.E. de su Real orden me previene en la de 22 del mismo Agosto, que yo exprese ahora las circunstancias que me hayan movido a capitular con los comandantes Ingleses el no embarazar o perseguir a sus Tropas en el reembarco.

          Para enterar a V.E. fundamentalmente de los motivos que concurrieron, o me impelieron a combenir en la última capitulación que propusieron los Ingleses, es necesario correr el velo a algunas circunstancias de que con cuidado me havia desentendido así por el perjuicio que podía resultar de que interceptado el Pliego llegasen a noticia de nuestros Enemigos como por parecerme que en la relación de una victoria semejante, ni me correspondía tratar de realzarla explicando los cortos medios con que se havía alcanzado, ni hacer particular mención de aquella parte de la Tropa que por inexperiencia y sorpresa se havía separado de su dever, y que en mi concepto desea con ansia ocasión en que acreditarse digna compañera de la vencedora; pero ya en virtud de lo que de Real orden me previene V.E. no puedo menos de manifestarle que prescindiendo de no haver aquí armamento que entregar al Paisanage y del mal estado en que se halla el que existe en poder de la Tropa, según anteriormente he hecho presente; las Tropas que yo tenía á mis ordenes para contrarestar las fuerzas Inglesas, a excepción del Batallón de Infantería de Canarias reducido a un corto número de hombres, eran todas compuestas de una milicia llena de zelo y de buen deseo, pero que inexperta y sin conocimiento del arte de la Guerra, se dexó sorprender por una voz esparcida con suma rapidez y cuio origen no he podido averiguar, mediante la qual se aseguraba que yo havía sido muerto, y que ya todo estaba perdido sin recurso, pues la Plaza iva a rendirse; de suerte que sobrecogida y dexándose llevar de esta idea se dispersó en forma de no poder ser reunida con la prontitud que el lance exigía; siéndome esto tanto mas sensible quanto maior fue el valor y la constancia que acreditó la parte de la misma Milicia que se hallava agregada al Batallón de Canarias y algunas pequeñas partidas sueltas de ella que también quedaron desempeñando su obligación; de cuias resultas expedí y mandé publicar provisionalmente el vando de que incluio copia.

          Las Baterías que sin flanquearse ocupan una extensión de cerca de tres quartos de Legua, se hallavan servidas por una corta Dotación de Gente cansada con tres días de continua fatiga y riesgo, sin haver con quien reemplazarla; y tenían a la vista una Esquadra más que suficiente para proteger entonces el nuevo desembarco de tropas que intentaron los Enemigos, y que indubitablemente hubieran buelto a emprender apenas recomenzado el combate.

           En este estado de cosas, Señor Exmo., trataron últimamente los Ingleses de capitular conmigo, teniendo ellos dentro de la Plaza 800 hombres disciplinados y perfectamente bien armados, reunidos en un punto Dominante, en donde no podía ofendérseles sin incluir en su ruina a todos los Prisioneros nuestros que con los Religiosos del mismo Convento de Santo Domingo tenían en su poder, sin hacer un Sacrificio inútil de la vida de muchos buenos Vasallos de S.M., sin comprometer la suerte de esta y de las demás Islas, y sin exponerse a otras varias ireparables perdidas que precisamente se hubieran seguido quando para intentar ofenderles y oponerme a tanto cúmulo de insuperables dificultades apenas havía logrado ver 300 hombres de los nuestros reunidos; de suerte que sólo pudo en tales circunstancias inducirles a capitular, la falta del mui considerable número de oficiales muertos y heridos, y el que confundidos y mui agenos de mi crítica situación, calcularon sin duda el numero de mis Tropas por el vivo y sostenido fuego que les hizo el corto numero de ellas que dexo indicado, y coligieron de mi respuesta a sus primeras proposiciones, la firme resolución en que yo estaba de aventurarlo todo y de concluir mis días en una acción gloriosa antes de convenir en ellas; pero ya libre de tal compromiso, aunque solicité que entregasen las Armas y que no sirviesen hasta después de cangeados, viendo que por ningún pretexto querían acceder a semejantes condiciones; me pareció que deponiendo todo espíritu de ambición y de vanagloria personal, lexos de insistir en lo que provablemente era imposible conseguir y de obligarles a tomar un partido de los que de parecer temerarios prescrive para tales casos el arte de la Guerra, lexos de esto el servicio del Rey, el de la Patria, la razón y la humanidad eran otros tantos sagrados deveres que me impelían a admitir quanto antes la última proposición que pusieron por escrito: permitiéndoles el reembarque con armas (que no podía quitarles) baxo la condición de no ofender a esta ni a las demás Islas de mi cargo. Así lo execute, precisado por las circunstancias, y con general satisfacción de todas ellas, cuios principales cuerpos, bien convencidos de su situación y deviles recursos me pasaron los oficios que por Copia acompañan, haviendo sido correspondiente el extraordinario regocijo de todas las demás clases, que a competencia procuraron acreditármelo; como que ninguno creía que tan pocas fuerzas hubiesen podido hacer tan extraordinaria resistencia, ni que combinadas todas las circunstancias hubiéramos podido sacar un partido tan honorífico y ventajoso con confusión y asombro de los mismos Ingleses, que havían formado y aun publicado un concepto mui diberso.

          Esta, Señor Exmo., es la relación sencilla de los motivos que tube para acceder, o por mejor decir, para no poder negar a los Ingleses la última precitada propuesta que me hicieron y que consta de la Capitulación que por copia literal acompaño los oficios en que participé a V.E. lo sucedido, y lo que de la misma relación resulta fue también motivo para suplicar a V.E. como lo hago de nuevo, que se sirva inclinar el Piadoso ánimo del Rey a que por un efecto de sus piedades para conmigo, se digne concederme la satisfacción de ser premiado el mérito de los buenos Vasallos Suyos que he recomendado con fecha de 3 de Agosto ultimo por haver contribuido tanto al honor de sus Reales Armas, y a la conservación de las Islas; lo qual con confianza espero de la vondad de V.E.

Dios & Sta. Cruz de Tenerife (Tachado: 8 de Noviembre de 1797)  20 de Octubre de 1797.

Don Antonio Gutiérrez

Exmo. Señor  Don Juan Manuel  Álbarez” 

* * * 

          Oficio del Ministro de la Guerra don Juan Manuel Álvarez al Comandante General de las Islas Canarias don Antonio Gutiérrez:          

          “En el oficio triplicado de 20 de Octubre último manifiesta V.E. las causas que le precisaron a no hacer prisioneras las tropas inglesas con quienes capituló en los términos que tiene participado con fecha de 25 de Julio próximo pasado; y acompaña copia del vando que mandó publicar en 30 de Agosto siguiente para conservar la disciplina Militar, y precaber que la relajación en ella sea en perjuicio del bien del servicio:

          De todo lo cual se ha enterado S.M. y se ha servido aprovarlo.

           Dios guarde a V.E. muchos años, Aranjuez 2 de Junio de 1798

        Álvare

Triplicado

Señor Comandante General de las islas de Canarias.”

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         Oficio del Auditor de Guerra don Vicente María Patiño al Comandante General de las Islas Canarias don Antonio Gutiérrez:

           “Acabo de recibir el oficio que V.E. se sirve pasarme, incluyéndome Copia de lo que se le participa por el Exmo. Señor Ministro de la Guerra, en orden a haber S.M. aprovado la Capitulación hecha con los Yngleses en el mes de Julio del año pasado, y el Bando Militar mandado publicar por V.E.., cuya Copia y oficio quedan colocados entre los papeles de esta Auditoria.

          Dios ge. a V.E. ms. as. Sta. Cruz de Santiago y Agto. 22 de 1798.

Dn. Vicente Maria Patiño (rubricado)

Exmo. Sor. Dn. Antonio Gutiérrez.”