El nombre de nuestras calles (25). Antonio Domínguez Alfonso
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en el Diario de Avisos el 19 de febrero de 2023).
EL NOMBRE DE NUESTRAS CALLES (25)
Calle Antonio Domínguez Alfonso
(Calle La Noria hasta 1917)
Desde la plaza de la Iglesia de La Concepción a la calle Valentín Sanz.
Antonio Dominguez Alfonso (Arona, 1849 – Madrid, 1916).
Realizó los estudios primarios en su pueblo natal, el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Canarias, en La Laguna; se licenció en Filosofía y Letras y se doctoró en Derecho Civil y Canónigo en la Universidad de Salamanca.
Viviría en Santa Cruz de Tenerife desde 1870 a 1881, donde abrió bufete de abogado en la calle San José 13. Durante los citados años tomó parte activa en la vida científica, política y social del Archipiélago, integrándose en todas las Sociedades de Santa Cruz de Tenerife, llegando a ser decano del Colegio de Abogados, presidente del Gabinete Instructivo, director de la Sociedad Económica de Amigos del País, profesor del Establecimiento de Segunda Enseñanza, etc. Fue asimismo autor de varios libros de carácter jurídico, filológicos y literarios.
Inmerso en la política nacional, en 1881 desempeñaría los cargos de diputado por Tenerife y senador del Reino por la Provincia de Canarias, llegando a ser una persona de gran relieve e influencia como elocuente orador y concienzudo letrado.
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En Madrid compatibilizaría su labor parlamentaria con la de justicia, desempeñando la plaza de Juez municipal del Distrito de Buenavista. También llegaría a ser gobernador civil de Manila e intendente general de Hacienda en las Islas Filipinas.
Cuando fue diputado a Cortes, junto con su adversario político Miguel Villalba Hervás, ambos supieron aunar voluntades para defender la unidad de Canarias y la capitalidad de Santa Cruz de Tenerife, interviniendo en múltiples debates frente a los intentos divisionistas de León y Castillo.
Merced a sus gestiones, Santa Cruz de Tenerife consiguió la Escuela Superior de Comercio y la Real Academia de Medicina, y La Laguna tendría la Escuela Normal de Maestras.
Pese a su laboriosidad y a su saber, murió pobre y sus restos reposan muy lejos de la tierra donde nació y por la que tanto luchó.
En reconocimiento a sus desvelos, Arona le puso su nombre a la calle donde había nacido tan preclaro hijo, al igual que San Miguel de Abona, al ser el pueblo de donde era natural su madre.
La Orotava le daría su nombre a un colegio y a un paseo de la localidad, por haber logrado para esta Villa diversas obras públicas, escuelas y la cesión del convento de las monjas clarisas.
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