Visita al faro de Teno

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 28 de agosto de 1957).
 
 
Se inauguró en 1898. – El fuerte resplandor que despide es producido por unas débiles llamas de acetileno. – El faro de Anaga es catalogado como el más importante de la isla. 
 
 
 
          Siempre tuvimos la idea de que la vida en un faro ha de ser de lo más monótona y aburrida que pueda suponerse. Su emplazamiento -la mayor parte de las veces en sitios estratégicos y solitarios-, su diaria misión sin perdón posible para cualquier descuido y angustia de ver cómo todos los días son similares, sin la esperanza de alguna innovación e intercambios, ha sido las causas fundamentales en las cuales hemos basado nuestro primer concepto.
 
          No obstante, en la visita que hemos realizado al desértico y solitario faro de Teno, nos hemos llevado una decepción. Decepción, porque aquel día el jefe del faro parecía, más que un torrero, un empresario al cual no se le deja respirar siquiera. Aquel día le suministraban en sus depósitos el agua necesaria para su consumo particular. Esta era la causa de aquella algarabía y ligereza. Como no íbamos solos, nuestros acompañantes le brindaron unos momentos de alegría y humor. Quizás hayan sido estas circunstancias las que ha tergiversado nuestros anteriores puntos de vista. 
 
          Desde aquel sitio estratégico pudimos observar el Norte y el Oeste de la isla. La parte Oeste era la más impresionante con sus profundos barrancos de Carrizal, Masca y Natero. Terreno completamente árido en esta época de verano, aunque al aparecer las primeras lluvias se cultiven trigo y cebada. Situado al mismo borde de la Punta de Teno, el fuerte viento nos hizo desistir de mirar hacia abajo, hacia aquel profundo barranco que se abría a nuestros pies. Los efectos de este constante viento los pudimos comprobar en el mismo edificio del faro. El viento, cargado de salitre del mar, ha ido carcomiendo silenciosamente los muros de esta fortaleza.
 
          Ya estaba atardeciendo y queríamos sacar algo más que alegría y jolgorio de aquella excursión que habíamos organizado. Por eso requeríamos las impresiones de don Rogelio Tinault -así se llama el torrero de Teno- porque las considerábamos interesantes. Nuestro interrogatorio se inició de esta manera.
 
               —¿Cuándo se inauguró este faro?
 
               — Hace cincuenta y nueve años. Exactamente el 2 de septiembre de 1898.
 
               —¿Lo encendió usted?
 
               —No. Yo por aquel entonces no estaba aquí. Esa tarea la llevó a cabo don Miguel Orive Valent, ya muerto.
 
               —¿Cuáles eran las características del faro por aquel entonces?
 
               —El alumbrado era de petróleo, con lámparas de mechas.
 
               —¿Sigue usándose hoy día lo mismo?
 
               —En absoluto. El actual es alumbrado por medio de acetileno disuelto en acetona con válvula solar. 
 
               —¡Cómo cambian los tiempos! Y… ¿qué características reúne este estupendo sistema?
 
               —El sistema de alumbrado es de dos eclipses seguido de uno aislado.
 
               —¡Por favor, don Rogelio, “alúmbreme” un poco más!
 
               —Veamos. La luz intermitente que despide el faro no adquiere esa interrupción por capricho, sino por un sistema automático. Se produce de la siguiente manera:
 
                     1º Un relámpago de luz de 1 segundo y 3 décimas.
 
                    2º Obscuridad de 4 segundos.
 
                   3º Relámpago de luz de 1 segundo y 3 décimas.
 
                   4º Obscuridad de 4 segundos.
 
                  5º Relámpago del mismo tiempo que los anteriores.
 
                  6º Obscuridad de 4 segundos.
 
                     Este ciclo tiene de duración quince segundos exactos.
 
          No fue obstáculo la claridad reinante para que don Rogelio nos invitara a subir adonde se encontraba la enorme bombilla… que nosotros suponíamos, y nos hiciera ver el funcionamiento. Grande fue nuestra sorpresa al comprobar que allí las supuestas bombillas brillaban por su ausencia. En lugar de ellas, dos débiles llamitas producidas por el acetileno, eran las verdaderas artífices de aquel enorme resplandor que presenciaríamos más tarde al caer la noche.
 
               —¿Será posible que estas dos pequeñas llamas sean las productoras de ese gran resplandor que ha de poseer el faro? —preguntamos.
 
               —Efectivamente, pero tenga en cuenta que esta especie de cristal que las protege tiene la propiedad de aumentarlas quince veces.
 
               —¡Ah! ¡Cómo no habíamos caído en lo del cristalito!
 
               —¿Cuál es el faro más importante de la isla?
 
               —El faro de Anaga.
 
               —¿Posee el mismo sistema de alumbrado que este?
 
              —No. Su alumbrado es de incandescencia por vapor de petróleo. Tiene un alcance de treinta y cinco millas.
 
              —¿Y este?
 
               —Solamente dieciocho.
 
               —¿Cuál fue el primer faro tinerfeño que orientó a los barcos?
 
               —La “Vieja farola del mar”.
 
               —¿Qué requisitos son necesarios para llegar a ser torrero?
 
               —Se necesita conocimientos extensos de mecánica, electricidad, motores de explosión, grupos electrógenos, dibujo lineal y manejo de aparatos, entre otros pormenores.
 
               —¿Si le invitase a dar un paseo sabiendo usted que dentro de breves instantes tendría que encender el faro, aceptaría?
 
               —Con mucho gusto, porque el faro no necesita que yo lo encienda. Se enciende quince minutos después de ponerse el sol y se apaga quince minutos antes de salir el sol; gracias al sistema de válvula solar que hemos mencionado anteriormente.
 
               —¿Salimos entonces?
 
               —No.
 
               —Eso se llama constancia… o desconfianza en la válvula solar.
 
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