Para entendernos... lo mejor hablar

 
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Comunicación en Infopuertos en julio de 2022).
 
 
          Hacen las gentes de todo pueblo que este mundo habite un gran trabajo y esfuerzo por usar una lengua que les permita compartir culturas, tradiciones y sea vehículo de uso para llegar a toda clase de acuerdos, cuando no de insultos que también cabe.
 
          Y esas lenguas van naciendo del reconocimiento de lo que nos rodea al ir dando nombre a las cosas: animales, objetos, accidentes geográficos de uso y, cómo no, principalmente  a las personas que nos acompañan. Las lenguas en su origen solo reconocían lo que estaba ante sus ojos. Si no había palabra en el diccionario local al llegar la cosa nueva, se echaba mano de una raíz de otro idioma. Véase el caso vasco. Justicia=Justizia. Calle=Kale.
(Para mas información ver La cuestión del vascuence de Don Miguel de Unamuno, tachado de traidor por destapar la manipulación y  el apaño.)
 
          No lleguemos a valorar el mito de la torre de Babel, que no  pasa de ser una ocurrencia bíblica, pero si tendremos que dar por bueno que no hubo jamás una lengua común, ya que cada grupo humano o en camino de serlo emitía los sonidos correspondientes a la morfología de su garganta y capacidad craneana. Siempre me ha llamado la atención que las cantantes chinas tengan voz de pito y las señoras rusas tengan voz de mezzosoprano.
 
          Pero los siglos pasan y van naciendo a golpes de civilización, no necesariamente pacifica, las lenguas que hoy hablamos, hijas de las que hablábamos apenas unos siglos atrás. En nuestra orbita europea, a la que pertenecemos por cultura común, se instaló el latín a mitad entre el intento de una lengua común y la mitad de un control de la cultura por un estamento que había hecho suya la lengua del Imperio Romano, o sea la Iglesia Católica.
 
          Para suerte de la Humanidad siempre habrá genios que nos intenten llevar al campo de la realidad dando explicaciones del por qué hablamos una lengua y no otra. Yo debo de reconocer que en el caso del personaje que hablaremos lo veo a mitad de camino entre defender al naciente castellano o llevarnos al campo del conocimiento del mejor latín. Llegado el caso que cada uno lo tome como le dicte su conciencia.
 
          El personaje en cuestión pasó a la historia como Elio Antonio de Nebrija, aunque realmente debió de llamarse Lebrija, pues ese era su lugar de origen y el de sus abuelos Juan Martínez de Cala y Lorenzo Xarana.
 
          Estas cosas, y otras muchas, hay que buscarlas en la obra del profesor de nuestra Universidad de La Laguna, ya fallecido, Don Alejandro Cioranescu.
 
          Hay que buscar la obra de este ilustre personaje en el campo de la gramática, puesto que él dedicó toda su vida a hacer bueno el principio del evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”, o sea la palabra, y en ese camino de búsqueda dio con la primera gramática de la lengua castellana publicada en 1492, justo cuando las naves de Castilla iban a encontrar las Indias de Su Majestad de la mano de Don Cristóbal Colón. Curiosa coincidencia de poner el lugar del nacimiento de su obra en el lugar en  que otro grande de nuestra literatura, Don Pedro Calderón de La Barca, situaría al Alcalde de Zalamea. Obra que nos debe servir para sacar la conclusión de que la justicia popular, cuando es verdadera, está muy por encima de los poderes políticos. Pero pongamos el freno a tan apetitosa cuestión y vayamos a ver qué representa este personaje nacional en  LA CANARIEDAD.
 
          Don Antonio de Nebrija, si así lo queremos citar, fue hombre de una sola mujer, de la que conocemos su nombre, Doña Isabel de Solís, y padre de siete hijos vivos que dirían nuestra abuelas, cuyos nombre igualmente conocemos a través del Sr. Cioranescu: Marcelo, Alonso, Sancho, Fabían, Sebastian, Antonio  e Isabel. Este nombre aparecerá en varias paginas de la historia de España y solo pongo como ejemplo que fue el de Doña Isabel de Solís, para la familia nazarí de Granada  Zoraida, consorte del emir de Granada Muley Hacen.
 
          No entremos en la vida y milagros de cada uno de ellos, pero si en el llamado Sancho, que se va a situar en la Historia de Canarias para desgracia de Don Alonso Fernández de Lugo como iremos viendo. 
 
          Este Sancho de Lebrija, pues así se le reconoce y firma, es hombre de estudios puesto que ha  estudiado en Bolonia, cuna del saber de la Europa de su tiempo, y hombre que cuenta con la confianza de la Corona de Castilla ya unificada a la de Aragón.
 
          Sabido es que Don Alonso Fernández de Lugo fue hombre de pocos reparos en materia de gobierno, y un día sí y otro no llegaban a la Corte noticias de sus malas artes, por  lo que la Corona decide enviar a un hombre de confianza para poner remedio. Este hombre será Sancho de Lebrija. La autoridad de Lebrija debió de ser tanta y tan manifiesta que el taimado Alonso acalló buena parte de sus trapacerías y aceptó la autoridad real que acompañaba a nuestro Sancho. Don Alonso, hombre pragmático, vio las cartas reales que aportaba el enviado por la Corte y aparcó sus desavenencias y hasta sirvió de presentador y fiador del nuevo regidor Sancho de Lebrija.
 
          Pero nunca se despejaron las dudas entre Adelantado y regidor, y cuando no era tachado de enemigo lo era de demasiado amigo, como hubo de recusarlo como juez por parte de la madre Marina de Leon que acusaba al hijo del Adelantado del asesinato de su hijo Juan Infante. Tal era el respeto de Don Alonso, que hasta le encomendó que, en su nombre y en de la Corona, hiciera repartos de tierras en Tenerife. El que parte y reparte ya se sabe… Don Sancho se adjudicó un solar para su casa en La Laguna y tierras en El Palmar de Buenavista. Tuvo tierras en La Palma, concretamente en Garafía, pues sabemos que las vendió al médico Diego de Funes. Y antes de los cinco años prescritos para la venta, lo que da idea del poder del Sancho de Lebrija ante el Adelantado. En las labores propias de su cargo hizo viajes a La Palma.
 
          Sabemos por la obra del profesor Cioranescu que hubo en Tenerife más de un hijo de Antonio de Nebrija el gramático, pues su hijo Sebastian figura en documentos de 1520 como lugarteniente de gobernador. El asunto del nombramiento y el cese de su hermano Sancho más parece un apaño de Fernández de Lugo si tenemos en cuenta que en el Registro General del Sello, en el año 1521, Sebastian de Lebrija eleva queja al juez Vadillo por las amenazas recibidas por parte de los hermanos García de Valcárcel, que intentaron matarle en San Cristóbal de La Laguna y, al fracasar en su intento, hirieron a un cuñado suyo. Un caso intrigante si sabemos por el mismo conducto del Registro que Sebastian de Lebrija, en nombre de su hermano Sancho, reclamaba legalmente al Adelantado el salario de 100.000 maravedíes anuales no pagados.
 
          Los encuentros y desencuentros fueron notables entre Don Alonso y nuestro Sancho de Lebrija, que acabó por ausentarse de su empleo a las ordenes del Adelantado, aunque dos años antes de la muerte de éste aun se le comisiona para que compre pólvora para Tenerife, y en el documento que lleva fecha de 1523 se le menciona como Teniente de gobernador.
 
          Como en toda época siempre habrá quien se tome la libertad de no acudir a su puesto de trabajo, carpintero o diputado, y así lo refleja el comentario que aparece en 20 de julio de 1520 por la faltas de asistencia de los regidores:
 
                    “que vengan los días ordenados de cabildo, que son lunes e viernes, vengan a cabildo por la mañana so la pena puesta, porque de quinze que son no ay más de çinco". 
 
          Lebrija lo intentó casi todo para hacer fortuna, y para ello hasta concertó un viaje a Berberia a la busca de esclavos.
 
          Como un añadido a su trayectoria familiar, dar a conocer que su hermana Isabel vivía casa en Gran Canaria con Juan Romero.
 
          Larga y azarosa vida la de este personaje que abandona definitivamente Canarias y figura en 1527 como corregidor de Orán, en África.
 
          La figura del padre, Antonio de Nebrija, ya hombre famoso por sus grandes obras gramaticales, hará, diría yo, ricos a los Lebrija vendiendo sus libros que él y sus hermanos imprimían en Granada. Una gran labor docente apoyada en la “exclusividad” de ser la familia Lebrija la única autorizada para imprimir y vender las obras de su padre. Murió nuestro regidor, teniente de gobernador y tantas cosas más en Granada el 18 de octubre de 1556.
 
          Pregunta: ¿Se puede escribir la historia de España, Indias de su Majestad y hasta Asia si me apuran sin que aparezca la figura de algún gran personaje que engrandezca LA CANARIEDAD
 
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