La riqueza que no fue

 
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Comunicación en Radio Muelle el 3 de junio de 2022).
 
          Con el mayor orgullo como canarios que somos hemos celebrado el Día de Canarias en este pasado 30 de mayo. Nuestra historia canaria, hija de tantos aconteceres, celebra su día mayor en esa fecha por ser la de la primera sesión de su parlamento autonómico y, cosas del destino, la fecha coincide con la onomástica de San Fernando y ese nombre llevaba el que fue  Rey Católico, Fernando de Aragón en cuyo reinado se incorporan las Canarias realengas  a la corona de Castilla. Este es un gran pueblo.  Esa Canarias, hija de tantos siglos, desde la leyenda hasta la historia real y documentada, que a todos nos debe reunir sin intentos de separar a tirios y troyanos. Canarios somos todos desde la llegada a través del África mas lejana hasta el humilde extremeño, portugués  judeoconverso o genovés que vino a regalarnos su sudor para engrandecer esta tierra. Demos una gran felicitación a LA CANARIEDAD.
 
          No podemos dejar pasar este momento sin recordar LA CANARIEDAD de lo que para muchos fue una auténtica bendición en su vida laboral, la fortuna de su familia y el porvenir de muchos hijos, aquella que evitó muchas emigraciones o los primeros pasos en una carrera náutica, como fue el caso del que les habla, en aquellos barcos de Cepsa que paseaban las grandes batallas de España en sus guerras contra Napoleón. Albuera, Arapiles, Bailén, San Marcial… y tantos otros. Y me refiero a nuestra Refinería. Así sin mas títulos, nuestra Refinería. Un siglo de la historia de Canarias. De los seis  siglos de nuestra historia como parte de la Corona de Castilla, un quinto es la vida de nuestra Refinería. Las circunstancias ambientales, los nuevos signos de las energías y un posible desarrollo de la ciudad pedían su desaparición.
 
          Pero no fue esa nuestra única fuente de riqueza, porque hemos ido desgranando en pasadas ocasiones la fortuna que nos trajeron nuestros azucares, nuestra vid, la orchilla, la cochinilla. Algún día con mejores datos hablaremos de tomates y plátanos, a los que siempre hemos tenido algún respeto por cuanto viven de ayudas exteriores y en ello va su peligro.
 
          Hoy nos gustaría hablar de la riqueza que no fue. Metales preciosos y gemas de precio para la industria joyera o las codiciadas especias.
 
          Pero no quisiéramos seguir con este relato sin recordar y agradecer y felicitar a cuantos artesanos canarios de nacimiento o de corazón  hacen sus geniales joyas usando las piedras olivinas u obsidianas fruto de nuestros volcanes. Los canarios siempre hemos sido capaces de dar a la naturaleza la belleza que aporta nuestro esfuerzo.
 
          Unas Indias recién descubiertas para la Corona de España en los años próximos, antes o después a la incorporación de Canarias al mundo europeo. Ese mundo ya había olvidado, o mejor sería decir ignorado, las  expediciones cartaginesas o romanas a las islas a la busca de productos como el garum. Las noticias que llegan a la corona mallorquina, castellana o aragonesa de los bienes, que los esforzados navegantes van encontrando en nuestras Islas Canarias, van desde algunos palos de brasil para tintes, orchilla, cueros de ganado y, sobre todo, algo que la Europa del momento cotiza enormemente, las personas que pueden ser sometidas a trabajos sin su voluntad. Forma eufemística de llamar a los esclavos. Éstos serán por su color blanco una novedad relativa en Europa, que conocía la esclavitud de caucásicos de las regiones del Este de Europa. Pero eran los primeros de una región considerada como África. Para aclarar algunos términos de esa esclavitud, en la que no hay separación entre buenos y malos, recomiendo leer “Esclavos” un trabajo de nuestro Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife publicado en 2006.
 
          Las narraciones de riquezas en formas de oro, plata, gemas de valor… todo eso estaba ausente en los relatos de los viajeros, colonizadores o aventureros que llegaban a nuestras costas. Aquí solo la vegetación arbórea, los ganados, los líquenes tintóreos. Poco más daba la madre naturaleza. Así tuvimos que convertir en objetos de comercio y valor, añadiendo ingenio  y grandes trabajos humanos, lo que las Islas nos daban. Y fuimos capaces de convertir el azúcar, el vino, la orchilla o la cochinilla  y los pinos en pez, y de ellos el oro, si no para beneficio de todos, si al menos para asegurar parcialmente una población que pronto se demostraba como eminentemente emigrante. La población que no puede ser alimentada con los productos de nuestra tierra ha sido y será la cruz de nuestras islas.
 
          ¿Pero íbamos a encontrar algo más? ¿Alguna vez iba a aparecer un nuevo El Dorado en las islas, como ya se vislumbran en las Indias de Su Majestad? Afortunadamente nunca faltan en Canarias los historiadores serios que, ausentes de visiones legendarias, dan las noticias ciertas sobre la vida y milagros de nuestras islas. En este caso, para hablar de las riquezas que no fueron, hemos de tomar como ejemplo de conocimiento los que nos facilita Don Lorenzo Santana Rodríguez, al que siempre hemos agradecido su buen hacer en nuestro Archivo Provincial del Patrimonio Histórico de Tenerife. Es autor de un trabajo que titula Hallazgos de metales preciosos en Canarias en el siglo XVI.
 
          Analiza en algún apartado las noticias que un canario envía a sus parientes en Tenerife admirándose de las riquezas del Nuevo Mundo. Y uno de ello es nada menos que Don Alonso Luis Fernández de Lugo, III Adelantado de Canarias, que se encuentra en la conquista de Santa Marta en la Nueva Granada. Y así dice cuando habla de lo que va descubriendo:
 
                    “Esta tierra es muy buena y muy sana y de grandes noticias de minas y tierras ricas y bien lo va mostrando, pues después que yo vine se ha hallado una montaña que tiene diez leguas que toda la piedra y tierra de ella es de un metal que cada castillejo 3 tiene  dos  quilates  de  oro es cosa muy  rica  y  mucho  más el Dorado  que es tan  grande la  noticia  que  se tiene  que  parece  sueño  porque  dicen  que las  paredes  y techumbre  y suelos de las casas son hechas de azulejos y planchas de oro y que todo el servicio de  los  indios  es  de  piezas  de  oro  y  plata.”
 
          Algún ilustrado se dejó llevar por la ilusión de una inexistente riqueza y dice en su Diccionario de Historia Natural de Las Islas Canarias -edición 1866.Publicación de Biblioteca Canaria en 1942: 
 
                    “El doctor Sprat … asegura que un fundidor de campanas de La Orotava había sacado de una tierra de la montaña de Los Azulejos bastante oro para hacer dos grandes sortijas y otro inglés extrajo del mismo mineral dos collares de plata.”
 
                    “El capitán Roberts afirma que en en la Punta de Anaga hay una mina de Oro.”
 
          Y no siendo suficiente la ilusión del oro o la plata también se habló de hierro:
 
                   “...dos pedazos de dos libras, parte de una masa de hierro virgen, que se encontró en  un  campo  de  Tirajana,  en  Canaria,  año  de  1797,  hierro  más  puro  que  el  forjado, maleable,  brillante,  de  color  de  acero,  cuya  limalla  es  atraíble  al  imán,  y  chispea  vivamente impelida contra la llama.” 
 
          Y el ilustrado que merece nuestro mayor respeto es Don Jose de Viera y Clavijo. 
 
          Y para mas ilusión del personal, también “apareció” plata, estaño y plomo en las obras de una camino que se hacía a Santa Cruz en el año de 1753.
 
          Creo que todos, por lo menos los mas viejos, conocemos aquellas concesiones mineras con el objeto real de buscar agua que se solicitaban a las autoridades de la Ingeniería Minera.
 
          Pero el asunto no era nada nuevo si vemos que en el Registro General del Sello, en 15 de marzo de 1515, se concede al licenciado Zapata y a Ortún Íbañez permiso "para explotación de oro, plata, arambre, alumbre, caparrosa (que son compuestos químicos), hierro, cobre, estaño y otros metales descubiertos y por descubrir en las Sierra del Teide y demás lugares de la isla de Tenerife." Lo firma el Rey.
 
          A nuestro buen y eficiente monarca Don Felipe II se le ocurrió la idea de fomentar la industria minera en España, y para no seguir dando regalos a nobles o aventureros dictó una norma por la que el que fuera capaz de descubrir y explotar una mina sería su dueño. La avalancha, como en las películas de Oeste americano, fue tremenda, y cada quisque, sin saber lo que iba a encontrar, registraba cualquier cosa que le pareciera brillante o metálica. Se comportaban como las catanas o grajas que se apoderan de todo objeto brillante al menor descuido.
 
          Un maestro sedero de La Laguna, Miguel Pérez, en 1572, registró ante escribano público una mina de azogue (mercurio) en el barranco de San Roque. La humana ambición hizo que, usando su categoría, el mismo filón fuese registrado por el regidor Juan de Azoca 15 días después.
 
          Y hasta la Santa Madre Iglesia creyó descubrir El Dorado lagunero cuando, en el año de 1590,  “Fray Pedro Colombo, de la Orden de San Agustín,  y fray Esteban Anselmo han descubierto unas minas de oro y plata en esta isla donde dicen el Risco de San Roque.
 
          Y tanto iba a ser el beneficio que Baltasar de Alarcón, Gonzalo Castillo, Cristóbal González, que era platero,  y una larga lista de Porcunas y Quesadas se liaron en la inscripción cada uno para su beneficio de la mina descubierta por los frailes y sus alrededores. El gozo en un pozo. Nunca hubo metal ni riqueza alguna como no fuera labrar la tierra.
 
           Y como para fiarse de crónicas y anuncios. Así decía Torriani hablando de La Gomera:
 
                    “Cerca de la Punta de los Órganos está una mina de plata, de excelente calidad, que por  dejadez no se aprovecha.  Su presencia también es cosa insólita en tan pequeña tierra; pero  no debemos extrañarnos por ello, porque, al no estar consumido por los  volcanes,  el azufre, que es padre de los minerales no se encendió por la cercana oposición del frío de la aguas marinas, y llegó a substanciarse en plata, con ayuda de  la  bondad,  de  la  cantidad,  que  debió  de  ser  muy  grande,  y  de  la  fuerza  de  las  estrellas.”
 
          Y de Fuerteventura.
 
                   "Esta isla es la más larga de todas las Canarias. Es estrecha y poco habitada, teniendo en cuenta sus dimensiones; y es accidentada, aunque no tenga montes muy altos, sino  alturas  mediocres,  muchas  de  las  cuales  fueron  volcanes,  y  ostentan  no  pocas  cantidades de oro y de hierro.” 
 
          Los más viejos  recordamos con nostalgia aquella médium, mitad agorera mitad bruja, Madame Layla que nos dijo con rotundidad, en aquellos felices años 50 del pasado siglo, que las tierras de las Cañadas estaban plagadas de esmeraldas y diamantes. Era una época en se premiaban las buenas  noticias y se ocultaban las tragedias. Había que conservar la salud mental
 
- - - - - - - - - - - - - - - - -