Alfonso Ussía y el Casino de Tenerife
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 16 de junio de 2009).
De nuevo, y como se presagiaba, Alfonso Ussía abarrotó el amplio Salón Principal del Casino de Tenerife, entidad que, después de más de cuatro décadas, ha escogido la encomiable y tradicional costumbre de seguir ofreciéndonos ese heterogéneo ciclo de conferencias de carácter abierto y de proyección cultural que, en definitiva, es lo que distingue a los grandes de la geografía española. La sanísima iniciativa la implantó Leoncio Oramas Tolosa y ha sido fielmente secundada por los otros presidentes que le sucedieron en el cargo, desde Bernardo Cabrera Ramírez hasta el actual mandatario, José Alberto Muiños y Gómez-Camacho, sin olvidar, por supuesto, y en este ínterin, a Javier de Loño Pérez, Luis Claveríe Rodríguez, Francisco Montes de Oca Vidosa, Opelio Rodríguez Peña, Joaquín Amigó Rodríguez, Miguel Duque Pérez-Camacho y Domingo Febles Padrón.
En efecto, Alfonso Ussía y Muñoz-Seca, con su estilo, elegancia, señorío y educación, volvió a obnubilar a la numerosa concurrencia que, una vez más, comprobó no sólo la enjundia de lo que expuso el conferenciante sino también cómo la interpretó: con especial cadencia y con voz cálida y bien timbrada. Y con tanta memoria y repentización como erudición y desparpajo fue desgranando, ante la algarabía de los escuchantes, un desfile de insólitos epigramas, cuajados de toda clase de tacos que, sin embargo, y dada las innatas cualidades apuntadas, salvaron al protagonista de la hoguera eterna de los puritanos, a pesar de mostrarnos, en una extraordinaria compilación, un peculiar desfile de recuerdos de aquel Madrid bohemio donde afloraban el talento, la maldad y la satírica, entre chisgarabises, pelafustanes y meretrices.
A quien suscribe siempre le ha captado la prosa fresca, ocurrente y festiva de Ussía, que se acrecentó cuando en el año 1994 se le concedió el Premio González-Ruano de Periodismo por el artículo, de magistral sencillez y publicado en ABC, titulado La pasajera, en referencia a la Reina de España, donde el autor prefería, en la escritura, y eso siempre le ha caracterizado, la claridad, el léxico sobrio y la construcción escueta frente a los barroquismos hoy tan en boga.
Conozco a un acreditado asesor fiscal que, después de la “pesadilla de la Renta”, busca afanosamente las divertidas aventuras del marqués de Sotoancho, “pichafloja y tontorrón”, para disipar angustias y estrés. Sé de alguien que cuando estaba leyendo el Manual del ecologista coñazo tuvo que acudir poco menos que al otorrino para reponer su ternilla.
Y todo por Alfonso Ussía, que ha conseguido que los españoles aprendamos a reírnos con él, de nosotros mismos. Antes de comenzar su reciente conferencia que llevaba por título El ingenio golfo de Madrid, y haciéndose eco de las pretéritas intervenciones, en otras tribunas, donde el ponente olvidó lastimosamente la sagrada regla de la brevedad, ahora nos dijo: “Espero que ninguno de ustedes envejezca durante mi intervención”.
El Casino de Tenerife ha “embrujado” a Ussía y viceversa: “Yo nunca he cobrado por hablar en mi casa”. Sus cuarenta minutos de actuación se consumieron como una pavesa, como un bálsamo, como la mejor terapia (“No tome medicinas, vaya a su casa y, cuando ría, está curado”, aconseja a sus pacientes el doctor Enrique González González).
Miguel Duque Pérez-Camacho no pudo ocultar su entusiasmo y admiración hacia el personaje que presentaba y desde su óptica de psiquiatra diagnosticó, entre otras interesantes pinceladas, que “Alfonso Ussía era el mejor antidepresivo que había en España”.
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