Recuerdos de la patria. Año 1797
Por José Tabares Bartlett (Publicado por primera vez en 1880 en la Revista de Canarias).
RECUERDOS DE LA PATRIA
Año 1797
¿Qué cielo tan hermoso
el cielo de Nivaria!
¡Qué azules y apacibles
los mares que la bañan!
¡Qué graves y potentes
sus obscuras montañas,
que pintan las auroras
de ópalo y de grana!
Y turban su misterio
las más sutiles auras,
los ecos de las fuentes,
los pájaros que cantan,
las voces del rebaño
que en las praderas pasta,
y del zagal alegre
las notas de la flauta.
No moran en sus grutas
las fieras alimañas,
las aves solo anidan
en sus grietas cortadas.
Es el ambiente puro
y recoge en sus alas,
de hinojos y de inciensos
las aromas más gratas.
Son tan bellas las noches
de la región nivaria
que lanzan las estrellas
más luz que la esperanza.
¡Qué cielo tan hermoso
el cielo de mi patria!
Los días, ¡qué radiantes…!
Y las noches…¡qué claras!
Las empinadas cumbres
del Teide y del Guajara,
que bordan las florestas
de múltiples retamas,
los áridos abismos,
barrancos que se alargan
desde los altos montes
a las tendidas playas;
no brotan de su seno
ni ríos ni cascadas;
las derretidas nieves
por sus senderos bajan,
lamiendo mansamente
en círculos de plata
las desiguales piedras
que forman sus murallas.
***
Ni cúpulas solemnes
ostentan sus comarcas
donde el viajero estudie
del arte las hazañas.
Mas como Grecia, cuentas
región Afortunada,
Suliotas en tus hijos,
que en lid sangrienta y brava
por defender sus fueros,
su independencia sacra,
como tus rocas firmes
la libertad proclaman.
Alí del Océano
fue el héroe de Bretaña
que con potente brío,
sediento de matanza,
clavó sobre tu pecho
su emponzoñada zarpa;
leopardo de la guerra,
Goliat de las escuadras.
A tus recuerdos vivos,
extática mi alma
como tus riscos fuerte
dentro de mí se alza.
Porque mi ser no abate
ni duelo ni nostalgia
a la memoria insigne
de mi querida patria.
Para cantar las glorias
quisiera de tus auras
la célica armonía
que en el espacio vaga;
la gravedad solemne
que muestran las montañas
ingentes y severas
del Teide y del Guajara;
la virginal belleza
de tus azules aguas;
la luz de las estrellas
de tus noches más claras;
y la ternura dulce
que arroba y embriaga,
con que el pastor alegre
sonar hace la flauta.
La voz del sentimiento
mi pecho te consagra;
mi canto sus estrofas,
oye mi canto, patria.
***
Como pájaros marinos
que cruzan las olas mansas
de un lago azul y apacible
donde el cielo se retrata;
vistiendo obscuros plumajes
sus pechos, y plumas blancas
las abiertas y tendidas
batientes y largas alas;
silenciosamente llegan
de otros climas y otras radas
las naves de Horacio Nelson
sobre las costas canarias.
¿Qué busca el héroe temido
en la poética Añaza?
¿Por qué detiene la flota
frente a frente a sus montañas?
¿Acaso busca un asilo
donde descansar su escuadra
batida por los ciclones
de temerosas borrascas?
¿O anhela más alta gloria
a riesgo de la de España,
y un nuevo lauro pretende
para colmo de su fama?
¡Guerra! murmuran dolientes
las olas del mar salada,
tornando su mansedumbre
en ira y creciente saña.
Y de súbito el espacio
pierde su bóveda clara;
que, como nubes de lluvia
humeantes nubes se alzan.
Y al estridente sonido
del crujir de la metralla,
y en la dudosa pelea
de la refriega empeñada,
las heredades y vegas
permanecen solitarias,
sin labriegos que las cuiden,
sin pastores las cabañas;
que, como bando de buitres,
que ve su presa cercana,
contras las huestes de Nelson
cierran en la invicta Añaza.
Y no hay tregua en el combate;
hijos del Teide y Bretaña
lidian con ardor tan rudo
en el suelo de Nivaria
que parecen enlazados
en la lucha firme y brava,
gajos de trepante hiedra
entre punzadora zarza.
Cuando la lucha es más fuerte
Más pronto su furia para;
por eso pronto, muy pronto,
se decidió la batalla.
Derrotaron los isleños
al titán de las escuadras:
que siempre vence en la lucha
quién más por vencer se afana.
Y ondulaba en los castillos
de la victoriosa plaza
la bandera vencedora
de Sagunto y de Numancia.
Mas, como en la lid temida,
es generosa mi patria,
y juzga mayor su suerte
cuando alivia la desgracia.
Por eso con el vencido fue
tan noble y tan preclara
en sus insignes proezas
y en los timbres de su fama,
que tendió la mano amiga
a la legión derrotada,
como ejemplo de valientes
que luchan, vencen y aman.
Los pabellones britanos
cogidos en la campaña
a las invasoras huestes
que asaltaron las murallas
de la tierra bendecida
de una isla Afortunada,
un templo de Tenerife
junto a sus altares guarda.
Y en el altar de la gloria
estas reliquias sagradas
son, lo que a místicos templos
hostias, cálices y aras.
***
Bella ninfa del Atlante,
que en sus ondas reclinada,
ciñes la regia diadema
del valor y de la fama;
hurí fecunda en hechizos,
virgen de vistosas galas
que muestras al navegante
el venero de tus gracias;
mansión de tiernos amores,
edén de casta fragancia
deja que bese gozoso
en mi inspiración tu planta.
Que a tu recuerdo querido
mi corazón se dilata,
porque me siento más grande
cuando te miro más alta.
Por ti mi numen ardiente
roba la celeste llama
a la musa de Tirteo
y a la que inspiró a Quintana.
El estro que en mí se agita
inunda toda mi alma
como al cerebro la idea
y a los cráteres la lava.
Y como la luz del día
los tendidos campos baña,
y en el ancho firmamento
en piélagos se derrama,
en el espacio infinito
de mi ser y de mi alma
reverbera el sol luciente
del recuerdo de Nivaria.
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