El paraíso holandés de los tulipanes Keukenhof (diga Kokenóf)

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 3 de junio de 2000).
 
 
 
          Desde las alturas, desde el avión, uno empieza a embelesarse con ese gran jardín que es Holanda, en cuyos campos, llanos como tablas de planchar, parecen haberse desplegado, multitud de banderas, dándole al contorno franjas tan lineales como multicolores. Aquí llueve cada 220 días al año y cuando no llueve “es un error de Dios”. 
 
          Pero si hay, en primavera, una visita obligada a Holanda es a Keukenhof (diga Kokenóf), el santuario de los bulbos, rincón visitado en dicha etapa por varios millones de ecológicos -y no ecológicos- turistas, que saben van a extasiarse con un floreciente ambiente festoneado de gladiolos, narcisos, azucenas, jacintos, lirios, crocus, dalias, anemonas, freesía y, de una forma muy especial, de tulipanes.
 
          "Tulipán, ¿quién eres? Mi nombre viene del persa tulipán, que a su vez deriva del turco tülbend, que significa turbante. Me llaman así desde 1581. Pertenezco a la familia de las liliáceas, y yo soy una planta de bulbo con ciclo vegetativo anual. Tras la floración, que se produce en primavera, mi bulbo desaparece después de hacer dado otro bulbo  -que florece al año siguiente-  y bulbillos. Lo tulipanes somos actualmente unas 125 especies repartidas entre 15 grandes subespecies…". (Gracias, Michelín).
 
          Y allí, en Keukenhof (diga Kokenóf), es un inmenso jardín de estilo inglés, con arriates geométricos, que contrasta con los campos que lo rodean, están, por ejemplo, el tulipán flor de lis, el tulipán Rembrandt, el tulipán papagayo, el tulipán triunfo, el tulipán Darwin… El terreno es ondulado, surcado por pequeños canales sinuosos, salpicado de pequeños arroyos y riachuelos por donde se deslizan, muy suavemente, los cisnes. Las más bellas variedades de flores se agrupan en pequeños macizos aislados, creando magnificas pinceladas de color sobre un fondo verde de césped y arbolado. El conjunto se alegra con varias esculturas y artísticos surtidores de agua.
 
          Allí, en Keukenhof, en aquel paradisiaco jardín, se observa el meticuloso cuidado, la limpieza de los paseos; ni una hojarasca. Se huele de una forma especial en este antiguo territorio de caza de la impetuosa Jacoba de Baviera, quien lo heredó, a la muerte de Guillermo IV de Baviera, su padre, donde él también cazaba, pero también mandaba cultivar hierbas aromáticas y especias para condimentar la cocina del palacio donde había instalado la Corte, cuyas ruinas de ladrillo rojo se vislumbran desde lejos. Hay que buscar aquí el origen del curioso nombre del parque de  Keukenhof, que significa, literalmente, “jardín de la cocina”, cuya entrada es de pago, por lo que no hay que confundirlo con los vastos y geométricos campos de tulipanes que se extienden entre los limítrofes núcleos de Haarlem y Leiden, que podemos otear desde un gigantesco y muy cuidado molino con aspas que aparecen despedazar al viento, frío, muy frío, por cierto, que se combate con buenos abrigos y mejores bufandas. 
 
           Tulipán, motivo decorativo de estilo, presente en cerámicas, baldosas, alfombras; en ornamentos propios del arte turco; presente en la loza, en mantelerías y objetos de estaño. Tulipán ¿quién eres? Soy, también pintura; estoy casi siempre en estos magníficos floreros de las Escuelas Flamenca y Holandesa de los siglos XVII y XVIII que todos ustedes pueden apreciar -y así lo hemos comprobado-, por ejemplo, en el Rijksmuseum de Amsterdam, que está a unos 30 kilómetros de este paraíso de los tulipanes que responde por Kokenóf.
 
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