Obras de Charo Borges, Arístides Roncero y Felipe Brito

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 2 de octubre de 1993).
 
 
          Procuramos escribir de lo que entendemos. Y entendemos ese panorama, esa flor, ese árbol. Y seguimos recreándonos con esas exposiciones donde, nada más entrar uno, parece haber llegado a algo familiar y entrañable, donde lo figurativo se impone a lo abstracto y donde el monte sustituye al rombo.
 
          Esta sensación acabamos de experimentarla en el Club Náutico de Bajamar, donde su junta directiva, para clausurar la temporada cultural, invitó a Charo Borges, Arístides Roncero y Felipe Brito, licenciados en Bellas Artes, para que nos mostraran sus paisajes y temas urbanos de Santa Cruz y La Laguna, así como estudios al óleo sobre pliegues y materiales.
 
         Estuvimos en la inauguración de dicha exposición que, todo hay que decirlo, fue incentivada por el catedrático Juan M. Reverón Alfonso, previamente consciente que tal trío impactaría en las amplias y luminosas instalaciones de la citada entidad. Y no se equivocó nuestro antiguo y querido amigo. El numeroso y selecto público que allí se congregó admiró los óleos de Arístides Roncero, que se nos fue al Valle de Ucanca, al Teide; que bajó al impresionante caserío de Masca, se detuvo enfrente de los tarajales y tras escrutar tejados fue a descansar en el litoral de Punta de Hidalgo, no sin antes pasar por la lagunera Calle del Agua, en la que el pintor, con una visión muy personal y poética, hizo de este cuadro una pieza de museo. 
 
          Felipe Brito fue una agradable sorpresa para nosotros. Maestro del óleo sobre tablas y lienzo; conocedor de toda la técnica del acrílico, como oímos manifestar a entendidos en la materia, este joven artista no solo asombra con sus nocturnos en Las Teresitas, sino que nos hace como respirar el aire puro de Taganana y Las Mercedes, y repasar, con detenimiento, sus elaborados bodegones, todo ello como antesala a sus cuidados paisajes urbanos, donde nuestras vidas santacruceras, nuestro modélico Parque García Sanabria, cobran un carácter muy especial en los pinceles de Brito, que deja para la posteridad, con un sello muy personal, todo aquello que ojalá permanezca en nuestras retinas como está en la actualidad.
 
          Y Charo Borges, ¿Qué hubiera dicho su padre de esta especie de “caja de sorpresa” que Charo ha inventado para todos nosotros? ¿Qué hubiera opinado don Vicente Borges, excelente periodista, estupendo pintor y avezado crítico de arte, de esos “estudios de pliegues” con los que su hija ha asombrado a la concurrencia? Aseguran los eruditos que jamás se había visto una cosa igual en nuestras salas de exposiciones. Lo cierto es que al público le ha gustado todo lo que Charo ha colgado, con mucho esmero y cariño, en esta variopinta muestra. Este público se ha acercado a sus pliegues y, entre otras cosas, ha esbozado una peculiar sonrisa, que puede ser el premio que recibe la autora por su originalidad. Otros se han aproximado y han comprobado la maestría que ha tenido Charo Borges para engarzar el pliegue con el óleo sobre cartón e, igualmente, sus rictus de extrañeza podríamos descifrarlos como el sedimento del convencimiento. 
 
          Al salir de Bajamar, y unido al salitre de sus litorales, aún sentíamos las frescas neblinas de Roncero, las marinas nocturnas de Brito y aquellos enigmáticos pliegues de Borges. ¿Qué hubiera opinado tu padre, Charo?
 
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