Montmartre y los iconos culturales más representativos de París

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 4 de junio de 2008).
 
 
          Antes de subir al Sacré Coeur, tarta jesuítica, pero geográficamente bien situada, tenía que depositar -si era partidario de la comodidad- medio franco para elevarse, en un funicular de bolsillo, hacia aquel Montmartre de literatura brillante, historia trágica y pintores geniales, donde en determinados bares había, lo que se dice, de todo. Y muy próximos a estos, los pissotières, tan cantados por escritores y poetas. Ya quedaban muy pocos en París. La moral de los poderes públicos se había ensañado con ellos…  
 
          Y al doblar una de aquellas tortuosas calles, la Place du Tertre, de inconfundible sabor; un mundo abigarrado de pintores, retratistas, siluetistas, bohemios, vagabundos, clochards y personajes del más puro exotismo, que hicieron las delicias de nuestro común amigo, ya tristemente desaparecido, Paco Pimentel, que con su inigualable prosa y en su viaje a aquel París serio y golfo nos proporcionó bellísimos retazos de aquel bullanguero, extraño y confidente París la nuit, donde legiones de africanos vociferaban tallas, cueros, marfiles, ébanos, en grandes plásticos amarillos, que ante la presencia de los gendarmes de viseras los recogían con impresionante celeridad, convirtiendo la improvisada estantería en inocente hatillo. 
 
          Por setecientas pesetas, su más fiel retrato, firmado por un dibujante japonés, yugoslavo o colombiano; por mil pesetas, una acuarela, un óleo o un gouache, que con el tiempo podía convertirse en un Utrillo o en un Picasso, excepcional binomio que salió de esta plaza -allí también estuvo nuestro Óscar Domínguez-, asaetada por nubes de turistas, parasoles y camareros; invadida por barras y mostradores que se veían impotentes para despachar tanta patata frita y tanto “perro caliente”, que aquí, en París, con el sin par complemento del crujiente y blanquísimo pan, era uno de los más exquisitos bocados para el transeúnte con más inquietud artística que prisa.
  
          Hoy Francia ocupa, un año más, el primer lugar del ranking internacional de países receptores de turistas, poseyendo el 9,4 por ciento del total de los movimientos vacacionales en el planeta, por delante de España, que mantiene la segunda plaza y en tercer lugar, se encuentra Estados Unidos.
 
          Según aportaba recientemente Miguel Ángel González Suárez, Francia es, actualmente y turísticamente hablando, el país más visitado del universo. Además, hay que remarcar que París, con más de 26 millones de turistas anuales, es la segunda ciudad más visitada del mundo -la primera es Londres-. Huelga decir que en la República Francesa se concentra uno de los mayores patrimonios históricos-artísticos del mundo, donde el museo del Louvre, del que ya nos hemos ocupado en anteriores artículos, viene atrayendo a más de diez millones de visitas al año, desbancando a la Torre Eiffel, símbolo de la capital; a la catedral de Notre Dame, al Centro de Arte Contemporáneo Georges Pompidou; al Arco del Triunfo y al museo del Ejército, por mencionar los iconos culturales más representativos de la Ciudad de la Luz.   
 
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