No estrenes botas en el Camino de Santiago

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en el Diario de Avisos el 29 de diciembre de 2007).
 
 
          Como atinadamente se apuntó en su día, el Camino de Santiago es un fenómeno social porque consigue congregar a personas movidas por razones religiosas, por motivos de soledad, meditación o simple contacto con la naturaleza y el arte. Es también un acontecimiento cultural al reunir un mosaico de estilos arquitectónicos que son testigos de la historia de España. Cada edificio que encontramos a nuestro paso conforma el reflejo de una grandeza pasada que aún hoy nutre el orgullo de los pueblos y de las ciudades.
 
          Existen obviamente, caras y cruces en esta aventura milenaria. Pero nosotros, como las abejas, parece que sólo hemos gozado néctares, traducidos, por ejemplo, en la carga de solidaridad, de convivencia, que otorga este Camino, que resulta de una gran autenticidad, así como las comunicaciones, las señalizaciones, y los paisajes que, junto a la gastronomía, forman un cuarteto para el recuerdo.
 
           Si Jerusalén representa el nacimiento de Jesucristo y Roma la capital cultural y religiosa del Vaticano, el Camino de Santiago es, a ojos de todo el mundo, un peregrinaje de leyenda y magia forjado dese el año 840 por el andar incesante de los amantes de esta ruta. Más de mil años después, comienza a marcarse con flechas amarillas el Camino, desde Roncesvalles al Obradoiro, de la mano de Andrés Muñoz y del sacerdote Elías Valiñas, autor de un libro ad hoc, de anaquel. Y en los albores de la década de los 90 del pasado siglo, esta Ruta Jacobea comienza a ser conocida por sus valores históricos, monumentales y paisajísticos, provocando que varios millones de personas visiten la catedral de Santiago de Compostela.
 
          Y antes de emprender tal reto, menudean los consejos para el neófito: “no estrenes botas para el Camino. Si tienes unas viejas, utilízalas. Si son nuevas, anda con ellas el máximo tiempo posible. Mínimo, durante dos meses, todos los fines de semana. Si puedes llevarlas a diario, mejor”. Por cierto, en determinados recodos del Camino, se suele encontrar un par de botas abandonadas, bien porque el peregrino no podía soportarlas o bien como ofrenda y recuerdo de su recorrido por estos senderos donde las avispas nos respetan y donde proliferan un buen número de colmenas, entre brezos, robles y milflores, donde la miel, en ocasiones, es manjar para osos.  
 
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