Capitanes Generales en el Palacio de Carta. Carlos Palanca y Gutiérrez (1)

 
Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en El Día el 11 de junio de 2020).
 
 
Palanca-1-1 Personalizado
 
Mariscal de Campo Carlos Palanca y Gutiérrez
 
    
          Por la amable insistencia de un amigo he decidido continuar la serie de artículos sobre los capitanes generales de Canarias que en su día ocuparon el Palacio de Carta. Al hacerlo me he topado con Carlos Palanca y Gutiérrez. Y digo me he topado, no encontrado, porque al intentar tirar del hilo de su trayectoria vital, el resultado ha sido una búsqueda apasionante.  Si siempre se ha dicho que el siglo XIX español fue un siglo convulso, la figura del mariscal de campo Carlos Palanca fue una muestra viva de ello. 
 
          El día 21 de julio de 1872, martes, a bordo del vapor África llegaba a Tenerife, acompañado de su mujer y dos hijas, el mariscal de campo Carlos Palanca y Gutiérrez, venía para tomar el mando de la Capitanía General de Canarias. No era la primera  vez que desembarcaba en el puerto de Santa Cruz. Casi 9 años antes, el 26 de diciembre de 1863 había llegado el vapor Tharsis y a su bordo llegaron a esta capital el Exmo  Sr Capitán General últimamente nombrado para este distrito D. Joaquín Riquelme y el nuevo Exmo Gobernador Militar de esta Plaza y Provincia D. Carlos Palanca. Ambas autoridades tomaron el mismo día posesión sus destinos y al día siguiente domingo recibieron a la oficialidad de todas las corporaciones militares. Por la noche la charanga del Batallón de Antequera estuvo tocando en el patio de la Capitanía General. Estuvo muy poco tiempo, el 13 de febrero del año siguiente,1864, es destinado a Santo Domingo, a donde llega el 9 de abril, pero también allí, esta vez por enfermedad, permaneció en el destino unos pocos meses, en julio regresó a Madrid, se recuperó y de nuevo en agosto fue destinado a Filipinas. Un verdadero carrusel de destinos. Destinos siempre alejados de la capital del Reino, su conocida simpatía por los progresistas, a los que en esos momentos se les consideraba como enemigos de la corona y del régimen, unida a su gran popularidad, le hacían ser un personaje molesto para el gobierno.
 
          Regresado de Filipinas su situación fue empeorando hasta que por una  real orden de 20 de diciembre, gobernando O´Donnell, se le destina de cuartel (hoy diríamos disponible) a Canarias. Lo de cuartel es un eufemismo, la realidad es que se le destierra a Canarias. 
 
          El 11 de enero de 1866  llega de nuevo  a Tenerife y otra vez en el vapor Tharsis. En cuanto llega es calurosamente acogido por los miembros del partido progresista, muy agitados entonces, solo hacía 8 días que el general Prim había fracasado en su pronunciamiento de Villarejo de Salvanés que pretendía que la reina le nombrara jefe de un gobierno del Partido Progresista. Esta acogida  llega a oídos del gobierno y decide alejarle aún más y el 7 de marzo, no ha llegado a estar dos meses en Tenerife, una real orden  fija su residencia en Lanzarote y le ordena su traslado con la mayor urgenci; solo una semana después embarca en el vapor La Estrella, vía Las Palmas, al no disponer de enlace directo en ese momento. Dos días antes  publica en la prensa de la plaza una carta que termina con el siguiente párrafo:
 
                    "Gracias á todos, y todos cuenten con un amigo que eternamente ha de llevar gravado en su memoria el nombre del ex-comité de Santa Cruz de Tenerife,- y se repite á sus órdenes muy aftmo S. S. Q. B. S. M. Carlos Palanca Gutiérrez."
 
          El ex comité que dice que ha de llevar su nombre grabado en la memoria era el del Partido Progresista, denominación con la que seguían trabajando una vez  suprimido el comité a raíz del pronunciamiento de Prim. Lo integraban 20 personas notables de toda la isla; en Santa Cruz lo eran, entre otros,  Patricio de la Guardia, José Suarez Guerra  o  Emilio Serra, que más tarde pasarían a ser republicanos.
 
          Sobre este destino a Lanzarote, así se expresaba un lanzaroteño:
 
                    "El gobierno O'Donnell no tan solo deporta á sus adversarios, sino que les persigue hasta en el destierro .Este  es el caso que ha venido y viene atravesando el Excmo Sr. Brigadier D. Carlos Palanca hace ya una porción de meses.  Consideradas ya nuestras pobres Islas, según se vé, para las entidades políticas lo que Ceuta y Melilla para los criminales civiles, tocóle también a este ilustre y pundonoroso militar el ingresar en nuestro suelo con espresa residencia en la capital de la Provincia. Pero no quedaba aun satisfecho el encono de sus enemigos, era necesario oprimirlo allí mismo en su mismo destierro; era necesario privarle también de la sociedad y del consuelo de sus amigos, que también allí los tiene en mucho número. Entonces se le ordenó su residencia en esta Isla de Lanzarote, y como que era consiguiente, aquí también encontró amigos, halló cariñosa acogida, noble y espontánea hospitalidad hasta el estremo de serle ya sensible el apartarse de esta pobre isla;  Por último; ante de ayer veinte y cinco del corriente se volvió á embarcar para esa Ciudad de Santa Cruz de Tenerife á donde se le ha permitido regresar para reponerse de los efectos de una tifoidea complicada con la gripe . En la afluencia del pueblo, entre el que se hallaba la mayor parte de las personas las notables del país, al tiempo de su despedida, demuestra que todas las veces que el brigadier Palanca salga de un pueblo para otro de nuestra patria sus cívicas virtudes le ponen á la altura de un hombre que arrastrará en pos de si y por donde quiera que vaya el decidido afecto á que por sus merecimientos es acreedor." 
 
          Con esta licencia por enfermo pasa en Tenerife unos meses hasta que el 12 de octubre a pesar de no estar totalmente recuperado el gobierno le ordena que regrese a Lanzarote. Allí pasa el invierno hasta que en abril del siguiente año, 1867, se le ordena que viaje a Tenerife; así lo hace,  el 12 de ese mes llega a Santa Cruz y en cuanto pone pie en tierra es detenido, apresado y conducido al Castillo de Paso Alto donde quedó recluido.
 
          Los términos irrespetuosos contenidos en una instancia  que había dirigido a la Reina, hacía pocas fechas, eran el motivo de su arresto, por los que quedaba sujeto a procedimiento y pendiente de un consejo de guerra.  
 
          El día 14 de mayo  el Consejo de Guerra, celebrado en el Palacio de Carta, condenó por unanimidad al brigadier Carlos Palanca a que le sirviera de pena, como extraordinaria, la prisión de arresto sufrida, con arreglo al artículo 25, título 10 tratado 8º de las Reales Ordenanzas. Una decisión casi salomónica.
 
          No se consideró oportuno que el brigadier Palanca circulase libremente por Santa Cruz porque podían producirse manifestaciones en su favor, por eso dos días después, por la tarde, un ayudante de plaza, le  recogió en el  Castillo de Paso Alto y de forma subrepticia lo llevó hasta el muelle, donde le esperaba su mujer, para que embarcase en el pailebot Silvador, un pequeño velero fletado por el gobierno para el servicio de los faros de las islas, que lo llevaría a Lanzarote.
 
           Así llegó el año 1868,  en   medio de una gran crisis económica y también de un fuerte malestar social y descontento político; el 16 de julio el buque de guerra Vulcano desembarca en Tenerife a los generales Serrano Domínguez (Duque de la Torre) y Serrano Bedoya y al día siguiente, en Las Palmas, a los también generales  Dulce y Caballero de Rodas, acusados todos  de conspiración contra el Estado.
 
          A principios de septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se acordó que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la Flota por el almirante Juan Bautista Topete. Hacia mediados de septiembre zarparon de Las Palmas dos vapores que llevarían hasta Cádiz a los cuatro generales deportados y al mariscal de campo Ramón Nouvilas que desde 1866 estaba de cuartel en La Palma y doy por seguro, aunque no tengo constancia de ello, que también a Carlos Palanca. Llegaron  el 19, pocas horas después del pronunciamiento de Topete que iniciaba la revolución conocida como La Gloriosa que acabó con el reinado de Isabel II.  
 
           Fuera como fuese su regreso a la península,  el 7 de octubre el brigadier Carlos Palanca es nombrado Gobernador Militar de Almería. El 16 de ese mismo mes, Prim le asciende a mariscal de campo y será  sucesivamente Gobernador Militar de Murcia, Segundo Cabo en Puerto Rico, Comandante General del Departamento de Cuba y finalmente el 9 de julio de 1872  Capitán General de Canarias.  
 
          Y volvemos al principio, el 21 de julio de ese año llega a Tenerife y será el  duodécimo   capitán general que ocupe el Palacio de Carta, pero solo por 8 meses, porque el 11 de febrero de 1873 abdica Amadeo I y se proclama la 1ª República española; a los pocos días, a primeros de marzo, escribe una carta al Presidente de la República que la nota de prensa que transcribo a continuación califica de pavorosa.
 
                    "Días ha, siendo Capitán General de Canarias dirigió el ciudadano Carlos Palanca una pavorosa epístola al ciudadano Figueras. Las islas se separarán en cuanto se proclame la federal decía en agrio tono  y entre observaciones más agrias aún sobre la federal."
 
          El delito flagrante de lesa federal fue castigado como mereció y el general Palanca tornó a Madrid destituido.
 
          Así fue, el 23 de marzo de 1873 el mariscal de campo Carlos Palanca Gutiérrez fue cesado de su cargo de Capitán General de Canarias. Nunca más regresaría a Canarias.
 
          Esta historia, como es natural, tiene un antes y un después que merecen ser  contados en otro artículo.        
 
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