Cromos británicos (13) Eros
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 13 de diciembre de 1997).
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EROS
Son, posiblemente, los nueve escalones más hollados del universo. A su alrededor, vetustas oficinas de seguros; gigantescos neones de Coca Cola, McDonald’s, Foster’s y Sanyo, a dos pasos tiene el trepidante London Pavilion, que desde hace algún tiempo está pidiendo a gritos una manita de pintura; y al Criterion Theatre, que anuncia las más renombradas obras de William Shakespeare. Allí, como en ningún otro sitio, las máquinas fotográficas y videos, es el pan nuestro de cada día. Se mastica, se espera, se bebe, se observa, se duerme…
Eros, que tras una larga convalecencia estuvo restaurándose en Escocia, ha vuelto a su plinto en Picadilly Circus que, sin lugar a dudas, es el centro de este Londres donde no hemos visto a nadie fumar puros y donde ahora sus calles no son tan angostas y oscuras como antaño, hasta el punto que los comerciantes tenían que poner espejos en el exterior para poder tener más luz en el interior.
Pues claro que nos encontramos en esta increíble y locuela plaza donde se alza una fuente coronada por una figura del dios Eros, erigida en 1893 en recuerdo del gran filántropo Conde de Shaftesbury. Ahora, el dios griego del amor echa de menos aquella exposición Guiness World of Records, que junto a la representación audiovisual London Experience ya han desaparecido del bullicioso Trocadero, que sigue siendo un moderno centro de compras y diversión.
Ahora, los punks, en franca decadencia, se confunden con los turistas primordialmente jóvenes, que se apiñan en estos nueve escalones que rodean la estatua, siempre humedecida por débiles surtidores, que no pueden regar y hacer desaparecer esas cáscaras de naranja, colillas y latas de refresco que no se han sabido depositar en las abundantes papeleras allí ubicadas. Y Eros, con arco pero sin flecha, nunca podrá dar un escarmiento a los descuidados.
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