Vivencias de un chicharrero centenario
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en El Día el 13 de septiembre de 2020).
Leto Valladares, con 100 años recién cumplidos
Leto Valladares Barbuzano, nació el 9 de septiembre del año 1920 en la casa de sus padres, sita en la calle Regla nº 14, del barrio de Los Llanos, en la Villa y Puerto de Santa Cruz de Añazo, siendo bautizado en la parroquia matriz de Nuestra Señora de La Concepción. De niño fue a la escuela de doña Carmen, en el barrio de los Llanos, teniendo que llevar una banqueta para sentarse porque no había sillas ni mesas.
Le gustaba jugar a la pelota en la playa de Añaza, o en el campo de Chovito, donde entrenaban el Regla y el Real Unión, llegando a ser portero titular de “El Español”, equipo del barrio del Toscal. Fue miembro de los Exploradores de España, con los que ascendió al Pico de Teide en 1931.
Fue uno de los pocos niños que nació después de la epidemia de Fiebre Española (1918), y cuyos enfermos pasaban la cuarentena muy cerca de su casa en el Lazareto, actual Parque Marítimo. Su infancia la pasó merodeando por la fábrica de Gas, situada detrás de su casa, donde hoy se encuentra el Intercambiador de Transportes y el Palacio de Justicia. También presenciaba la matanza de animales en el matadero municipal, y el consiguiente reguero de sangre que corría hacia la playa de Añaza, también llamada de La Carnicería, por este motivo. En los veranos se bañaba en la playa de Regla, que actualmente utiliza el Parque Marítimo. Sufrió la llegada de los camiones que iban cargados de basura para tirarla al mar, en el lugar donde hoy se levanta el Palmetum.
Cuando sólo contaba dos años de edad, todo el barrio de Los Llanos volvió a quedarse aislado del centro de la ciudad, durante el temporal que asoló la Isla en diciembre de 1922; pues, una vez más, las aguas del barranco de Santos derribarían el puente del Cabo, que era de madera. Por ello, cuando tenía 9 años, su padre le llevó a ver la prueba de carga y la inauguración del puente Galcerán, que unía las dos márgenes del barranco Santos. También presenció la apertura del Puente Serrador en 1944, que comunicaba el barrio con la ciudad, a través de la calle del Norte (Valentín Sanz). Puente realizado con el fin de que los ciudadanos de Santa Cruz pudieran acercarse a comprar al Mercado Nuestra Señora de África; ambos proyectos fueron llevados a cabo por el Mando Económico.
Los estudios de bachillerato los inició en el Establecimiento de Segunda Enseñanza, en la plaza Ireneo González de Santa Cruz de Tenerife, terminándolos en el Instituto Islas Canarias, en La Laguna, siendo la primera promoción de bachillerato del plan 1932. Desde aquella época, ya se fugaban de clase en el día de San Diego, para ir a contar los botones al santo.
Luego estudiaría la carrera de Aparejador en la Escuela Politécnica de la Universidad de San Fernando, de La Laguna, finalizando en 1945. Siempre le ha gustado realizar maquetas de las ermitas de Regla y San Telmo, la Iglesia de La Concepción, el castillo Negro, ...
Fue llamado a filas en octubre de 1938, como mozo perteneciente al reemplazo de 1941, ingresando en el cuartel de San Carlos, aunque sería dispensado de acudir a la Guerra Civil española por tener dos hermanos luchando en el frente de batalla. Aunque se licenció en 1942, durante los veranos de los tres años siguientes realizó las Milicias Universitarias en el cuartel de Hoya Fría, obteniendo el grado de Alférez de Complemento en 1946, en el cuartel de Artillería de Córdoba, donde tuvo la oportunidad de ver torear a Manolete.
Al regresar a Tenerife, comenzó a trabajar como aparejador técnico en el Cabildo Insular, a la vez que desempeñaba el cargo de secretario accidental del Colegio de Aparejadores. De esta etapa recuerda haber colaborado en el replanteo del tramo de la carretera que unía El Palmar y Teno Alto. Como prueba de fe de vida, todos los años acude al Colegio de Aparejadores y les dice: ¡Aquí estoy yo!
En 1948 entraría a trabajar en la Refinería de Petróleos de Santa Cruz de Tenerife, donde permanecería 40 años. En estos primeros años de expansión de CEPSA, llegó a formar parte del equipo de ingenieros americanos que vinieron a realizar la ampliación del muelle de La Hondura. También fue enviado a realizar las obras de montaje de esta empresa en El Aaiún, y de la Refinería de Algeciras.
Durante toda su vida laboral, todos los días se levantaba a las seis de la mañana, jamás faltó a su cita, y nunca estuvo de huelga. Recuerda con tristeza el año 1985, cuando reventó uno de los tanques de la Refinería en que hubo varios heridos. Junto con sus compañeros colaboró en la extinción del incendio, regresando a su casa prácticamente sin ropa, chamuscado, y agotado, pero con la satisfacción de haber cumplido con su deber.
Se casó en 1949, con Blanca García Santos, joven palmera con la que había mantenido relación epistolar durante varios años. El matrimonio se instaló en Santa Cruz de Tenerife, donde con esfuerzo, dedicación y cariño, procrearon una familia, formada por: Piluca, Javier, José Carlos y Blanca, quienes le han dado 7 nietos y 5 biznietos, de los que se siente más que orgulloso. En su mente y en su corazón siguen presentes su padre, su esposa, y sus dos hermanos, Juan y Basilio.
Hojeando sus álbumes de fotografías, al ver su promoción de bachillerato (1932-1939), no puede reprimir unas lágrimas, y dice: Me he quedado sólo. “Mis recuerdos que sólo son ausencias, / calman la soledad en que ahora vivo / y en las ausencias todo está presente”.
Conoce muy bien Santa Cruz, pues desde que era niño le gustaba recorrer la ciudad de la mano de su padre; por ello, en estos cien años ha visto su crecimiento y expansión, aunque ha tenido que soportar los incesantes cambios de nombre que han recibido sus calles.
En orimer plano, el Barrio de Regla, donde nació Leto.
Cuando en 1958 se llevó a cabo el Plan General de Ordenación Urbana (Plan Cabo-Llanos), para la ejecución de la Avenida Marítima de acceso al Puerto de Santa Cruz de Tenerife, sufriría en carne propia la expropiación de la casa familiar y el patio anexo. Este desplazamiento les ocasionaría un enorme desarraigo a los 800 vecinos del barrio, al estar acostumbrados a la convivencia y concordia entre ellos; aunque, esta armonía la siguen perviviendo cada 8 de septiembre, cuando se reencuentran en los alrededores de la ermita de Regla para celebrar todos juntos su festividad.
Leto ha sido y es un hombre de ley, orden y paz, partidario de la armonía y el entendimiento. Su honradez y caballerosidad le han hecho amigo de sus amigos.
De niño, fue monárquico; a los 11 años, republicano; a los 18 años del Bando Nacional; en la época franquista, del Sindicato Vertical. Votó Sí a la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Ha sido juancarlista y ahora es felipista. Y sigue pagando sus impuestos.
Ha conocido a una veintena de alcaldes, ha vivido los cambios en la política nacional e internacional, pero nunca ha entendido el terrorismo. Ha sufrido el pleito insular; aunque, como gran aficionado al Tete, el equipo de su vida, la única pelea que le divierte es cuando le ganamos a la Unión Deportiva.
En las reuniones familiares, a la que también acuden sus sobrinos, y algún que otro allegado, suele cantar boleros, tangos, vals, isas, malagueñas, etc. Siempre cierra su actuación con la habanera “La Perla”, considerada el himno familiar.
Condujo su coche hasta la edad de 90 años, curiosamente le renovaron el carnet hasta el 2020, de su Centenario. Hasta esta fecha, todos los jueves solía recoger a sus amigas para ir a jugar a la Canasta en el Real Club Náutico y, después de una merienda-cena, las volvía a dejar en sus hogares, pues no era prudente que unas damas anduvieran solas por la calle a esas horas.
Leto, este chicharrero centenario, sólo ama a su familia más que a la ciudad que lo vio nacer, crecer y formarse como persona.
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