Cromos británicos (7) Manolo

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el mes de septiembre de 1997)
 
 
MANOLO
 
 
          Una de las colecciones más interesantes y nutridas de fotos y postales antiguas de las Islas Canarias no está localizada precisamente en este archipiélago sino en la tranquila localidad de Harrow (gracias, Conchita, por darnos las pista), a dieciséis kilómetros de Londres, donde estudió Winston Churchill y donde Kodak muestra su poderío fotográfico. Allí, en Harrow, en una casa con historia, envuelta en verdor y sosiego, se encuentra Manolo Martín Martínez, un tinerfeño nacido en la zarzuelera calle de Matilde Martín, que desde hace tres décadas quedó prendado de la campiña y del ambiente del Reino Unido. Allí se casó con una irlandesa guapísima, Noeleen, que le dio tres hijos, Samantha, Emma y Manolito.
 
          En aquella casa, “donde se oye la madera de sus pisos” y se observa la proliferación de mirlos en el tradicional césped, hay colgadas, entre otras interesantes pinturas, un rancio óleo de la Plaza del Charco, obtenida en una de esas curiosas ferias británicas donde se pueden adquirir, por precios casi irrisorios, estas reliquias del pasado, que un día pertenecieron a aquellos pioneros del turismo de finales del siglo XIX y principios del XX.
 
          Manolo es corpulento, con un acentuado sentido de la curiosidad y amante, muy amante, de su tierra y de sus amigos de la infancia y adolescencia, de los que se recuerda a cada instante. Mirando al generoso green glass de su cuidado jardín, Manolo, tan generoso como buen cocinero, nos ofrece, enriquecida con la inmarchitable sonrisa de Noeleen, ensalada, sopa de puerros, quiche y jamón, que luego tiene el gran complemento del inevitable cup of tea con los típicos scones, nata y mermelada variada. Y entre sorbo y sorbo en este primaveral estío, con lupa y asombro, el tesoro de sus insólitas postales y fotos, la mayoría autenticas piezas de museo, casi reliquias, como decíamos anteriormente, obtenidas en ferias, mercadillos o a base de intercambios, como en el mundo numismático. 
 
          En abultados álbumes, en un sinfín de cajas, y aún pendientes de clasificar, Manolo, espontaneo y locuaz, con su perenne deje canario a pesar del entorno, tiene miles de fotos y postales, muchas del siglo pasado, de aquellos viajeros que, con sus cámaras a cuesta, dejaron plasmadas en sus placas aquel rincón y lugar de Tenerife, Gran Canaria, La Palma, La Gomera…
 
          Manolo, siempre amigo y dispuesto, nunca ha dejado de colaborar con quienes, para cualquier tipo de publicación, le han pedido esta o aquella foto o postal que luego, en un acto de insufrible soberbia, no han mencionado su nombre en ninguna de dichas imágenes.
 
          Y entre aquella increíble colección, “la foto del millón”, la que presentó al concurso El Día – V Centenario, y don Manuel Martín se llevó el primer premio con aquella imagen que presentaba, en primer término, a la ermita de Regla y, luego, tierra, soledad y mucha poesía. 
 
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