Vivencias de un tinerfeño en Inglaterra (XV)

 
 Por Antonio Salgado Pérez  (Retazos de su libro Bye, bye. Vivencias de un tinerfeño en Inglaterra (1974-2004) publicado en 2006).
 
 
UN “MATADOR” LLAMADO SEVERIANO BALLESTEROS
 
 
          Cuando se vio campeón se comportó como un latino: levantó los puños, unió fuertemente su blanco teclado dental y gesticuló una y otra vez delante de aquellos treinta y cinco mil “fans” que le habían seguido durante una semana por las verdes llanuras de la localidad escocesa de St. Andrews.
 
          Allí, en Gran Bretaña, Severiano Ballesteros (“Sevi Balesteros”, como le mencionaban por los canales de la televisión) era, sin lugar a dudas el español más popular. Una especie de Julio Iglesias en USA. Y, por descontado, los británicos -que también le conocían por “Mr. Contento”– le apreciaban mucho más que nosotros, sus propios paisanos. En los umbrales de los Juegos Olímpicos de LOS ÁNGELES (1984), decir que el presidente del Comité era español, no inmutaba a estos inglesitos a los que intentábamos encandilar con aquella cima deportiva. Samaranch, comparando con la popularidad de Severiano, era un simple pigmeo. La televisión, por supuesto, había formado del santanderino casi un mito y los periódicos, el Daily Express, por ejemplo, le bautizaron como “El matador”, para darle un símil taurino. Los medios de comunicación del Reino Unido jamás habían escatimado columnas para mencionar las hazañas de aquel muchacho de veintisiete años que con su reciente triunfo se embolsó once millones de pesetas, idéntica cantidad que pagaba el sensacionalista The Sun por la cabeza o pista definitiva de “El Zorro”, un maníaco sexual que, por aquellas mismas fechas, tenía atemorizada a la campiña que rodeaba Londres.
 
          Siempre nos ha entusiasmado todo lo que conlleve una manifestación del músculo. Allí, en Gran Bretaña, con tranquilidad y sosiego, nos había alegrado y nos había puesto realmente nervioso las evoluciones del “Cavalier Ballesteros”, que así también le bautizó la prensa especializada cuando en 1979 conquistó por primer vez el Open Británico, que fue donde todo el mundo comenzó a comprobar la auténtica valía internacional del de Pedreña.
 
          El golf  -y es una opinión muy particular- no es aquel caduco e irónico pensamiento donde se aseguraba que “es un deporte donde los viejos van tras una pelotita porque no pueden perseguir otra cosa…”
 
          A raíz del triunfo de Seve, Miguel Miró, el crítico español más documentado, decía en As: "la historia del golf, ese deporte diabólico, inspiración de artistas, escritores y estadistas de todo el ancho y largo mundo, se escribe con estas victorias."
 
          Con el apoyo de unos formidables “cameramen” que a su vez se veían garantizados por una increíble nitidez en la imagen televisiva, habíamos seguido, con un auténtico orgullo e incluso jadeantes -como algún alumno tinerfeño se manifestó- el formidable triunfo de Ballesteros. Y esto ponía los pelos como escarpias cuando lo presenciamos “in situ”, en piso foráneo. Aquel muchacho de rostro agradecido y risueño era un puro Guillermo Tell, pero no con manzanas, sino con hoyos, donde su mazo tenía la precisión de un reloj de cuarzo y sus manos el carisma de un virtuoso. El golf, más que un deporte, se nos antojaba como un difícil problema matemático donde ángulos, hipotenusas y catetos había que combinar con unas psicodélicas operaciones de cálculos, de distancias y otras ramificaciones que un día ya lejano nos habían explicado en la Milicia Universitaria para que defendiéramos a la Patria con morteros, con cañones y con máuser de la I Guerra Mundial.
 
          Pues sí, tras aquel triunfo de Ballesteros en tierras británicas, muchos de los alumnos tinerfeños a los que habíamos acompañado en las localidades de Hemel Hempstead, Hatfield, St. Albans, Ware y Bishop’s Stortford, habían compartido el triunfo de un paisano con la misma satisfacción y el mismo orgullo que los peones de brega absorben, en el paseíllo triunfal, los aplausos que le prodigan desde los tendido al torero de tronío. Y es que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que es el nombre completo del país -que nunca se usa por ser demasiado extenso y pedante- había vibrado de entusiasmo allá arriba, en Escocia, con los largos desplazamientos y las evoluciones de aquel “caballero”, de aquel “matador” Ballesteros, al que los “cartoons” del Daily Mail, rubricados por Mahood, habían otorgado santidad, ya que al San Andrew, temporalmente, le habían bautizado como San Sevvy…
 
          Un triunfo, insistimos, observado con una extraordinaria nitidez televisiva. ¿Sería -como opinaban por allí- por el escaso “colmenalismo”, de su edificación colindante y por tanta llanura? Otros aseguraban que en el invierno aún se veía mucho mejor porque ahora, en el estío, las hojas de los árboles interferían la imagen.
 
          En la pequeña pantalla, cuando “Sevvy Balesteros”, recogió el cheque multimillonario y la artística ánfora, alzó ésta, la acunó en sus pómulos, la acarició y la besó cuantas veces se lo pidieron los fotógrafos. Con oratoria yanqui explicó su triunfo y agradeció los aplausos y, a continuación, como cualquier jefe de Estado, se alejó fuertemente escoltado.
 
          Allá arriba, en aquella Escocia de lujuriante verdor, bajo unas condiciones meteorológicas casi ideales: tiempo soleado y ausencia de viento, “El conquistador español”, que así lo presentó el Sunday Express, cultivaba su peculiar sonrisa, levantaba su ánfora y le extendían un sobre que contenía un papelito al portador por más de once millones de pesetas.
 
          Aquí abajo, en el condado de Hertfordshire, cuando apagábamos el televisor y aún conservábamos el calor de la apoteosis, ésta se enfrió un poco con la clásica tormenta de verano británica: lluvia torrencial, truenos, rayos y relámpagos.
 
          Los inglesitos de estos contornos la intuían ya que por la mañana no habían regado sus jardincillos ni lavado sus coches, que junto con cavar sus huertos era la clásica trilogía laboral dominguera de aquella gente que seguía otorgando a la naturaleza su justo valor aunque les fastidiase, muy a menudo, sus “week-ends”.
 
- - - - - - - - - - -
 
 
LOS RECIBOS DEL AGUA, LA LUZ, EL TELÉFONO Y EL GAS
 
 
          Por muchas circunstancias, el británico tiene necesariamente que ser hogareño. El rigor del invierno lo sentencia; y en verano, su jardín y huerto constituyen sus pequeños paraísos. Por eso apenas sale de su lar. Lo que para otros sería un calvario, una cárcel y una especie de pesadilla claustrofóbica, para estos habitantes es norma común que la aceptan de la forma más práctica posible.
 
          El hogar, en definitiva, es su eterno nido que, insistimos, jamás resulta incómodo. Los británicos pagan esta permanencia de forma algo distinta a la de por ejemplo, un canario. Basta echar una simple mirada a sus recibos del agua, de la luz, del gas, del teléfono y contribución urbana para comprobarlo.
 
          Con el agua les ocurría una cosa curiosa: podían consumir la que quisieran que siempre le cobrarían con base a una proporción que establecían por la superficie total que tuviese la casa y por los grifos que se encontraban instalados en ésta. No había que olvidar que el británico acostumbraba a derrochar mucha agua en el mimo de sus jardines y en el lavado de sus coches. Por eso, cuando no llovía -como ocurrió en el mes de julio de 1984- las medidas eran severas y se multaba con cien libras al que empleara la manguera tanto para lavar los coches como en los jardines, que para eso estaban los regadores que, como buenos previsores, guardaban celosamente.
 
          Los recibos del agua se pasaban cada seis meses y una casa acomodada, burguesa, con jardín frontal y huerto trasero, con tres dormitorios (que tomaremos de modelo para otros desembolsos) solía pagar mensualmente unas mil quinientas pesetas.
 
          En los recibos de la luz, que se pasaban trimestralmente, se contemplaba una tarifa mínima, el número de enchufes que tuviese la casa y el consumo que se había detectado por el respectivo contador. Cada uno de estos conceptos tenía una valoración, que era fija en el mínimo y en el número de enchufes, variando, claro está, en el consumo reflejado en el contador, totalizándose mensualmente unas tres mil ochocientas pesetas.
 
          Aunque tenían gas natural que les venía -como el petróleo- del Mar del Norte, no les resultaba, en líneas generales, barato. Se usaba, primordialmente, para alimentar los fuegos de la cocina y para mantener la calefacción. Tenían, como la luz, otro contador para establecer el consumo. El gas, que se pagaba cada tres meses, se estimaba; y cuando los inviernos no resultaban muy rigurosos, se devolvía, mediante cheques, la cantidad cobrada por exceso. El gas podía costar al mes, unas tres mil pesetas, donde estaban incluidas, en proporción, todas las épocas del año.
 
          Los británicos, como los españoles, seguían diciendo que el recibo del teléfono les resultaba costoso. Allí se pagaba trimestralmente y, por un mes, costaba alrededor de las mil setecientas pesetas. Como nota curiosa y sintomática conviene narrar lo acontecido a una de las alumnas tinerfeñas, allí instalada, con una familia para el aprendizaje del idioma: llamó desde una cabina pública y tras depositar cinco monedas de diez peniques observó que su deseo había resultado fallido al no producirse la comunicación. Una amiga inglesa le sugirió pusiera la anomalía en conocimiento de la operadora, indicándole lo ocurrido. Así lo hizo. La operadora, muy amablemente, le pidió la dirección y días después la alumna recibía, en sellos de correos, el importe de aquella comunicación frustrada.
 
          La contribución urbana era muy cara ya que venía resultando por unas siete mil doscientas pesetas mensuales en una casa de las características ya descritas. Y si era de alquiler, costaba alrededor de las treinta libras semanales, es decir, unas veintiséis mil pesetas mensuales. No hay que olvidar que estamos hablando de una casa ubicada en una localidad periférica de Londres, que se encontraba a media hora en tren.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - -