Hugh Salvin y Simón Bolívar, el "Libertador" de Sudamérica

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés el 17 de agosto de 2018 en el número 607 de Tenerife News. Traducción de Emilio Abad).
 
 
 
          El 5 de enero de 1824. el HMS Cambridge, bajo el mando del capitán Thomas Maling, se hacía a la vela desde Inglaterra hacia Sudamérica,  llevando a bordo  a cuatro cónsules británicos destinados a las recientemente declaradas repúblicas independientes de Argentina, Uruguay, Chile y Perú, acompañados por sus familias y sus equipos de colaboradores.
 
          El capellán del barco era el reverendo Hugh Salvin, quien más tarde llegaría a ser el vicario de la iglesia de la ciudad en la que actualmente vivo. El reverendo Salvin escribió un diario de aquel viaje de tres años que publicó en 1829 bajo el título de Diario escrito a bordo del HMS Cambridge entre enero de 1824 y mayo de 1827 y que se puede leer en Internet.
 
          El Cambridge recaló en Santa Cruz de Tenerife en enero de 1824 para revituallarse de agua y alimentos frescos antes de navegar hasta Sudamérica. Tras hacer escalas en Río de Janeiro, Argentina, Montevideo Uruguay y Valparaíso (Chile), llegó a las costas peruanas en los primeros días de junio.
 
          En aquellos momentos, Perú era la última de las nueve colonias españolas de Sudamérica en la que aún continuaba la revolución. Los revolucionarios, conocidos como “patriotas”, habían conseguido el triunfo en todas partes, excepto en Perú, que con sus minas de plata, oro y níquel era para España la joya de la corona, por lo que era lógico que allí la resistencia del gobierno, o de los “realistas”, fuese más enconada. 
 
          El reverendo Salvin describe en su Diario algunos sucesos de aquella guerra de independencia. Cuando desembarcó en Lima, la capital, escribió: “Se nos ha dicho que los ejércitos de los realistas y de los patriotas se encuentran a gran distancia uno de otro; Bolívar, el general colombiano está en Trujillo, y Canterac, el comandante de las fuerzas realistas, marcha en su busca.”
 
Bolívar Custom
 
 
          Pero pronto saltó la alarma entre los realistas en Lima cuando se supo que Bolívar se encontraba a unos 225 kilómetros de la ciudad, al frente de un ejército de 5.000 colombianos y 6.000 peruanos, La autoridad española se encontraba muy debilitada, pues el gobierno solo controlaba unas pocas millas alrededor de Lima, y la agricultura y el comercio, excepto en las territorios muy próximos, se encontraban paralizados.
 
          Tres barcos de la armada peruana, mandados por un inglés, el almirante Guise, llegaron al puerto de El Callao para hacer efectivo el bloqueo que se había declarado en toda la costa. Siguieron varias semanas de escaramuzas en la mar contra barcos españoles sin consecuencias de importancia. Tras haber sido testigo de uno de estos incidentes, Hugh Salvin escribió que “desde nuestro barco, el cañoneo fue muy entretenido”.
 
          Las simpatías de los británicos se inclinaban hacia los patriotas, pero se veían obligados a mantener una actitud neutral, y así. el 10 de agosto, el capitán del Cambridge, Maling, cenó con el general Rodil, el gobernador español de Lima y su puerto de El Callao, que fue recibido a bordo con el saludo de 11 cañonazos. Hugh Salvin, por su condición de capellán del barco, pudo hablar en varias ocasiones con el general Rodil.
 
          Ante los rumores de que Bolívar, “el Libertador” pronto estaría en Lima, Rodil endureció las medidas de control de sus tropas, y para mantener la moral hizo que se fusilase a dos hombres tan solo por decir en público que pronto iban a llegar los patriotas.
 
          Luego llegaron noticias en el sentido de que el 17 de agosto las vanguardias de Bolívar habían sorprendido al general realista Canterac y que lo perseguía sin tregua. Rodil ordenó inmediatamente que las tropas españolas de Lima se dirigieran hacia el norte para detener a Bolívar, y envió una petición al capitán Maling a fin de que autorizase que 100 infantes de marina  se trasladasen a Lima para proteger las propiedades de los comerciantes ingleses. El incremento de la inseguridad llevó a que una gran cantidad de plata y oro se transportase a bordo del Cambridge para ponerla a salvo bajo custodia de los británicos, mientras que la mayoría de las damas de Lima se refugiaron en un convento buscando protección contra las tropas de Bolívar.
 
          Aunque de forma esporádica, se  siguieron produciendo más acciones navales en aguas de El Callao, hasta que el 25 de octubre el Cambridge abandonó el puerto y navegó unas 35 millas hacia el norte, para echar el ancla en la desembocadura del río Chancay. Bolívar envió un ayudante que cenó a bordo.
 
          El Cambridge volvió a El Callao y su tripulación supo que, no muy lejos de allí, el 3 de noviembre había tenido lugar una dura batalla entre patriotas y realistas. Esta vez los patriotas, demasiado confiados, no reconocieron el terreno y fueron derrotados por una carga de la caballería española. El reverendo Salvin visitó el campo de batalla, donde los cadáveres de los patriotas habían sido abandonados y devorados por perros y  buitres. Localizó cuerpos muy pequeños y le contaron que era normal que se reclutasen chicos de 10 ò 12 años.
 
          El 5 de noviembre, el Cambridge regresó a Chancay,  donde se intercambiaron visitas entre el capitán Maling y el propio “Libertador”. Bolívar fue recibido a bordo con “las mayores manifestaciones de respeto”, pues se le saludó con una salva de 17 cañonazos y la tripulación formada. Tras enseñarle el barco,  se le ofreció un almuerzo, con la asistencia de un pequeño grupo en el que se incluyó a Salin, quien describió a Bolívar como na persona de 1,73 metros de altura, tez morena, un poco calvo por delante, cabellos negro con algunos hebras grises, grandes bigotes, también grises, y ojos de color castaño oscuro. También observó que “su cuerpo y extremidades son pequeños y delgados” y “toda su persona y su rostro son los de una hombre preocupado y cansado”.
 
          Doce días después, Bolívar regresó a bordo con los oficiales de su Estado Mayor. Se disparó otra salva de 17 cañonazos, la tripulación formó y se engalanó el barco. Cenaron de nuevo, hubo discursos y brindis, y Bolívar se deshizo en elogios hacia Gran Bretaña.
 
          El 18 de noviembre, el Cambridge volvió a hacer las 35 millas de regreso a El Callao, donde el general Rodil había escuchado los 17 cañonazos en honor de Bolívar. Se sentía ofendido por esta forma de recibir a un rebelde y su enojo era tal que ordenó disparar dos cañonazos contra el Cambridge, el primero sin bala, pero la del segundo pasó muy cerca del barco.
 
          En estos momentos la balanza de la guerra de independencia se inclinaba alternativamente a uno u otro de los bandos. El 28 de noviembre los realistas vencieron en un combate contra los patriotas, pero el 5 de diciembre se conoció que éstos se habían apoderado de Lima, dejando a Rodil y  sus tropas únicamente en posesión de los fuertes y el puerto de El Callao.
 
          El 6 de diciembre ocurrió un trágico incidente. El cónsul británico en Perú, Mr. Rowcroft, recibió accidentalmente un disparo cuando regresaba a Lima tras cenar en el Cambridge. Su uniforme de la Caballería de la Ciudad de Londres era muy parecido al de los oficiales del ejército español, lo que confundió a un soldado de los patriotas. El general Rodil ya le había advertido del peligro que corría cuando recibió su visita. Mr. Rowcroft murió el 7 y fue enterrado el 11 en la isla de San Lorenzo.
 
          El 19 se recibió un mensaje de Lima anunciando la total derrota de las tropas españolas el 9 de diciembre en Ayacucho, una zona montañosa a unos 330 kilómetros al sur de la capital. La noticia fue muy bien recibida a bordo del Cambridge, pero se prohibieron a la tripulación las demostraciones de alegría, a fin de no dañar la postura británica de neutralidad.
 
          Los victoriosos patriotas enviaron a dos oficiales españoles que habían sido hechos prisioneros para informar oficialmente a Rodin y conminarle a rendir los fuertes de El Callao. Se solicitó del capitán Maling que, dada su respetable condición de “neutral”, colaborase en la redacción de los términos de la capitulación. Sin embargo, Rodil rehusó rendirse; intentaba resistir con la esperanza, poco realista, de recibir ayuda de España. 
 
          El 1 de enero de 1825 un comerciante inglés ofreció un baile en honor de Bolívar y celebrar la victoria de Ayacucho. El capitán Maling no pudo asistir, de modo que el reverendo Hugh Salvin le sustituyó; una vez más fue presentado a Bolívar, quien le reconoció y saludó.
 
          En Lima los comercios estaban abiertos y se respiraba un aire de optimismo que no había existido bajo el dominio español. Pero no lejos de allí, los fuertes y la ciudad de El Callao permanecían aún bajo el control del general Rodil, que se encontraba rodeado y sitiado por 3.000 soldados colombianos y peruanos. 
 
          Así estaba la situación cuando el Cambridge tuvo que zarpar hacia Chile tras diez meses de estancia en Perú; y mientras navegaba con rumbo sur se encontró una vez más con Bolívar, que el 10 de mayo estaba visitando la ciudad de Quilca en su camino de Lima a Arequipa. De nuevo recibió el saludo de los 17 cañonazos disparados desde el Cambridge, antes de cenar a bordo con varios de sus oficiales.
 
          El Cambridge regresó a Perú ocho meses después, en enero de 1826, encontrando que en los fuertes de El Callao ondeaba la bandera peruana, El general Rodil se había rendido finalmente el día 24, unas pocas fechas antes de la llegada del Cambridge. Al comienzo del sitio se estimó en unos dos meses el tiempo máximo que podrían resistir los fuertes, pero resultó que Rodil los conservó unos quince meses, en cuyo período de tiempo se produjeron 2.000 muertes innecesarias en defensa de una causa que, desde el principio, carecía de esperanza.
 
          Sorprendentemente, al derrotado general Rodil se le concedió una gran libertad de movimientos. Hugh Salvin se encontró con él el 8 de febrero y se estrecharon las manos, y días después, el 12, desayunó a bordo del Cambridge con Rodil y algunos de sus oficiales.  Sobre el general, Salvin escribió: “ sus modales me parecen caballerescos y su semblante expresa a la vez buen sentido y buen humor”. Al día siguiente se le ofreció, también a bordo, una cena de despedida.
 
          En marzo de 1826 se reunió el primer congreso del independiente Perú, que concedió a  Simón Bolívar el poder absoluto sin la menor mención a una Constitución. El HMS Cambridge abandonó Perú por última vez el 19 de diciembre de 1826 y, después de un cómodo viaje, regresó a Portsmouth el 28 de mayo de 1827, tras una ausencia de más de tres años. Por lo que he podido averiguar, el reverendo Hugh Salvin, tras publicar su Diario, disfrutó de una vida tranquila y plácida.
 
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