Antecedentes a la Gesta del 25 de Julio de 1797

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 8 de julio de 2018).
 
 
          En octubre de 1796 España había entrado en guerra contra Inglaterra. Cuando la noticia oficial llegó a Tenerife, en los primeros días de noviembre, la máxima autoridad en las Islas, el general Antonio Gutiérrez, ordenó a los coroneles de los cinco regimientos de Milicias que pusieran en marcha el plan general de defensa. 
 
01.- Foto-Recreación. Víctor Ezquerro Custom
 
          En el combate naval que tuvo lugar en el cabo de San Vicente, el 14 de febrero de 1797, en el que una escuadra de la Royal Navy, al mando del almirante Jervis, venció a la flota española, destacaría un intrépido y ambicioso capitán de navío, llamado Horacio Nelson, lo que le valdría el ascenso a contralmirante.
 
          En los primeros días de marzo, dos fragatas de la Real Compañía de Filipinas, La Princesa, cuyo cargamento se estimaba en un millón doscientos mil pesos, y el Príncipe Fernando, con setecientos mil pesos, decidieron buscar refugio en la bahía de Santa Cruz.
 
          Jervis, para evitar la forzosa inactividad de sus capitanes durante el prolongado bloqueo a la bahía gaditana, comenzó a enviar sus barcos hacia aguas Canarias. En la madrugada del 18 de marzo, dos fragatas de guerra inglesas, aprovechando la oscuridad de la noche, sorprendieron a la tripulación del Príncipe Fernando, cortaron sus cables y lo sacaron de la bahía, favorecidos por el viento del Norte; por la mañana, la mayoría de los tripulantes apresados fueron devueltos, a excepción del segundo capitán y cinco marineros.
 
           Cómo en los días sucesivos los barcos británicos continuaban acercándose a reconocer el puerto, el comandante general procedió a aumentar la guarnición, organizó el plan de rondas, puso en funcionamiento el Plan de Atalayeros -vigías que avisaban mediante señales convenidas del avistamiento de buques enemigos- y comenzó a trasladar a La Laguna los tesoros de las iglesias y los archivos de la Real Hacienda y de la Aduana.
 
          El día 25 de mayo llegó a puerto la corbeta francesa La Mutine, de 16 cañones y 145 marineros, conduciendo un valioso cargamento. En la madrugada del 29, se volvió a repetir lo ocurrido el mes anterior con la fragata española pues fue sigilosamente asaltada y sacada de la bahía. Aunque parte de la tripulación francesa pasaba la noche en tierra, los que se quedaron a bordo pudieron apresar a 11 ingleses. El 4 de junio,  los británicos volvieron a presentarse, ahora para realizar el canje de prisioneros.
 
          La isla de Tenerife estaba defendida por cinco Regimientos de Milicias con cabeceras en Abona, Güimar, La Laguna, La Orotava y Garachico; cada Regimiento se componía de ocho compañías de fusileros, una de granaderos y una de cazadores, con unos 1.000 hombres en plantilla. Sus componentes, varones de entre 18 y 40 años, sólo se ejercitaban una vez al mes y muchos carecían de armamento. 
 
          También existía el Batallón de Infantería de Canarias, con sede en Santa Cruz de Tenerife, formado por seis compañías de 100 hombres cada una, con experiencia de combate pues habían estado en la Guerra del Rosellón contra Francia (1793). Así como las Banderas de Cuba y La Habana, con unos 60 hombres, que eran los encargados de instruir voluntarios para los Regimientos  que se enviaban a América. A ellos hay que sumarle la estimable ayuda de los 110 marineros de la corbeta francesa La Mutine, y los pilotos y marineros de los mercantes surtos en la bahía, así como los paisanos voluntarios.
 
          Además, Santa Cruz contaba con 387 Artilleros y 89 cañones, situados en los castillos de Paso Alto, San Cristóbal y San Juan; los fuertes de San Andrés y San Miguel; y las baterías de Santa Teresa, Santiago, El Pilar, San Antonio, San Pedro, Martillo del muelle, La Concepción, San Telmo y San Francisco.
 
          El Comandante General de Canarias era un veterano militar, Antonio Gutiérrez de Otero, nacido en Aranda de Duero (Burgos) en 1729, que ya había vencido a los ingleses en la recuperación de las Islas Malvinas y en la reconquista de Menorca.  
 
          El 15 de julio, la escuadra inglesa abandonaba el bloqueo de Cádiz, dirigiéndose a todo trapo hacia Tenerife. Nelson conocía que el Lugar y Puerto de Santa Cruz de Tenerife era la única Plaza Fuerte del Archipiélago, mandada por el Comandante General de Canarias. Estaba convencido, y así se deduce de la correspondencia mantenida con Jervis, de que si conseguía apoderarse de Santa Cruz, el resto de Tenerife, y luego todas las demás islas, caerían sin el menor esfuerzo.
 
02.- Foto-recreación. Víctor Ezquerro Custom
 
 
          La flota, formada por 4 navíos de línea (Theseus, Culloden, Zealous y Leander), 3 fragatas (Seahorse, Emerald y Tepsichore), 1 cúter (Fox) y 1 bombarda (Terror), disponía de 393 cañones y cerca de 2.000 infantes de marina, cuyos comandantes, elegidos por el propio Nelson, eran los mejores profesionales de las fuerzas navales británicas, experimentados y avezados al combate (Ralph W. Miller, Thomas Troubridge, Samuel Hood, Thomas B. Thompson, Thomas F. Fremantle, Thomas Waller y Richard Bowen).
 
          En la madrugada del 21 de julio, Domingo Izquierdo, el vigía de la atalaya de Igueste, la divisó en el horizonte y rápidamente dio la alarma encendiendo tantas  hogueras como barcos enemigos vislumbraba. Tocado “a rebato” o señal de alarma, el Comandante General de Canarias reunió a su Plana Mayor en el Castillo de San Cristóbal y puso en marcha el Plan previsto. Todos los ancianos, mujeres y niños subieron a La Laguna, quedando a buen resguardo. 
 
          Se desalojan las oficinas públicas de Tesorería, Tabacos, Correos, etc., así como los más importantes almacenes comerciales, y comienza un auténtico éxodo de familias, especialmente mujeres, ancianos y niños, que intentan buscar refugio en La Laguna y el interior de la isla.
 
          El enemigo ya estaba en las puertas de Santa Cruz…
 
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