Las minas de Tenerife
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en el número 587 de Tenerife News - 27 de octubre a 9 de noviembre). Traducción de Emilio Abad
TF-1. Salida 14 (Fasnia)
Cuando haya viajado por la autopista TF-1, entre el sur de Tenerife y Santa Cruz, ¿se ha percatado, al llegar a la salida 14 hacia Fasnia, de la existencia de un pequeño tren en la boca de una mina? Se trata de una locomotora diesel de color verde que empuja dos vagones de mineral. Hoy en día, Tenerife no está precisamente llena de vías férreas, de modo que uno se pregunta qué están haciendo allí, y qué era lo que se obtendría de la mina.
Pues bien, la respuesta a la pregunta del producto obtenido es que, por extraño que nos pueda parecer a los ingleses, acostumbrados a las minas de carbón, de estaño, de hierro o de plomo, en Tenerife se extraía agua.
La entrada de la mina o galería en la salida 14 no es original, pues nunca hubo un ferrocarril allí. No existe, lo que es una pena, un cartel explicativo, pero la verdad es que el tren y la mina no son más que reproducciones levantadas como homenaje a las minas de agua de la isla. Me han hablado de una asombrosa estadística que recoge que hay más minas en Tenerife que en toda la España peninsular.
Por lo que se refiere a las vías férreas, solían existir muchos cientos de kilómetros de ellas en la isla, pero casi todas fuera de la vista, bajo tierra, en madrigueras que llegaban hasta el corazón de la misma, con un ligero grado de pendiente ascendente hacia las fuentes de agua, siempre en retirada, y transportando los residuos hasta la entrada de la mina.
Todavía se pueden localizar algunos restos de vías férreas, pero es necesario prestar mucha atención. Las traviesas de madera surgen sorprendentemente por una u otra parte; junto a un polvoriento camino en Adeje, o delimitando un jardín en un café en el Puerto de la Cruz, mientras cerca de Güimar las líneas del ferrocarril, con su ancho de 60 centímetros, cruzan aún la carretera desde la mina hasta el vertedero de escombros. Y un solitario tramo de vía sobrevive junto a la carretera que lleva de Santa Cruz al Bufadero.
Entrando en el tema del agua, a diferencia de Inglaterra, en la isla de Tenerife no existen lagos subterráneos ni corrientes con saltos de agua, sino que toda procede de la nieve o la lluvia. En el pasado, cuando la población de la isla era menor y había menos demanda de agua, existía alguna que otra cascada y pequeños arroyos en donde el agua procedente de la nieve derretida brotaba entre las rocas. Pero de toda el agua que se recoge de la nieve y la lluvia, el 72 % se pierde como consecuencia de la evaporación o la escorrentía, mientras que el resto se filtra en el terreno y se estanca entre cinturones de rocas impermeables llamadas “diques”. Esta es la que se extrae de las minas.
Al Norte de la línea montañosa que recorre la isla en dirección Este-Oeste se produce el curioso fenómeno de la “lluvia horizontal”, debido al cinturón de nubes que se forma con frecuencia cuando el aire caliente del mar se enfría al alcanzar la altura de 1.500 a 1.800 metros. Se hace más evidente en el Valle de la Orotava, donde la nube se encajona entre las altas paredes del mismo y al enfriarse deposita mucha humedad. La nube tiene su propio nombre, “panza de burro”, debido a su suave y mullida apariencia, de un color gris pálido.
Sin embargo, la nieve es la precipitación preferida porque no se desliza sobre la superficie tan rápidamente como el agua, sino que, por el contrario, se derrite lentamente, permitiendo al líquido filtrarse en el terreno. En tiempos relativamente recientes se ha mejorado la acumulación de agua con la repoblación de árboles que retienen en gran medida el líquido evitando la erosión del terreno, a la vez que manteniendo la humedad del suelo.
Pero, naturalmente, existe un problema. En la actualidad no viven, como en el pasado, decenas de miles de personas en Tenerife, sino que son millones, incluyendo especialmente a los turistas, las que demandan duchas, piscinas y campos de golf que hay que mantener verdes mediante el riego, mientras las áreas circundantes aparecen secas y marrones; y no hace falta mencionar a la agricultura, ahora más intensiva.
Hablando en términos geológicos, Tenerife es básicamente una cúpula volcánica, con un “nivel freático” (el nivel de las reservas o cavidades subterráneas de agua al que se puede llegar mediante pozos o minas) cada vez más bajo. Es comprensible que al extraer agua en una mina en cualquier parte de la isla, inevitablemente se hace descender el nivel del conjunto. ¿Cómo se comporta el nivel freático?
En los años 70 del pasado siglo había unas 150 galerías de agua, y aunque la producción era superior a la demanda en aquellos momentos, existía preocupación sobre el futuro del abastecimiento dado que el nivel freático estaba descendiendo unos 5 metros cada año. ¿Cuál será el nivel ahora, 40 años después?
Hoy en día no existen galerías en funcionamiento y todas están selladas ante el peligro de acumulación de gases venenosos. Cuando la tecnología avanzó,
se empezó a extraer el líquido merced a la perforación de pozos, elevándose el agua dulce a la superficie por medio de sistemas de bombeo. Pero incluso muchos de esos pozos han tenido que abandonarse porque el nivel freático ha bajado mucho y se han secado. Cuando sucede esto, hay que perforar de nuevo para llegar a cotas más profundas. A veces no se puede descender más porque se ha alcanzado el nivel del agua salada, lo que sucede cuando la del mar se filtra a través de las rocas porosas y se mezcla con la dulce, convirtiéndose en no potable e inadecuada para el uso doméstico o para el riego agrícola.
El almacenamiento de del agua de lluvia o de la procedente de la nieve supone un problema, porque, además de la evaporación, la porosidad de la roca volcánica hace que no se pueda asegurar que presas o embalses retengan el agua. No lejos de Santa Cruz, el embalse de los Campitos fue inservible desde el mismo momento de su construcción; aunque en los mapas se represente con color azul, que representa el agua, todo lo que se ve en su fondo es una pequeña zona de hierba muy verde. Otro embalse, la Charca de Tahodio, recoge y almacena agua de los montes de Anaga, pero es totalmente inadecuada para satisfacer las necesidades de la capital
Aunque la altura de agua natural, el nivel freático, sube con las nevadas invernales, inexorablemente baja más y más con el incremento continuado del consumo. Las galerías a niveles superiores quedaron en desuso hace mucho tiempo, y las nuevas se construyen a costes muy elevados, puesto que tienen que penetrar más profundamente en el corazón de la isla. Entra en vigor la ley de dar de lado las pequeñas ganancias: cantidades cada vez menores de agua, no compensan mayores inversiones. Los pozos y perforaciones todavía siguen intentándolo a mayores profundidades, pero siempre deben detenerse antes de llegar al nivel del agua no utilizable.
Existen soluciones al problema. Las respuestas para el futuro consisten en la desalinización del agua del mar y la purificación de las aguas “malas” subterráneas. Pero si yo fuese Achaman, el dios supremo de los guanches que cuida Tenerife, estaría preocupado.
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Agradecimientos
Quiero agradecer a Carlos Quintana González de Chaves y a Miguel Ángel Noriega Agüero la información que me han proporcionado y el que me llevasen a visitar los lugares mencionados en el artículo.
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