Conocimiento y pasión

 
Por José Manuel Bermúdez Esparza  (Publicado en La Opinión el 4 de agosto de 2016).
 
 
          Hace apenas un par de días tuve la oportunidad de hablar con Don Luis Cola Benítez, con quien, además de compartir impresiones sobre su estado de salud, conversé –como siempre- sobre la ciudad que tanto amó, cuidó, respetó y defendió. Hoy es un día muy triste para Santa Cruz de Santiago de Tenerife, porque su fallecimiento deja al municipio huérfano de uno de sus hijos más queridos y apreciados.
 
          Un chicharrero de cuna que hasta el último aliento tuvo a la ciudad en su mente, en su corazón y también en sus manos; raro era el día que Don Luis Cola Benítez no bajaba al sótano del Palacio Municipal para enfrascarse en los legajos y documentos del Archivo Histórico Municipal. Me consta que allí, entre retales de la historia (hago mío el título de su serie de artículos periodísticos) fue plenamente feliz. Allí, entre actas y expedientes seguramente amarilleados por el paso del tiempo, no solo cumplía con su desempeño de cronista oficial de Santa Cruz, sino que renovaba día a día su compromiso absoluto con la ciudad que lo vio nacer.
 
          Esa ciudad a la que siempre se refería por su conocido espíritu liberal y tolerante –insistiéndome sobre la necesidad de preservarlo- y que explica la imposición del nombre de plaza del Príncipe de Asturias cuando tenía un alcalde republicano.
 
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Luis Cola recibiendo el título de Cronista Oficial de Santa Cruz de Santiago de Tenerife (Foto La Opinión)
 
          Esa misma ciudad donde brillaba de continuo su carácter optimista y bienhumorado, prácticamente inalterable, salvo cuando advertía, por parte de algunos, la falta de respeto con nuestro patrimonio o la ausencia de representantes municipales en los actos cívicos o históricos del municipio, del que fue nombrado cronista oficial en junio del año 2011. Acaso aquella fue una mera formalidad - necesaria pero formalidad al fin y al cabo- porque Don Luis fue siempre un incansable investigador de nuestra historia y un agudo observador de nuestra realidad. Así que el decreto por el que lo designé como cronista oficial tras el fallecimiento de su antecesor, el recordado y admirado Gilberto Alemán, fue solo el resultado de la sucesión más lógica y natural.
 
          Santa Cruz está ya en deuda con él, como lo está con sus grandes hijos, con aquellos que a lo largo de su historia se han destacado por la defensa apasionada de un espacio común de convivencia, de un territorio que va más allá de las convenciones geográficas para adentrarse en el terreno de los corazones.
 
          Don Luis Cola sirvió lealmente, con independencia siempre y Santa Cruz de Tenerife. Y contribuyó como pocos a la divulgación de nuestro acervo histórico y a fomentar el orgullo de pertenencia a esta comunidad. Su obra escrita -un tangible- y la pasión por la ciudad -un intangible- constituyen su gran legado, que, como alcalde de la ciudad, tengo la responsabilidad, el deber y la satisfacción de preservar para las futuras generaciones. Y así lo haré.
 
          Descanse en paz.
 
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