El Obispado Nivariense (Retales de la Historia - 273)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 17 de julio de 2016)
 
 
 
          Al comenzar el siglo XIX las relaciones del clero con el recién creado consistorio de Santa Cruz no eran todo lo fluidas y cordiales que podían desearse. En 1804, ante lo ocurrido en la función del día de la Cruz, se obtuvo una provisión de la Real Audiencia para que el beneficiado recibiera, diera la paz y despidiera al alcalde y corporación cuando asistiera a las funciones, mientras se anunciaba una próxima visita del obispo. Pero ni el alto tribunal ni el obispo pusieron remedio, puesto que el Domingo de Ramos del año siguiente la corporación encontró cerrada la puerta principal de la parroquia. Se decidió entonces celebrar la función en la iglesia del Pilar y se pidió al obispo de Canarias, Manuel Verdugo, licencia para la procesión, pero por la intervención del mismo obispo, se anuló el acuerdo y las aguas volvieron a su cauce. Para que no se dieran malos entendidos se informó al beneficiado, los días que asistiría la corporación municipal a la iglesia: 1 de enero, toma de posesión de cargos elegidos; 2 de febrero, la Candelaria, patrona de la Isla; Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santos; 3 de mayo, día de la Cruz, patrona del lugar; Corpus, con procesión; 25 de julio, Santiago, compatrono de la Villa y conmemoración de la victoria de 1797; y 8 de diciembre, Purísima Concepción, patrona del reino.
 
          Pero las diferencias con el beneficiado no eran sólo las fechas y, por otro incidente surgido en 1812, se obtuvo satisfacción al recibirse una Real provisión del 31 de diciembre de 1815, ordenando que en las iglesias se diera incienso al ayuntamiento al mismo tiempo que al comandante general. Por fin la corporación quedaba tranquila.
 
         Pero la realidad era que Santa Cruz como capital, Tenerife y las otras islas, sufrían una secular deficiencia en atención religiosa, debido a las circunstancias más que a pretendidas intenciones. Las visitas pastorales de los obispos, con sede en Las Palmas, eran tan escasas que a veces transcurrían ocho, diez o más años sin que se realizaran, debido a la dificultosas comunicaciones en un mar interinsular en el que abundaban corsarios o enemigos pendientes de hacer buenas presas a la arribada de las  flotas  de  Indias,  de  naves  de  la  metrópoli o simplemente del paso entre islas de  los barcos de cabotaje o de pesca. A ello había que sumar el mal estado de los caminos interiores, incluso los más importantes como el de La Laguna, no siempre practicables.
 
          Estas dificultades fueron aconsejando la creación de una superior instancia en lo religioso, que llevó a la desmembración de la diócesis con sede en Las Palmas y la consiguiente creación del obispado de San Cristóbal de La Laguna, para las cuatro islas occidentales. El decreto de división es de noviembre de 1819, el edicto se publicó en diciembre y Santa Cruz lo festejó el 30 de enero de 1820 por todo lo alto con solemne función religiosa en la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción. Inmediatamente el ayuntamiento de Las Palmas y el cabildo catedral de aquella isla comenzaron a luchar por la reunificación del obispado. Desde La Laguna Pedro Josef Bencomo agradeció a Santa Cruz la celebración del Te-Deum en la iglesia matriz y llama la atención, ante el descontento de Las Palmas, que la corporación santacrucera pidiera al arcediano de aquel cabildo eclesiástico, Antonio Padrón, que pronunciara el sermón en la solemne función de gracias. Como ya se señaló en otro Retal, Santa Cruz no escatimó medios en la celebración, que se acordó hacer sin límite de gasto y a cargo de los miembros de la corporación.
 
          Domingo Poggio y dieciséis vecinos más costearon los adornos e iluminación de la plaza principal, se agradeció a Francisco Aguilar la música instrumental, a Simón García Calañas el adorno del templo, a Lucas Vizcaíno “la música de voz”, a Francisco Riverol los fuegos artificiales y al comandante del Real Cuerpo de Artillería “la elevación de un globo aerostático”. Todo había costado 4.338 reales y los comisionados José Mª de Villa y Miguel Soto regalaron el vino.
 
          Este último, Soto, recibió el encargo de proponer medidas ante la oposición de Las Palmas al nuevo obispado y de redactar una exposición a S. M. haciendo ver las ventajas de la nueva división. El cabildo eclesiástico de Canaria y su ayuntamiento constitucional se esforzaron “para derribar el edificio que tantos sacrificios y sudores había costado bien penetrados de lo mucho que perjudicaba a sus intereses pecuniarios semejante división; hizo esfuerzos para volver a unir el nuevo y antiguo y de todo triunfó la justicia por el sabio Real Decreto de 25 de julio de 1821, más no habiendo cicatrizado aún en Canaria aquella herida se escogió el medio de que fuera nombrado diputado en Cortes por esta provincia el Sr. Dn. Graciliano Afonso, Canónigo doctoral de aquella Iglesia, con el objeto indudable de conseguir por su influjo lo que no había podido lograr por los anteriores esfuerzos.” Nada más ocupar el cargo “aplicó el hombro a esta empresa”, el cabildo eclesiástico pidió ayuda y apoyo al Ayuntamiento de Santa Cruz, y nada lograron los contrarios en contra de lo conseguido.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -