La fiesta de la Santa Cruz - 2 (Retales de la Historia - 261)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión  el 24 de abril de 2016)
 
 
          No es nada nuevo que la principal y más antigua fiesta de Santa Cruz, la que conmemoraba su fundación el 3 de mayo de 1494, se celebraba durante bastantes años  gracias a la generosidad de los más pudientes vecinos, o por colectas realizadas puerta a puerta por los regidores. No disponer de bienes propios ni de ingresos regulares hacía imposible programar actos y festejos y todo quedaba reducido a la función religiosa y poco más. A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, las notas de gastos por este concepto oscilaban entre los 600 y 800 reales, montante que ya era apreciable entonces. Además había que luchar con los problemas protocolarios, como cuando en 1807 se acordó celebrar el Día de la Cruz en la iglesia del Pilar por la desatención la vez anterior del párroco de la Concepción al dar incienso y asperges a otras representaciones antes que al Ayuntamiento. La situación se agravó el año siguiente, cuando el beneficiado inició la función sin que llegara la corporación, dando lugar a las lógicas protestas.
 
          Como siempre, había que contar con las dificultades económicas. En 1815 el diputado Enrique Casalon regaló al municipio el gasto de la función de la Cruz, ante la total falta de fondos corporativos, y el año siguiente el mismo Casalon y José Calzadilla adelantaron lo necesario, además del importe de la instalación de un altar para la celebración del Corpus en la plaza del Castillo o de la Pila. En la década de los veinte parece que la conmemoración va ganando solidez, y así se evidencia cuando en 1822 el Provisor y Vicario del Obispado, sede vacante, accede a declarar el día de la Cruz “fiesta completa”, en oficio dirigido al alcalde José Fonspertuis. Dos años después se solicita “que la función de la Patrona de este Pueblo la Santa Cruz, se haga en rogativa por la falta de agua.” Es por entonces cuando por el deterioro de la que se venía utilizando se comisiona al regidor Miguel Soto para que haga una nueva Cruz, lo que confirma que la Fundacional todavía no se usaba en los actos. Pero siempre era la falta de dinero el mayor problema: en 1837 no hubo celebración por no poderse pagar y el año siguiente se pudo celebrar porque Matías del Castillo aportó los 50 pesos necesarios.
 
          La festividad de la Santa Cruz llevaba consigo la presencia del pendón de la Villa, al que había que rendirle honores, sin que se supiera a ciencia cierta cuáles debían ser. En 1841 se acordó que por la Milicia Nacional se hicieran tres descargas  al salir el pendón de las casas consistoriales, al salir de la Iglesia terminada la función y al regreso a la entrada al ayuntamiento. Al comandante de la Milicia le pareció excesivo, pero el Ayuntamiento insistió en que se debía presentar armas, batir marcha y hacer descargas. 
 
          Las funciones en la iglesia se hacían, coloquialmente hablando, “a palo seco”, hasta que en 1845 al alcalde Lorenzo Tolosa se le ocurrió oficiar a Carlos Guigou para que “en unión con los Sres. filarmónicos de esta Capital se sirva tocar en las funciones de la Santa Cruz”, a cuyo fin se libraron 500 reales. Se trata del primer dato documentado que hemos encontrado sobre actuaciones musicales en la iglesia matriz, lo que provocó que poco después Rafael Bethencourt y Mendoza se ofreciera con su orquesta de aficionados para la función del Jueves Santo y se acordó librar lo suficiente para luces y un refresco. Hasta 1848 no se logró autorización para incluir en el presupuesto una partida de 1.000 reales parta las funciones de la Santa Cruz y Santiago.
 
          En alguna ocasión, como ocurrió en 1858, no se asistió a la función del 3 de Mayo por razones económicas, políticas o de protocolo, lo que dio lugar a severa reprimenda del jefe político, que recordó a los ediles que la conmemoración había sido jurada por la Villa a través de su corporación municipal, la que tenía la ineludible obligación de asistir. Al custodiarse la Cruz durante años en la ermita de San Telmo y ser este el patrono de las gentes de mar, llevó a la Comandancia de Marina a considerar como suya la reliquia fundacional. Por ello, en abril de 1872, el Ayuntamiento acordó hacer suyas cuatro comunicaciones del alcalde Emilio Serra acerca de la Cruz, sus enseres, su traslación a la parroquia de San Francisco y el nombramiento de mayordomos a favor de Elicio Padilla y Ramón Trujillo, comunicaciones que se dirigieron al comandante de Marina, al beneficiado de dicha parroquia y al gobernador eclesiástico de la Diócesis, acordándose por unanimidad celebrar con toda pompa la festividad del 3 de Mayo, debiendo concurrir a dicho acto la Municipalidad llevando en procesión el Pendón de la Capital. La Comisión Provincial, ante protesta recibida del comandante de Marina, dictaminó en un razonado informe en el que se demostraba con poderosas razones “el derecho inconcuso que asiste al Ayuntamiento para reclamar como propiedad suya la expresada Cruz”, y conformándose con lo expuesto, la corporación acordó hacer suyo el referido dictamen.
 
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