Tras el haber del peso (y 2) (Retales de la Historia - 235)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 25 de octubre de 2015).
 
 
          La lucha, los esfuerzos del ayuntamiento de Santa Cruz tras el haber del peso, pretendiendo disponer definitivamente de la recaudación que se cobraba en la Aduana para cubrir necesidades municipales, se prolongaba en aquellos años. Por el momento y por disposición del jefe político se entregaba la recaudación al tesorero municipal, pero la falta de solidez de la orden se hizo evidente cuando en 1825 el intendente retuvo la recaudación y empezó a descontar una cantidad fija mensual, que justificaba por “alquiler de las piezas que la corporación ocupa en el edificio del convento despoblado de San Francisco”, cuya propiedad aún no había sido traspasada al ayuntamiento.
 
          El alcalde José Sansón pensaba que no era correcta la decisión del intendente y ante la falta de contestación de La Laguna pidió al comisionado regio noticia de la real orden por la que se concedía el arancel y así se supo que "el haber del peso fue confirmado a la Isla por R. O. 21 de Novbre. de 1520 y lo recogía La Laguna", hasta que el 20 de Agosto de 1813 la Diputación provincial destinó para fondos de esta Villa el producto del derecho de esta Aduana. Se envió a la administración de Aduanas copia de esta comunicación para que se diera por enterada, con nulo efecto hasta el punto de que a comienzos de 1828 el intendente continuaba reteniendo la recaudación, y el ayuntamiento le recordaba que no estaba facultado para hacerlo por tratarse de fondos municipales imprescindibles para pagar sueldos a los empleados.
 
          Al intendente Diego de Aguirre no debieron sentarle bien las razones esgrimidas por el alcalde Antonio de Lugo Viña en nombre de la corporación y su contestación estuvo plagada de exabruptos y con expresiones poco decorosas, por lo que se hizo constar que “el Ayuntamiento no puede ver con indiferencia el estilo y desprecio con que el Sor. Intendente le falta a la urbanidad y cortesía”, extremos que literalmente se trasladaron al funcionario con fecha 11 de abril. Pero el problema era serio al no poderse disponer de los únicos recursos con que se contaba para atender las más elementales obligaciones, a pesar de lo corto de las recaudaciones que apenas alcanzaban los cinco o seis mil reales anuales.
 
          Era necesario, por tanto, arbitrar con urgencia una solución, no sólo para que se pudieran cubrir los sueldos de los empleados, para atender los gastos de la cárcel y demás servicios públicos, a lo que había que añadir el apremio del recaudador de contribuciones Gaspar de Fuentes que reclamaba el ingreso de algunos atrasos. El ayuntamiento hacía ver su insostenible situación y declaraba que se veía abocado a cerrar su gestión. En busca de soluciones urgentes el alcalde comisionó al regidor José Mª de Villa para que negociara con los marchantes de ganado que, sobre lo que ya pagaban a la carnicería por matar y despachar, aceptaran un nuevo recargo de diez reales de vellón por vaca o toro sacrificado y un real y un cuartillo por carnero y, aunque momentánea, esta fue la solución.
 
          La historia de todo lo relacionado con el haber del peso parece inacabable. En 1831 aún la intendencia retenía la recaudación de varios ejercicios que sumaban más de 28.000 reales, de los que el ayuntamiento aceptó se le dedujeran cerca de 15.000 que adeudaba de contribución de paja y utensilios. El año siguiente la razón para continuar con la retención fue lo que todavía se adeudaba del empréstito de 30.000 reales de la caja de consolidación para luchar contra la epidemia de fiebre amarilla de 1810. Llegados aquí, la pescadilla comenzó a morderse la cola cuando Aduanas reclamó al alcalde que ordenara reponer los pesos y balanzas de propiedad municipal, que estaban muy estropeados por el uso, y que se empleaban para el pesaje de las mercancías en las dependencias de la calle de La Caleta. El ayuntamiento contestó que no le era posible porque se le retenía el haber del peso. Rocambolesca situación. En agosto del año siguiente se reconoce que se deben tres años de atrasos a los empleados municipales y se acuerda abonarles tres pagas a cada uno en cuanto se ingrese algo del haber del peso. La última sesión del año la preside accidentalmente José Guezala, porque el alcalde titular, el Licenciado Cortés, dijo encontrarse “desazonado”, y motivos tenía para ello.
 
          Tampoco la Diputación provincial ayudaba y en 1837 volvió a pedir antecedentes del derecho que se tenía para cobrar el haber del peso. Poco después la Intendencia retenía también el producto de caños y aguada, con lo que la situación más se agravaba y, por uno u otro motivo, se prolongó hasta 1855.
 
          Entretanto, a pesar de tantas dificultades, de tantas carencias, de tantas deudas con las otras administraciones y con los propios empleados, en 1844, bajo la alcaldía de Bartolomé Cifra, encontramos que el motivo de una nueva retención del haber del peso y de los derechos de caños y aguada fueron los 20.000 reales pedidos y adelantados por Hacienda para las fiestas de la mayoría de edad de Isabel II. Sin comentarios. 
 
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