El patrimonio histórico de Santa Cruz (20). La Torre de San Andrés

El patrimonio de Santa Cruz se cae... y no hay quien ponga una mano (20)

 

LA  TORRE  DE  SAN  ANDRÉS

Emilio Abad Ripoll   ( Inédito) 

Fotografías de María Rosa Benítez      

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          Construida en los albores del siglo XVIII por el ingeniero don Miguel Tiburcio Rossell de Lugo, poco más de 30 años duró en pie, pues fue destruida por una riada.

          Reconstruida por otro gran ingeniero militar, don Antonio de la Riviere, una nueva avenida del barranco (1769) le causó grandes desperfectos, siendo ahora don Alfonso Ochando el encargado de rehacerla, en forma similar a otras existentes en Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura.

          Su perfecta situación táctica, en el extremo izquierdo de la rada santacrucera, evitaba posibles desembarcos de enemigos que, ganando las alturas, cayesen sobre Santa Cruz o progresasen hacia La Laguna. El 25 de julio de 1797, al no haberle llegado la noticia de la rendición inglesa, siguió sosteniendo fuego contra los barcos enemigos, alcanzando seriamente al Emerald y, sobre todo, al buque insignia de Nelson, el Theseus. En ese intercambio de disparos, murió el artillero de milicias Francisco Talavera al reventar uno de los cañones de la torre.

          Una nueva avenida, en 1878, la destruyó en parte, desartillándose a continuación. Y justo 20 años después, otra vez un aluvión de agua y lodo la redujo a su estado actual. En 1926 el Ejército la cedió al Ayuntamiento.

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          La sensación de abandono que produce la parte derruida de la torre es directamente proporcional al desinterés que por ella parecen mostrar los encargados del patrimonio histórico de Santa Cruz. Hace ya una década la Tertulia Amigos del 25 de Julio intentó mover voluntades en pro de su restauración, pero prevaleció la opinión de los “técnicos”: la torre debía quedarse como está.

         Se podría comprender que fuese así si con ello se quisiera conmemorar alguna heroica acción bélica, pero en su estado actual lo que nos dejó aquel aluvión de 1898, tal y como lo contemplamos a diario los propios vecinos del barrio y los miles de santacruceros y foráneos cuando volvemos de darnos un chapuzón en Las Teresitas,  es un perfecto “monumento a la dejadez”.

          ¿Y si se restaurase y se le diese un digno uso, por ejemplo, como Centro de Información a los visitantes que quieran recorrer la bella cordillera de Anaga?

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