El Macizo de Anaga, Reserva de la Biosfera.

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día / La Prensa el 14 de junio de 2015).
 
 
Anaga Custom
 
 
 
             El pasado martes 9 de junio, la UNESCO otorgó el título de Reserva de la Biosfera al Macizo de Anaga, 49.000 Hectáreas de superficie pertenecientes a los municipios de Santa Cruz de Tenerife (Taganana, Taborno, Afur, Roque Negro, Chamorga, La Cumbrilla, Lomo de las Bodegas, Almaciga, Casas de la Cumbre, Catalanes, Benijo, El Draguillo y Las Palmas), San Cristóbal de La Laguna (Las Carboneras, Los Batanes, Chinamada, Bejía y El Río-Cabeza de Toro), y Tegueste.
 
          En el acto, celebrado en París, estuvieron presentes Carlos Alonso, presidente en funciones del Cabildo de Tenerife, Marisa Tejedor, presidenta del Consejo Científico del Programa MaB, y Miguel Ángel González, concejal en funciones del Ayuntamiento de La Laguna.
 
          El galardón fue otorgado, aparte de su incomparable belleza, porque este espacio nos traslada a épocas pasadas, conservando vivas sus costumbres a pesar de vivir en un mundo cada vez más globalizado. A partir de ahora, sus moradores tendrán que comprometerse a cuidarlo y mantenerlo como ejemplo de desarrollo sostenible y limitado pues las futuras generaciones no deben dar la espalda a la Tierra.
 
          El Parque Natural de Anaga, el kilómetro cuadrado con más biodiversidad de Europa, reliquia viva de la era terciaria, con más de dos millones y medio de años, es un bosque subtropical de laurisilva, integrado por laureles, viñáticos, barbusanos, tilos, brezos, acebiños, hayas, etc. en los que buscan cobijo y anidan guirres, milanos, pinzones, herrerillos comunes, paloma torcaz, paloma rabiche, etc. 
 
          El bosque basa su subsistencia en las brumas provenientes de los vientos alisios cargados de humedad -mar de nubes-, en los que las hojas actúan como esponjas -lluvia horizontal-,  atrapando el agua que empapa el suelo y recarga los acuíferos (galerías). No ha llovido, pero el resultado final es el mismo. 
 
          Asegurada el agua, la actividad del monte produce una gran biomasa -mucha energía- logrando que debajo de cada hoja, de cada piedra, de cada tronco podrido, exista un mundo oculto en el que la actividad de cada especie es esencial para lograr el equilibrio biológico. Su exuberante vegetación hace difícil que penetren los rayos del Sol, por lo que en el suelo se forman musgos, líquenes, helechos, jibalgeras, etc. 
 
          Cada lugar del Macizo de Anaga tiene sus características especiales y un ambiente diferente; unos, como brechas abiertas para sorprender los secretos del bosque, la virginidad de la selva; otros, como remansos de paz y de silencio, con sus grutas revestidas de helechos, o sus manantiales ubérrimos, fluyendo entre sombríos túneles de fayal-brezal o altas cascadas.
 
          De estos emblemáticos lugares citaremos el Llano de los Viejos, primera zona recreativa de la Isla, el Lomo Alto o mirador de Jardina, desde donde se observa una bella panorámica de todo el Valle de Las Mercedes, la Cruz del Carmen, situado en un claro de la cumbre, donde en su Centro de Visitantes se exponen las características del Parque Rural de Anaga, el Pico del Ingles, con un mirador que abarca una perspectiva de 360º, permitiendo divisar el grandioso paisaje del Macizo de Anaga, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, la dorsal de la Esperanza y el volcán Teide.
 
          Otra característica importante de este lugar son las distintas rutas de senderos, como  la denominada “Sendero de los Sentidos”, una extraordinaria obra medio ambiental utilizada para personas con discapacidad motora o sensorial.
 
          A lo largo de los siglos, el Macizo de Anaga ha sido elogiado por los viajeros ilustres que le han visitado; como Sabino Berthelot, naturalista e historiador francés que en su obra Misceláneas Canarias nos hace una perfecta descripción del ambiente, colores y sensaciones que ofrece “el bosque de laurel de Tenerife”.
 
          Hasta principios del siglo XX, la madera de sus bosques se utilizaba en la fabricación y reparación de barcos, carretas, carros, corsas y parihuelas; construcción de viviendas; confección de muebles, aperos de labranza, atarjeas para conducir el agua; se obtenían  horquetas para apuntalar las piñas de las plataneras, elevar las tomateras y los viñedos; etc.
 
          Las necesidades económicas de la posguerra, en la que apenas había combustible para encender los fogones de las casas, daría lugar a los cortes de leña clandestinos y a la producción de carbón; por ello, interminables filas de mujeres y hombres, bajaban del monte con haces de leña a la cabeza o en carritos de madera (guatiberas) con ruedas sacadas de los juegos de bolas de los automóviles (rodillos). Esta tala masiva de árboles la realizaban personas amparadas en la oscuridad de la noche, y la lejanía de los caminos y veredas. Los Guardas Forestales, a sabiendas de los problemas económicos existentes en los hogares tinerfeños hacían la vista gorda, pero la Guardia Civil, más severa en el cumplimiento de las ordenanzas, realizó muchas detenciones y denuncias.
 
          Estos abusos darían lugar a que, en 1992, el Cabildo de Tenerife se hiciera cargo del control y la vigilancia del Monte, logrando impedir que la acción humana siguiera mermando y dañando el rico patrimonio forestal y pudieran desaparecer los ejemplares más notables y las especies más curiosas existentes.
 
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