Numerar las casas...¡ímproba misión! (Retales de la Historia - 189)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 7 de diciembre de 2014).
 
 
 
          En los tiempos actuales nos parece que no ha de ser un gran problema el proceder a identificar las casas de una calle mediante la colocación de la correspondiente numeración que las señale y las distinga de las colindantes. Sin embargo en el pasado la cosa no era tan sencilla.
 
         En 1836, siendo alcalde Francisco Meoqui, Matías del Castillo, uno de los ediles más activos que ha tenido Santa Cruz, le comunica que desea dejar constancia  de que cuando ocupó la alcaldía pagó de su bolsillo la función de Santiago y se pusieron cartelas con nombres a varias calles y se numeraron las casas. No se indican las calles en cuestión, pero es de suponer que serían las más céntricas del pueblo. Unos diez años más tarde, cuando comienza a hablarse de contribución territorial, y durante media docena de años, la comisión de evaluación y repartimiento formada por Lorenzo de la Rosa y Antonio Cifra y Ríos, insiste una y otra vez en la perentoria necesidad de poder identificar las propiedades urbanas mediante su numeración, hasta que en 1851 la comisión informa de las tremendas dificultades que encontraba para cumplir su cometido.  Pero algo se estaría haciendo cuando en 1853 hay constancia de que un tal Mauricio Ossavarry reclamaba al ayuntamiento el pago del trabajo que estaba haciendo en la numeración de las casas.
 
         Este mismo año la corporación municipal daba muestras de la irresistible afición que embarga a muchos de sus miembros en relación con el cambio de denominación de las  calles. Así, se cambió el nombre de la que pasa frente a la Concepción, conocida desde siempre como calle de la Iglesia, y pasó a denominarse oficialmente calle de la Parroquia, profunda y meditada decisión que debió colmar de satisfacción a los ediles. Al derribarse el antiguo convento dominico había nacido una nueva calle entre el teatro y la nueva recova, cuyo tramo hasta la calle del Rosario se bautizó, con gran perspicacia,  calle del Teatro. La calle de La Caleta nacía en el castillo de San Cristóbal, pero luego seguían la de la Aduana y la de la Recova Vieja; el callejón al Norte de la misma era el de la Recova y el del Sur, callejón del Mar. Entre la Aduana y la casa del marqués de Las Palmas, calle de la Concepción; en la calle de la Luz -hoy Imeldo Serís- “por el costado de la casa de Manuel Candª García nº 61 hasta la de Santa Isabel” –actual Carmen Monteverde- “calle de la Pandorga”. ¿Será la actual calle Alfaro?
 
         En 1855 el alcalde José Luis de Miranda pide activar la numeración de las casas, y todavía dos años después, en el mes de agosto, el gobernador civil apremia para que se arregle la numeración en aquellas calles en que está defectuosa. La recomendación del gobernador se tomas muy en cuenta, pero con las debidas precauciones, y bajo la presidencia accidental de Pedro Bernardo Forstall se acuerda “que tan pronto refresque la estación se comisione a los Sres. Concejales para que se ocupen de este servicio.” Tampoco había necesidad de exponerse a una insolación ni de pasar sofocos.
 
          En 1874 tiene lugar la aprobación definitiva del plano del denominado ensanche del SO y se ponen nombres a calles nuevas y se dice que se hace de acuerdo con la numeración que figura en el plano, plano que no aparece en el expediente. Los nombres que se citan son: O’Donnell, Guillén, Porlier, Alayón, Álvarez de Lugo, Bencomo, Anchieta, Cairasco, Cano, Núñez de la Peña y Duggi, por ser el promotor del barrio. Varios de estos nombres persisten y son de fácil localización, otros, como O’Donnell, han cambiado de barrio, y otros no permiten actualmente su identificación.
 
          En 1877 se reconoce la imposibilidad de roturar calles y numerar casas por falta de recursos, situación que se prolonga en el tiempo. Pasan veinte años cuando en 1897 llega una R. O. del Ministerio de la Gobernación dada a conocer por una circular del gobierno civil, conminando a la reparación de rótulos de las calles y de numeraciones. Pasan más años y poco se adelanta en esta materia a pesar de los esfuerzos por cumplir de Juan M. Ballester, por delegación del alcalde, en 1910, y la situación sigue más o menos igual, hasta el punto de que en 1930 todavía se habla de “dificultad para rotular las calles y numerar las casas por no haber material apropiado en plaza.”
 
          Actualmente, Santa Cruz sigue con la asignatura pendiente de rotular debidamente sus calles, aspecto de su callejero que en muchos casos se acerca a lo caótico. Es frecuente que el nombre no pueda identificarse ni siquiera aproximadamente y que no se indique si se trata de un personaje, o de un topónimo, o de un acontecimiento. En una misma calle se rotula su nombre de varias formas diferentes y hay alguna calle de menos de doscientos metros de longitud que “disfruta” de tres nombres oficiales  diferentes.
 
          ¿Cuándo nos tomaremos en serio este aspecto tan importante para una ciudad que pretende e intenta considerarse turística?
 
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