Fiestas de Carnaval (Puerto y puerta - 142)

 
Por Rafael Zurita Molina (Publicado en el Diario de Avisos el 2 de marzo de 2014).
 
 
 
          Con la presentación de candidatas, el último día de la bien llamada cuesta de enero, se advierte la proximidad de las fiestas del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, gozosamente consideradas de Interés Turístico Internacional.
 
          Tras los respectivos concursos de los animosos actores del carnaval chicharrero —murgas, agrupaciones musicales, comparsas y disfraces— de todas las edades, el día 26, con el acto de la Gran Gala de elección de la Reina del Carnaval 2014, celebrado en el Recinto Ferial, se extiende la fiesta a la calle, que se magnifica en la cabalgata anunciadora del pasado viernes.
 
          Los casi 21.000 pasajeros de los ocho buques, cruceros de turismo, que han arribado al puerto tinerfeño durante esta semana, los asiduos Norwegian Spirit, Costa Classica, AIDAstella, Mein Schiff 1, Thomson Celebration, Braemar, MSC Armonia y AIDAblu, encontraron la entrada de la ciudad preparada para el carnaval, destacándose los enormes escenarios prefabricados, conexos con la estampa de algunos edificios, monumentos y jardines convenientemente vallados, para preservarlos de los posibles daños inherentes a las plurales festivas aglomeraciones.
 
          Sobre el carnaval de Santa Cruz de Tenerife mucho se ha escrito. Cuando en el resto de España estaba prohibido, en esta Capital se celebraba con cierta tolerancia; tanta, que llegó a legalizarse con el nombre de Fiestas de Invierno. Así, en 1961 el Ayuntamiento, de acuerdo con la Delegación de Información y Turismo, organizó el primer concurso de murgas que se hizo efectivo en la Plaza del Príncipe, participando las NiFú-NiFá, El Chucho, Marte, La Silenciosa y Pepe; ganó la popular Fufa, la sin par decana de las murgas tinerfeñas. 
 
          En otras circunstancias se manifestó Alfonso García-Ramos en un Pico de águilas (6-2-1975), cuando alguna de las murgas se pasó en demasía: “Pobres águilas, si hasta le subió la fiebre con el espectáculo vergonzoso de la apertura de nuestro carnaval. ¿Quien permite que la murga de los tristes destinos se despache a su gusto con canciones y letras tabernarias que en manera alguna deben llegar a los hogares de un archipiélago de siete islas que debe hacerse una idea muy mala de la cultura, clase y gusto de Santa Cruz?”
 
          Y, por mi parte, reitero lo expresado en las fiestas del pasado año. No basta, decía, la apoteosis del coso. Es preciso que los leales intérpretes de la fiesta cooperen para que cese el ruido ensordecedor que viene minando, además de la salud de muchos vecinos, el bien ganado prestigio de nuestro Carnaval. Y certifico hoy, latente el malestar, que lo de anoche fue insufrible. ¡Con lo bien que suenan nuestras admiradas rondallas! Por cierto, su reconocida singularidad merece una mayor proyección exterior.
 
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