Variopinta historia (Puerto y puerta - 128)

 
Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 24 de noviembre de 2013).
 
 
             El pasado día 21 el puerto tinerfeño se engalanaba con la coincidente presencia en el muelle Sur de los veleros Sea Cloud y Sea Cloud II, yates de lujo revestidos con la etiqueta que definen a los cruceros de turismo que gratamente nos visitan. Uno, el primero, creado en Alemania en 1931, es poseedor de una variopìnta historia que bien podría novelarse. El otro, fabricado en España para la industria turística hace doce años, exactamente en los astilleros astuarianos Gondán, aparejado como corbeta de tres mástiles, muestra, en su pubertad, su altiva estampa.
 
             Es sabida la singularidad de los barcos entre todos los medios de transportes; son los únicos que trascienden, con nombre propio, sus personales historias, de la índole que sea. De cierta forma lo expresaba el insigne Blasco Ibáñez al describir el paisaje del puerto de Santa Cruz, del que extraigo una sugestiva muestra: “La isla risueña e indolente parecía contemplar impasible este movimiento de la navegación mundial, mientras proporcionaba por unas horas el alimento negro del carbón a los organismos humeantes que llegaban y partían sin conocerla”. Y también, en reciprocidad -salvo puntuales excepciones-, contemplábamos las entradas y salidas de los buques sin conocer sus andanzas marineras.
 
         Un amigo, ilustrado del puerto, aprovechando la concurrencia de los Sea Cloud, me facilita el acceso a sus respectivas diversas singladuras. Aplicando la exigida concisión, diría telegráfica, me permito trasladar el heterogéneo devenir del velero mayor.
 
          Era un rico empresario y su esposa, heredera de una gran fortuna. Ambos encargaron a un astillero de Kiel la construcción del más grande, elegante y lujoso yate privado; botado en 1931, con el casco pintado de negro, recibió el nombre de Hussar II. Tardaron dos años en decorarlo con muebles exquisitos, cubiertos de plata y grifos de oro.
 
          Divorciados en 1935, se quedó la esposa con el yate que, pintado de blanco, lo rebautizó Sea Cloud. En este año la rica dama se casó con un célebre abogado y diplomático, nombrado en 1937 embajador en Moscú. El buque, fondeado en Leningrado, se utilizó como sede diplomática.
 
         En 1941, cedido a la Armada de Estados Unidos, se reformó montando 24 cañones en la cubierta. En 1955 fue vendido al presidente de la República Dominicana, que le puso el nombre de su hija Angelita. Llegado 1961, tras el asesinato del dictador dominicano, la familia vendió el buque a la empresa panameña Sea Cruises. Entre 1967 y 1968, con el nombre de Patria, fue sometido a una revisión. Y en 1978, el velero, vendido a un consorcio alemán, recuperado el nombre de Sea Cloud, iba a ser reestructurado para crucero de lujo.
 
        ¡Como un cuento!
 
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