Los olvidados artilleros

Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en el Diario de Avisos el 15 de noviembre de 2013).

 

           

              En la historia de Santa Cruz hay dos fechas muy destacadas: la primera, la de su fundación el 3 de mayo de 1494; la segunda, el 25 de julio de 1797, la victoria sobre Nelson. Las dos son, sin duda, las más importantes efemérides en la vida de nuestra ciudad. La primera se celebra dignamente, pero lo habitual es que el 25 de julio pase con más pena que gloria. Entre las pocas actividades que se realizan destaca la del grupo dirigido por Teodoro Ríos que desfila con los uniformes del XVIII por las calles de la ciudad y escenifica los combates terrestres de aquella madrugada del 25 julio.

          También este periódico participa siempre en la celebración con reportajes y artículos referentes a la Gesta. La presentación reiterada a lo largo de varios años de este grupo que homenajea a los que participaron en los combates en las calles de Santa Cruz, por la fuerza y la verosimilitud que Ríos imprime en su dirección de la puesta en escena de esos combates, han dejado en el ánimo de las gentes la sensación de que la victoria se debió a esa lucha callejera. Sin querer quitar mérito a esos combatientes, alguno de los cuales se dejó la vida en el empeño, es evidente que se está cometiendo una injusticia histórica. Fue mucho más decisiva para la victoria final la actuación de los castillos, fuertes y baterías que fortificaban el puerto de Santa Cruz.

             Esta afirmación tan categórica necesita, sin duda, una justificación. Veamos: cuando Nelson partió, hacia las once de la noche, al frente de una amplia formación de lanchas con rumbo hacia el muelle de Santa Cruz, capitaneaba unos 1.200 hombres. Al amanecer, el capitán Troubridge, según informa a su jefe, había reunido, en tierra, en la plaza de la Pila, cerca de 80 infantes de marina, 80 marineros armados de picas y 180 marineros; en total 340 hombres. Sumando los muertos y heridos que, según el parte de bajas fueron 145, podemos concluir que escasamente fueron 500 los ingleses que pudieron tomar parte en los combates dentro del pueblo.

              Esto significa que Nelson había perdido en el desembarco casi el 60% de sus hombres, muchos ahogados, como los 97 que transportaba el cúter Fox y otros que tuvieron que regresar a sus buques para escapar de la lluvia de fuego que se les venía encima. Es evidente que sin haber podido poner un hombre en el interior de la población el asalto a Santa Cruz estaba condenado al fracaso porque poco podían hacer los que lograron desembarcar al sur del Castillo de San Cristóbal, completamente desorganizados y con la munición mojada. Pero aún hay más: una segunda oleada de lanchas, unas 15, intentó llegar para ayudar a sus compañeros en tierra, pero fueron rechazadas y también tuvieron que volver a sus barcos.

          El mérito de todo ello está, claramente, en la brillante, eficaz y decisiva actuación de los castillos, fuertes y baterías que desde Paso Alto hasta San Cristóbal guarnecían la línea defensiva. Todo este razonamiento no hace más que corroborar lo que un testigo directo de los hechos, Pedro Forstall, afirma: “Lo cierto es que a juicio de inteligentes todo lo debemos a la artillería; lo demás vino por sus pasos contados porque la tropa enemiga estaba atolondrada, sin municiones y sin recursos”.

          Aunque la fecha del 25 de julio queda lejos, me adelanto para que si alguien con responsabilidades en estos temas dentro del Gobierno municipal lee estas líneas tome conciencia, con tiempo, de que nuestra ciudad le debe un reconocimiento, un homenaje, a todos esos artilleros que esa noche prestaban sus servicios en todas las baterías que formaban la larga línea de defensa y que durante estos últimos años han sido injustamente olvidados. Ya sé que por ahora es imposible, pero se me ocurre que una noche del 24 al 25 de julio de algún año, cuando ya no seamos tan pobres, aprovechando que la Tertulia de Amigos del 25 de Julio, realizando un trabajo admirable, tiene perfectamente localizadas las ubicaciones de cada una de esas baterías, se reviva con efectos pirotécnicos, simultáneamente, desde cada uno de esos puntos, el momento que Nelson relata en su diario de a bordo del HMS Theseus: “Estábamos a medio tiro de cañón de la cabeza del muelle sin haber sido descubiertos, cuando las campanas de alarma sonaron y 30 ó 40 piezas de cañón con fusilería de un extremo al otro de la población se dispararon sobre nosotros”.

          Sería un bello homenaje. Se lo merecen.

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