La Imprenta en Santa Cruz (Retales de la Historia - 74)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el  16 de septiembre de 2012).

 

          Aseguran que en el siglo VI los chinos ya conocían la imprenta, pero hubo que esperar hasta el XV para que llegara a Occidente. El método consistía en rebajar en una plancha de madera las zonas que no debían reproducirse, dejando realzadas para posteriormente tintarlas, las partes que se deseaba imprimir presionando sobre el soporte elegido: papel, pergamino, tela, etc. La efectividad del sistema quedaba mermada por lo lento y engorroso de su preparación.

          Dicen, también, que en 1400 nació en Maguncia un platero llamado Juan Gutenberg, quien hacia 1450 ideó un sistema de tipos movibles de madera, que le permitían componer sobre un soporte textos y dibujos, que una vez impresos permitían la reutilización en otros trabajos. Tuvo que transcurrir casi un siglo para que se lograran los tipos movibles de metal, cuya invención se atribuye a un tal Lorenzo Coster.

          La aparición de, según nuestro admirado Romeu Palazuelos, “aquella estupenda invención que fue la imprenta”, revolucionó la sociedad de entonces tanto o más que el actual Internet. La cultura, las comunicaciones, el intercambio de ideas, a partir de entonces contaron con el más valioso aliado. Aunque los principios fueron duros, pronto surgieron discípulos e imitadores de Gutenberg. En 1477 ya había imprenta en Venecia, a cargo del francés Nicolás Jansen; seis o siete años después, Guillermo Caxton empezó a imprimir en Londres. Antes, en España, entre 1473 y 1475, aparecieron imprentas en Zaragoza, Barcelona y Valencia. En América, la primera imprenta se estableció en Méjico hacia 1533 o 1534.

          Desde entonces, la difusión del estupendo invento fue imparable y con él, como señala Millares Torres, “el imperio de la libertad quedó asegurado en la tierra”. Ello hizo que el poder establecido comenzara a mirarlo con desconfianza dejando sentir su fuerza coercitiva y no tardó en nacer la primera ley de imprenta, que en algunas épocas alcanzaría aspectos terroríficos para el preceptivo “editor responsable”.

          Sin embargo, fue un representante en las islas de dicho poder, el comandante general Juan de Urbina, el que trajo la primera imprenta a Canarias trescientos años después de que a Gutenberg se le ocurriera su genial idea. Así, hacia 1750, llegó a Santa Cruz el sevillano Pedro Josef Pablo Díaz Romero, quien, llamado por el general Urbina, se trajo sus bártulos y tarecos de imprimir, al parecer ya algo gastados por el uso.

          Establecido en la calle del Sol -Dr. Allart- comenzó no sólo atendiendo los encargos de la máxima autoridad -bandos, edictos, proclamas-, sino que muy pronto se atrevió a imprimir algún librito, sermones, etc., de cuyos trabajos se conocen cerca de cuarenta realizados entre 1752 y 1777. Esta fue la primera imprenta de Canarias.

          Díaz Romero, que dejó fama de persona de carácter seco, se casó aquí por segunda vez, en 1773, con Gertrudis Fernández Peñarroja. Su muerte, a los 80 años, casi coincidió con la llegada de un italiano natural de Livorno, Miguel Ángel Bazzanti Arighetti, que apareció en este puerto como polizón de un bergantín dinamarqués. Por lo visto, este Bazzanti tenía conocimientos del arte de imprimir, por lo que, de inmediato, la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife, preocupada por el vacío que la falta de imprenta producía, adquirió el tórculo y demás trebejos que habían pertenecido a Díaz Romero, poniéndolos a disposición del italiano, que comenzó a trabajar en La Laguna en 1781.

          Santa Cruz quedó sin imprenta, y más tarde la isla al morir Bazzanti en 1816. Entonces la Diputación Provincial acordó en 1820 que se trajera una imprenta lo antes posible. Según Cioranescu, “así parece haber venido la imprenta de los hermanos José y Francisco Rioja, que trabajaron juntos de 1822 a 1824 y luego se separaron”. Con José Rioja trabajó el valenciano Vicente Bonnet e Isern, que más tarde tendría imprenta propia de bien ganado prestigio. Luego tuvieron imprenta Francisco Montero y Ruiz (1832) y Pedro Mariano Ramírez Atenza con su imprenta “El Atlante” (1837), que fue la primera que tuvo condiciones para imprimir un periódico. Esta última, a partir de 1839, se llamó “Imprenta Isleña”, y desde 1857 pasó a nombre de Juan N. Romero.

          Así como con Rioja había comenzado trabajando Bonnet, con este último lo hizo José Benítez Gutiérrez, quien en 1863 abrió imprenta por su cuenta después de comprarle su viejo tórculo a Montero Ruiz, establecimiento que se fue modernizando a través de los años hasta llegar a ser la más importante industria tipográfica de las islas en manos de su hijo Anselmo J. Benítez.

          Y esta es la sencilla historia de los comienzos de la imprenta en Canarias, y de sus primeros continuadores en Tenerife, que hemos querido rescatar como homenaje a los pioneros de tan noble arte.

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