Puntualizaciones al mitómano del General Gutiérrez

Por Pedro Ontoria Oquillas  (Publicado en El Día / La Prensa el 10 de enero de 1998).

 

          El artículo publicado en El Día el sábado 8 de noviembre de 1997, con el título “Gutiérrez ¿realidad o mito?”, necesita unas cuantas puntualizaciones.

          Ante la ampulosa disyuntiva del encabezamiento del falaz artículo existe una tercera opción: la historia guardada en los archivos y las diversas fuentes documentales. Parece ser que el Sr. Díaz-Llanos tiene una concepción inmovilista de la historia y que ya está todo contado. La historia dista mucho de ser conocida y escrita con carácter definitivo. Por eso existen los historiadores que, investigando en todo tipo de testimonios físicos, documentales, orales, etc., tratan de profundizar en su conocimiento, confirmando en unos casos lo que ya se sabía, rectificando en otros lo que se conocía de forma errónea y añadiendo el conocimiento de nuevos sucesos, personajes y circunstancia que permanecían poco conocidos e incluso desconocidos.

          El hecho de que historias y enciclopedias se ocupen de un suceso o personaje depende no sólo del conocimiento que tengan de lo mismo sino también de la proyección o transcendencia que le asignen. Así las historias y enciclopedias no suelen registrar los sucesos de julio de 1797 en Santa Cruz de Tenerife porque además de desconocerlos, les asignan una proyección local y, probablemente, es así debido a su desenlace. Sin embargo, estuvieron a punto de alcanzar otra dimensión, si el desenlace hubiera sido al contrario, porque es evidente que la historia de Canarias en los últimos 200 años habría sido diferente, la de España también, y quizá hasta la del Norte de África. Y ¿qué hubiera ocurrido si el disparo que destrozó el codo derecho del vicealmirante Nelson (que no fue de un marino bretón como afirma el Sr. Díaz-Llanos Guigou en una demostración más de su falta de conocimiento), le hubiera alcanzado en el pecho o en la cabeza? ¿Hubieran tenido los ingleses los mismos éxitos navales que hay que apuntar al ilustre y conocidísimo manco? ¿Qué habría sucedido en Trafalgar, que fue una batalla decisiva? Por tanto el intento de Tenerife pudo tener enorme transcendencia y, gracias a que fue abortado, permanece casi desconocido. Las enciclopedias y la historias lo suelen ignorar, y más si son inglesas, pero lo cierto es que ocurrió, que fue la única derrota de un marino elevado por casi todos a la condición de héroe y de mito, que aquí perdió su brazo derecho y que la plaza que lo derrotó la mandaba el general Antonio Gutiérrez, ni más, ni menos.

          Esto es un hecho histórico incontestable que a nosotros corresponde airear y dar a conocer y, para ello, algunos no hemos encontrado mejor camino que reunir la mayor cantidad posible de documentos (que los hay en abundancia) y publicarlos, para que cualquiera pueda profundizar en el conocimiento de hechos y personas. Se trata del libro Fuentes documentales del 25 de julio de 1797 del que soy coautor y al que remito a los curiosos lectores, ya que el Sr. Díaz-Llanos sigue demostrando que aún lo desconoce.

          Que el general Gutiérrez sea casi desconocido en su tierra -donde apenas vivió- es sólo un hecho lamentable para su pueblo natal. Preguntemos aquí quién era el matancero Benavides, o don Antonio de Porlier y Sopranis, que nunca fue militar y al que Santa Cruz ha dedicado una calle con el nombre de General Porlier, o tantos otros, y veremos que el resultado será desolador. De todas formas tal expresión es un tópico, es decir una idea estereotipada y poco significativa a fuerza de ser repetida. No obstante, las historias de la villa de Aranda de Duero no sólo resaltan la figura de don Antonio Gutiérrez sino también de otros ilustres y distinguidos arandinos: don Bernardino González de Avellaneda (que venció en 1596 en aguas cercanas a la isla de Cuba al célebre corsario inglés Drake, primeramente pirata, después almirante de Inglaterra y azote de España en la metrópoli y en las colonias); don Bernardo de Sandoval y Rojas (protector de Cervantes, como éste mismo lo declara en el prólogo de la segunda parte del Quijote); don Melitón Catalán y López del Prado, capitán general de Canarias, y muchos otros que no enumeramos para no cansar a nuestros lectores.

          Refiriéndose al entierro de Gutiérrez, el Sr. Díaz-Llanos cita a Lanuza cuando transcribe que se hizo sin fausto y con sólo la precisa decencia, lo que tergiversa atribuyéndolo a boicot del pueblo de Tenerife, pero interesadamente omite -o no lo sabe- que esta frase corresponde a deseo expreso del mismo general y que está contenida textualmente en su testamento. No obstante, como suele ocurrir con este tipo de deseos de los finados, no se cumplió cabalmente, y se rodeó su entierro de la solemnidad que la categoría del personaje demandaba. En una de las 101 notas a pie de página del libro General Gutiérrez 1729-1799. Vencedor de Nelson en Santa Cruz de Tenerife (que lo ha medido el Sr. Díaz Llanos con nonio o algún calibrador micrométrico) podría saciar su curiosidad de cuánto costó la música y los cantores que vinieron de la ciudad de La Laguna al entierro y honras fúnebres. Tal vez, deslumbrado por las últimas honras fúnebres televisivas, tiene que recurrir a la figura nº 36 del Catálogo Gesta del 25 de julio de 1797, que ignoro si lo detesta, para poder ilustrar su trabajo. Lo mismo hace con las figuras nº 2 y nº 19 sin escrúpulo alguno aborreciendo las ilustraciones del “caballeroso” general.

          Dice el autor que no se explica cómo en el expediente de un héroe no se encuentra nada interesante. Vuelve a tergiversar los hechos, pues no es que no se encuentre nada interesante sino que lo que no se ha encontrado es su hoja de servicios. ¿Podría pensarse que esta desaparición es interesada?

          Estamos acostumbrados a que desaparecen ciertas cosas; por ejemplo, no aparece el ensayo de escudo que se envió a Madrid, ni tampoco el alegato de Gutiérrez dando cuenta al rey del  porqué de sus resoluciones, ni la medalla de Beneficencia que fue concedida a la ciudad junto al título de Muy Benéfica por la reina regente María Cristina, o el maletín (parece que de plata) con el que Alfonso XIII colocó en la hoy Plaza de los Patos la primera piedra de un monumento al general Leopoldo O’Donnell, nacido en Santa cruz de Tenerife, que nunca se llegó a construir. Del archivo del legado Álvarez Rixo, el mejor cronista que ha tenido el Puerto de la Cruz  y al que el Sr. Díaz-Llanos Guigou no tiene inconveniente en tachar de mediocre porque su testimonio no le sirve para sus intenciones, ha desaparecido el apartado 4º del nº 4 de los Episodios (el relativo al criado de Cólogan) que conservamos gracias a una transcripción hecha oportunamente por el Sr. Vizcaya Cárpenter. ¿Quién lo ha sustraído y por qué?

          Atribuye los éxitos de las Malvinas y de Menorca a los jefes, pero nunca a Gutiérrez, de quien dice que no era más que un simple subalterno y por lo tanto, un mandado. Pero en el caso de Tenerife, contradiciéndose flagrantemente, afirma que el éxito únicamente puede atribuirse a “los mandados”, llámense pueblo tinerfeño, Milicias, Batallón (sic) de La Habana y de Cuba, tenientes Siera y Grandi o marinos franceses. El mérito de todos ellos -y de otros que el autor omite- es incuestionable, y no admite discusión. Pero ¿quién era el jefe? ¿Por qué en un caso sí y en el otro no?

          La labor de los investigadores va aportando nuevos datos del “mandado” don Antonio Gutiérrez; se le encomendaron muy delicadas misiones en diversas ocasiones, estuvo de ayudante de Campo del teniente general don Martín Álvarez de Sotomayor en el bloqueo de Gibraltar y un largo etcétera que ampliaremos en la segunda edición del citado libro conmemorativo del 5º centenario de la fundación de Santa Cruz de Tenerife. Por lo visto, el Sr. Díaz-Llanos desconoce la labor de investigación y no sabe que a veces sólo se pueden ofrecer escuetos datos perfectibles con la aportación de nuevos documentos. Entérese un poquito y sepa que Port-Egmont estaba bien preparada con tres fragatas artilladas con 56 cañones, un fuerte de 8 cañones y una torre con artillería. Autosentando cátedra, magíster dixit: “Y eso es todo. No hay más que añadir”. Pues para que se vaya enterando, aprenda “que hallándose don Antonio Gutiérrez en la Provincia de Buenos Ayres de Sargento Mayor del Regimiento de Infantería de Mallorca graduado de Coronel se le confirió por aquel Capitán General, Dn. Francisco Bucareli, el mando de las Tropas de desembarco destinadas al desalojo de los Yngleses de Puerto Egmont en la Gran Malvina verificado en el año de 1770”. Bueno, saque usted conclusiones.

          Por lo visto, el Sr. Díaz-Llanos da por zanjado el estudio e investigación del papel desempeñado por don Antonio Gutiérrez en las Malvinas y Menorca, demostrando una vez más su ignorancia y falta de curiosidad en su sentido etimológico (es decir, deseo de saber y averiguar alguna cosa). La biografía del general Gutiérrez no es labor de mitólogos, o si prefiere de mitoplastes, sino trabajo de pacientes investigadores que han visto premiadas sus pesquisas con documentos que hablan de manera elocuente de su misión en las Malvinas y de su impecable tarea de gobierno en Menorca. En la segunda edición del citado libro conmemorativo del 5º centenario de la fundación de Santa Cruz de Tenerife aparecerá ampliamente narrada la conquista de las Malvinas y episodios de Gutiérrez y Madariaga. Y le adelanto que vaya leyendo la correspondencia del conde de Cifuentes al conde del Campo de Alange, y viceversa, en donde se habla “del celo y prudencia con que ha desempeñado don Antonio Gutiérrez las comisiones que se le han encomendado”. Y reiteramos que se le encomendaron muy delicadas misiones en diversas ocasiones, que dejamos que usted las averigüe y esclarezca.

          Para demostrar el mérito de los franceses, que sin duda lo tuvieron -será que su apellido francés traiciona su “ecuanimidad”- da por bueno lo que poetizó Viera y Clavijo, pero desautoriza a otros poetas que aluden al mérito del jefe supremo. Más aún, ¿qué valor tienen los epítetos otorgados por el mismo Viera y Clavijo al general Gutiérrez? ¿Debemos considerar una adulación, ya muerto el general, el deseo de “que el Teyde clame siempre en la Historia / Yo soy de sus cenizas Mausoleo?”. El general Gutiérrez, sin embargo, supo reconocer los méritos de los franceses según consta por el siguiente documento:

               “Tanto el zelo y actividad, con que ha desempeñado sus obligaciones el Ciudadano Faust, Teniente de Navío de la Armada Militar de la República Francesa, en el Servicio de Guarnición que ha hecho desde su arrivada a esta ysla, como el valor y pericia que acreditó en el Combate del día 25 de Julio, merecen que yo haga a V. E. una honorífica mención de su mérito, sin omitir que los 73 Republicanos que tuvo a sus órdenes aquel día llenaron también sus deveres; lo que espero hará V. E. presente a S. M. si lo estimase oportuno. Dios guarde a V. E. muchos años. Santa Cruz de Tenerife 3 de Agosto de 1797.-Exmo. Señor Dn. Antonio Gutiérrez.-Exmo. Sr. Príncipe de la Paz”.

          Por otra parte, los ingleses también sabrán reconocer el mérito del general Gutiérrez. Y así consta por el siguiente dato tan poco conocido. George Spencer, 2º conde de Spencer (1758-1834), primer Lord del Almirantazgo inglés, al escuchar el episodio acaecido en Tenerife, escribió a su colega el secretario del Foreign Office británico (Ministerio de Asuntos Exteriores): “En el tema de los agradecimientos, creo sinceramente que debería tomarse alguna atención (aunque desconozco el modo apropiado) con el gobernador de Santa Cruz, que tan bien se comportó con nuestros hombres tras el tratado que hicieron para restituirse a sus naves”.

          Falsea el Sr. Díaz-Llanos mis palabras o las confunde. No he dicho nunca que la carta de Forstall no fuera inédita. Una cosa es dar a conocer la existencia de un documento, “primicia” que corresponde al profesor Rumeu, y otra es que dicho documento se publique y deje de ser inédito, lo que según el propio Sr. Díaz-Llanos debemos agradecer al periódico El Día, y en buena hora.

          Si la “oportunidad” de dar a la luz los comentarios denigrativos para el general Gutiérrez que acompañaron a la carta de Forstall -no la carta en sí- coincidiendo con el 25 de julio, no corresponde al autor del artículo, sino al periódico El Día, como afirma el Sr. Díaz-Llanos, el “mérito” habrá que anotárselo a este periódico.

          Vuelve el Sr. Díaz-Llanos a contradecirse, olvidando lo que tiene publicado. Dice que en su primer artículo no ha ido a empañar la figura del general Gutiérrez, olvidando que, lejos de limitarse a publicar el documento con la verdad histórica por delante, antes de hacerlo comienza afirmando categóricamente que la conducta del general fue “denigrante”. Dicho proceder predisponiendo al lector de antemano, ¿empaña o abrillanta?

          Si repetimos la machacona tabla a la que nos tiene acostumbrado el autor de “Historia del Archipiélago Canario” nos da como producto siempre el mismo, cero, es decir, no aporta nunca nada. ¡Cómo va aportar algo, si su función es la del eco, repetir rutinariamente lo poco y defectuoso que conoce del general! Veamos: 0 x 1 es cero; 0 x 2 es cero; 0 x 3 es cero… y repite de forma cansina los mismos factores hasta el infinito, no deteniéndose a comprobar si el resultado está conforme con los documentos. El solucionario está en sus amañados y superficiales artículos de los cuales reproducimos su maniático meollo como muestrario: “Sin entrar en absoluto sobre el general Gutiérrez en esas históricas fechas, sí vamos a relatar en cambio lo que en pocas líneas dibuja sobre la persona del militar, nuestro historiador, D. Francisco María de León”. (A continuación copia el consabido sonsonete). Pero por cuenta propia el mitómano le propina con exacerbada bilis una serie de hermosos epítetos: “Hombre de pachorra, asustadizo, introvertido, huraño y solterón empedernido. Una buena persona, pero pacato e irresoluto y sin dotes de mando. Me apena y además compadezco a D. Antonio Gutiérrez, por no haber cumplido con su responsabilidad, acorde con el cargo que ocupaba y con los cánones de la época”. ¿De quién tendríamos que apenarnos o compadecernos…? Por favor, estudie un poquito al personaje y no se deje llevar de impulsos primarios, pues se le ve el plumero. También descubre sus pensamientos cuando toma postura exclusivista: “La defensa del solar patrio derivada de los ataques realizados por las tropas inglesas del por entonces contralmirante Horacio Nelson estuvo protagonizada por la brava resistencia de las antiguas Milicias Canarias y por la importante ayuda de los 110 marineros franceses que habían tripulado el bergantín La Mutine, del que igualmente los de la rubia Albión se habían apoderado en nuestras aguas por el asalto magníficamente planeado. De esa victoria insólita, de esa gloria canaria conseguida por nuestras marginadas milicias sobre tan temido y poderoso almirante, nada se ha hecho para perpetuarlas”. Simplemente le recordaría las palabras de Cólogan: “Celebremos el valor de los que se esforzaron por conseguir la victoria, felicitemos al Cuerpo de Artillería, al Batallón de Canarias, a los reclutas de Cuba y de La Habana, a los setenta franceses que se ofrecieron gustosos a la defensa de la Plaza y a los trozos de milicias que se distinguieron en aquella madrugada memorable; sin olvidar la noble conducta de nuestros defensores militares, alabemos también el patriotismo de los paisanos que voluntariamente expusieron sus vidas y merecen sin duda ser partícipes de la Gloria que de la victoria ha resultado de las Armas canarias”. No califique de mentes calenturientas a personas cuya finalidad de sus escritos y trabajos es resaltar en sí el hecho de la Gesta del 25 de julio de 1797 prescindiendo de exclusivismos.

          Y ¿qué ocurre con el retintín de los “desconocidos sobrinos, D. Francisco y D. Pedro” que es el factor del producto de todos sus artículos? Si tuviera la mínima curiosidad de investigación, y no hiciera la función de eco, no repetiría rutinariamente la misma cantinela. Indague y encontrará documentos, porque existen.

          Califica el testimonio del historiador Álvarez Rixo de “cotilleos”, cuando narra la escena del criado de Cólogan en la cueva en que ambos se escondieron en lo más crudo de la lucha. En realidad no hacía falta recurrir a este testimonio, puesto que el propio Cólogan reconoce paladinamente que se dedicó a las labores humanitarias con los heridos, dice, “después de haberme guarecido mientras duraba la tramoya”. Más claro, imposible. Se lo indiqué en mi anterior escrito, pero usted parece que no lee los textos completos. En su ánimo de hacer valer la figura de Cólogan no tiene usted empacho en citar el testimonio de Monteverde al que, sin embargo, usted descalifica cuando elogia a Gutiérrez. Parece un criterio poco serio, ¿verdad? Lea conscientemente la carta, en español o si quiere en ingles (The Daily Telegraph del 18 de agosto de 1896) y saque sus consecuencias. Por otra parte, los informadores o informantes de Álvarez Rixo fueron varias personas, entre las cuales se halla don Domingo Nieves, el mismo que aparece con Cólogan en el relato del episodio de llamada a jóvenes para la artillería. Déjenos de matices misóginos referidos a su madre y no desprestigie su memoria porque fuese de humilde cuna. No tengo como finalidad “vejar a uno de los nuestros” cuando presento documentos. Y ¿por qué no uno de todos? ¡Ah!... que si es uno de los otros ¿se le puede vejar? Las patrañas se las dejo para otros, para los mitómanos, es decir, para los deformadores de la verdad.

          Concluyendo: la intencionalidad de sus comentarios a la carta de Forstall es tan evidente, que no vale la pena insistir en sus contradicciones. Tan sólo añadiré que el Sr. Díaz-Llanos no ha conseguido refutar mis argumentos a sus comentarios a la citada carta ya que, saliéndose por la tangente, ha optado por otros derroteros no exentos de algún que otro chismorreo.

          No obstante, el lector curioso, que tenga interés de hacer una lectura íntegra de la carta de Forstall, encontrará su transcripción completa en el Anuario de Estudios Atlánticos nº 42 (1996) pp. 645-650 (Nota 1). El Sr. Díaz-Llanos transcribió solamente algunos párrafos y principalmente el apartado denigrativo para el general Gutiérrez, en la que, como ya analizamos en nuestro anterior artículo, resulta ser poco coherente el binomio irresoluto-intrépido.

          Sin embargo, no merece la pena perder tiempo refutando detallada y documentalmente el artículo. La más que evidente connotación política que el autor despliega en su artículo basta para  desautorizar su contenido. Naturalmente que la Historia es el primer puntal de la identidad de un pueblo y, aunque se pueda estar en desacuerdo con sus interpretaciones, los hechos siempre son incuestionables. Pero tratar de utilizar la Historia con calzador para la pretendida formación de un “espíritu nacional”, es típica de los totalitarismos.

          Finalmente quiero decirle que no voy a replicarle más. Prefiero destinar el escaso tiempo libre que me dejan mis obligaciones docentes a estudiar e investigar, antes que emplearlo en un diálogo que usted vuelve irracional y estéril. Créame, para el estudioso, su aportación carece de interés, y  a los lectores y a mi nos aburre soberanamente.

 

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Nota 1:
Posteriormente se ha publicado en Pedro ONTORIA OQUILLAS / Luis COLA BENÍTEZ / Daniel GARCÍA PULIDO, Addenda Fuentes Documentales del 25 de julio de 1797. Santa Cruz de Tenerife 2008, pp. 37-41.