Monumentos (42). A las aguadoras

Autor: José Manuel Ledesma Alonso
Publicado en el Diario de Avisos el 31 de agosto de 2025

          La escultura que rinde homenaje a las aguadoras de Santa Cruz, instalada en la plaza de Santo Domingo, en las inmediaciones del Teatro Guimerá, realizada en bronce por el artista palmero Medín Martín Barrios, en el año 2000, representa a una mujer descalza, portando un cántaro sobre su cabeza. La escultura se colocó junto al Chorro de Santo Domingo, fuente ornamental de piedra instalada en 1894.

          Las aguadoras de Santa Cruz eran mujeres humildes que se dedicaban a llevar el agua potable a las casas de Santa Cruz que no disponían de pozo ni aljibe, a cambio de un precio establecido.

          El agua la recogían en la primera fuente publica instalada, en 1706, en la plaza que llevaría su nombre -La Pila-, actualmente La Candelaria, y que había sido traída del Monte Aguirre a través de 12 kilómetros de atarjeas -canales de madera-.

          Las aguadoras estaban consideradas como un gremio más, entre las distintas profesiones y oficios, pues así aparecen domiciliadas en los padrones de la época.

          En 1835, el Ayuntamiento, con el fin de evitar las confrontaciones entre las aguadoras, realizó un reglamento en el que se establecían las normas para los turnos y los días de la semana para coger el agua en las distintas fuentes y chorros públicos. También, para paliar la falta de aseo y mejorar su aspecto, años más tarde les obligó a vestir uniformadas, siendo dos terceras partes de su importe por cuenta municipal y la otra tercera parte a cargo de las propias aguadoras, que debían satisfacerla con una pequeña cuota mensual.

         Durante la Gesta del 25 de julio de 1797, las aguadoras dejaron constancia de sacrificio cuando voluntariamente se ofrecieron a transportar sobre sus cabezas los cantaros de agua y alimentos con los que se abastecieron las tropas que estaban destacadas en la Altura de Paso Alto, y que permanecían allí defendiendo la Isla del ataque de la escuadra del Contralmirante Horacio Nelson. Titánico esfuerzo que tuvieron que realizar para ascender la escabrosa ladera, bajo un sol abrasador, seguramente descalzas, y cargadas hasta la extenuación, mucho más cuando hay constancia de que dieron más de un viaje.

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