Blog

Felipe González de Mesa y Ponte y sus Niños de América

Autor: Antonio Salgado Pérez
Publicado en El Día el 23 de febrero de 2000.

Una excepcional exposición fotográfica

         

          Cuando, hace pocos días, contemplábamos, en la Sala de Exposiciones Joaquín Amigó del Casino de Tenerife, el alarde fotográfico que nos ofrecía Felipe González de Mesa y Ponte, nos íbamos acordando, simultáneamente, de aquellas sabias palabras de don Miguel de Unamuno, que decían “es detestable esa avaricia espiritual que tienen los que, sabiendo algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos”. Y recordábamos tal frase porque el joven artista que allí se lucía, nos mostraba todo lo contrario. Nos exponía, apoyándose en ese exponente esencial de nuestra cultura que responde por fotografía, su acentuada y madura sensibilidad; vertía, en sus imágenes, su generosidad, la esplendidez, la prodigalidad en aquellos niños de América que él, a través de su carismática cámara fotográfica, había captado con sus risas, sus sonrisas, con sus peculiares gestos de asombro y de perplejidad; de desconfianza y desilusión; con alguna que otra mirada desafiante; con faces estigmatizadas, peligrosamente, por el sol; con penurias dentales; con prematuros excesos laborales, ya que se tratan, mayoritariamente, de esos niños trabajadores, ausentes, por sus lejanías periféricas, de las cuatro reglas y del abecedario.

          Allí, en zonas recónditas del Perú, Colombia y Venezuela, ha estado la inquieta cámara de Felipe, para ofrecernos lo que él presenció, escrutó y quiso ofrecernos para luego, tras una exhaustiva selección, hacérnoslo llegar en aras de gestar en nosotros el estudio y la reflexión, que se atenúa, en parte, cuando, por ejemplo, se embelesa, y nos embelesa, con aquellas imágenes de ensueño, casi irreales, de la fortaleza del Machu Picchu, con visos de maqueta; el Salto del Ángel, en el parque nacional de Canaima de Venezuela, que se asemeja a un cuadro impresionista; las palmeras emergiendo del agua como por encanto o aquellas quince totémicas figuras de Isla de Pascua, de increíble alineación.

         El autor, indulgente, ha intentado transmitir su experiencia personal “y mostrar en los rostros de estos niños la calidez, simpatía y hospitalidad de todas las gentes que habitan estos países”, pero el artista, fiel y pulcro, nos ha hecho partícipes de otra realidad no tan optimista y risueña como la de algunos de sus más tiernos protagonistas, embutidos en vestimentas tan exóticas como austeras. El autor, solidario y generoso, ha dejado patente en esta formidable exposición que los ingresos que se obtuviesen por la venta de las fotografías serían destinados para fines benéficos, que se nos antoja como un preciado broche.

– – – – – – – – – – – – – –

Related Posts

Enter your keyword