EXPOSICIÓN DE FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ DELGADO SALAZAR
El día 14 de julio y en la antigua Estación del Jet Foil (Muelle Norte) del Puerto de Santa Cruz de Tenerife. se inauguró una impresionante exposición de fotografías de nuestro contertulio José Delgado Salazar. El acto estuvo presidido por el Presidente de la Autoridad Portuaria, Ricardo Melchior Navarro, quien, antes de declarar formalmente abierta la muestra, resaltó en breves palabras la intensa relación entre Pepe Delgado y el Puerto y expresó el inmenso valor de muchas de las más de 500 imágenes expuestas. Un emocionado Delgado Salazar agradeció la presencia del señor Melchior, el apoyo de la Autoridad Portuaria (la Junta de Obras del Puerto, como él gusta seguir llamando a la institución) y las presencia de los numerosos amigos que le acompañábamos.
A la entrada del recinto que alberga la exposición -que permanecerá abierta hasta el 15 de agosto- un panel recogía el texto que se incluye a continuación, escrito por nuestra también contertulia Fátima Hernández Martín

DON JOSÉ DELGADO SALAZAR, UN CABALLERO ACTUAL DE LOS DE ANTES…
Detallar el currículo de don José Delgado Salazar es tarea harto difícil, pues no en vano se trata de personaje especialmente singular, que acumula en su larga experiencia vital un bagaje cultural intenso y denso, fruto de ser hombre interesado y apasionado por todo aquello que rodea su entorno más cercano.
Pero si hay aspecto que sobresale en dicho currículo, que destaca de manera notoria, es su amor por el puerto de Santa Cruz de Tenerife, lugar al que está vinculado -desde su juventud- por motivos varios, entre ellos los laborales. Esa filia por el puerto se trasluce y traduce en la forma que tiene de hablarnos de él, la manera en que nos relata sus vivencias de jovenzuelo, tan relacionadas con el viejo Santa Cruz, al que menta constantemente, pues cada esquina, plaza, recodo, balconada, mansión solariega o calle estrecha, despierta de facto su memoria prodigiosa llevándole a contarnos las historias ocultas -la mayoría misteriosas e ignotas- de ciertos enclaves añosos, muchos de los cuales -de forma agónica- duermen en el olvido de los transeúntes, en el despiste de algunos lugareños, que no se han percatado de la belleza que esconden sus paredes, balaustradas, gárgolas u ornatos, así como las hermosas o trágicas aventuras de aquellos santacruceros o foráneos que antaño habitaron entre sus paredes.
Nació D. José en Santa Cruz de Tenerife, el uno de octubre del año 1931, en la calle 25 de julio, en la conocida clínica de D. Juan Rodríguez López (abuelo del que hoy ostenta la dirección del Museo Arqueológico y del Instituto de Bioantropología de Tenerife, Dr. Conrado Rodríguez-Maffiotte). Su padre era D. José Delgado Hernández y su madre, dama generosa y altruista donde las hubiere, Dª María de las Nieves Salazar Hernández, asistía y ayudaba siempre que le era posible conjuntamente a los doctores Domingo Arozarena Reyes y Juan Rodríguez López. Ya siendo muy pequeño empezó sus primeros contactos con el mundo escolar en la iglesia del Pilar (donde estaba ubicada una escuelita llamada popularmente de los padritos). De ahí pasó a aprender las letras con Dª Marcela Martín, señora que regentaba casa de enseñanza en un enclave ubicado entre las calles de Santa Rosa de Lima y Santa Rosalía, tía de Luis Martín que llegó a ser director de Cepsa y donde habían estudiado, años atrás, Juan Bautista Acevedo (tío de la Dra. Rosario Álvarez Martínez), Juan Díaz Martín (que fue capitán del puerto de Honduras, nieto de Dª Marcela) o Juanines y Heliodoro Rodríguez González (este último, vigésimo Presidente del Cabildo de Tenerife y Alcalde -ciento once- de Santa Cruz de Tenerife). Cuentan que, de niño, allí se empapaba de conocimientos, evidentemente aún tímidas nociones sobre el mundo debido a su edad, junto con los hermanos Julio, Nivario y Fernando Rancel, Alfonso y Juana Tauroni (que vivieron en lo alto del Palacio de Carta)… jóvenes que forjaron una entrañable amistad -sin solución de continuidad- con nuestro homenajeado. Pasó por entonces, y dado que el muchacho crecía en altura y aspiraciones, al colegio de D. Matías Llabrés Verd (sito en la esquina de Méndez Núñez con Pi y Margall) donde tuvo como compañeros de pupitre a Francisco Torres Hernández (que fuese apoderado de Olsen & Cía) o Manolo Santaella González (de la conocida fábrica Numancia), entre otros muchos amigos que sería largo mentar y que, al igual que los antes señalados, crearon a partir de entonces vínculos de camaradería indisolubles.
Con el paso del tiempo y el correr de los años, José Delgado Salazar ingresa en el Colegio de San Ildefonso (como fundador) junto a personajes relevantes de la sociedad santacrucera como Luis, Álvaro y Néstor Acuña González; Juan Pedro López Samblás (pediatra); Rodolfo Rull Buixadera (director de Disa); Manuel y Diego de Armas (notable cardiólogo y director del Hospital); Luis González Feria (eminente médico y profesor de reconocido renombre) o Augusto Santaella Benítez, hermano del famoso Colo (jugador del Tenerife que tantas glorias consiguió para nuestra tierra).
Gustaba en esa etapa de su vida, nuestro don José, pescar en el Muellito de la Frescura o simplemente contemplar el océano, tan ancho y espléndido, siempre invitando a navegar, detalle que no pasó por alto como veremos más adelante.
¡Ah¡… cómo era el Santa Cruz de antaño, recordemos, la avenida de Cuba, así como la de Sol y Ortega donde se ubicó el famoso Los Paragüitas, cuyos suculentos berberechos tanto deleite prodigaron a nuestros paladares; el Club Náutico, Hotel Miramar, la Casa Rodríguez López, el Hotel Battemberg, la playa de San Antonio, los varaderos Hamilton (por donde era frecuente que transitara el Maestro Coba) o también Dª Susana Hamilton (hija de D. Carlos Hamilton y casada con Ramón Pérez Pestano) cuyo marido, precisamente, era primo hermano de un tío de don José (don Ulises Pestana Tejera). Todo ello formó y forma parte destacada de su imaginario biográfico. Señalar también la amistad inquebrantable con Luis Claverie González (que fuera Secretario de la Junta de Obras del Puerto) hasta su reciente y lamentable fallecimiento que a don José llenó de pesar, por inesperado y prematuro.
Por esa época eran chicos inseparables Nivario Rancel Martín, Ángel Canderrop Saavedra o Joaquín Naval Pérez, entre otros muchos que, a buen seguro, mantuvieron o mantienen hacia Pepe un sentimiento de respeto y aprecio. Todos, impetuosos y aguerridos, frecuentaban los varaderos donde, junto a otros compañeros, entre los que cabe mencionar a Manuel Lorenzo Delgado y José Manuel de la Barreda (que luego fuese fiscal como bien apunta D. José), se percató de la presencia de una hermosa dama de nombre Isabel Miranda Barbuzano que paseaba junto a su amiga de siempre, Miriam Varela. La dama, hija del práctico D. Pedro Miranda Suárez (que fuera capitán de los trasatlánticos de Trasatlántica Española, siendo el último de ellos, el Marqués de Comillas) y nieta del también práctico D. Agustín Barbuzano García, prendó en el corazón de don José. ¡Ay ¡… aquella mirada, aquella forma de sonreír, de caminar…ya nada volvió a ser igual en la vida de nuestro caballero. Eran lugares del Santa Cruz de antes por donde, cuentan algunos, gustaban pasear los novios que, vigilados por premisas estrictas a la usanza de los romances antiguos, las de nuestras abuelas -tan serias y rigurosas- se mostraban discretos, distantes…aunque no por ello dejando de ser siempre muy galantes.
La pareja se casó un 20 de junio de 1979 en la Iglesia de La Concepción (tan chicharrera, tan vinculada a Santa Cruz), oficiando la ceremonia el padre Miguel A. Moore, de origen americano, igualmente relacionado con la historia de nuestra ciudad, siendo padrinos del enlace, Tomás Zerolo Davidson y Ana Rosa Morán Hernández. El nuevo matrimonio se instaló en una vivienda en el número 9 de la calle General Serrano, domicilio que se mantiene como hogar familiar en la actualidad, si bien es preciso recordar que fueron frecuentes las estancias -sobre todo en verano- en casas ubicadas sucesivamente en Los Rodeos, la Cruz Chica o el entrañable chalet de Camino Vergara (Villa Isabel) que ocupaba la familia en épocas de estío, temporadas largas, para disfrute del ocio, siempre acompañados por el leal Flyer, perro que con sus travesuras alegraba las jornadas de la familia.
Respecto al mundo laboral, inició sus primeros trabajos en la Transamérica Sociedad Anónima, cerrada en 1987, de la que fue fundador (consignatario), estando por entonces de Presidente D. Andrés Bezala y vendiendo sus acciones de Capsa a D. Julio Álvarez Hamilton para que formase posteriormente Socaesa. También ostentó la representación de Naviera Vizcaína, Naviera Química, Navipesa, Gasosean, Sicula Oceanica (de los Grimaldi), entre muchas…o el grupo Land Rover, Suzuki, Citroen y Skoda. En esos tiempos, cabe recordar, participó muy activamente en la famosa Exposición marítima de 1956”, como miembro del Comité organizador junto con D. Fernando Lecuona y García de Puelles y D. Carlos Martínez que fuese Ingeniero de la Junta de Obras del Puerto. Dicho comité tenía a don Tomás Cruz García de Presidente. Precisamente, una curiosa acuarela recuerda -retratados en ella- a todos los participantes de dicha muestra, y donde se puede identificar a don José como un simpático nadador en las aguas que rodean a la embarcación, esperando inquieto el auxilio de los que contemplan el ancho océano desde la baranda, cómodamente instalados a bordo. Precisamente, no podemos olvidar que esa pasión por el mar, la mar como decimos aquellos que tanto la amamos, le llevó a navegar, a instancias de Dª Carmen Keaten Zamorano, a bordo del petrolero Bergeland de la compañía Bergesen A.S. Fueron viajes intensos, singladuras apasionantes, durante dos años y medio, recorriendo los océanos, visitando puertos, lugares remotos, distintos y distantes, caso de Oriente (Golfo Pérsico), toda Europa, atravesando el canal de Suez en varias ocasiones e incluso siendo testigo ocular de hechos que forman parte de nuestra historia más reciente, si bien ya del lejano siglo XX. Recordamos que, en esa etapa, D. Manuel Cruz Delgado era Jefe-delegado de Transmediterránea.
Asiduo a conferencias y todo acto cultural, científico o académico relevante en el panorama social de Santa Cruz, es miembro (socio) del Círculo de Amistad XII de Enero, entidad donde organizó e impartió excelsos ciclos de conferencias y donde es frecuente encontrarle, leyendo, charlando con amigos, aportando sus saberes…en definitiva, participando de cuanta actividad se geste en su programación. También forma parte de la prestigiosa Tertulia Amigos del 25 de Julio.
Mencionado con frecuencia en publicaciones navales, queremos destacar las reseñas en la revista Escobén donde podemos hallar datos relevantes sobre su figura, su trayectoria curricular, buen hacer y su bien estar.
Precisamente, esa sensibilidad por el saber y el conocimiento le llevó a ser nombrado Académico Protector de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife en acuerdo tomado en sesión plenaria celebrada el 28 de octubre de 2014. La distinción le fue entregada el 20 de enero de 2015, por el Dr. D. Javier Parache, en el salón de plenos del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Aún recordamos emocionados, los que asistimos como invitados, algunas de las palabras que pronunció en dicho acto…” es importante saber de dónde venimos para valorar lo que tenemos…” y más adelante… «puedo presumir hoy y todos los días de mi vida de tener grandes amigos y compañeros leales, que reconocen mi trabajo, que me dan aliento y ánimos para que siga explorando y descubriendo a través de imágenes de nuestra historia, la historia de los canarios…”
Como he mentado al principio, la figura de don José siempre junto al mar, aspirando su aroma seductor, dejándose acariciar por la brisa de Anaga que con temor -en los meses de intenso soplo de alisio- intenta colarse con vehemencia por las ventanas de casas de calles del viejo barrio del Toscal, que él tan bien conoce, con reminiscencias marineras, y que aún -en determinados lugares- tiene la impronta visual de chicos de nobleza extrema, aunque mucha picardía, jugando a la pelota de trapo (en calles desiertas, hoy tan transitadas) mientras sus madres preparaban las comidas y vigilaban las horas, esperando al progenitor que, cansino de tanto trabajar, buscaba en el hogar familiar el merecido descanso…
Son esas imágenes que todos tenemos en nuestras retinas, las guaguas de otrora, pausadas y familiares; las arboledas que se mecían con la brisa; las lentas procesiones; los más tranquilos carnavales; los deliciosos baños en las Teresitas -aún llena de callaos y arena negra y agreste, pero con el mismo oleaje impetuoso que invitaba al chapuzón… Incluso los veraneos lejos, muy lejos, en pueblecitos de encanto al norte o al sur de la Isla, aventura que se convertía -en cada estío- casi en un odisea pero que se esperaba anhelante como se prepara y desea un viaje nostálgico hacia lugares remotos, aquellos copiados de aventuras literarias infantiles que, de niños, todos leíamos con inusitada pasión y avidez al volver del colegio. Eran aquellas tardes, sosegadas, no había preocupaciones y el mundo, al menos para los más pequeños, parecía más calmo que en la actualidad y reducido a nuestras cuatro paredes.

A don José le reconocemos, con una elegancia que ya no se estila, impecable vestuario, andar seguro, gesto amable y una cortesía innata que es difícil de encontrar, salvo en aquellos dotados de mucha clase de espíritu. Ello lo adereza, de continuo, con una sonrisa socarrona, incipiente, muy suya, característica, que camufla una carcajada oculta en un rostro bien perfilado, no solo esculpido por genética generosa en estética armoniosa, también por la mano del tiempo que pareciera haberse detenido en una madurez temprana, como dádiva espléndida y agradecida hacia un hombre de alma buena. Su andar pausado, su decir taimado… muestra la esencia del caballero que siempre ha sido y al que todos nosotros tanto respetamos.
Y junto a él, como tesoro preciado, con la fuerza de un imán adherido al corazón, su colección de imágenes, aquellas que le acompañan siempre, que muestra orgulloso a los amigos, que no se cansa de visionar, que le certifican datos contradictorios en tertulias, que apoyan su valiosa opinión de defensa del patrimonio arquitectónico y emocional… fotografías de las que nunca se separa. Forman parte de su persona, son imágenes -algunas con bordes dentados- en blanco y negro u otras digitalizadas, bien pixeladas y guardadas en novedosos dispositivos móviles de vanguardia que enseña, una y otra a vez, a todos aquellos que, como él, gustamos del Santa Cruz de antes, el que nos recuerda la infancia, la abuela, las meriendas, las calles desiertas, los amigos del colegio. El que nos lleva recordar con emoción las personas que ya no están entre nosotros, que partieron de viaje, antes, mucho antes, pero que formaron parte de nuestra vida cotidiana. Y de nuevo nos vuelve a mostrar sus fotos, las de arcaicos palacios, enhiestas marquesinas, fornidos faros, viejos veleros, excelsos buques, frondosas alamedas, refrescantes fuentes, recónditas plazas, aristocráticos hoteles o viejas casonas. Sus fotos se mueven en el tiempo, acompañan a don José en cada paseo matutino o vespertino, las hace vibrar entusiasmadas cuando las acerca a lugares que les son familiares, o las entristece cuando las lleva a comprobar el deterioro en que se encuentran los enclaves que con ahínco han perpetuado en delicada tonalidad gris o sepia; también las emociona cuando se ven recuperadas de etapas desidiosas… Y es que él les devuelve la vida en cada paseo, en cada mención, en cada recuerdo, en cada gesto amigable que las retorna al pasado…
Por eso, es difícil loar y glosar la figura de D. José y no vincularlo a la memoria viva del Santa Cruz que tanto amamos, en el que crecimos, sentimos, sufrimos, pero sobre todo vivimos…cada uno nuestra vida que es, en síntesis, la vida de todo un colectivo, el de nuestra ciudad, uno de cuyos caballeros andantes, uno de sus defensores insignes es el señor, al que todos apreciamos, alguien muy querido llamado Delgado Salazar, para nosotros D. José o sencillamente Pepe como él siempre, nos advierte sotto voce, gusta que le digamos…
Muchas gracias, un abrazo
Dra. Fátima Hernández Martín. Directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Miembro de la Tertulia Amigos del 25 de Julio
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