Don Lucio y el piano

Autor: Antonio Salgado Pérez

Publicado en El Día el 17 de diciembre de 1999

          Le conocimos, hace ya muchos año, en la aulas de aquel hermosísimo edificio de estilo neoclásico que el marqués de Villasegura, Imeldo Serís, legó a su ciudad natal; en aquel edificio donde figuran en la parte alta de los cuerpos laterales, como decoración, medallones con los bustos de Viera y Clavijo y del arquitecto y genial polifacético Tomás de Bethencourt y Molina, todo ello obra del arquitecto municipal Manuel de Cámara y Cruz.

         Pues claro que nos estamos refiriendo a la antigua Escuela de Comercio, enclavada en la calle 25 de Julio, donde don Lucio, que es nuestro personaje, impartía aquella difícil asignatura que respondía por Derecho Civil. Por todo ello, para nosotros, siempre, Don Lucio, de fácil sonrisa, era sinónimo de interdictos, retractos, arrendaticios, demandas, conciliaciones, avenencias, litigios, procesos… Pero estos sinónimos sufrieron hace unos días un cambio brusco cuando, en un sentido homenaje, vimos a Don Lucio frente a un piano. Entonces, aquel querido profesor nos hizo olvidar tramitaciones y mayores cuantías y nos envolvió en mundos de ensoñaciones. Antes, los cálidos verbos de Alicia, José Luis y Miguel Ángel, nos habían recordado el carisma de aquel maestro que otrora había compartido las enseñanzas con otros ínclitos docentes, léase, Don Luis, Don Antonio, Don Rafael, Don Andrés, Don José María, Don Ramón, Don José Herrera, Don Norberto, Don José Rodríguez, Doña Juana, Don Quiterio, Don José Ismael, su hermano, Don Arístides…

          Tras la degustación del menú, Don Lucio, sin partitura, de tez sonrosada, faz risueña y luciendo una madurez muy vitalista, nos vino a demostrar, en su mayoría de edad, nunca jubilación, que en aquel cuerpo proclive al Derecho también latía, de forma innata, una evidente fibra melómana. Su sobrino, José Ismael, siempre atildado, nos descubría, entre composición y composición, que Don Lucio, desde muy pequeño, ya amenizaba, como puro “hobby”, y al piano, las películas  mudas que se proyectaban en el ya desaparecido Parque Recreativo.

          Y aquella velada donde se reunieron, para el diálogo y la comunicación, familiares, profesores, alumnos y simpatizantes de Don Lucio, concluyó con las inmortales notas de ese Nocturno de Chopin, que siempre inevitablemente, nos traslada a mundos oníricos, relajantes y románticos.

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