De Tierra Santa a Lanzarote

Autor: Juan Manuel Valladares Expósito
Comunicación en Radio Muelle el 28 de noviembre de 2025

          Esto dicho así, sin más aclaraciones, parece ser una anuncio de una agencia de viajes. Pudiera ser que no sea muy descaminada esa impresión a la vista de lo que hablaremos con los ojos puestos en la historia y sus protagonistas. Y recordamos algunas cosas que ya intentamos difundir en marzo de 2023.

           ¿Se hablaba de Canarias entre los siglos IV a XII en la historia de Europa o África? Poco o nada, como lo reflejan todos los textos hasta ahora consultados. Salvo aquellos en una pura nebulosa que van desde Plinio a Seboso, y hasta un morito, Ben Farroukh, inventado por Ossuna Saviñon en 1844.

          Se empezó a hablar nuevamente de Canarias a partir del siglo XIII en las Cortes europeas castellanas, portuguesas o vaticanas. Y veremos el porqué según nuestra opinión, aprendida siempre en las palabras y escritos de los historiadores contemporáneos a los hechos y sus comentarios de siglos posteriores. Cuanto digamos, en buena parte lo hemos aprendido de la pluma de don Eduardo Aznar Vallejo, Catedrático de Historia de Nuestra ULL, con no menos de 20 títulos dedicados a la historia de Canarias.

          En el año 1291 de nuestra era común pierde el mundo, que llamaremos occidental cristiano, su último baluarte en el Oriente Medio, que se situaba entre los países que hoy conocemos como Chipre, Siria, Hilvano o Israel. Solo resistió la isla de Malta, y ello gracias al esfuerzo de la Corona de España y la genialidad de don Álvaro de Bazán y Guzmán. Estos antiguos baluartes de la cristiandad que recuperamos parcialmente entre las dos guerras mundiales del 1914 al 1945, y que estamos en la tesitura de volver a perder con la posibilidad de que se mantenga en Israel. Ese baluarte final en el siglo XIII se conoció como San Juan de Acre, para hoy conocerse solo como Acko, en el norte israelí. Lugar solo un resto de una serie de intervenciones en la zona que, con el pretexto, a nuestro juicio, de una romántica recuperación de los llamados Santos Lugares, promocionó la Iglesia y usaron los reyes de la vieja y naciente Europa para establecer rutas comerciales que les permitieran llegar al Oriente, rico en productos más o menos exóticos que enriquecían a lugares mediterráneos como Génova, Venecia o nuestra costa catalana y valenciana. Todo aquello se llamó Las Cruzadas, y participaron en ella desde el rey San Luis IX de Francia hasta el trovador Ricardo I Corazón de León, rey de Inglaterra. No vamos a discutir lo de “corazón de león” para no dejarlo en un feo,

          Cuando cae Acre se cierra este paso de mercancías y es justo el momento en que esta naciente Europa recuerda que hay una vieja y poco frecuentada salida al mar mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar, precisamente donde el Altísimo ha colocado a las Islas Canarias. Islas a las que esta circunstancia sitúan de nuevo en el mapa que Europa ha olvidado desde los tiempos de la caída del Imperio Romano. No era un secreto que la costa africana atlántica era lugar de exploración en siglos muy pasados, aunque cubierto de medias verdades o leyendas en las que aparece hasta un faraón egipcio, Necao, que Heródoto se tomó como algo ilusoria. África, tal y como la conocemos hoy, figuraba en muchas ocasiones como Libia; de ello que africanos y libios sean a veces confundidos.

          Aquí citaremos una aventura, mas o menos teñida de leyenda, como es la expedición de dos hermanos, Vadino y Ugolino, con el musical apellido Vivaldi, que por el año 1291, y parece predestinación la fecha, iniciaron un viaje de reconocimiento, con auxilio mallorquín, de la costa marroquí del Mediterráneo y debieron, al menos teóricamente, pasar el estrecho de Gibraltar, y hasta alguien aventura que dieron la vuelta a África y pasaron al Mar Rojo. Siempre es sano adornar la historia para que no resulte tan monótona. Que una de las naves de los hermanos Vivaldi se llamara Alegranzia como nuestra pequeña isla canaria Alegranza da para pensar.

         Y como las cosas no suceden de un día para otro, empezamos a ver que en el siglo XIV hay una presencia humana que no quiere destruir las cultura de los aborígenes de las islas, y solo establecer un comercio, incluyendo, por supuesto, un bien de alto valor en Europa, el esclavo canario, para pasar luego en siglos posteriores a la auténtica conquista y toma de total posesión de estas islas. El esclavo canario tenía la misma virtud que el esclavo eslavo para los mercaderes del viejo imperio otomano: era blanco. Y así que empezamos en el siglo XIV y acabamos el proceso en el siglo XV.

        Ya hay un mapa completo de Lanzarote, el de Dulcert de 1339. Y todas las islas en 1351 en el de Mediceo Laurentino. Jean de Bethencour sabía bien hacia donde venía habiendo conocido nada menos que seis mapas de las islas. Y al mapa siempre acompañan las noticias y las valoraciones del posible comercio. Así sabemos que conocían la presencia de la gente de tez blanca, orchilla, cueros, pez, maderas y hasta sangre de drago. Abundando en el tema del conocimiento de las islas, sabemos como Jean de Bethencourt trae desde Francia aborígenes para que sirvieran de intérpretes, y Gadifer de La Salle pide a Sevilla intérpretes de La Palma para sus viaje de exploración. Hemos de hacer una mesurada lectura de Le Canarien, del que el Instituto de Estudios Canarios hizo una magnifica publicación en 2003 conteniendo la versiones originales francesas y su traducción al español. No podemos olvidar la presencia en esta edición de nuestra flamante académica de la Real Academia de La Lengua Española doña Dolores Corbella.
Toda aventura exploradora, conquista o intento de alcanzar un mayor conocimiento, en lenguaje coloquial pasa por caja.

         Esa falta de caja abundante va a ser la cruz de la aventura de Jean de Bethencourt. Y si no puedes, o no acabas, la labor iniciada, alguien que ya ha conocido las posibilidades de comercio o conquista tendrá que ser un estado de mayor entidad .Labor que la historia da a Castilla o Portugal.

          Dentro de todo este paquete, a caballo entre la aventura y el comercio, no habrá de faltar la presencia de la Iglesia Romana, tras la figura de la Santa Hermandad, y el destino final de sus bulas misioneras que acaban convirtiéndose en bulas de Cruzada .O sea que Canarias ya sustituye a los Santos Lugares en el destino de los dineros de los fieles cristianos. Y no olvidar a los homicianos o asesinos que pagaban sus delitos de sangre aportando dinero a causas más nobles. Algunos pagos llamados “habilitaciones” a la Santa Inquisición tuvieron el mismo destino.

          Y si Francia no está para conquistas, aunque sea la patria de Bethencourt, hay que buscar padrino, y es lo que hace éste poniéndose bajo la protección del rey de Castilla. Bien es cierto que el padrino ya estaba en esa Corte en la persona de Rubin de Braquemont, al que conocemos como Bracamonte. Un buen argumento para que lo que se pretendió tuviera un carácter jurídico y legislativo normando, acabara en las leyes que se van aplicando en toda la Baja Andalucía a medida que progresa la Reconquista.
Hoy, con mayor acierto, sabemos que la población normanda en la conquista bethancuriana no pasaba de 143 personas en dos llegadas distintas, con la salvedad de que hay entre ellos no menos de 23 mujeres. Para Lanzarote sabemos que su población no superaba las 300 personas. No cabezas de familia, personas. Dato que precisa Le Canarien.

          Y como la virginidad en la Historia es elemento harto difícil, se habrá de investigar si alguien ya andaba por estas islas antes, durante o después de la presencia del normando Jean de Bethencourt.

         Y a un gran profesor, al que conocimos en Tenerife personalmente hace algunos años, que impartía su docencia en la Universidad de Cádiz, el señor Rafael Sánchez Saus, le debemos el conocer algunos personajes pre-conquista de nuestras islas, pues nos proporcionó un listado que pretenderemos difundir. Hoy solo hablemos del más notorio
Martín Ruiz de Avendaño. Un marino vizcaíno que, solo posiblemente y sin confirmar, llegó a Lanzarote en el año 1377. Marino de gran experiencia, a las ordenes del rey Enrique III, con toda una familia materna vinculada al Almirante de Castilla de la familia Sánchez de Tovar. Es muy probable que la presencia de este marino en Canarias tuviera como objeto “enseñar los dientes” a Portugal impidiendo una posesión de las islas. Poco sabemos de su presencia en Canarias, pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, hemos creado la leyenda de un amor entre este marino y la reina de Lanzarote Fayna, esposa de Zonzamas, de la que nace la princesa Ico. Los conocedores de nuestra habla aborigen no dan muy buena imagen del nombre Ico de la princesa. Para don Juan Álvarez es “la trasquilada”, para el señor García Reyes “la náusea”, aunque en una moderna versión la llame “la lívida”. Puede que éste sea el origen de un supuesto pleito dinástico en Lanzarote. Habría que preguntar a Abreu Galindo, o al auténtico Argote de Molina, dónde conoció el suceso, puesto que la leyenda salió de su pluma.

         Pedimos salud al Altísimo para poder seguir sacando hilo a la madeja de la historia del resto de nuestras queridas Islas Canarias.

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