Baraja canaria. Bastones y espadas
A cargo de Juan Manuel Valladares Expósito
Comunicación en Radio Muelle el 6 de junio de 2025
Cuando se pretende entrar en tema tan delicado como es la historia de una región que no ha tenido un solo dueño, y por tanto un solo gobierno, es muy útil dejar a un lado los sentimientos nacidos en el corazón y centrar la historia en hechos tangibles, sin tomar partido y solo dando cuenta de cómo fue esa historia sin pretender poner en traje de corte industrial, modelo sastre de grandes almacenes, a aquellos personajes que usaron levitas y pelucas, aún con la convicción de que más de uno fue disfrazado por el pintor que cobraba el retrato hijo de la vanidad.
Y así, con esa disposición sana para leer y comentar la historia de Canarias, nos vamos a una breve relación de aquellos que nos gobernaron con el título de Gobernador desde los inicios de la incorporación de Canarias a la corona de Castilla. Como poco dados a plumas ajenas, lo que comentamos ya lo han hecho entre otras plumas tan serias como la de don Dacio Darias Padrón o don Mariano Gambín
Iniciemos esa relación con un personaje que, por su procedencia y vinculación a la historia posterior de Tenerife, tiene para un servidor el mayor aprecio. Se llamó don Pedro de La Algaba. Uno de los primeros participantes en la conquista de Gran Canaria, personaje de la confianza de Los Reyes Católicos, de origen judeoconverso y llegado a Gran Canaria en compañía de sus hijos Andrés Suárez Gallinato y Jerónimo de Valdés, que acabarían bajo la protección de su tío Don Alonso Fernández de Lugo, y residiendo hasta su muerte en Tenerife donde dejaron familia. La protección de su tío se debió al alevoso asesinato, y así lo manifestaré siempre, de su padre don Pedro de La Algaba a manos de los verdugos de don Juan Rejón, conquistador de Gran Canaria y fundador de su capital, Las Palmas, un 24 de junio de 1469.
Diez años después sería gobernador, capitán general y verdadero conquistador de Gran Canaria,,don Pedro de Vera. Este apellido de Vera dará para muchas páginas de la historia de Canarias. Iniciando la saga de este Pedro de Vera un Diego de Vera, natural de Jerez de La Frontera, lejano pariente no muy legitimo del conquistador Pedro de Vera. Un hijo de este Pedro, de nombre Hernando, quedó en Jerez de la frontera ocupado de obtener los recursos necesarios a su padre para la conquista de Gran Canaria.
El Pedro de Vera auténtico conquistador de Gran Canaria era natural de Jerez de la Frontera y ya tenía experiencia probada en la guerra de Granada. Su actuación en las islas, tanto de Gran Canaria, Gomera o La Palma, daría para un largo capitulo que hoy dejamos para otra ocasión. Solo decir que no falleció en las islas, pero si en Jerez de La Frontera en el año 1505. Su apellido ha tenido gran difusión por las vidas de su hijos residentes en Gran Canaria, Martín de Vera, Fernando de Vera o Rodrigo de Vera, entre otros. Una alternativa para la búsqueda de este apellido se encuentra en los numerosos aborígenes canarios que lo usaron, llegando a aparecer en la genealogía de don Diego, último rey de Adeje, a través de la esposa de su hijo don Diego Diaz, Luisa de Vera.
Hablemos con la brevedad que esta emisora precisa de un Gobernador de Gran Canaria de interesante presencia con un mandato breve, pues solo estuvo en el cargo de 1495 a 1497. Fue Don Alonso Fajardo un personaje de gran valor para la Corte de los Reyes Católicos, pues figuraba como criado al calor de estos reyes. Ya venía con una gran experiencia de la guerra de Granada. A esa experiencia se debe su decisión de fomentar las construcciones defensivas de la isla de Gran Canaria y la construcción de una tercera torre en la costa africana en el lugar conocido como Santa Cruz de La Mar Pequeña, para fomentar el comercio con los naturales de esa zona. Sería largo de relatar su decisiva participación en poner en vigor para la isla de Gran Canaria el primer conjunto de leyes emanadas de la Corona con el nombre de Fuero Real, cuyo contenido hemos podido conocer en parte y en estos términos:
«…Otrosi ordenamos e mandamos que en qualesquier lugares e villas que estovieren subjetas a la jurisdición desa villa o encomendadas a vos el dicho nuestro governador della, avida primeramente información de la calidad e población de cada lugar e de lo que conviene para la buena governación del, fagais ordenanças quales vieredes que conviene para cada lugar, ansí en el elegir de los alcaldes e regidores e procuradores e otros oficiales, como en las otras cosas que tocan a la buena governación de las dichas villas e lugares, de manera que las dichas villas y lugares estén governados como deven, conformandovos con el tenor e forma de las ordenanças contenidas en esa nuestra carta…»
Este gobernador estuvo en Gran Canaria en los años en que Fernández de Lugo conquistaba La Palma y Tenerife, siendo principal testigo del fondeo en Gran Canaria de las naves que, en 29 de octubre de 1495, transportaban las tropas que aportaba el Duque de Medina Sidonia en apoyo a Fernández de Lugo para ultimar la conquista de Tenerife.
Un personaje cuya vida es digna de conocer, no solo por sus hazañas sino por quienes fueron sus compañero en los días de navegación. Se llamó este gobernador de Gran Canaria Antonio de Torres, y gobernó en 1502. Un hombre de novelesca presencia, pues era hijo del copero de Don Fernando el Católico, con un parentesco en el que sobresalían su tío, miembro del consejo real, un primo o contador mayor de Castilla, un hermano Pedro a la sombra del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Isabel y Fernando, y hasta una hermana, Juana, responsable del citado príncipe como ama de compañía. ¡Cuanto habría cambiado la historia de España y de Europa con la presencia en el trono de este príncipe Juan tan prontamente fallecido !
Hay que destacar en su vida profesional el haber sido escogido por los Reyes para mandar una flota a las recién descubiertas Indias de Su Majestad, solo un año después del primer viaje de Colon, o sea 1493. En ese viaje tuvo mando en la isla La Española, pero volvió un año mas tarde a Castilla. En 1495 se constituyó en defensa de Cristóbal Colon, denunciado por sus enemigos. Una vez más, ver que la envidia no descansa. Sus grandes conocimientos de las tierras descubiertas le permitieron ser activo agente de los Reyes ante la disputa en aplicación del Tratado de Tordesillas y sus difíciles encajes jurídicos de saber a quien pertenecía cada palmo de agua y terreno en disputa permanente entre Castilla y Portugal,.
Ya tenía una breve presencia en Tenerife mediando en el comercio de las conchas de Guinea y la presencia en este comercio del mercader Mateo Vigna (Viña). Recordemos que este Vigna fue el primer propietario de lo que se llamaría Caleta de Interián, entre los pueblos de Los Silos y Garachico.
No fue fácil su cargo pues hubo de iniciar su presencia en Gran Canaria, antes de su cargo de Gobernador, en un largo juicio contra el Gobernador Lope Sánchez de Valenzuela denunciado en más de cuarenta causas.
Breve y triste mandato el de Antonio de Torres, que murió sin probar las mieles del cargo en un naufragio cuando viajaba a Cádiz en 1502.
Para no alargar este trabajo y dar algún descanso a nuestros pacientes oyentes y lectores, hablemos como final en esta ocasión de la personalidad de un gobernador de Gran Canaria con dilatada presencia en la política de la islas. Hablemos de Lope de Sosa con más de un tiempo de gobernación.
El primer mandato de Lope de Sosa abarca los años de 1504 a 1507. Un cordobés de origen, aunque realmente su familia era de origen portugués, donde es mencionado como Sousa entre las mas antiguas familias de Portugal.
No fue fácil este primer mandato, pues en las islas Canarias había varios pleitos que necesitaban solución ante las numerosas irregularidades cometidas por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. En su ayuda fue enviado a Canarias el que consideramos, con algunas reservas, nuevo repartidor de aguas y tierras en Tenerife y La Palma conocido como Juan Ortiz de Zárate. Tan complicada fue la labor de Ortiz de Zárate que acabó expulsado de la isla de Tenerife por el propio hijo del Adelantado, de nombre Pedro Fernández de Lugo.
Como la primera estancia de Lope de Sosa fue bien vista por los Reyes, fue nombrado para un segundo mandato desde 1507 a 1514. Afortunadamente, duró este tiempo en contra de los muchos anteriores gobernadores que fallecían apenas llegados al cargo.
Y esta segunda ocasión sí que sería un calvario para el Adelantado de Tenerife y La Palma Alonso Fernández del Lugo, al que el gobernador Lope de Sosa, apoyado por la Corona, sometió a un asunto de largas consecuencias jurídicas, aunque no siempre prácticas, y que conocemos como Juicio de Residencia. El pretendido calvario acabó como siempre en las manos hábiles de Fernández de Lugo, y que, una vez vuelto al poder de gobernador, acalló las protestas con sus muy sutiles venganzas hacia sus acusadores.
La actuación en esa residencia y la labor de Lope de Sosa en su demarcación de Gran Canaria debió de ser muy bien valorada por la Corona, que nombró a Lope de Sosa Gobernador vitalicio y de paso dio el cargo de Regidor a un hijo suyo del mismo nombre y apellido. En su mandato se crearon los cargos de regidor, nombrados entre los vecinos mas competentes. Poco duró esta elección, pues la Corona acabó eligiendo a los regidores en notadas familias que crearon situaciones de poder nada democrático. Al final todo quedó en un permanente manoseo y cambio de cromos de esos cargos por las familias mas acomodadas. Historia repetida hasta la saciedad.
La gran y auténtica verdad histórica es que, durante su mandato, debió influir su larga estancia y su experiencia adquirida, pues alcanzó el Archipiélago Canario una gran expansión económica .
Creo que es sano conocer las vidas y milagros de aquellos que nos gobernaron en otras épocas. Seguro que podremos mirar el presente con otros ojos y reconocer que nada nuevo hay bajo el Sol, que ya alumbraba las cosechas de Caín donde pastaban las ovejas de Abel.,Pero Caín mató a Abel. Pasaje de la vieja Biblia que no debemos dejar de recordar y estudiar para que nos ayude a comprender que la envidia por el progreso de unos no puede ser nunca motivo para ser eliminados por aquellos que no hicieron su parte del trabajo.
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