A unos manos atadas: EL CAUTIVO
Autor: Gerardo Fuentes Pérez
Publicado en el Programa de la Semana Santa de Santa Cruz de Tenerife – 2025.
Este año contamos, tal y como lo anuncia el Cartel de la Semana Santa de Santa Cruz de Tenerife, con la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, una obra del sevillano Juan Delgado Martín-Prat, que llega a esta parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Concepción en 1999. Podría detenerme en los valores artísticos, estéticos, técnicos y constructivos de la misma, pues es la única en el municipio capitalino que representa el momento en que Cristo fue apresado la noche del Jueves Santo en el histórico Huerto de Getsemaní, al otro lado del Torrente de Cedrón, esa depresión entre Jerusalén y el mencionado Huerto, también conocido como Huerto de los Olivos. Contamos con una versión muy concreta que se encuentra en la iglesia de San José de esta capital, el «Señor de Medinaceli». Decimos que es una versión concreta porque se halla dentro de un esquema icónico estereotipado, definido, y que no admite variante alguna, es decir, se trata de una vera efigie, como la que se encuentra en la parroquia de Nuestra Señora de la Paz y La Unión de La Cuesta, dentro del municipio vecino de La Laguna. La imagen que hoy nos convoca, aunque conocida bajo el nombre de Nuestro Padre Jesús Cautivo, es una de tantas representaciones del Prendimiento o de «Jesús Preso» o, simplemente «el Preso». Y aunque está sujeta a un patrón preestablecido, según la narración evangélica, el escultor consigue liberarse de cualquier apego estructuralista, de esquemas instaurados, para crear otro horizonte de conciencia capaz de acentuar la representación sobre los sentidos y los métodos. Una representación que supera el propio relato evangélico; no trata de reproducir ese momento concreto del Prendimiento, es decir, el objeto resultante, sino de situarse por encima de la propia representación. Su escultor es deudor de una espléndida cultura artística desarrollada durante los siglos XVII y XVIII, que denominamos Barroco, seña de identidad de nuestro país, y de una manera concreta de Andalucía. Estudia, investiga y admira a los grandes maestros de la escultura de aquella brillante época, en la que la madera policromada se convirtió en mensajes persuasivos que permiten establecer un diálogo directo entre el artista, la obra y el público, en medio de un ambiente gestual y teatral. De este modo, las tendencias de aquellos estilos dentro de la estética de los siglos XIX y XX, aparecen como una mirada nostálgica que siempre rescata lo mejor de cada época. Hoy la escultura es un diálogo fluido. La madera, la piedra, el metal, el plástico representan mensajes polisémicos produciendo nuevos contenidos.
Como buen docente, Juan Delgado acude a las fuentes, a los documentos y a los escultores del pasado (Francisco Ruiz de Gijón (1653-1720), Pedro Roldán (1624-1699), que establecieron criterios para definir una trayectoria estética única en toda la historia. El resultado lo encontramos reflejado en esta obra de Nuestro Padre Jesús Cautivo. Sin embargo, corremos el riesgo de permanecer atrapados por el resultado escultórico, por nuestra memoria colectiva, por cuestiones estéticas y sentimentales. Creo que debemos ir más allá. En nuestro interior reside una dimensión eterna e infinita que nos está llamando, y la imagen, resuelta en madera, policromías y tejidos, nos ayudará a escuchar esa dimensión. La imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo nos invita a reflexionar y llegar a nuestras propias reveladoras conclusiones en lo que al despertar de la consciencia se refiere. Tras su mirada, lectura y reflexión, experimentaremos un auténtico salto cuántico en nuestro interior.
Esta representación de Cristo maniatado no es solo una secuencia de la Pasión; representa algo más. Las manos atadas, las manos yertas por la tensión de las cuerdas. Atado desde el principio de la Pasión, atado hasta la Cruz. Y en esas manos también van nuestras ataduras, las ataduras de la vida. Ataduras escondidas, disfrazadas, maquilladas porque no sabemos cómo romper con ellas. Cristo las rompe en la Cruz y en la Resurrección, la liberación absoluta. Atado pero erguido, no desfallecido, porque sabe, como hombre inteligente y de esperanza, que el mundo no puede reducirse al sufrimiento de unas manos atadas. Su Resurrección rompió las cadenas de la cautividad eterna no solo de nuestros cuerpos, sino también de nuestros espíritus. ¿Por qué cuesta tanto aceptar este maravilloso regalo gratuito?; ¿hasta dónde llega nuestro agradecimiento?
Lo que la política no cubre por falta de medios o por egoísmo e intereses, lo tiene que cubrir el cristiano desde el Corazón de Cristo, que sigue con las manos atadas porque queremos que desaparezca de nuestras vidas. Para esta sociedad que se cree autosuficiente, ya Cristo estorba, no se le necesita. El vacío humano -el vacío de Dios- nos lleva entonces a la cobardía, a la violencia, a la soledad, a la individualidad, a la incomunicación. Cuántos nudos, ataduras, inconvenientes, tropezones absurdos que nos impiden vivir en libertad, pero no en la libertad el hombre, -impuesta y condicional-, sino en la libertad propuesta por Cristo, la libertad absoluta, única. Porque nuestra libertad, limitada, suele ser como el beso de Judas. Judas creía que con un simple beso todo quedaba arreglado, disfrazando así su incoherencia, sus malvadas intenciones, su pecado, su incapacidad de comprender al otro, traicionando la amistad, la lealtad, el honor, el cariño y el amor.
Soltemos entonces nuestras amarras, las ataduras que nos impiden ser libres para gozar del amor de Dios. La Pascua es la Libertad que nos trae Cristo porque Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14,6).
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