VISITANTES ILUSTRES EN SANTA CRUZ (11). Relato de Nicolás Baudin
Autor: José Manuel Ledesma Alonso
Publicado en el Diario de Avisos el 16 de noviembre de 2025.
Del Diario de a bordo de Nicolás Baudín. Escala técnica en el puerto de Santa Cruz de Tenerife.
“Partimos del puerto de Le Havre, el 18 de octubre de 1800, al mando de una expedición organizada por la Academia de Ciencias de París, sufragada por Napoleón Bonaparte, con el fin de estudiar la mineralogía, zoología y botánica del continente australiano. A bordo de Le Géographe y Le Naturaliste viajábamos 251 personas; de ellos, 24 científicos, 5 dibujantes y 5 jardineros.
Después de fondear en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, el 2 de noviembre, vinieron a bordo el capitán del puerto y los oficiales de sanidad. A las once, uno de mis oficiales bajo a saludar, de mi parte, al gobernador y al cónsul francés. A su regreso me comunicó la actitud favorable del comandante de la isla para nuestros propósitos, rogándome que le fuera a visitar. Lo fui a ver después de comer, acompañado de una parte de mi estado mayor y de los naturalistas de las dos naves, Bory de Saint Vincent, Louis de Freycenet, Jacques Milbert, Mauger y François Péron. Su excelencia nos recibió con extrema cordialidad y le comuniqué el motivo de esta escala y él se ofreció a atender nuestras necesidades. Su buena disposición me hizo pensar que nuestra estancia en Tenerife sería muy agradable para todos.
De las siete embarcaciones que se encontraban en la bahía, había tres españolas, una americana, una sueca y dos inglesas, que habían sido apresadas por el corsario La Mosca. Como una de estas naves inglesas iba a ser enviada por el cónsul francés a Gibraltar, a llevar un centenar de prisioneros ingleses, aprovechamos esta circunstancia para deshacernos de varios marineros enfermos, pero al día siguiente de haber partido, la mayoría de las personas que habían embarcado regresaron en una chalupa de la nave. Por sus declaraciones supimos que la misma noche de su marcha, cuando estaban acercándose a Canaria, los prisioneros ingleses se sublevaron, se apoderaron de la embarcación y, sin que hubiera muertos ni heridos, permitieron regresar a todos aquellos que no quisieran seguirles. Mi preocupación estaba en las cartas que habíamos enviado en el barco, pues no sabíamos si llegarían a su destino, aunque el comisario francés, al que se las habíamos entregado, continuó el viaje con los ingleses.
Como don José Carta tuvo la amabilidad de prestarnos su observatorio, o mejor dicho su casa entera, hice desembarcar parte de nuestros instrumentos astronómicos con el fin de observar el funcionamiento de nuestros relojes, mientras que los naturalistas, dibujantes y demás especialistas de la expedición se ocuparon de la parte de las investigaciones y trabajos que le correspondía a cada uno.
El marqués de Nava, fundador del Jardín Botánico, situado en los alrededores de la Villa de La Orotava, mandó recoger las plantas y semillas que le habíamos traído de París, como muestra de agradecimiento por la amabilidad con la que nos había atendido en nuestra escala anterior, en 1796, cuando nos dirigíamos a la isla de Trinidad para recoger la colección de plantas exóticas que hoy constituye una de las principales joyas del Museo de Historia Natural de París. Lamento que el poco tiempo que permanecí en Santa Cruz y mis ocupaciones diarias no me permitieran ir a La Orotava para saludarlo, ya que estoy especialmente agradecido por las provisiones que nos hizo llegar en el momento de zarpar.
El cónsul francés me comunicó que había tenido muchas dificultades para conseguirnos las 100 pipas de vino que le había pedido que nos comprara, pues el poco vino de buena calidad que quedaba en la Isla tenía un precio desorbitado y los comerciantes ni siquiera tenían la intención de venderlo, ya que preferían reservarlo para mezclarlo con el de la última cosecha.
Esta noticia fue para mí muy desagradable, no sólo porque nuestro trabajo a bordo había resultado inútil, ya que habíamos organizado nuestra bodega para colocar los toneles que tenía previsto embarcar. Tenía que tomar una decisión y como no quería perder un tiempo valioso esperando a que los comerciantes redujesen sus pretensiones me limité a pedir veinte pipas (9.600 litros) que me costaron doce mil francos y, con un suplemento de cerveza inglesa, procedente de un botín, y lo que me trajo una chalupa desde Canaria, consideré que tenía suficientes provisiones para llegar hasta la Isla Mauricio.
La víspera de la marcha, reembarcamos todos los instrumentos que teníamos en la casa de don José Carta. En ese momento, muchos de nosotros sentimos separarnos de él y su familia, por su agradable compañía y el modo tan amable con el que nos atendieron.
A las dos de la tarde del 13 de noviembre, fui a casa del cónsul para terminar nuestras gestiones y hacer la comida de despedida y, provistos de agua, vino, y todo lo necesario para la travesía, zarpamos de Tenerife con buen viento de nordeste poniendo rumbo a nuestro nuevo destino.»
Nicolás Thomas Baudin (Francia. 1754 – Isla Mauricio, 1803), ingresó en la marina mercante a la edad de quince años y, cinco años más tarde, formaría parte de la tripulación de la Compañía francesa de las Indias Orientales, capitaneando los barcos que trasladaban a los botánicos austriacos al Océano Índico y al Océano Pacifico, aprendiendo de ellos la forma de mantener con vida, a bordo, a los animales y a las plantas.
Estuvo por primera vez en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en 1796, para reparar las averías que una fuerte tormenta le había producido a La Belle Angélique, cuando navegaban entre Madeira y Azores, rompiéndole los mástiles y el timón. Durante los cuatro meses que tardaron en arreglar el barco, en el que colaboraron los 108 marineros de la tripulación, los científicos de la expedición alquilaron una casa en Santa Cruz, dedicando su tiempo a publicar la primera relación científica de historia natural de las Islas Canarias; a redactar el catálogo de plantas del Jardín de Aclimatación de La Orotava; a enumerar los 50 dragos existentes en Tegueste, y a estudiar las características del bosque de Agua García.
La citada expedición continuaría el viaje hacia las Antillas, donde Baudin rescataría una colección de historia natural que había depositado el año anterior en la isla de Trinidad, a la vez que recogió muestras de plantas en la desembocadura del rio Orinoco, en Venezuela.
A su regreso a Francia, el 28 de mayo de 1798, el Museo de Historia Natural de París tuvo que construir un nuevo edificio para albergar las 200 cajas que habían traído. Por esta labor, Baudin recibiría el grado de capitán de navío de la marina francesa.
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