Miguel Arriaga y López de Vergara y sus «boy scouts»
Autor: Antonio Salgado Pérez
Publicado en El Día el 17 de mayo de 2000.
A todos se les iluminaba el rostro cuando, por ejemplo, los más veteranos, con todo lujo de detalles, les recordaban a los bisoños, a los pequeños exploradores, a los “boys scouts”, aquella recogida de su primer uniforme, con su sombrero de amplias alas, sus medias con vueltas de colores, su pañuelo rojo, y aquel detalle novedoso del cordón blanco, trenzado, con un pito. Y la cuerda. Y el bordón…
Y en aquella reciente velada, tan entrañable como sencilla, también se iluminó el semblante a Miguel Arriaga y López de Vergara en aquella cena-homenaje ofrecida por la Asociación de Antiguos Alumnos Exploradores, Scouts y Guías de Santa Cruz de Tenerife que ahora, con todo merecimiento, le orlaba con el preciado galardón de presidente de honor, título que antaño, también había sido concedido a su tío Francisco, otro explorador que siempre llevó en la masa de la sangre lo que, en el lejano 1908, pregonó el fundador de esta institución, Sir Robert Baden Powel, es decir, honradez, obediencia, disciplina, lealtad, espíritu emprendedor, responsabilidad, tolerancia, cortesía, tenacidad y, por encima de todo, gran afán por ayudar a sus semejantes, especialmente a los más débiles, así como amar a los animales, a los árboles y a las plantas…
Otro Arriaga, Esteban fue, en los albores de este siglo que pronto nos dejará, jefe, guía, educador, protector, incluso del por entonces barbilampiño Miguel, su sobrino. Esteban Arriaga fue ínclito pionero de este movimiento lozano y pragmático que, hace años, tuvo aquí en Tenerife, un trovador de excepción, Antonio Martí, que brindó su mejor prosa a estos exploradores.
Insistimos, en aquel acogedor lugar, entre ciruelas, empanadas, dátiles con bacon, garbanzos tiernos como el cariño y consomé y tarta Scout, entre otras exquisiteces, oímos, de forma tan reiterada como convincente, que el mayor honor del explorador es serlo, porque este título supone alteza de miras y nobleza de sentimiento, conceptos que a nosotros, particularmente, como simples invitados, nos calaron de una forma muy especial ante tanto mundo despiadado y materialista. Puede que así se comprenda que, hasta la fecha, esta institución tinerfeña no goce aún de un local social que, por lo menos, venga a paliar esa profunda espina que aún tiene clavada Miguel Arriaga que, en su breve disertación, mencionó una “misteriosa defenestración” que dejó hace años, a esta organización, sin techo isleño, intemperie que ojalá solucione ese pujante y jovial presidente que todos conocen por Tony, que lleva en su faz esa alegría que también anhelaba Robert Baden, junto a la costumbre de que los jóvenes practicaran el excursionismo y el ejercicio físico, a la vez que el compañerismo y las virtudes cívicas, como ya hemos apuntado anteriormente.
En esta sesión, donde el escultismo dio rienda suelta a sus múltiples obligaciones o deberes contenidos en ese juramento o promesa “scout”, Miguel Arriaga, emocionado, recibió, de manos del presidente tinerfeño, y como prueba material del acto, una artística figura metalizada de San Jorge, el patrón universal de esta institución de cuyo himno –vibrante y optimista bajo aquella inolvidable batuta del maestro Evaristo Iceta– dicen unos versos: “Siempre adelante, siempre adelante, / cumpliendo alegre nuestro deber”… También Luisa, la inseparable esposa de Miguel, recibió flores de esa naturaleza que siempre van escudriñando estos exploradores honrados, afanosos y nobles.
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