VISITANTES ILUSTRES EN SANTA CRUZ (3), Relato de Claret de Fleurieu
Autor: José Manuel Ledesma Alonso
Publicado en el Diario de Avisos el 21 de septiembre de 2025 y en El Día el 5 de noviembre de 2023
De la obra Viaje realizado por Orden del Rey Carlos XVI de Francia para poner a prueba los relojes marinos, por Claret de Fleurieu:
“ Zarpamos del puerto de Aix (Francia), el 12 de diciembre de 1768, a bordo de la fragata ligera L´Isis, de 20 cañones y 60 marineros a bordo. Nos acompañaban 4 alféreces de navío, un capellán, un cirujano y un grupo de oficiales instruidos, que jugarían un activo papel en la parte científica. Como delegado de la Academia de Ciencias de Francia viajaba el astrónomo Alexandre Gui Pingré.
El viaje, auspiciado por el rey Carlos XVI, tenía por misión comprobar la eficacia de los relojes marinos que medían los tiempos y las distancias en la mar, realizados por Ferdinand Berthoud, y de paso fijar determinaciones astronómicas.
Para probar el funcionamiento de los citados relojes a diferentes temperaturas y eliminar posibles errores en los cálculos, a la ida y a la vuelta cruzamos el Atlántico por latitudes diferentes, visitamos los puertos de Cádiz, Tenerife, Cabo Verde, Senegal, Martinica, Santo Domingo, Haití, Terranova, Azores, Madeira, Tenerife -por segunda vez- y Cádiz, regresando a Rochefort (Francia), el 15 de noviembre de 1769.
En Santa de Tenerife recibimos la hospitalidad del comandante general Miguel López Fernández de Heredia y del cónsul francés Sr. Cazalón, en cuya casa emplazamos el observatorio y fijamos la posición de la ciudad en 28º 9´ 45´´latitud norte y 18º 36´ 0´´ longitud occidental con respecto al observatorio de París. El día 28, pusimos rumbo a las islas de Cabo Verde.
La segunda escala en Santa Cruz de Tenerife la realizaríamos el 15 de agosto de 1769, cuando veníamos de Madeira. Esa misma noche observamos una emersión de primer satélite de Júpiter.
El puerto de Santa Cruz es el más frecuentado de las otras tres radas que existen en la Isla (La Orotava, Garachico y Adeje), pues es la única situada en la costa oriental. Su bahía está formada por una cadena de montañas muy elevadas que se extienden de este a oeste.
En la ciudad, situada al pie de estas montañas, hay un pequeño muelle o desembarcadero construido con mucha solidez, aunque la resaca del mar, que es permanente en la costa, hace que los botes de remos sufran mucho y el desembarco sea difícil.
La aguada se hace en una fuente que está a sólo cien pasos del muelle, por encima del fuerte de San Cristóbal, aunque se corre el riesgo de romper las barricas al hacerlas rodar, pues el terreno es accidentado y está mal pavimentado.
Don Miguel López Fernández de Heredia, Gobernador General de las Islas Canarias, siempre pendiente de todo aquello que pueda ser de alguna utilidad a la colonia confiada a su cargo, ha construido canales de madera que traen el agua desde el Monte hasta la fuente, de manera que las chalupas pueden abastecerse sin tener siquiera que descargar las barricas.
La rada de Santa Cruz está abierta a los vientos del Sudoeste y del Sudeste, motivo por lo que el mar suele estar muy agitado, aunque mientras los cabos resistan el barco está seguro. Como el fondo disminuye con mucha rapidez desde alta mar hasta la costa, las anclas hay que depositarlas a seis cables de tierra (1.100 m), para evitar que las rocas corten los cabos y la embarcación se pierda.
Afortunadamente, los vientos que soplan desde el mar no lo hacen por mucho tiempo, sin embargo, los vientos que vienen de tierra son más fuertes y más frecuentes y su violencia puede sacar fuera de la rada a las embarcaciones, arrastrando consigo las anclas; por ello, las anclas se deben viran hacia alta mar para evitar partir el barco.
Santa Cruz comercia principalmente con vino y aguardiente, y con el cacao que suelen traer las embarcaciones de retorno de Caracas o La Habana, países con los que la colonia tiene un privilegio especial”.
Charles Pierre Claret de Fleurieu (Lyon, Francia, 1738 – París, 1810). Ingresó en la Marina francesa a los trece años y, a los 21, siendo teniente, participó en la Guerra de los Siete Años y en las batallas de Mahón, Lagos y Sabletes, donde ascendió a Alférez de Navío.
En 1762, al ser nombrado inspector del departamento de mapas y planos de Francia, potenciaría las ciencias náuticas, la construcción de barcos y los relojes marinos, con el objetivo de perfeccionar el cálculo de longitudes en la mar.
En 1776, al ser ascendido a capitán, sería nombrado director general de puertos y arsenales de Francia y ministro de Marina.
Durante su vida ocuparía los cargos de Consejero de Estado, Senador, Ministro plenipotenciario, Gobernador del Palacio de las Tullerías y del Louvre; además de, miembro del Instituto de Francia, Intendente General de la Casa del Emperador, Gran Oficial de la Legión de Honor, etc.
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